COMO VIVIR LA CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS.
Iluminación: Así dice el Señor:
«Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada; camina a su
descanso, el Señor se le apareció de lejos. Con amor eterno te amé, por eso
prolongué mi misericordia. Volveré a construirte y serás reconstruido.» (Jr 31,
2-4ª)
En
aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para
el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la
tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os
eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el
pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento
que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató
de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el
Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con
los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su
persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien
lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y
decretos que te mando hoy.» (Dt 7, 6-11)
Hoy
la Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Lo que estamos
celebrando es el Amor de Dios que envió a su Hijo a los hombres para amarnos
con un corazón de hombre (cf Jn 3,16) Con palabras de Jeremías podemos decir a
todo hombre: “Dios te ama a ti como eres” “Te ama desde siempre y te ama
incondicionalmente” “Tal vez por la vida que llevas no puedes experimentar su
amor, pero de que te ama, te ama” “Ni todos los pecados de todos los hombres,
pueden hacer que Dios se arrepienta de querer salvarnos” Y la prueba de que
Dios nos ama es que siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros (Rm 5,
6) El amor no consiste en que nosotros amemos a Dios, sino, en que él nos amó
por primero, y nos envió a su Hijo que se ofreció por amor por nosotros (1 de
Jn 4, 10)
Hablemos
de la Consagración al Corazón de Jesús: ¿Qué nos pide? Nos pide haber nacido de
nuevo. Nos pide haber recibido el perdón de los pecados. Nos pide ser una Nueva
Creación. Pide haber intercambiado nuestra miseria con la misericordia de
Jesús. Después del Encuentro liberador y gozoso con Jesús y haber removido la
escoria de nuestros corazones en virtud de su sangre, ahora podemos
consagrarnos a su corazón amoroso. “Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.” (Mt 11, 28-
30) Tres cosas nos pide la Consagración: entregar la carga de nuestros pecados,
recibir su amor y su misericordia y permanecer en su Gracia, cultivando sus
virtudes. Tal como lo dice Juan:
Amémonos
unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y
conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto
se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo
único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación para nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó
de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.(1 de Jn 4, 7ss) Y
nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios
es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. (1 de Jn
4, 16)
La
Consagración al Corazón de Jesús pide confiar en Jesús, Palabra del Padre.
Confiar es creer en él, obedecerlo y amarlo. Ser propiedad total y exclusiva
del Señor. Jeremías nos dijo lo que es lo contrario a la Consagración: “Maldito
el hombre que confía en el hombre” (Jer 17, 5) Y bendito sea el hombre que
confía en él, en Jesús, el Cristo de Dios. Pedro nos dice lo que es la
Consagración al corazón de Jesús:
Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones,
pues él cuida de vosotros. Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el
Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes
en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los
mismos sufrimientos. (1 de Pe 5, 6- 9) Humilde es el que se confía en el Señor,
por eso se abandona y se entrega con todo al Señor y lucha, es sobrio y vigila
sus entradas y salidas; es un luchador
contra las fuerzas del mal. Jesús le recomienda: “Vigilad y orad para no caer
en tentación” (Mt 26, 41).
La
Consagración al Corazón de Jesús nos adentra en la Nueva Alianza: acepta ser
propiedad del Señor y se compromete amarlo y a servirlo. La vida tiene altos y
bajos, que nadie se angustie porque: “Por lo demás, sabemos que en todas las
cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido
llamados según su designio.” (Rm 8, 28) De aquellos que han sido elegidos desde
antes que el mundo existiera para ser santos e inmaculados a él en el amor (Ef
1, 4) Si el Consagrado tiene la desgracia de caer en el pecado, Jesús lo busca
y lo llama al arrepentimiento para que reciba nuevamente el perdón y se
reincorpore a la Consagración.
A
los Consagrados Jesús les invita amarlo y a seguirlo, renunciando a toda
esclavitud espiritual y alimentarse con la Palabra de Dios, la Oración los
Sacramentos y las Obras de Caridad. Jesús a todos y a cada uno les die: “No
tengan miedo, porque yo estaré con Ustedes” (Mt 28, 20) Con la fuerza de la
Consagración permitamos que el Espíritu Santo nos guié y nos lleve a Cristo
para que configuremos nuestra vida con la de él, y dejemos la tibieza
espiritual, la superficialidad y la mediocridad para que nuestra fe tenga Luz,
Poder y Misericordia.
Los
devotos verdaderos del Sagrado Corazón de Jesús lo aman, lo siguen y le sirven.
Y aman y sirven a sus hermanos. No seamos devotos falsos.
Publicar un comentario