¿CÓMO HACER A JESÚS SEÑOR DE NUESTRAS VIDAS?

 


¿CÓMO HACER A JESÚS SEÑOR DE NUESTRAS VIDAS?

 "En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon." (Jn 10. 7- 8)

«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran.(Mt 7, 13- 14) Hay que desprenderse de mucho equipaje para poder entrar. 

Existen dos capitanes, dos señores, dos reinos: el de la luz y el de las tinieblas. En el Reino de  la luz, Cristo es el Rey, es el Capitán, mientras que el reino de las tinieblas, el Diablo es el jefe. ¿En cuál reino te encuentras? ¿Cómo saberlo? ¿Cuál voluntad estás haciendo? ¿Tú voluntad o la de Dios? En el reino de la Luz sólo viven los que hacen la voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús. ¿Cómo hacer a Cristo Jesús Señor de nuestras vidas? Lo primero es:

 

El encuentro personal con Jesús, Buen Pastor. Encuentro liberador y gozoso que divide la vida de los creyentes en dos: antes y después de conocer a Cristo. Antes yo era el rey, el centro de mi vida. Mi felicidad estaba en las cosas: dinero, sexo, alcohol, droga, amigos, carros, etc. El Señor estaba fuera de mi vida. Con el encuentro con Cristo se inicia el proceso, Él entra en mi vida y se experimenta el poder de Dios y lo bueno que es el Señor. Tres cosas: La Clave, la Ley y el Compromiso.

La clave: “Hacer en todo la voluntad de Dios”. Escuchemos a María, la primera evangelizadora: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5). Buscar y realizar su voluntad es poner a Jesús por encima de todo lo creado. El cristiano que camina con decisión por los caminos de Dios aprende a discernir entre el bien y el mal, y se hace adulto en la fe, capaz de vivir de una manera digna según el Señor, dando frutos buenos y creciendo en el conocimiento de Dios. (Col 1, 9-10)

La Ley del Amor: Amar como Jesús, a todos y siempre. Cuando la Ley de Cristo reina en nuestros corazones, las cosas ya no se hacen por obligación ni por que toca; todo se hace con alegría y por amor al Señor, por eso se puede decir con san Pablo: “Todo lo que era importante para mí, lo considero basura y lo doy por pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo, mi Señor”. (cfr. Flp 3, 10-11).

El compromiso: Ser enviados a favor de otros para ser servidor de los demás. Jesús es Señor de los que permiten que Él  les lave los pies. Jesús dice: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y lo  soy, pues si yo que soy Maestro y Señor les he lavado los pies, haced vosotros lo mismo” (Jn 13, 13-14). El señorío de Jesús es para el servicio del hombre: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 28)

La purificación del corazón o destrucción de los Ídolos. El Señor Jesús no entra en nuestros corazones con sus manos vacías. ¿Qué lleva? La Espada de doble filo y viene a echar fuera de “Casa” todo lo que no sirve, lo que ocupa el lugar de Cristo; viene a destruir nuestros falsos dioses. Entra también en nuestros corazones como Luz que ilumina todas dimensiones de nuestra vida. Paso a paso, de obra en obra, el Espíritu del Señor va rompiendo ataduras, destruyendo ídolos, limpiando la casa; espíritu de machismo…espíritu de brujería…espíritu de alcoholismo…espíritu de adulterio…espíritu de libertinaje…espíritu de grosería, fuera y al fuego.

La opción por Jesucristo y rompimiento con el mundo. El Señor Jesús no pide poco, tampoco pide mucho, Él lo pide todo. Pide, pero, no exige. Es un Caballero y respeta nuestra libertad: “Si tu quieres”… ¿Cuándo se hace la opción por Jesús? ¿En qué momento? La opción por Jesús es un momento de gracia, es don y respuesta…implica dos certezas: La certeza  que Dios me ama… “me amó y se entregó por mí”. Y la certeza que yo también lo amo…guardo sus mandamientos y su Palabra (Jn 14, 21. 23) y hago alianza con Él.

Cuando esta doble certeza se enraíza en el corazón de los discípulos, entonces, libre y conscientemente se decide uno por Cristo y por su Evangelio. Es decir, se guardan los Mandamientos y se acepta libre y gozosamente la llamada al servicio. Jesús pregunta a Pedro: “¿Pedro, me amas”. El no hace alianza con esclavos…el mundo los odia porque ustedes me aman, si ustedes me  odiaran el mundo los amaría.(Jn 15, 18)

Vida de pertenencia a Jesús. Mateo en el Evangelio nos presenta la parábola de la “perla preciosa”. (Mt 13, 45). La Perla no será nuestra si no estamos dispuestos a darlo todo: familia, amigos, bienes materiales, morales, defectos, vicios, enfermedades. Entregar lo bueno y lo malo. Ponerlo todo a los pies de Cristo. Para que pueda ser el Señor  nuestro. No somos de las cosas, somos del Señor con todo y cuanto tenemos, por eso, lo que sabemos, tenemos y somos, todo lo ponemos con alegría al servicio de quien lo necesite. El Señorío de Jesús es el camino de desprendimiento y de comunión con Dios y con los demás especialmente los más pobres.

Vida consagrada al Señor. La vida humana solo se hace cristiana cuando se gira en torno como siervo de Jesús; sólo entonces  es fuente de alegría cristiana. Sierva de Dios fue el título favorito de María: “He aquí la esclava del Señor”.(Lc, 1, 38) Pablo, siervo de Jesucristo por voluntad del Padre, se consagra totalmente y con alegría al servicio de la salvación de los hombres. Razón por la que puede vivir para Dios y confesarnos  que todo, lo que antes de conocer a Cristo era valioso para él,  después de haber experimentado lo sublime del amor de Cristo, lo considera basura, lo da por pérdida. (Flp 3, 7)

En la carta a los Romanos encontramos un texto que nos manifiesta en qué consiste una vida consagrada al Señor: “Hermanos os exhorto por la misericordia de Dios a que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostias vivas, santas y consagradas a Dios; ese ha de ser vuestro culto espiritual” (cfr. Rm 12, 1)

Aceptar y someterse a la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo, el Hijo de Dios, el Mediador entre Dios y los hombres, Nuestro Salvador, Maestro y Señor. Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. (1 de Tim 1, 17)


Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search