SI SABÉIS QUE ÉL ES JUSTO, RECONOCED QUE TODO EL QUE OBRA LA JUSTICIA HA NACIDO DE ÉL. (1 de Jn 2, 29)

 


SI SABÉIS QUE ÉL ES JUSTO, RECONOCED QUE TODO EL QUE OBRA LA JUSTICIA HA NACIDO DE ÉL. (1 de Jn 2, 29)

¿Dónde podemos encontrar a Jesucristo resucitado? Al final de sus días, después de haber predicado a las multitudes, después de haber hecho milagros y exorcismos y dedicarle tiempo a la formación de sus discípulos, Jesús se identificó con los pobres, con los enfermos, con los presos, con los forasteros, con las viudas y con los huérfanos, es decir con los menos favorecidos, y nos dice a todos, como su máxima enseñanza: Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 40) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." (Mt 25, 35- 36) Jesús se identifica con los pobres. Pareciera que es una de sus últimas enseñanzas para coronar su proceso como Evangelizador del Padre. Jesús pone al pobre como lugar para encontrarnos con él.

Jesús es el Modelo a seguir: Nació pobre, vivió pobre y murió pobre. Miremos a muchos evangelizadores modernos que se hacen ricos, muy ricos, con lujos exorbitantes, cuantas bancarias, residencias, carros, y más. Todo con la fe del pueblo, con los diezmos de la Iglesia. Se les olvida que Jesús fue pobre, y que el diezmo es para los pobres, los enfermos, los presos, los forasteros, las viudas y los huérfanos. Compartan sus dones o sus bienes con los más necesitados y entonces serán “pastores según mi corazón” (Jer 3, 15). Lo contrario sus riquezas nos hablan de falsos profetas y de falsos pastores. Con Pablo decimos: Pues ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido? (1 de Cor 4, 7) ¿Qué hacer con los dineros que lleguen a tus bolsillos? “Extiende tu mano y comparte con los más pobres y con tu Iglesia. (cf Mc 3, 5)

Recordemos a Jesús: “Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.” (2 de Cor 8, 9) Su pobreza fue su Encarnación, su Pasión y su Muerte. Nació pobre, vivió pobre y murió pobre y fue sepultado en un sepulcro prestado. La pobreza de Jesús nos hace ricos. Su riqueza es ser el Hijo de Dios, el hermano universal y el siervo de todos. Y nosotros con él: Hijos, hermanos y servidores en Cristo. Y además, pobres con él y para él. Los pobres de espíritu son llamados a ser pobres, sencillos, humildes, desprendidos, misericordiosos, mansos y justos. (Mt 5, 3- 11) Recordemos que nadie es tan pobre que no tenga un totopo para compartir, y que nadie es tan rico que no tenga necesidad de la ayuda de otros.

Miremos a Jesús: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz."(Flp 2, 6- 8) Se despojó de sí mismo, sin dejar de ser Dios, se cobijó con nuestra debilidad durante 33 años. Se hizo hombre para amarnos con un corazón de hombre y se puso a servir. Se humilló a sí mismo. No nos juzgó y no nos condenó, sino que se humilló a sí mismo, cargó con nuestros pecados y se hizo obediente hasta la vergonzosa muerte de Cruz. Por eso pudo decir con toda libertad: “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?  Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.” (Ef 9, 24- 26) El que tenga miedo o se avergüence de Jesús por ser pobre, por sufrir o padecer por él, no es cristiano, no puede llamarse pastor o profeta de Jesús.

Miremos a Pablo hablar a su discípulo Timoteo: Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo. (2 de Tim 2, 1- 7) Un soldado, un atleta y un campesino.

Fuertes y firmes en la gracia de Cristo Jesús. Dedícate a instruir a otros que sean fieles y capaces de enseñar a otros. Soporta las fatigas conmigo. Juega limpio no mezcles el Evangelio con negocios o con riquezas o con ideologías, porque eso resulta en tibieza y a los tibios los vomitaré de mi boca (Apoc 3. 15) Sé el primero en creer, en vivir y en anunciar la fe que tienes. Entonces caminarás en la Luz y en la Verdad, en la Justicia y en Libertad. CRISTO SERÁ TU RIQUEZA. Basta para que tengas lo necesario para vivir con dignidad como Pablo y los Apóstoles donde todo lo que había era para todos, especialmente, los más pobres.

Al estilo de la primera Comunidad: El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. (Hch 2, 42-45)

Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, (1 de Jn 3, 17- 19) Y Santiago nos dice: “Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.” (Snt 4, 17)

La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo. (Snt 1, 27)

Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. (1 de Jn 3, 17- 18)

 

 

 

 

 



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