SER
TESTIGOS DEL AMOR DE CRISTO ES PADECER CON ÉL.
Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3,
16- 17)
La única razón por la que Dios envió a su
Verbo que es Jesús, es por amor a los hombres. Se los entregó para que hicieran
con él lo que quisieran. Muchos no lo recibieron, otros si lo recibieron y
creyeron en él. (Jn 1, 11- 12) A los que creían en él les decía: “Permanezcan
en mi Palabra y serán mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará
libres” (Jn 8, 31- 32) Después de entre muchos discípulos eligió a los Doce
para que estuvieran con él, para luego
enviarlos a predicar su Palabra con la fuerza del Espíritu Santo (Mc 3, 13- 14)
Con
la predicación de su Palabra, con sus milagros, exorcismos y con su personalidad,
sembró el Reino de Dios que llevó a su madurez con su muerte y con su
resurrección. Uno de sus apóstoles, Pablo de Tarso nos dice: En efecto, cuando todavía estábamos sin
fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; - en verdad,
apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se
atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. (Rm 5, 6-8) Nos ama con amor
eterno, incansable e incondicional. (cf Jer 31, 3) Ama a todos y a cada uno, sin
acepción de personas. (Hch 10, 34; 1 de Pe 1, 17).
El mensaje de Jesús a sus discípulos:
«Si
el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais
del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al
elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la
palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han
perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra,
también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi
nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido y no
les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su
pecado. El que me odia, odia también a mi Padre. Si no hubiera hecho entre
ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han
visto, y nos odian a mí y a mi Padre. (Jn 15, 18- 24)
Discípulo
es aquel o aquella que han hecho la Opción Fundamental por Cristo y han dado la
espalda al mundo. El mundo es el sistema de ideologías que rechazan a
Jesucristo y a su Mensaje. El mundo ofrece poder, tener y placer (1 de Jn 2,
15) Con sus ideologías confunden, engañan, dividen, oprimen y dan muerte a los
que les contradigan. En los últimos tiempos, a partir de 1789 que aparece la
Ilustración se dio la supremacía de la razón sobre el corazón. Aparece la lucha
de clases, pobres contra ricos, creyentes contra los no creyentes. La lucha de
clases llenó de odio y muerte a muchas ciudades y naciones. Su lema: la
religión es el opio del pueblo, es la causa de la miseria. Luego aparece el
fascismo contra la igualdad de dignidad entre los hombres, que dieron muerte a
millones de judíos y contra religiosos, entre murieron Maximiliano María Kolbes
y Edith Stein. Dos cientos años después del 1789 a 1989, cae el muro de Berlin,
y con esto pierde fuerza el socialismo y el comunismo. Poco antes de la caída se
da el intento de asesinato a uno de los autores de la caída del Muro, el Papa
Juan Pablo 11. Surgen entonces las Ideologías que atentan y contradicen a
Jesucristo, a su Mensaje y a sus seguidores. Ideologías patrocinadas por el poder económico
que quiere gobernar al mundo.
Es
el momento clave para escuchar la Palabra de Cristo: “El mundo los odia porque
ustedes me aman.” ¿A quién le entregamos el corazón? A Cristo o al mundo: “Conmigo
o contra mí, el que no junta desparrama (Mt 12,30) “Si ustedes me odiaran el
mundo los amaría”. El siervo no es más que su señor. El discípulo no es más que
su maestro” “Si a mí me persiguen, también a ustedes los perseguirán. El
destino del Maestro es el mismo que los discípulos. Y la Misión de Jesús es la misma que la de
los discípulos. “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. (Mt 28,
18) "Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo." (Jn 20, 21- 22) El Espíritu
de Cristo, nos conduce hasta la verdad plena: Cristo crucificado (cf Jn 16, 13)
y es él que da testimonio en nosotros de Cristo: El les contestó: «A vosotros
no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su
autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta
los confines de la tierra.» (Hch 1, 7- 8)
Testigos
significa ser mártires, ser perseguidos, ser ejecutados, ser encarcelados, ser
calumniados por Jesús y por su Mensaje. La Iglesia de Jesucristo ha de ser
perseguida por su causa, por eso el apóstol Santiago dice: Santiago, siervo de
Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión. Considerad
como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo
que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero
la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e
íntegros sin que dejéis nada que desear. (Snt 1, 1- 4)
San
Pedro, testigo de la pasión de Cristo, nos dice: “Por lo cual rebosáis de
alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con
diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa
que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de
alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo.” (1 de Pe 1, 6-
7) Como lo dijo san Agustín: la sangre de mártires es semilla de cristianos.
Pablo, el apóstol, nos dice: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y
completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su
Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24) ¿Completar lo que falta a la Pasión de
Cristo? ¿Acaso la Pasión de Cristo está incompleta? ¿No fue suficiente tanto
dolor, no bastó con tanta Sangre, no colmó toda medida tan obediencia? Para
participar de la gloria de Cristo hay que participar de su Pasión, de sus sufrimientos
y de su muerte para también resucitar con él. Según las palabras del mismo Jesús:
“El Mesías tenía que padecer antes de entrar en su Gloria (Lc 24,26) “El que
quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga”
(Lc 9, 23) La experiencia de Cristo es liberadora, es gozosa y es también
dolorosa, hay que morir al pecado para participar el gozo de la resurrección. Hay que tener la disponibilidad de dar la vida para amar y servir a Dios y a los hombres.
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