MI PAZ LE DEJO MI PAZ LES DOY, PERO, NO COMO SE LES DA EL MUNDO.
¿No era necesario que el Cristo
padeciera eso y entrara así en su gloria?» (Lc 24, 26)
Es lo que dijo Jesús resucitado
a los discípulos de Emaús. “Tenía que padecer, tenía que sufrir y tenía que morir
para resucitar. Es lo mismo que Pablo y Bernabé comunican a sus comunidades: “y
ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe,
diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino
de Dios.” (Hch 14, 19ss) Es lo que Pablo dice a la comunidad de Corinto: “Pues
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por
vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.” (2 de
Cor 8, 9) Para el apóstol Pablo Jesús es Dios que se hizo hombre. Su pobreza es
hacerse hombre, su pasión, su sufrimiento y su muerte, Nació pobre, vivió pobre
y murió pobre.
Para Pablo Jesús era verdadero
Dios y verdadero hombre. Tal como lo dice en el Himno a Jesucristo: “El cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que
se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le
otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua
confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre. (Flp. 2, 6-11)
No se aferró a su igualdad con
Dios, se envolvió en su debilidad humana, durante 33 años. Se despojó de sí
mismo, sin dejar de ser Dios, al hacerse hombre y servidor de todos. Igual a
nosotros en todo menos en el pecado (Heb 4, 15) ) Se humilló a sí mismo y cargó
con nuestros pecados y se hizo obediente hasta la muerte de cruz. Abrazó su
cruz con Amor diciendo: “Mi vida no me la quitan yo la entrego” (cf Jn 10, 18)
Esa era la voluntad de su Padre, de la cual Jesús hizo su alimento (cf Jn 4,
34) Cin anticipación Jesús anunció su pasión, su muerte y su resurrección: Desde entonces
comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y
sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y
ser matado y resucitar al tercer día.(Mt 16, 21)
En aquel tiempo, Jesús dijo a
sus discípulos: "La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da
el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: 'Me voy, pero
volveré a su lado'. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque
el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que
cuando suceda, crean. Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca
el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario
que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me
ha mandado'' (Jn 14, 27-31).
La paz de Cristo Jesús no es la
paz del mundo. Su paz viene de la Justicia, que a su vez viene de la Libertad
que nace de la Verdad que nos hace libres (Jn 8, 32) Justicia que se ha
manifestado en nuestro favor (Rm 3, 21- 22) Justicia que es Jesucristo. La paz
que Cristo nos da es armonía interior y exterior, armonía en nuestro corazón y
armonía con Dios y con los demás. Paz que fue pagada a precio de sangre, la sangre
de Jesús que murió para reconciliarnos con Dios y con los hombres. “Mas ahora,
en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis
llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que
de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad”
(Ef 2, 13- 14)
La paz de Cristo es dada a nuestro corazón, es
parte de una fe sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta (1 de
Tim 1, 5) Si faltara una de estas tres, no hay paz. Por eso Pablo dice que cuando
nuestros pecados son perdonados y recibimos la gracia del Espíritu Santo (Rm 5,
1) entramos en la paz del Señor. Hay paz donde hay justicia y le hacemos
justicia a Dios cuando creemos en su Hijo y cuando nos amamos unos a los otros
(cf 1 Jn 3, 23) Y le hacemos justicia a los demás cuando les lavamos los pies
en Cristo (Jn 13, 13) Lavar pies es servir, es compartir, es caminar juntos, es
amar.
Dos textos de Juan nos dicen lo
mismo: Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha
nacido de él.(1 de Jn 2, 29) Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es
de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. (1 de Jn 4, 7)
Tanto el que obra la justicia como el que práctica la caridad, nacen de Dios. Entran
en la paz de Cristo.
Alégrense por me voy al Padre,
pero, antes tengo que padecer, sufrir y morir, luego, volveré para estar con
ustedes y para llevarlos conmigo para que donde yo esté, estén también ustedes.
¿A dónde nos quiere llevar Jesús a los suyos? A la Casa del Padre, pero antes,
tenemos que pasar por la cruz: Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.(Lc 9, 23) Tres cosas:
“Niégate a ti mismo, toma tú cruz y sígueme.” Y serás discípulo de Cristo. “Muere
al pecado, acepta mi yugo y se como Yo: manso y humilde de corazón (Mt 11, 29-
30) Es decir, un servidor de Dios y de los hombres.
“porque se acerca el príncipe
de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el
mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha
mandado.'' Jesús es el vencedor del Maligno que es como un perro rabioso, tenle
miedo, no te le acerques, y no confíes en él. Sus armas favoritas son la
mentira, la envidia y la soberbia. No tiene poder sobre los cristianos, a no ser,
que le demos autoridad sobre nosotros. Y le damos poder cuando nos negamos a
convertirnos a Jesús. Cuando nos negamos a romper con el pecado. Satanás tiene
poder sobre este mundo tenebroso, es decir, sobre el hombre que está en el pecado y no se arrepiente (Ef
6, 12).
Por eso, tomad las armas de
Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y
revestidos de la Justicia como coraza, calzados
los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo
de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del
Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que
es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en
el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los
santos. (Ef 6, 13- 18)
Pablo dice a sus Comunidades para que
puedan vivir en paz: Os exhorto, pues, hermanos,
por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima
viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os
acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de
vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo
bueno, lo agradable, lo perfecto. En virtud de la gracia que me fue dada, os
digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que
conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó
Dios a cada cual. (Rm 12, 1- 3)
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