LES
RECUERDO EL EVANGELIO QUE YO LES PREDIQUE QUE CRISTO JESÚS ES EL MESÍAS DE
DIOS.
Pablo,
apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por
Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos, (Gál 1,
1)
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio
que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este
Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo,
habrán creído en vano. Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado
y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro
y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos,
la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció
a Santiago y luego a todos los apóstoles. Finalmente, se me apareció también a
mí. (I Co 15, 1-8)
¿Cuál es el evangelio de Pablo?
Pero Dios, rico en
misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de
nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido
salvados y con él nos resucitó y nos
hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos
venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús. Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la
fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de
las obras, para que nadie se gloríe. (Ef 2, 4- 9)
Se trata del evangelio de la Gracia.
Salvados por amor, por la muerte y resurrección de Jesucristo, ahora estamos
sentados en el poder de Dios. Salvados por la fe, que no viene de nosotros, ni
por la observancia de la ley ni por nuestras obras. Es por Gracia de Dios que
no se compra y no se vende. Tal como lo dice en Gálatas: “conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley
sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo
Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las
obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado.
(Gál 2, 16) Lo mismo lo dice en la carta a los romanos:
Habiendo, pues, recibido de
la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor
Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta
gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de
Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud
probada, esperanza y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. (Rm
5, 1- 5)
¿De quién recibió Pablo su evangelio?
Porque ¿busco yo ahora el
favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si
todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo. Porque
os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden
humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación
de Jesucristo. (Gál 1, 10- 12)
Sucedió que, yendo de
camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del
cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me
persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú
persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
(Hch 9, 3- 6) Tres cosas descubre Pablo que lo entra en crisis:
Jesús, el crucificado que
murió en la cruz está vivo ha resucitado y es el Mesías. Jesús habita en el corazón de los que creen en
él y que son perseguidos. Descubre su vocación de apóstol de los gentiles.
Pasó tres días sin ver, sin
comer y sin beber. Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le
dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.» Y el Señor:
«Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso
llamado Saulo; mira, está en oración y ha visto que un hombre llamado Ananías
entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.» Respondió Ananías:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha
causado a tus santos en Jerusalén (Hch 9, 9- 13)
El Señor le contestó:
«Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los
gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá
que padecer por mi nombre.» Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos
y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te
apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno
del Espíritu Santo.» Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y
recobró la vista; se levantó y fue bautizado. (Hch 9, 15- 18)
Ananías le confirma el
mensaje recibido de las manos del mismo Jesucristo: Qué Jesús es el Mesías que
murió por nuestros pecados y que resucitó para darnos vida eterna, que habita
por la fe en los creyentes y discípulos de Jesús. Puede ver con toda claridad,
se le caen las escamas de sus ojos se levanta y es bautizado para que reciba el
perdón de sus pecados y reciba el Espíritu Santo.
Tomó alimento y recobró las
fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, y en seguida se
puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios. Todos los
que le oían quedaban atónitos y decían: «¿No es éste el que en Jerusalén
perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí
con el objeto de llevárselos atados a los sumos sacerdotes?» Pero Saulo se
crecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que aquél
era el Cristo. (Hch 9, 19- 22) Muere Saulo el fariseo y nace Pablo el discípulo
y apóstol de Jesucristo para la Iglesia.
Pablo el misionero en acción.
¡Oh insensatos gálatas!
¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo
crucificado? Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu
por las obras de la ley o por la fe en la predicación? ¿Tan insensatos sois?
Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en carne? ¿Habéis pasado en vano por
tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería! El que os otorga, pues, el
Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o
porque tenéis fe en la predicación? (Gál 3, 1- 5)
De manera que la ley ha
sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. Mas, una
vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo. Pues todos sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os
habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni
hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gál 3, 25- 28)
“Como lo
tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio
distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!” (Gál 1, 9)
El
evangelio de Pablo es el mismo evangelio que predicaban los Apóstoles y que el
mismo Jesucristo anunciaba, predicaba y proclamaba. Por eso puede decir: “No me
avergüenzo del Evangelio de Jesucristo que es poder para convertir, primero a los
judíos y luego a los gentiles (Rm 1, 15- 16) Lo que importa es que vosotros llevéis una
vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy
ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y
lucháis acordes por la fe del Evangelio. (Flp 1, 27) Y en himno cristológico
confirma todo lo anterior:
"El
cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino
que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le
otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua
confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre." (Flp
2, 6- 11)
El Jesús de Pablo.
Pues
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por
vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.(2 de Cor 8, 9)
Con lo anterior Pablo
confiesa que Jesús es verdadero Dios y es verdadero hombre. El Dios de toda
misericordia se hizo hombre para levantarnos de la postración del pecado y
llevarnos por la Fe al Reino de la Luz (Col 1, 13- 14)
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