MIRAD QUE YO OS ENVÍO COMO CORDEROS EN MEDIO DE LOBOS

 


 MIRAD QUE YO OS ENVÍO COMO CORDEROS EN MEDIO DE LOBOS

Introducción: No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo. (Ef 4, 26-27)

«Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. (Jn 15, 18- 21) El destino de Jesús es el mismo que el destino de los Apóstoles y de la Iglesia: ser perseguida.

«Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas.(Mt 10, 16) Las serpientes las pueden hacer pedazos, pero, mientras, conserven su cabeza intacta, vivirán y siguen siendo peligrosas. Cristo es la cabeza, no pierdan la fe, para que puedan seguir vivos y hacer presencia en medio del mundo. Sencillos como palomas, sed mansos humildes de corazón igual que Jesús (Mt 11, 29). Prudentes para evitar de caer en el pecado. La prudencia es inseparable de la justicia, de la fortaleza y de la templanza (2 de Pe 1, 5) Es el quicio de las virtudes. Tal como lo dice Pablo a su discípulo Timoteo:

Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro. Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados. Y a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable, con todos, pronto a enseñar, sufrido, y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad, y volver al buen sentido, librándose de los lazos del Diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad (2 de Tim 2, 22- 26).

Los jefes de los judíos pretendían acabar con los Apóstoles y con su Mensaje. Así se cumplían las palabras del Señor Jesús: Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. (Jn 15, 20) Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón, pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres. … hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. (Hch 5, 12- 15)

Los jefes del pueblo y el sanedrín, llenos de envidia y de odio arremetieron contra los Apóstoles. ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y he aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. (Hch 5, 28- 29) “Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres.” (Hch 5, 40) Los apóstoles salieron del Consejo contentos de haber merecido aquél ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo. (Hch 5, 41-42) El lema de los Apóstoles era: Primero obedecer a Dios antes que a los hombres.

La Iglesia crecía y se consolidaba: “Cristo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.” (Ef 4, 11-13)

Los primeros son los profetas que abren brecha donde no hay brecha; tumban monte para poder sembrar; abren comunidades donde no las hay; luego vienen los apóstoles a confirmar lo que han hecho los profetas: Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo. (Hch 8, 14- 15) Después vienen los evangelistas que van sembrando la semilla en el corazón de los hombres y de las mujeres para que crean se conviertan y formen comunidades. Luego vienen los pastores que organizan, cuidan y alimentan las comunidades. Para después aparecer los doctores que profundizan lo que los otros han hecho. Todo en Unidad y para edificar la Iglesia.

¿Qué enseñan los Apóstoles? Lo mismo que Jesús les enseñó a ellos: El arte de vivir bien, como hijos de Dios y como hermanos unos de los otros. Les enseñó el arte de amar, aún a los enemigos: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.” (Lc 6, 27- 28) Les enseñaba el arte de servir: Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. (Jn 13, 13- 14) Les enseñó el arte de compartir: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." (Mt 25, 35- 36)

La lección por excelencia que Cristo enseñó a los suyos es el arte de amar. Lo Hizo con sus palabras y con su testimonio de vida: “Amó hasta el extremo.”  Por eso pudo decirnos: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.” (jn 13, 34- 35)

Pablo el apóstol de los gentiles nos deja una de las lecciones de Jesús: el arte de vivir bien: “Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.” (Ef 4, 25- 32)

Todo lo anterior unido al culto es grato y agradable a Dios. en cambio un culto sin moral no es grato al Señor: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)

Las cuatro columnas de la Comunidad primitiva: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; (Hch 2, 42- 43)

 

 

 

 

 

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