ESPIRITUALIDAD BÍBLICA EN LUCHA CONTRA LA CARNE.

 



ESPIRITUALIDAD BÍBLICA EN LUCHA CONTRA LA CARNE.

Iluminación: De Dios nadie se burla. Lo que cada uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Ga 6, 7b-8)

La espiritualidad bíblica es lo contrario a la vida en la carne que consiste en una vida mundana, pagana, vida pecaminosa. Mientras que la espiritualidad es una vida conducida por el Espíritu Santo. Hay espiritualidad bíblica donde hay vida espiritual, y, hay vida espiritual donde hay Espíritu Santo. Que nos guía y conduce a Cristo por los caminos De la vida.

Esto dice el Señor: “En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: ‘Vengan, volvámonos al Señor; él nos ha desgarrado y él nos curará; él nos ha herido y él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra’. ¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras.
Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. (Os 6, 1-6)

 

El pueblo en su aflicción busca al Señor, se invitan unos a otros a convertirse al Dios, se animan diciendo que él nos curará y enviará su luz y su lluvia sobre nosotros. Pero Dios los conoce, sabe que el amor de su pueblo es como nube mañanera, es rocío que se evapora, el amor del pueblo le le pertenece a su Dios, tienen otros amores. Por eso les dice: “Misericordia quiero y no sacrificios” Ofrecías sacrificios de toros y de machos cabríos, pero, no se convertían. El Señor espera conocimiento y no holocaustos.

 

Lo que Dios desea y espera que su pueblo guarde sus mandamientos: "En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. "(1 de Jn 2, 3- 5) Lo primero a lo que Dios llama a los pecadores es al arrepentimiento: "El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias."(Slm 51, 19) "Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal,"(Is 1, 15- 16) “Rompan con el pecado” ( 1 de Jn 1, 8)

 

El libro del Eclesiástico nos habla de sacrificios gratos a Dios: "Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión. Devolver favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento."(Eclo 35, 1- 4) Tres sacrificios que son gratos a Dios: el sacrificio de comunión que consiste en guardar los mandamientos. El sacrificio de alabanza que es la práctica de la justicia, hacer la caridad, y el sacrificio de expiación que consiste es apartarse de la injusticia, del mal. Así lo describe el profeta Isaías: "aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán."(Is 1, 17- 18)

 Así lo confirma Jesucristo en el evangelio de Mateo: "Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"(Mt 7, 22- 23) Lo primero es limpiar el corazón, por la fe, nuestros pecados son perdonados y recibimos el don del Espíritu Santo (Rm 5, 1- 5) Para poder entonces ofrecer un sacrificio, vivo, santo y agradable a Dios (Rm 12, 1) Ya no ofrecemos los sacrificios de toros y de machos cabríos, sino, el sacrificio que se hace por amor, muriendo al pecado para vivir para Dios (cf Gál 5, 24) Que consiste en aceptar la Voluntad de Dios y someterse a ella.

 

La voluntad de Dios es creer en Jesucristo y en amarse los unos a los otros como Jesús nos amó (cf 1 de Jn 3, 23). Jesús en la parábola del fariseo y del publicano divide a la humanidad en dos: Los que confían en sus propias obras y los que confían en el Señor. Los que confían en sí mismos, a estos el profeta les dice: "Así dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en el hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón."(Jer 17, 5) Al otro, al que confía en el Señor le dice: "Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su confianza. Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto."(Jer 17, 7- 8)

 

"Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»"(Lc 18, 9- 14)

 

El fariseo, daba gracias a Dios porque sus obras no eran como los demás, despreciaba a su prójimo y presumía de sus  acciones. El publicano, en cambio, no se atrevía a levantar la mirada y decía: “Ten piedad de mi que soy un pecador.” Al terminar el culto, los dos salieron y se fueron a sus casas: uno llegó vacío, no recibió nada. El otro, iba justificado, perdonado y revestido de humildad. Porque sucede lo que dice toda la Sagrada Escritura: “Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.”


La espiritualidad bíblica nos ofrece un corazón manso, humilde, agradecido lleno de los hijos de la Luz: la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9)

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