EL
NUEVO NACIMIENTO Y EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL
"Había
entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde
Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro,
porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con
él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo
alto no puede ver el Reino de Dios.» Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer
siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió
Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no
puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido
del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que
nacer de lo alto." (Jn 3,1- 7)
¿Qué hacer para
nacer de lo alto?
Hubo un primer nacimiento,
nacer de nuestros padres. "Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder
de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de
sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios." (Jn 1, 11-
13) El segundo nacimiento es el nacer de Dios, este es necesario para entrar al
Reino de Dios. La pregunta del siglo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?
¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Veamos el proceso
que hemos de padecer para nacer del agua y del Espíritu. Para que una mujer dé
a luz un embarazo, lo primero es que esté embarazada.
Lo
primero es escuchar la Palabra de Dios. San Pablo lo confirma al decirnos: La
Fe viene de lo que se escucha la Palabra de Dios (Rm 10, 17) El que escucha la
Palabra y cree en ella queda embarazado de vida, de amor, de luz, de verdad, de
Cristo. Cristo ha entrado en su vida y comienza a hacer su trabajo.
El
segundo paso es aceptar que la Palabra es Luz que ilumina nuestras tinieblas. Jesús
lo ha dicho: "«Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»"(Jn 8, 12) La
Palabra nos convence de que Dios nos ama y que somos pecadores. Ilumina
nuestras tinieblas y con la luz de la Palabra reconocemos nuestros pecados. Así
o entendió Pablo al decir: "Es cierta y digna de ser aceptada por todos
esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el
primero de ellos soy yo"(1 de Tim 1, 15).
El
tercer paso, está bajo la acción de la Palabra que es luz que ilumina el camino
del arrepentimiento. Reconocer los pecados es importante, pero más esencial es
arrepentirse de los pecados cometidos. Acercarse a Cristo con un corazón
contrito arrepentido, él no lo rechaza ((Slm 51, 19) El arrepentimiento lleva
un dolor moral: “Me duele haberte ofendido Señor, y me propongo no volver
hacerlo.
El
cuarto paso es el encuentro con el Señor Jesús: en la Confesión. "«Venid a mí todos los
que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.»"(Mt 11, 28- 30) Entregar la carga es confesar los pecados cometidos.
Es hacer un intercambio de nuestras miserias con la misericordia del Señor. Su
yugo, su amor para uncir se con él y caminar, trabajar, servir y vivir con él. En
el perdón de los pecados se da el Nuevo Nacimiento. Con el perdón se recibe la
paz, el gozo, el don del Espíritu Santo.
El quinto pasó es unirse al misterio de la
pasión de Cristo: la penitencia. "Como
niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis
para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. Acercándoos
a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios,
también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio
espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales,
aceptos a Dios por mediación de Jesucristo." (1 de Pe 2, 2- 5)
Pablo
nos presenta el camino a seguir después del Nacimiento de lo alto: "Os
exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros
cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto
espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos
mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es
la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto"(Rm 12, 1-
2)
Lo anterior es lo
mismo que “Tomar a Jesucristo en serio” y tomar la firme determinación de
seguir a Cristo rompiendo con el mundo. Huye de las pasiones de tu juventud,
huye de las tentaciones, no te acerques al fuego del pecado, porque te puedes
quemar.
Ahora trabaja y
cultiva tu fe (Gn 2, 15) El barbecho de tu corazón (Jer 4, 3) Recurre a los
medios del verdadero crecimiento en Cristo: la Palabra de Dios, la Oración
íntima, cálida y extensa, La Liturgia de la Iglesia, especialmente los
Sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la Confesión, las Obras de
Misericordia, la Comunidad (Mt 18, 20) y el Apostolado, sin olvidar de dar la
espalda al mundo.
Teniendo presente
la oración dominical, el Padre nuestro. “Santificado sea tu Nombre. Venga a
nosotros tu Reino y hágase tu Voluntad así en a tierra como el el Cielo. La
vida es Cristo es un don y es una lucha, es don y conquista. Jesús nos recomendó:
“Vigilad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Y Pedro nos dice: Sed
sobrios porque vuestro adversario, el diablo, anda como león buscando a quien devorar, resistan le en la fe (cf 1
de Pe 5, 8). Recuerda que las etapas del crecimiento requieren de los demás: Tu
Comunidad.
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