LA CARNE Y EL ESPÍRITU SON
REALIDADES ANTAGÓNICAS.
Iluminación: Yo libertaré a mi
pueblo del país de oriente y del país de occidente, y los traeré para que
habiten en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios con
verdad y con justicia. (Za 8, 7-8)
Dios nos libera de las garras de
nuestros enemigos que ya no son Egipto, Babilonia o los Caldeos. Ahora nos
libera de la esclavitud de la carne, de la esclavitud del pecado, y nos lleva a
nuestra patria. Con palabras de Pablo decimos: "El nos libró del poder de
las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la
redención: el perdón de los pecados."(Col 1, 13- 14) Nuestros enemigos son
el individualismo, el conformismo, el totalitarismo, entre otros, y nuestra patria es la
Comunidad fraterna, solidaria y servicial: La Iglesia.
Ya el profeta Ezequiel lo había
dicho: "Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí
que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os
llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra
vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi
espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que
yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.»"(Ez 37, 12- 14)
¿Qué hace Dios para realizar tal
acontecimiento, liberar a su Pueblo? Juan nos da la respuesta: "Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él."(Jn
3, 16- 17) Con palabras de Pablo decimos: "Pero, al llegar la plenitud de
los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva."(Gál 4, 4- 5)
Nos libera, nos reconcilia, hace de
nosotros una Nueva Creación y nos promueve, de grandes pecadores en hijos de
Dios, de adversarios en discípulos y servidores de Jesús. Juntamente con el don
del Espíritu Santo para que seamos: hijos en el Hijo. Y Podamos dar frutos en
abundancia, según las palabras del mismo Jesús: “Vengo para que tengan vida y
la tengan en abundancia” (Jn 10, 10) ¿Qué tenemos qué hacer para tener vida
eterna? La respuesta es de Juan: "Y esta es la voluntad del que me ha
enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el
último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo
y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»"(Jn
6, 39- 40) Y de Pablo: "conscientes de que el hombre no se justifica por
las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos
creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo,
y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado."
(Gál 2, 16)
La lucha entre la carne y el
Espíritu.
"Por mi parte os digo: Si
vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues
la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la
carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que
quisierais. Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la
ley."(Gál 5, 16- 18) La carne es un una vida mundana, pagana, de pecado.
En cambio la espiritualidad bíblica es una vida conducida por el Espíritu Santo
y la Palabra de Dios.
Así podemos entender el Salmo 61
que nos habla de la victoria de Dios: «Que Dios tiene el poder y el Señor tiene
la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras.»(Slm 61) La carne
esclaviza, deshumaniza y mata. En cambio la vida en el Espíritu nos hace
libres, capaces de amar y de servir. "Porque el Señor es el Espíritu, y
donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros,
que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como
actúa el Señor, que es Espíritu."(2 de Cor 3, 17-18)
El capítulo octavo de la carta a
los romanos nos describe el comienzo de la vida nueva, la vida en Cristo: “Dios
envió a su propio Hijo, sometido a una existencia semejante a la de la carne de
pecado. Así dictó sentencia de condenación contra el pecado, que ejercía su
poder en la vida según la carne. De este modo la exigencia y el fin de la ley
tuvieron cumplimiento en nosotros, que no vivimos la vida puramente natural
según la carne, sino la vida sobrenatural según el espíritu.” (Rm 8, 3b-4)
"Efectivamente, los que viven
según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo
espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu,
vida y paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se
someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; así, los que están en la carne,
no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el
espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el
Espíritu de Cristo, no le pertenece;"(Rm 8, 5- 9)
Y, ¿esto cómo lo podemos alcanzar?
Pablo nos da la respuesta: La Cruz de Jesús. "Pues los que son de Cristo
Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos
según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria
vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente."(Gál
5, 24- 26)
Ahora, escuchemos las palabras de
Jesús: “Por sus frutos lo reconoceréis” "¿Acaso se recogen uvas de los espinos
o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol
malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un
árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado
y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis." (Mt 7, 16-
20)
Por sus obras los reconoceréis: "Ahora
bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
En cambio el fruto del Espíritu es
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio de sí; contra tales cosas no hay ley." (Gál 5, 19- 23)
El hombre nuevo, aquel que ha
salido de las manos de Cristo, fruto de un encuentro liberador, reconciliador y
gozoso, que después de entregar su carga ha aceptado el yugo del Señor, ahora
está en paz y puede seguir a Cristo en humildad y en mansedumbre, puede
descansar (cf (Mt 11, 28- 30) Puede guardar el mandamiento nuevo: "Os doy
un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán
todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»"
(Jn 14, 34- 35) Y con un corazón limpio puede lavar los pies a sus hermanos (Jn
13, 13) y seguir las huellas de Jesús que nos invita:
"No ha de ser así entre
vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro
esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»"(Mt 20, 26- 28)
Dejémonos conducir por el Espíritu
Santo para que demos frutos en abundancia (Rm 8, 14) "La gloria de mi
Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me
amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor."(Jn 15, 8-
9) “Solamente unidos a mí podéis dar fruto, sin mí nada podéis hacer (Jn 15, 5)
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