Vivir en comunión con Dios y con los demás.
Objetivo. Fomentar la comunión y la participación en la Iglesia que queremos ser y construir para responder más ampliamente al designio de Dios en Cristo: que todos sean uno como tú y yo somos uno.
Iluminación. “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras” (Mt 6, 22).
1. El Testimonio de la Escritura
“Pues la
Vida eterna se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os
anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos
manifestó, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también
vosotros estéis en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos
esto para que nuestro gozo sea completo” (1Jn 1, 2-4).
En cielo todo es
comunión, comunión con Dios y con todos los miembros del Cuerpo de Cristo, es
decir, con los hijos de Dios. En el cielo no hay hermanos separados; no hay
adversarios; no hay gente viviendo para sí misma o viviendo en solitario. Allá
cada uno es valioso, todo es de todos y nadie pasa necesidades. Los cristianos
sabemos que el cielo, al que Jesús llama “Vida eterna” comienza desde esta
vida, no es sólo para después de la muerte. Los hombres tenemos en esta vida,
la tarea de aprender el arte de vivir en comunión, removiendo de nuestra vida
todo lo que atente contra la comunión que Dios hace con nosotros.
2. La
invitación de Jesús
“Cómo el
Padre me amó, yo también os he amado a vosotros, permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Jesús nos muestra la clave
para la comunión: “el amor”. Fuerza que atrae y fuerza que impulsa a la
integración. Vínculo de la verdadera unidad con Dios y entre los hombres. Lo
primero es entrar en la comunión con Dios por la fe y la conversión, para luego
hacer comunidad con otros. La fe hecha experiencia de vida mediante el
encuentro personal con Jesús nos deja un corazón limpio, nos pone en el camino
hacia el encuentro con los hermanos. La purificación del corazón es garantía de
cercanía.
3. La salud
interior es fuente de comunión
“La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está
sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo
estará a oscuras” (Mt 6,
22). De la misma manera que “intención” es el ojo de la “acción”; si la
intención está sucia, de la misma manera la acción estará sucia. El corazón
limpio, la fe sincera y la recta intención son realidades inseparables que
permiten la construcción de una comunidad fraterna que tiene como “Ley, la Ley
de Cristo”, el Amor, fuente de comunión que no debe ser encerrado en círculos
familiares, ni tampoco en élites cerradas.(cf Jn 13, 34- 35)
“Amad a
vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen” (Mt 5, 44; Lc 6, 27-28)). Es la novedad del
cristianismo. Los amores humanos siempre son condicionados. Amamos a los que
nos aman, a quienes nos caen bien o nos hacen algún favor. Jesús en su
enseñanza nos dice: Habéis oído que se dijo: “Ama a tu amigo y odia a tu enemigo. Pues yo os digo…” (Mt 5, 43).
El amor a los enemigos es posible cuando tenemos los mismos sentimientos de
Cristo Jesús.(Flp 2, 5) Cuando somos portadores del amor de Dios, es posible
perdonar a quienes nos insultan, orar por quienes nos complican la vida, por
quien nos hecho algún mal. El mismo Jesús al final de su vida terrena nos dejo
ese hermoso legado: “Padre perdónalos
porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Jesús hace lo que Él dice, y
dice, lo que Él es.
“Que si vosotros perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial” (Mt
6, 15). Quien se niegue a perdonar está renunciando a la paternidad de
Dios, se niega a ser hijo del Padre y a la vez, rechaza la herencia de Dios que
Cristo comparte con sus hermanos (cfr Rom 8, 17). Perdonar es amar; es tomar la
decisión de amar a una persona como es, siempre. Sólo es posible perdonar
cuando se lleva el amor de Dios en el corazón; el perdón nace del amor y
engendra amor, nos lleva a tener entrañas de misericordia.
4. La Regla
Oro
“Por tanto todo cuanto queráis que os hagan los
hombres; hacédselo también vosotros a ellos” (Mt 7, 12). Es la “Regla de oro”. Queremos que
nos amen, amemos. Queremos que nos traten bien, hagámoslo nosotros primero.
Queremos que nos respeten, respetemos a toda persona sin importar su condición
social. Por otro lado, si no queremos que nos hagan males, no lo hagamos
nosotros, al contrario escuchemos las palabras de Jesús decirnos. “Amen a sus
enemigos y traten bien a los que los odian” (Lc 6, 27) Pablo lleno del Espíritu
nos dice: “Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis” (Rom 12, 14). No
seamos generadores de problemas. No seamos personas conflictivas, que no fuimos
creados para maldecir, sino para bendecir, el odio mata, el amor construye.
5. El Bien
vence al mal
“No te dejes vencer por el mal; vence al mal con
el bien”. (Rom 12, 21).
El bien es fuerza, es vigor, es poder de Dios. (cf Ef 6, 10) Lo anterior viene
de la “Comunión con Cristo” (Jn 15, 4) Cultivar el bien garantiza la armonía
consigo mismo, con los demás y con Dios. El bien es el arma que Dios nos
propone que usemos en la lucha contra el mal. El bien es la coraza que nos
protege contra los dardos incendiados del Maligno. El bien nos reviste de
Cristo mientras que el mal nos reviste de muerte: orgullo, avaricia, lujuria,
envidia, gula, ira, pereza llamados defectos de carácter o pecados capitales,
son enemigos a vencer. La lucha no se gana con buenos deseos o propósitos, sino
cultivando la firme y férrea voluntad de ser hombres y mujeres según Dios y no
según el mundo. La voluntad de ser nos urge a hacer el bien, amar, perdonar,
practicar la justicia, vivir en la equidad y tomar la firme decisión de seguir
a Jesús.(cf Mq 6, 8)
6.
Seguir a Jesús.
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va
al Padre sino por mí” (Jn
14, 6). El camino que Jesús nos propone es el Camino de la Pascua: muerte y
resurrección. Es el camino del amor de gratuidad, camino angosto, pero que
lleva a la Vida, a la Plenitud, a la Casa del Padre; mientras que el camino
ancho lleva a la perdición. El mal deshumaniza, el bien humaniza. El mal esclaviza,
el bien libera y capacita para obras mayores. El bien es el camino de luz, el
mal es de tinieblas. El Camino que Jesús nos propone es un estilo de vida; es
Jesús mismo que nos invita a vivir como Él vivió: “en la obediencia a su Padre
y en la donación y entrega a los hombres, a quienes no se avergonzó de
llamarles hermanos. “Mi alimento es
hacerla voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34).
La Obra del Padre
es mostrarle al mundo el “Rostro de Bondad, de Amor, y de Perdón de Dios”. Tarea
que Jesús realizó con sus palabras, milagros, exorcismos, con su entrega y
sobre todo con su vida. Jesús es la hostia viva, santa y consagrada que Pablo
nos invita a ser: “Os exhorto, pues,
hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como
una hostia viva, santa consagrada y agradable a Dios” (Rom 12, 1). Es
hostia viva, santa y agradable a Dios significa el culto espiritual que
ofrecemos a Dios aceptando su voluntad y sometiéndonos a ella, como lo rezamos
en el Padre Nuestro.
Hagamos de la
voluntad de Dios la delicia de nuestro corazón para que vivamos en comunión con
Él, con uno mismo y con los demás. Hagamos Comunidad, y que ésta sea fraterna,
solidaria y servicial, y así, poder vivir en Comunión, Participación y en
Misión, con las puertas abiertas para
salir al Encuentro de los demás para compartir con ellos los dones de Dios.
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