EL LLAMADO A LA SANTIDAD ES PARA TODOS LOS BAUTIZADOS.

 


EL LLAMADO A LA SANTIDAD ES PARA TODOS LOS BAUTIZADOS.

 

Aquel día, el vástago del Señor será magnífico y glorioso; el fruto del país será orgullo y esplendor de los sobrevivientes de Israel. A los restantes en Jerusalén, a todos los inscritos en ella para la vida, los llamaré santos. Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sión y haya limpiado de sangre a Jerusalén con viento justiciero y abrasador, creará el Señor, sobre todo lugar del monte Sión y sobre la asamblea, nube y humo de día, y fuego llameante de noche. Y por encima, la gloria del Señor será toldo y tienda contra el calor del día, abrigo y resguardo contra el temporal y la lluvia. (Is 4, 2-6)

 

El llamado a la Santidad es para todos, pero en especial para los creyentes y dentro de ellos es para el “Resto fiel,” para todos los que creen en Jesús, el Resto fiel está conformado por judíos y gentiles, por publicanos y pecadores que se han lavado sus vestiduras en la sangre de Cristo (Ef 1, 7: Heb 14, 9) A ellos Jesús les dice: "«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón."(Lc 12, 32- 34)



El Tesoro es Jesús. Él es la Perla preciosa (Mt 5, 44- 45) La presencia de Jesus en nuestro corazón es nuestra santidad. Jesús es el Don de Dios a los hombres, es nuestra Gracia (Jn 3, 16) Tal como lo dice el apóstol Pablo: "Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios. A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros,"(Ef 3, 14- 20)

 

La Gracia de Dios es nuestra participación en la “Naturaleza divina,” rompiendo con nuestra pecaminosidad (2 de Pe 1, 4b) Lo que implica una vida orientada hacia Dios, siguiendo las huellas de Jesús por la acción del Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (Rm 8, 14) “La Gracia es el Amor de Dios derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que Dios nos ha dado” (Rm 5, 5) Por la Gracia de Dios somos la Nueva Creación libres de apegos de esclavitudes, de vicios, no obstante tengamos debilidades. Así lo entendemos lo que nos dice la experiencia de Pablo: "Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte."( 2 de Cor 12, 9- 10).

Lo esencial es fortalecerse con la Gracia de Dios: el vigor, la fuerza y el poder (Ef 6, 10) que viene de Dios en la Palabra de Cristo que nos libera y santifica cuando es escuchada, obedecida y nos hace discípulos de Jesús, conocemos la verdad que nos hace libres (Jn 8, 31- 32) Palabra que nos consagra en la verdad (Jn 17, 17) Nos lleva a la salvación y a la perfección cristiana (2 de Tim 3, 14- 17) La Palabra nos conduce a los caminos de Dios, a los Mandamientos que tienen como sentido el amor y el servicio a Dios y al prójimo (cf Jn 14, 21)

 

La Palabra escuchada y obedecida nos saca del exilio, de la servidumbre y hace camino en el desierto para llevarnos a Cristo y entrar en su Alianza para ser reconciliados y transformados en la Nueva Creación. Nos lleva a la Pascua de Jesús: su muerte y su resurrección. Nos lleva a la Comunidad de Cristo Jesús. Nos lleva a los terrenos de Dios: el amor, la verdad, la justicia, la libertad, la santidad. Por la acción de la Palabra en nuestro corazón llegamos a pertenecer a Cristo por el amor, y poder comprender las palabras de Pablo: "Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente."(Ga 5, 24- 26)

 

La Palabra de Cristo es inseparable del Espíritu Santo. Es Palabra ungida para anunciar la buena noticia a los pobres, para dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y proclamar al año de Gracia del Señor (Lc 4, 18) ¿Qué tenemos que hacer para ser santos? La respuesta es única: creer en Cristo Jesús y creerle a él. Fe como la del centurión que fue a ver a Jesús y a suplicarle que curara a su criado enfermo. En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él le contestó: “Voy a curarlo”. Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.

 

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”. (Mt 8, 5ss) La fe pide humildad, caridad, sencillez de vida, pureza y santidad. El centurión era un pagano del cuál Jesús alaba su fe para decirnos que también los paganos son llamados a la santidad.

 

Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Para que escuchemos su Palabra y nos cure de nuestras enfermedades como lo hizo con el tartamudo: "Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»"(Mc 7, 31. 36)

 

Si queremos sanarnos tenemos que abrirnos a la Palabra de Dios, abrirnos a la acción del Espíritu Santo, abrirnos a la verdadera oración. "Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga.» Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»"(Mc 7, 14- 23)

 

Sólo cuando hemos hecho nuestra “Opción Fundamental por Cristo” acompañada por la firme determinación de amarlo y de seguirlo podemos estar en comunión con Jesús para poder dar frutos buenos ya que estamos comiendo del “Árbol de la Vida” que está en el paraíso de Dios (Apoc 2, 7) Recordemos las palabras de Pablo:


"Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero," (1 de Ts 1, 9) La fe nos lleva al amor y éste nos lleva al servicio. Hay santidad donde hay amor y hay amor donde hay servicio. Al estilo de Jesús que nos dijo: "No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»"
(Mt 20, 26- 28)

 

Los medios para crecer en santidad son los mismos lugares de encuentro con Jesús: La escucha de la Palabra, la Oración, los Sacramentos bien recibidos, las Obras de la Misericordia, la Comunidad y el Apostolado que tiene como alma el amor.

 

Conviérteme Señor y seré convertido, sáname Señor y quedaré sano. Pongo mi vida en tus manos, haz conmigo lo que Tú quieras, por lo que hagas en mí, te alabo, te bendigo y te doy gracias.



 

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