DIOS ES SIN MÁS EL DIOS DE LOS PERDONES Y EL DIOS DE LAS MISERICORDIAS.
Iluminación: Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por
la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor. (Mt 11, 28)
¿Qué es la misericordia? En la Iglesia católica identifica
la misericordia con la compasión y con el perdón. Para el antiguo Israel, en la
virtud de la misericordia había confluencia de dos corrientes de pensamiento:
la compasión y la fidelidad (rahamin, hesed). En ambos casos, hablar de la
misericordia es hablar de la ternura de Dios, de su esencia, de sus entrañas,
de su bondad, de su amor, de su fidelidad para todos los que claman a Él. Para
los antiguos, Dios es sin más el Dios de los perdones y el Dios de las
misericordias. La misericordia del Señor queda manifiesta de modo especial con
los pecadores, para quienes tiene corazón de Padre: “¡Si es mi hijo querido
Efraín, mi niño, mi encanto! Cada vez que lo reprendo me acuerdo de él, se me conmueven las entrañas y
cedo a la compasión” (Jer 31, 20). Un cariño o una ternura que se convierte en
actos compasivos para perdonar a los pecadores: “Porque aunque nosotros nos
hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y nos perdona” (Dan 9, 9).
Hoy podemos ver la parábola de la oveja perdida.
El relato evangélico.
En aquel tiempo, se acercaban a
Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y
los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con
ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene
cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en
busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la
carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los
amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que
se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría
por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no
necesitan arrepentirse. (Lc 15, 1-10)
Jesús con un corazón lleno de
misericordia y de compasión, se sienta a la mesa con los pecadores y publicanos
para escucharlos y para intercambiar con ellos palabras, ideas, experiencias,
vida. Su misma vida es una parábola, se sienta a la mesa con pecadores para
enseñarnos que estos son invitados a sentarse a la mesa con el Padre celestial.
Sus adversarios, los escribas y fariseos lo critican y murmuran contra él. Jesús
les responde con la primera parábola de la misericordia.
Por pura misericordia se siente y
escucha a los pecadores y para enseñarnos lo que significa ser misericordioso.
Nos da tres enseñanzas. Jesús es el Buen Pastor que lleno de misericordia se va
en busca de la oveja perdida. La busca
hasta encontrarla. Por caminos, valles, montañas, lugares lóbregos y ásperos.
¿Dónde busca hoy Jesús nuestro Buen Pastor a sus ovejas perdidas? Hoy nos busca
en la basura, en los bares, en los trabajos, en la enfermedad, por los caminos
de la vida. Podemos encontrar a Jesús en el caminos de la vida, en la oración,
en la Liturgia, en las Obras de Misericordia, en la Comunidad. Y en el
Apostolado.
Como lo explica san Lucas: "Aquel
mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta
estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y
sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y
siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El
les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se
pararon con aire entristecido." (Lc 24, 13- 17)
El primer lugar para encontrar a Jesús resucitado. Los caminos de la
vida. "Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único
residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en
ella?» El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo,
que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el
pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y
le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a
Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto
pasó." (Lc 24, 18- 21)
El segundo lugar para encontrar a Jesús es la escucha de la Palabra de
Dios. "El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para
creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo
padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas
las Escrituras."(Lc 24, 25. 27) Les habló de todo un tratado de Cristología
y el Maestro fue el mismo Jesús resucitado.
El tercer lugar fue la hospitalidad, las Obras de misericordia. "Al
acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos
le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado.» Y entró a quedarse con ellos."(Luc 24, 28. 29). Jesús entró en
la casa a eso había venido para quedarse.
El cuarto lugar de encuentro con el Resucitado fue la fracción del pan. "Y
sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le
reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32.Se dijeron uno a otro: «¿No
estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el
camino y nos explicaba las Escrituras?»" (Lc 24, 30- 32)
El quinto lugar de encuentro con el Resucitado es la Misión. "Y,
levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los
Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que
había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del
pan."(Lc 24, 33- 35)
El Sexto lugar de encuentro es donde su Familia. "Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo:
«La paz con vosotros.» Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero
él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro
corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un
espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» Y, diciendo esto, los
mostró las manos y los pies."(Lc 24, 37- 40)
El que busca al Señor será dichoso, si lo busca de todo corazón lo
encontrará (Jer 29, 13) Ya que él no está expuesto a la curiosidad ni a
la charlatanería. Pro lo más hermoso es que también él nos busca y nos busca hasta encontrarnos. Hasta
se hace el encontradizo como en el caso de la samaritana (Jn 4, 10) y en el
caso de Zaqueo (Lc 19, 1- 10) La clave es dejarse encontrar por él, tal como
Pablo en el camino de Damasco (Hch 9, 1ss) El Encuentro con Pablo lo convirtió
de fariseo en misionero de Jesús. De perseguidor de la Iglesias en Apóstol de
los gentiles. Llenos de Espíritu Santo nos dice:
“El verdadero pueblo de Israel
somos nosotros, los que servimos a Dios movidos por su Espíritu y ponemos
nuestra gloria en Cristo Jesús y no confiamos en motivos humanos. Aunque yo
ciertamente podría apoyarme en tales motivos. Más aún, nadie tendría más
razones que yo para confiar en motivos humanos, porque fui circuncidado al
octavo día, soy israelita de nacimiento, de la tribu de Benjamín, hebreo e hijo
de hebreos; en lo que toca a la interpretación de la ley, fariseo, y tan
fanático, que fui perseguidor de la Iglesia de Dios; y en cuanto a la rectitud
que da el cumplimiento de la ley, intachable. Pero todo lo que era valioso para
mí, lo consideré sin valor a causa de Cristo. Más aún, pienso que nada vale la
pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo
Jesús, mi Señor, por cuyo amor he renunciado a todo, y todo lo considero como
basura, con tal de ganar a Cristo y experimentar en mí el poder de su
resurrección.” (Flp 3, 3-8)
El conocer a Cristo con un
conocimiento nuevo, es no con la cabeza, sino y más bien con el corazón. Para ser
como él, mansos, humildes y misericordiosos (Lc 6, 36) Conocimiento amoroso,
con cariño, ternura y amor. "«Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»"(Mt 11. 28- 30)
Intercambiar con el Buen Pastor nuestra miseria con su misericordia. Su perdón
y su amor, es decir, su yugo, para uncirnos (unirnos) con él, aprender de él, caminar
con él, perdonar con él, servir con él y amar con él como sus discípulos y apóstoles de
Cristo Jesús.
Sólo caminando con Jesús aprendemos
su Palabra: “Misericordia quiero y no sacrificios.” En la escucha de su Palabra nos hacemos por su Misericordia
en hijos de Dios y hermanos de los demás. Su lema: “Sean
misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso”
(Lc 6, 36)
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