CUÍDENSE DE LA LEVADURA DE LOS FARISEOS, ES DECIR DE LA HIPOCRESÍA.

 


CUÍDENSE DE LA LEVADURA DE LOS FARISEOS, ES DECIR DE LA HIPOCRESÍA.

En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas.(Lc 12, 1-3)

Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, la hipocresía. La hipocresía corresponde a los falsos profetas. Expertos en fingir amores, dicen una cosa y hacen otra. La madre de la hipocresía es la envidia y la fuerza de la hipocresía es la mentira. Las tres están unidas y se apoyan una en la otra. La primera carta de Pedro las integran como medios para romper la Comunión con Dios y con los hombres: "Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. “ (1 de Pe 2, 1) Las cinco se unen y se complementan una con la otra. La hipocresía es un pecado muy grave y muy poco confesado. Es decir, muy poco reconocido.

Jesús al advertir a sus discípulos sobre la levadura de los fariseos, les advierte no los imiten, no hagan lo que ellos hacen. Es levadura que crece e hincha. Como tampoco estén de acuerdo con su manera de vivir o de actuar, descúbranlos y desenmascáralos. La hipocresía se descubre en las palabras que pueden ser amables, en las miradas y las acciones. "Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto;"(Mt 23, 1- 5)

Como levadura la hipocresía pasa de un individuo a toda una comunidad. Hacen las cosas por obligación o porque toca, para quedar bien o para que les vaya bien. No hay vida espiritual, todo es protagonismo, es fachada. Nadie habita en una fachada. El tiempo lo descubre todo. La mentira no es eterna, tarde o temprano se descubre. Jesús nos dice el camino para liberarse de toda maldad: "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32).

 

La Palabra es la Verdad (Jn 17, 17) Escuchar la Palabra y ponerla en práctica es caminar en la verdad. El que camina en la verdad se hace humilde, sencillo, pobre de espíritu, se llena de luz, y los hijos de la luz son la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) La verdad nos libera de toda maldad y nos convierte en hombres nuevos: honestos, honrados, íntegros, leales y fieles. Es decir, en hombres responsables, libres y capaces de amar. Se convierten en discípulos de Jesús, hombres y mujeres que tienen como Maestro a Jesús, por eso lo aman y lo siguen. Hombres y mujeres que tienen como Norma para sus vidas la Palabra de Dios. Palabra de Verdad.

"«Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos."(Mt 5, 20) La justicia de los fariseos era su piedad, sus oraciones, ayunos pagaban diezmos, guardaban sus mandamientos, predicaban la palabra y asistían al culto. Pero también eran rigoristas, legalistas y perfeccionistas, no tenían amor ni practicaban la justicia divina, no conocían la misericordia ni la compasión. Entre ellos había una reducida minoría que si trataban de hacer las cosas según Dios.

Los fariseos ponen a prueba a Jesús: "Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?»

Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.» Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron."(Mt 22, 16- 22)

Sus palabras son amables y veraces, pero, sus intenciones eran torcidas y malas. La fe de estos hombres no era sincera, su corazón no estaba limpio y su conciencia no era recta (cf 1 de Tim 1, 5) Querían poner una prueba a Jesús. Jesús no les dice que él es la Imagen de Dios, y que todo hombre es la imagen de Cristo, que el pecado de la hipocresía ofende a Dios porque le hacemos daño a los que él ama. Tratándolos como objeto, como cosa para manipularlos o burlándonos de él. El hombre hipócrita ama, ama pero con amores fingidos (Rm 12, 9) Son incapaces de amar como Jesús nos amó, sus amores son condicionados, interesados y mundanos.

La hipocresía es tan fea, pero, para no verse tan fea, se pone mascarillas. ¿Cuáles son las mascarillas de la hipocresía? Todas están al margen de la Verdad. Entre ellas encontramos, la crítica, el chisme, la murmuración, los juicios vacíos de misericordia, el engaño, la prepotencia y la peor de todas, es la lástima. En el corazón de la hipocresía se encuentra la mentira, es su fuerza. Qué a la misma vez es inseparable de la envidia. ¿Cuánto tienes cuánto vales? Miras al otro y lo valoras por los trapos, por el carro o por el dinero que tiene. No lo miras como hijo de Dios, como persona valiosa importante y digna. Santiago en su carta nos descubre el pecado religioso que aparece en las asambleas.

"Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado. Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?"(Snt 2, 1- 4). Juicios torcidos o juicios vacíos de Amor y de Verdad son expresión del desconocimiento de la Palabra de Dios. (cf Mt 7, 1-3) Por el camino del amor y de la verdad nos hacemos humildes, mansos y sencillos de corazón para encarnar las Bienaventuranzas (Mt 5, 3)

Que nos quede bien claro, la conversión cristiana nos pide despojarnos del hombre viejo para luego, revestirnos del hombre nuevo, tarea que dura toda la vida (Ef 4, 23- 24) El Amor y la Verdad echan fuera la hipocresía. Tal como lo dice el Apóstol:


"Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis."(Rm 12, 9, 14)

La escucha y la práctica de la Palabra de la verdad es el camino para vencer la hipocresía.

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