PORQUE SI EN LAS CIUDADES DE TIRO Y DE
SIDÓN SE HUBIERAN REALIZADO LOS PRODIGIOS QUE SE HAN HECHO EN USTEDES
Introducción: Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No
endurezcan su corazón".
En
aquel tiempo, Jesús dijo: "¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti,
ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran
realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que
hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Por eso el día del
juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm,
¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el
abismo". Luego, Jesús dijo a sus discípulos: "El que los escucha a
ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el
que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado". (Lc 10, 13-16)
Endurecer el corazón al Señor es hacerle
al sordo a la Palabra de Dios,
es darle la espalda para darnos media vuelta y abrazarnos de los ídolos o
abrazarnos del mal personificado del Mal. Para luego sumergirnos en el lodo con
una mente embotada por el mal, caminar con un corazón endurecido, sacando el
bien de nuestra vida y cayendo en el desenfreno de las pasiones (Ef 4, 17- 18).
Lo contrario a ponerle oídos sordos a Dios lo encontramos en el Apocalipsis que
nos dice: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le
concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi
Padre en su trono."(Apoc 3, 20- 21) Abrir la puerta es obedecer su Palabra
y el que la obedece participa de la victoria del Señor. Hace alianza de amistad
con él. "Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la
Palabra de Dios y la guardan.»"(Lc 11, 28)
Jesús
hoy habla a la gente que vive en las ciudades de Corazaín, Betsaida y Cafarnaúm. Las compara con ciudades paganas: Tiro y Sidón. Qué si
hubieran escuchado las palabras que yo les he dicho a ustedes, y si hubieran
visto los Milagros que he hecho entre ustedes, hace tiempo que hubieran hecho
penitencia y se hubieran arrepentido. "Yo a los que amo, los reprendo y
corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete."(Apoc 3, 19) y a Cafarnaúm,
la ciudad de los edificios altos, de las casas de mármol, la ciudad de los
ricos, les dice: Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo?
No. Serás precipitada en el abismo". Eran como los hombres de Babel que
querían ser grandes y poderosos, como Dios. Ponían su confianza en su dinero,
en su poder y en su prestigio, olvidándose de los pobres que tenían en los
barrios donde vivían sus empleados.
"El
que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí
me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado". El que
escucha a los enviados de Jesús y creen en sus palabras se salvan. Tal como lo
dice Pablo: "De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar
gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la
acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de
Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes."(1 de Ts 2, 13) Y
el que no escucha la Palabra de los enviados, los rechaza, es a Jesús a quien
rechaza, y por ende rechaza a Dios fuente de todo envío.
Rechazar a los enviados de Jesús es
rechazar a la Iglesia. Escuchemos el envío
de Jesús a los suyos: "Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la
Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que
no crea, se condenará."(Mc 16, 15- 16) La Iglesia es por naturaleza
misionera, es enviada a llevar la buena Noticia: "Jesús se acercó a ellos
y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id,
pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo.»"(Mt 28, 18- 20)
Al que crea y se bautice se salvará. La fe es un don de Dios y es una respuesta a su Palabra.
El Anuncio lleva consigo la llamada a la conversión como lo dice el libro de
los Hechos: "«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha
constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.» Al
oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno
de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de
vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es
para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para
cuantos llame el Señor Dios nuestro.»"(Hch 2, 36- 39)
La conversión cristiana es pasarse a
Jesucristo para llenarse de él y
revestirse de Cristo, despojándose de todo lo que impide que el Reino de Dios
crezca en nuestros corazones. (Ef 4, 23- 24; Rm 13, 12- 14; 2 de Tim 2, 22) Hay
señales que nos descubren si hay o no hay conversión. Podemos hacernos una
pregunta: ¿Cómo vivíamos antes del encuentro con la Palabra de Cristo y como
vivimos ahora, después del encuentro con Jesús. ¿Cómo hablábamos antes y cómo
hablamos después? El evangelio de Marcos nos habla de cinco señales: "Estas
son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán
demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y
aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y
se pondrán bien.»"(Mc 16, 17---18)
Se ha pasado de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, del
pecado la Gracia. Pablo nos dice de lo que tenemos que expulsar de nuestra vida
y lo que debemos hacer: "Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos,
y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y
víctima de suave aroma. La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera
se mencione entre vosotros, como conviene a los santos. Lo mismo de la grosería,
las necedades o las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien,
acciones de gracias. Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o
codicioso - que es ser idólatra - participará en la herencia del Reino de
Cristo y de Dios. Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le
cólera de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos. Porque en otro
tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de
la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinad
qué es lo que agrada al Señor," (Ef 5, 1- 10)
¿Qué es lo que agrada al Señor? Que caminemos en
la fe sincera, con un corazón limpio y con una conciencia recta (1 de Tim 1, 5)
“Sin la fe sincera nadie le agrada a Dios (Heb 11, 6) La fe llegada a su
madurez es amor (Gál 5, 6) La fe es la puerta para entrar al reino de Dios (cf
Rm 10, 17) Fe que nos “lleva al amor que es derramado en nuestros corazones con
el Espíritu Santo que Dios nos ha dado” (Rm 5, 5) Estamos en conversión, “permanezcan
en mi Amor” (Jn 15, 9) Permanezcan en mi Gracia, “Permanezcan en mi Palabra y
serán mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8,
31- 32) La conversión pide y exige la lucha espiritual que viene como la señal
que estamos siguiendo a Cristo: "Al vencedor le concederé sentarse conmigo
en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que
tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias."(Apoc 3, 21-22)
Jesús
ahora está sentado en el Trono de su divinidad, pero en esta vida, estuvo
sentado en trono de ignominia, su Cruz. Desde donde nos dio Espíritu Santo y
Fuego: "y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo
mi espíritu» y, dicho esto, expiró."(Lc 23, 46) Murió para darnos vida,
para que nuestros pecados fueran perdonados y para darnos Espíritu Santo, y resucitó
para darnos Vida eterna (Rm 4, 25). Por eso el que cree que Jesús murió y
resucitó tiene vida eterna. Escuchemos a Pablo decirnos: "En efecto, yo
por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy
crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que
vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se
entregó a sí mismo por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por
la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en
vano."(Gál 2, 19- 21)
Para
el apóstol Pablo la fe es confiar, obedecer, pertenecer, amar, seguir y servir
a Jesús. Fe y conversión son una misma realidad: Amar a Cristo y a todos los
que él ama.
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