EL SACRIFICIO HECHO POR AMOR ES GRATO Y AGRADABLE A DIOS.

 


EL SACRIFICIO HECHO POR AMOR ES GRATO Y AGRADABLE A DIOS.

El sacrificio agradable a Dios es aquel que hace las “Cosas santas.” Nos hace santos. Pensemos por un momento en el sacrificio de Cristo que ofreció al Padre por amor en favor de toda la humanidad para sacarnos del pozo de la muerte para llevarnos al reino de la Luz (Col 1,13) Todo culto ofrecido a Dios pide un sacrificio que se ha de ser con amor, sin el cual estará vacío. En la Misa ofrecemos “el sacrifico sacramental” La muerte y la resurrección de Jesucristo, sacrificio perfecto que nos trajo la salvación: "Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación."(Heb 2, 10)Por eso podemos afirmar que por un acto de obediencia y por un acto de amar hemos sido salvados, hemos sido redimidos.

"Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade -: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo." (Heb 10, 7- 10) Hacer las cosas por obligación o por que toca o por puro protagonismo no es sacrificio aunque lo ofrezcamos a Dios, no tiene Amor.  Escuchemos a Pablo como debe ser nuestro sacrificio:

"Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual."(Rm 12, 1) El culto espiritual nace del corazón, es interior, se hace por amor y se manifiesta en el exterior. ¿Qué puedo ofrecer a Dios?  Todos mis problemas, chiquitos y grandes, todo lo bueno que yo haga, y de manera especial, mi propia vida. Yo soy la víctima que en mi corazón me ofrezco a Dios como aroma agradable a Dios. Mi primer sacrificio ha de ser “Mi corazón contrito y arrepentido” Para recibir el perdón de los pecados y recibir el don del Espíritu Santo. (Slm 51, 19; Rm 4, 25) Después de este sacrificio puedo ofrecer todo lo bueno que Dios me ha dado. El libro del Eclesiástico habla de tres sacrificios:

"Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión. Devolver favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento. La ofrenda del justo unge el altar, su buen olor sube ante el Altísimo."(Eclo 35, 1-5)

Sacrificios de Comunión que equivale a guardar los Mandamientos de la Ley de Dios. (1 de Jn 2, 3) El sacrificio de alabanza que equivale a presentarse a Dios con las manos llenas de los frutos de la fe: Amor, paz y alegría (Gál 5, 22) Y el sacrificio de reparación que consiste en trabajar por la paz, renunciando al pecado. Como dice Isaías: "Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis."(Is 1, 15- 19)

El culto exterior, que se hace porque toca o para quedar bien, es puro fingimiento (Rm 12, 9) Razón por a que Pablo pide: “Rechazar el mal y amar apasionadamente al bien” Para vencer con el bien al mal (Rm 12, 21) El culto verdadero exige aceptar la voluntad de Dios y someterse a ella. Con palabras de Jesús, lo confirmamos: "«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra."(Jn 4, 34) Lo mismo que nos enseña en el Padre nuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” (Mt 6 10) No basta con rezar, menos de labios para afuera. La oración ha de ser íntima y cálida, tal como lo dice el mismo Señor: "«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"(Mt 7, 21- 23)

El culto verdadero pide apartarse del pecado y dedicarse a buscar a Dios en las virtudes para invocar al Señor con un corazón limpio (cf 2 Tim 2, 22) Pide ir a Jesús para escucharlo y obedecerlo. Estas son las tres verdades de la fe que nos ayudan a ser discípulos de Jesús: "Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame."(Lc 9, 23) Lo que implica romper o dejar las madrigueras de las zorras y abandonar los nidos de las aves (Lc 9, 58) Esto pide que para ofrecer a Dios un culto verdadero hay que dejar la vida mundana y pagana, los emocionalismos y los sentimentalismos para ser personas maduras en la fe para que nadie nos manipule y nos usen. (Ef 4, 13)

El culto verdadero nos pide una conversión radical que toque hasta las raíces del pecado. "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto."(Rm 12, 2) Transformarnos hasta poder tener la mente de Cristo (Flp 2, 5) La mente, los sentimientos, los criterios, los intereses y las luchas de Cristo, para que como sus discípulos continuar su Obra redentora, la Obra del Padre, la salvación de los hombres. Cómo servidores de Cristo podemos hacer cuatro cosas de vital importancia:

Orar siempre por todo y por todos. La oración del justo es poderosa: Pidan y se les dará (Mt 7) Ofrézcanse a Dios como un sacrificio vivo (Rm 12,1) Ofrezcan todo lo bueno, nunca lo malo. Por lo malo pide perdón. Den testimonio de Cristo (Hch 1, 8) Testimonio de palabra y de obra. Anunciemos el amor de Cristo a todos los hombres. Hablemos de su sacrificio, de su muerte y de su resurrección. Y por último dejemos que el Señor nos forme como sus apóstoles que siempre tienen que ser sus discípulos para no dejar de aprender. Su Palabra nos forma, escuchemos la y obedezcamos. “«Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32) La Palabra de Dios es luz en nuestro camino y nos lleva a la salvación y a la perfección cristiana (2 Tim 3, 14- 17)

"No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad."(Jn 17, 15- 19)



 

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