VENID
A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS FATIGADOS Y SOBRECARGADOS
Y YO OS DARÉ DESCANSO.
Iluminación:
«Venid a mí todos los
que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y
hallaréis descanso para vuestras almas. = Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.» (Mt 11, 28- 30)
Los
primeros que fueron con Jesús fueron los discípulos de Juan el Bautista, Andrés
y Juan: “Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí
con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el
Cordero de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le
respondieron: «Rabbí - que quiere decir, “Maestro” - ¿dónde vives?» Les
respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron
con él aquel día. Era más o menos la hora décima.” (Jn 1, 35- 39) Fueron con
Jesús, se quedaron con Él y lo siguieron hasta el fin de sus vidas. Ellos se pasaron
de Juan el Bautista a Jesús para ser discípulos y luego ser sus Apóstoles.
¿Qué
significa para los judíos y para los paganos creer en Jesús?
Significa pasar del judaísmo a Jesús, dejando la carga de la Ley mosaica, 613 preceptos,
que tenían que observar rigurosamente para poder salvarse. En cambio para los
paganos era pasarse de los ídolos a Jesús; era pasarse de las obras muerte a la
fe de Jesucristo y vivir el Evangelio. Pasarse de la observancia de una Ley
rigorista, legalista y perfeccionista a una ley suave y liviana, la Ley del
Amor, a la que Jesús invita a todos a pasarse a Él; a nadie obliga, la
respuesta es libre y voluntaria. “Venid y lo veréis.” Fueron, pues, vieron
dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Es una invitación amorosa a
convertirse a Jesús, a seguir sus pasos y a tener sus sentimientos.
“Venid a mí todos los
que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.” El descanso de
Dios es Cristo Jesús, para hacerlo nuestro, hay romper con el pecado, es decir
dejar la carga, para poder aceptar el yugo de Jesús, que es el amor, la ternura
y el gozo del Señor. En la primera carta san Juan nos invita a romper con el
pecado: Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la
verdad no está en nosotros. “Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es
él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.
Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso
y su Palabra no está en nosotros.” (1Jn 1, 8- 10) “Hijos
míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno
que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación
por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo
entero.” (1 Jn 2, 1- 2).
“Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.” El
yugo de Jesús es el amor que el derrama en nuestros corazones con el Espíritu
Santo que él nos ha dado (Rm 5, 5) El Espíritu Santo es el espíritu de la
Unidad, de la Libertad y de la Amistad: Nos une con Dios y con los hombres; nos
libera de toda esclavitud y nos ama para que nosotros también amemos a Dios y a
los demás. Amigo significa amado y amiga amada. Sólo cuando el Espíritu Santo
habita en nuestros corazones podemos seguir a Jesús y configurarnos con Él para
ser hijos de Dios, hermanos y servidores de Dios y de los hombres; ser mansos,
es decir, llenos de paz, de amor y de gozo, y humildes con la disponibilidad de
aceptar la voluntad de Dios, y, con la disponibilidad de salir fuera, venciendo
todo egoísmo para servir y amar a una persona concreta. Sólo los humildes aman,
obedecen y sirven al Señor y a los demás. Sólo los humildes pueden ser de los
pobres a los que el Señor les llama “Dichosos” (Mt 5, 3)
“Venid a mi” es la invitación amorosa,
libre y consciente a la conversión cristiana. A tener los mismos sentimientos
de Cristo Jesús y a vivir como Él vivió. Esto implica el “acontecimiento de
encontrarnos con el Señor Jesús.” Benedicto
XVI nos ha dicho: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da
un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DA 3)
Sólo gracias a
ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz
amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la
autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que
humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos
para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción
evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el
sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros? (GE)
El mismo
Benedicto XVI, nos ha dicho que en el encuentro con Jesús en la fe, Él deja en
nuestros corazón una presencia, a la que llama Esperanza, que no es un algo o
una cosa, sino, un alguien, una Persona. Esta Esperanza no puede nacer ni puede
crecer donde hay egoísmo o soberbia, pide un corazón pobre, sencillo y humilde
para que se despliegue y nos guie por el camino de la conversión para que nos
despojemos del “Hombre viejo y nos revistamos del Hombre nuevo” (Ef 4, 23- 24)
Nos despojemos del traje de tinieblas. Nos revistamos de Luz, de Verdad, de
Amor y de Justicia. (Ef 5, 8-9) Nos despojemos de los vicios y nos llenemos de
las virtudes. Nos vaciemos del Ego y nos llenemos del Amor, y por ende, nos
revistamos con las virtudes de Cristo.
Escuchemos la
Palabra de Cristo para que nazca en nosotros la fe (Rm 10, 17), aparezca la
confianza, la esperanza y el amor. La fe que actúa en amor. Amar es darse,
donarse y entregarse en servicio a Dios y a los demás. El amor no es un
activismo, sino, es una acción que une, libera y construye, todo este proceso
está acompañado de la Oración.
“Acepten mi yugo”
que es suave y ligero. El yugo es un instrumento del trabajo de un agricultor
que sirve para unir la yunta de dos bueyes para unir al arado por el timón. Es
lo que Jesús desea, uncir nos con él, para caminar y trabajar con él. Aprendemos
de él a escuchar su Palabra, (Jn 8, 31) guardar sus mandamientos, (Jn 15, 9)
Aprendemos a trabajar, amar, servir, orar y adorar a Dios en espíritu y en
verdad. Jesús es el Maestro interior que nos guía a la intimidad con Dios y al
encuentro con los pecadores para servirlos y amarlos como él lo hizo.
Sin fe no hay comunión con Cristo Jesús. "«Yo
soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da
fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros
estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí,
como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo,
si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy
la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da
mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. "(Jn 15, 1- 5)
Permanecer en Cristo es permanecer en su Palabra. "Es
como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente
echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso;
en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto."(Jer 17,
8) "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os
mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres.»" (Jn 8, 31- 32) Libres, ¿de
qué? y ¿libres para qué? Libres de toda esclavitud, de las tinieblas, del pecado
y de a aridez. Libres para amar y servir como Jesús (cf Jn 13, 34)
Permanecer en su amor para estar siempre verdes, para no secarse y
para dar frutos los doce meses del año. "Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La
gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como
el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor."(Jn 15, 7- 10)
¿Cuál
es la señal que creemos en verdad en Jesús el Cristo? La
señal es el amor que nos enseña a caminar en la verdad. El que ama al Señor, le
pertenece, es su discípulo, lo conoce y nace de él (1 de Jn 4, 7) Guarda sus
mandamientos y guarda su Palabra (cf Jn 14, 21.23) Se ciñe sus lomos y trae
encendida sus lámparas (Cf Lc 12, 35) Lo que significa “Rechaza el mal y hace
el Bien.” Trae la túnica bien puesta (Lc 12, 32) “Está crucificado con Jesús”
(Gál 5, 24) para dar vida al mundo. Esta es la fe que hace que nuestra vida sea
grata y agradable a Dios (Heb 11, 6).
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