PORQUE NO HAY BAJO EL CIELO OTRO NOMBRE DADO A LOS HOMBRES POR EL QUE NOSOTROS BEBAMOS SALVARNOS

"Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.»"

(Hch 4, 12)

¿De qué nombre se trata? De Jesús, llamado el Cristo que murió y resucitó para justificarnos a nosotros pecadores. Jesús significa el que salva a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21) El mismo al que Dios resucitó y le concedió el nombre que está sobre todo nombre para que en su Nombre los hombres puedan salvarse. Él ha sido constituido la piedra angular: "El es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular." (Hch 4, 11) Para que todo aquel que crea en él y se bautice se salve; para que sus pecados sean perdonados y reciban el Espíritu Santo (Mc 16, 16; Hch 2, 37- 38; Rm 4, 25; Rm 5, 1; Gál 2, 16).

La justificación por la gracia, es justificación por los pecadores y no por el pecado. Jesús no murió por el pecado o por los pecados de los hombres, murió por los pecadores, es decir por los hombres pecadores. Por eso el que quiera salvarse, la Escritura nos dice que “Crea y se bautice” (Mc 16, 16) “Que se arrepienta y se convierta a Jesucristo” Porque bajo las estrellas del cielo sólo en su nombre hay salvación. El Bautismo es el Sacramento de la fe, y por él, somos incorporados a Cristo (Gál 3, 26; Rm 6, 4- 10) "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu." (1 Cor 12, 13)

 ¿Es necesario bautizarse? ¿No basta la sola fe? La respuesta es del Fundador de la Iglesia: Jesucristo que nos dijo: "El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará." (Mc 16, 16) "Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo," (Mt 28, 18- 19) Por el Bautismo entramos en la Nueva Alianza que fue sellada con la sangre de Cristo, y su signo, es el Espíritu Santo. Se trata de la fe verdadera, la fe que no es barata, sino cara porque nos dice a qué precio fuimos comprados: "sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo," (1 de Pe 1, 18- 19) Con la sangre del Cordero Pascual, Jesús el Cristo (1 Cor 6, 20)

El teólogo alemán, pastor luterano nos habló de la gracia barata: "La gracia barata es la predicación del perdón sin requerir arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina de la iglesia, la Comunión sin la confesión, la absolución sin la confesión personal. La gracia barata es la gracia sin discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado". La gracia sin seguimiento y sin conversión. En cambio La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga. La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo. (Dietrich Bonhoeffer)

Pensemos en la inmensa mayoría de creyentes que viven como si Dios no existiera, como si Cristo no hubiera muerto y resucitado por todos. Quieren y reciben Sacramentos sin la Palabra de Dios, sin enseñanza. Sin confesarse y sin comulgar. Hacen fiestas religiosas y hasta se gastan un dineral pero sin conocimiento de Dios, puro protagonismo religioso, todo lo hacen para quedar bien, pero sin la fe verdadera, sin la gracia cara. No hay arrepentimiento, no hay conversión, no hay perdón de los pecados y no hay Gracia de Dios. La fe está vacía y está muerta (cf Snt 2, 14) No siguen a Jesús porque no le aman y no le sirven.

La fe verdadera, la gracia cara, pide obediencia a la Palabra de Dios es decir a Cristo Jesús. Porque él nos llama a salir del exilio para ponernos encamino de éxodo para ir a la Tierra prometida, es decir, para ir a Cristo, para que nos reconcilie con Dios y entre los hombres, él es nuestro único Mediador. Para que nos introduzca a la “Creación Nueva” al “Reino de Dios” y podamos comer del “Árbol de la vida que está en el Paraíso de Dios” (Apoc 2, 7) La fe verdadera hace comunidad, hace obras, entre ellas la obediencia, la esperanza, la fortaleza, la sencillez, la pureza, la santidad, el amor o caridad. Quien las tenga abunda en el conocimiento de Dios porque está siguiendo a Cristo, está respondiendo a su llamado: “Vengan a mí” (Mt 11, 28) “Levántate y sígueme” (Mc 2, 14) “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 30)  Que nadie nos confunda, las virtudes son el medio, el fin es Jesucristo, como también los Mandamientos son medios, Cristo Jesús es el fin de ellos.

Es la invitación que él hace a todos, hombres y mujeres, pobres y ricos, sabios o ignorantes: "Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame." (Lc 9, 23) Seguir a Cristo negándose a sí mismo, renunciado al pecado y a las pasiones de la juventud, dedicándose hacer el bien cultivando las virtudes de Cristo (cf 2 Tim 2, 22) No podemos seguir a Cristo sin su cruz, que es morir al pecado para vivir para Dios (Rm 6, 10; Gál 5, 24) La cruz de Jesús es además el ser rechazados por su causa, ser calumniados por él, es lo que se dice: sufrir con él y padecer con él para reinar con él, entonces seremos sus discípulos, candidatos a ser enviados como sus apóstoles.

En la fe verdadera, la que nos hace humildes, mansos, honestos, sinceros, íntegros y fieles, es decir en discípulos de Jesús, seremos capaces de seguirlo, detrás de sus huellas, dejando atrás el dominio del hombre viejo, la fe barata, para caminar con los ojos fijos en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (Hb 12, 2) Diciendo a coro con los que están en el Camino: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece” (Flp 4, 13).

Escuchemos su Palabra y pongámosla en práctica para que creamos en él, lo amemos y lo sigamos. "El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera." (1 Tim 1, 5)

 


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