2.- LA BATALLA
ESPIRITUAL
¿Qué hacer para
ser colmados de la Plenitud de Dios, y poder así reproducir la imagen de
Cristo? Despójense de la
conducta pasada, del hombre viejo que se corrompe con sus malos deseos. (Cuando
el corazón del hombre está lleno de los malos deseos, está en poder del
Maligno).Renuévense en su espíritu y en su mente, (Para llegar a pensar con la
mente del Hijo). Y revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios con
justicia y santidad auténticas” (Ef 4, 22-24). Despojarse ¿de qué? Despojarse del traje de tinieblas; quitarse el
vestido sucio; abandonar las obras muertas, para vestirse con el “traje de
bodas”, para revestirse de Cristo. (Rm 13, 13- 14) Para comprender un poco más
profundamente esta verdad, vayamos nuevamente a la Sagrada Escritura. Dios nos
quiere poner en movimiento, en acción, en la búsqueda de la verdad que nos hace
libres.
“Por lo tanto, si han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, Donde Cristo está sentado a la derecha de Dios, Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos y su vida está escondida en Cristo, que es vida de ustedes, Entonces también ustedes, aparecerán con él, llenos de gloria” (Col 3, 1-4).
¿Cuáles son las cosas del cielo? y ¿Cuáles son las cosas de la tierra? La respuesta nos diría que existen dos estilos de vida: la vida en Cristo que es vida según el Espíritu y es vivir según Dios, y por otro lado, está la vida mundana, vida pagana, vida de pecado (cfr Gál 5, 16). Los que pretenden vivir los dos estilos a la misma vez, resultan llevando una vida doble, que les da doblez de corazón, son tibios y por lo tanto no son gratos a Dios (cfr Rom 8, 8). La vida en el Espíritu, propia para los hijos de Dios, es una vida llena de experiencias, liberadoras, gozosas, gloriosas, luminosas y también dolorosas, ya que exige, separación, rompimiento y abrazar la voluntad de Dios hasta el fondo, es decir, hasta la muerte de cruz.
4.
Exigencia
de la Vida Nueva.
Por medio de la ley, he muerto a la ley para vivir para Dios. He quedado crucificado con Cristo. Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y mientras vivo en carne mortal, Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2, 19- 20) Morir al pecado y vivir para Dios. Desnudarse de las tinieblas y revestirse de luz. Es posible gracias a la acción del santo Espíritu. La meta es ser un hombre nuevo, reconciliado con Dios y con los demás, para vivir como amigo de Dios y de los hombres en toda justicia, bondad y verdad (Ef 5, 9). Realizando las Obras que Dios de antemano dispuso para aquellos que ha llamado a la salvación (Ef 2, 8). Son las obras de la fe, llamados también frutos del Espíritu Santo. La Sagrada Escritura lo afirma diciendo:
5. Despertarse del sueño
“Reconozcan el momento
en el que viven, que ya es hora de despertar del sueño. Ahora la salvación está
más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día se acerca:
abandonemos las acciones tenebrosas, Y vistámonos con la armadura de la luz.
Actuemos como en pleno día: Basta de banquetes y borracheras, basta de lujuria
y libertinaje, no más envidias o peleas. Revístanse del Señor Jesucristo y no
se dejen conducir por los deseos del instinto. Revestirse de luz, ponerse la
armadura de la fe, llamada también armadura de Dios” (Ef 6, 11; Rom 13, 11-14).
Revestirse de luz significa, ante todo, “revestirse de Jesucristo”, de acuerdo a la enseñanza del Apóstol Pablo, sin esta vestidura, estamos expuestos a la muerte, a la esclavitud a volver a ser extraños y enemigos de Dios. No podremos sentarnos a la Mesa con el Padre Celestial, es decir, no participaremos con Cristo de la “herencia” de Dios.((cf Rm 8, 17)
Preparase para la lucha.
“Por tanto, como elegidos de Dios, consagrados y amados, Revístanse de sentimientos de profunda compasión, de amabilidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia, sopórtense mutuamente; perdónense si alguien tiene queja contra otro. El Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo. Y por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección. Y que la paz de Cristo dirija sus corazones. La Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza” (Col 3, 12-16).
6. Con sentido de Comunidad.
En esta obra no estamos solos, no somos seres solitarios, somos equipo, somos familia, somos comunidad. Somos importantes, valiosos y necesarios. Nos necesitamos unos a otros, que nadie se vea privado de la gracia de Dios:
“Instrúyanse unos a otros con toda sabiduría. Con corazón agradecido canten a Dios, salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que hagan, háganlo invocando al Señor Jesús, Dando gracias a Dios Padre por medio de Él” (Col 3, 16b-17).
La vida cristiana, es don de Dios y es la vez lucha y cultivo. Siempre amenazada por elementos extraños a la verdad y al amor gratuito de Dios Padre. La Palabra de Dios nos pone de sobre aviso: “Estén despiertos; velen y oren para no caer en tentación” (Mt 26, 41). Velar y orar significa estar preparados para resistir las asechanzas del Malo. La Escritura nos dice:
7. La batalla espiritual
La batalla espiritual es una realidad que vivimos en nuestro interior, es la lucha del bien contra mal de la cual todos nosotros somos testigos, antes de conocer a Cristo, nos sentíamos como vendidos al poder del pecado (cf Rom 7, 24), pero gracias a Dios que en Cristo nos ha liberado y nos ha dado su Espíritu, su Poder, para que en todo salgamos victoriosos y le aplastemos la cabeza a Satanás (cfr Rom 16, 20), en virtud de la Sangre Preciosa de Cristo y por la acción del Espíritu presente en las Virtudes y en los Valores del Reino. Entre las armas por las cuales debemos preocuparnos La Sagrada Escritura nos presenta:
8. Con la Fuerza del Espíritu.
“Por lo demás fortalézcanse con el Señor y con su fuerza poderosa. Vístanse la armadura de Dios para poder resistir los engaños del Diablo. Porque no estamos luchando contra seres de carne y hueso, sino contra las autoridades, contra las potestades, contra los soberanos de estas tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal. Por tanto tomen las armas de Dios para poder resistir el día funesto y permanecer firmes a pesar de todo. Cíñanse con el cinturón de la verdad.” (Ef 6, 10- ss) “Fuera toda mentira” (Ef 4, 25). Vistan la coraza de la justicia. “Justicia a Dios y justicia a los hermanos” (cfr 1Jn 3,10).Calcen las sandalias del celo para propagar la Buena Noticia de la Paz (Mt 5, 9). Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, en los que se apagarán los dardos incendiarios del maligno (1Jn 5, 4). Pónganse el casco de la salvación. Y empuñen la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios (Lc 4, 4. 8. 12).Vivan orando siempre, oren en toda ocasión animados por el Espíritu (Fil 4, 4-6). Permanezcan despiertos y oren con perseverancia por todos los consagrados.
Para el Apóstol Pablo, solo hay un camino para revestirse con la “armadura de la fe”: No se embriaguen con vino, que engendra lujuria, más bien llénense de Espíritu Santo (Ef 5, 18). Sin la docilidad al Espíritu de Dios no tendremos ningún crecimiento espiritual, seremos casas en ruinas; nuestros corazones serán cuevas de ladrones. Sólo si somos dóciles a la acción del Espíritu haremos nuestra la “Victoria de Cristo”, el Vencedor del Maligno, recibiremos el premio prometido a los vencedores.
Escuchemos la Palabra de Dios:
“Al Ángel de la
Iglesia de Éfeso. Al vencedor le permitiré de comer del árbol de la vida que
está en el Paraíso de Dios” (Apoc 2, 7).
“Al Ángel de la
Iglesia de Esmirna. El vencedor recibirá la corona de la vida y no padecerá la segunda
muerte” (Apoc 2, 10-11).
Al Ángel de la
Iglesia de Pérgamo. Al vencedor le daré el maná escondido, le daré una piedra
blanca y grabado en ella un nombre nuevo que sólo conoce el que la recibe”
(Apoc 2, 17).
”Al Ángel de la
Iglesia de Tiatira. Al vencedor le daré poder sobre las naciones: los
apacentará con vara de hierro, los quebrará como vaso de arcilla, “Es el poder
que recibí de mi Padre”, y le daré la estrella matutina (Apoc 2, 26-28).
”Al Ángel de la
Iglesia de Sardes. Al vencedor lo vestiré de blanco y borraré su nombre del
libro de la vida; lo confesaré ante mi Padre y ante mis ángeles” (Apoc 3, 5).
Al Ángel de la
Iglesia de Filadelfia. Al vencedor lo haré columna en el templo de mi Dios y no
volverá a salir (Apoc 3, 12);
Al Ángel de la iglesia de Laodicea. Al vencedor lo haré sentarse en mi trono, junto a mí, igual que yo vencí y me senté junto a mi Padre en su trono (Apoc 3, 21).
Oremos: Ilumina Señor con tu luz y con tu verdad,
nuestra mente y nuestra mirada; haz resplandecer tu Rostro de amor, de paz y de
justicia en nuestras vidas; defiéndenos con la fuerza de tu brazo poderoso;
libéranos de todo aquello que impida el crecimiento de tu reino en nosotros;
danos un corazón grande lleno de Esperanza; orienta Señor nuestras vidas hacia Ti,
Trinidad Santísima; permite que caminemos hacia la Pascua de la mano de María,
nuestra Madre y Señora.
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