9. JESÚS ES DIOS QUE SALVA
1.- ¿Quién es Jesús de Nazaret?
La
respuesta correcta sólo nos la puede dar el mismo Jesús, por lo que tendríamos
que invertir la pregunta ¿Jesús quién eres tú? La respuesta la encontramos en
la Palabra de Dios:
Jesús es Emmanuel que significa Dios con
nosotros, Dios entre nosotros y Dios a favor de nosotros (Is 7,14). Jesús nos
revela el rostro misericordioso de un Padre que ama a sus hijos con amor eterno
e incondicional (Jer 31, 3).
Jesús es Yahve que Salva: es Salvador y
es Salvación de Dios para los hombres (Mt 1,21). La salvación de Jesús puede
ser de males y peligros. Salva de los enemigos, bien dando la victoria o
devolviendo la libertad, ya que habiendo perdido la batalla el hombre es
convertido en esclavo o es hecho prisionero. Jesús salva del pecado, del
demonio y de los males espirituales. Razón por la que Jesús es llamado sin más
el Salvador del Hombre.
Es el Hijo de Dios (Mc 1, 1) que ha tomado rostro humano para
amarnos con corazón de hombre (Jn 14, 7s)
2.- La Misión de Jesús (Lc 4,16-18)
·
Para dar las
buenas noticias a los pobres. Pobre es todo aquel que tiene una
necesidad real; los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los forasteros,
los enfermos, los encarcelados, los oprimidos y explotados. Pobres son los de
corazón quebrantado, los que se encuentran cautivos, los encadenados, los de
espíritu abatido, los que sufren opresión y no se pueden defender, los
despreciados, aquellos de quien se abusa, aquellos que no tienen salvación, que
nada tienen que esperar de este mundo y por lo mismo todo lo esperan de Yahveh
Dios.
Mientras
que pecador es todo hombre, por eso Jesús exige como condición para poseer el
Reino de Dios reconocer el propio pecado y la propia miseria (1 Jn 1,8-9) a la
vez aceptarlo como el Enviado del Padre
(Jn 6, 39-40) y abrirse a la acción del Espíritu Santo que guía a los hijos de
Dios (Rom 8, 14ss). En el tiempo de Jesús, pecador es todo aquel que se llevaba una vida inmoral, como los adúlteros
y tramposos; los que ejercen una profesión deshonrosa como los publicanos, los
pastores, los borriqueros, los vendedores ambulantes y los curtidores.
·
Para sanar a los
afligidos del corazón. Para Jesús sanar es lo mismo que salvar; quitar lo
que hace daño, lo que enferma, entristece o mata. Jesús sana y salva el alma.
Sana y salva el cuerpo.
·
Para anunciar a
los presos la libertad. Existen dos tipos de presos: los que están en las
cárceles y los que están presos de su pecado: egoísmo, etc. Jesús libera el
corazón del hombre, así muchos que pueden estar en las prisiones pueden ser en
realidad más libres que los que están en las calles.
·
Para dar vista a
los ciegos.
La ceguera espiritual es una modalidad de pecado. Es lo que impide identificar
la obra de Dios en los seres humanos y en la creación. Es la que impide
distinguir entre lo que viene de Dios y viene del Maligno. También podemos
decir que ciego espiritualmente es el hombre que odia y se llena de los deseos
de venganza. Ciego es el que busca la salvación fuera de Jesús.
·
Para poner en
libertad a los oprimidos. La opresión del pecado se manifiesta en la
incapacidad de ser uno mismo. Es un vacío de libertad. Esta opresión puede ser
causada por traumas, miedos, odios, envidias, del amor al dinero, etc., pero
también puede ser causada por la influencia de los espíritus del Mal en las
personas, en las familias o en las comunidades. En este pasaje del Evangelio de
Lucas, Jesús expone su programa de trabajo durante los tres años que duraría su
ministerio. En su plan se encuentran cuatro objetivos que se propone realizar:
o
Liberar
y sanar del pecado: Me ha ungido para dar buena noticia y liberar a los presos.
Presos son los que se encuentran privados de su libertad.
o
Liberar
y sanar de las enfermedades espirituales, miedo, odio, remordimientos y complejos
para sanar a los afligidos del corazón.
o
Liberar
y sanar de las enfermedades físicas: para dar vista a los ciegos. Ceguera
física como también ceguera espiritual.
o
Liberar
y sanar de la influencia diabólica: para liberar a los oprimidos.
Jesús
es el profeta del Padre, expone y proclama una liberación integral del hombre
por eso pasó la mayor parte de su ministerio sanando cuerpos y corazones, es
decir, al hombre integral: mente, cuerpo y espíritu (1 Tes 5, 21).
“Pues les voy a demostrar que el
Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. A ti te
digo: Levántate toma tu camilla y vete a tu casa”
(Lc 5, 24)). En la casa de simón el leproso Jesús perdonó los pecados de una
mujer de mala fama: Entonces dijo a la mujer: “Tus pecados. te son perdonados”. (Lc 7,48)
Con
estos dos ejemplos podemos decir que Jesús sana del pecado liberando,
reconciliando y perdonando. Tanto el paralítico como la pecadora fueron
liberados de la peor de las enfermedades: la causada por el pecado.
Los
cristianos vemos la misión de Jesús como la “expresión amorosa de Dios”. Como “el acto supremo de obediencia al Padre
y, la Manifestación más sublime de amor a los hombres” por parte de Jesús. Su
misión la podemos resumir en tres palabras: Anunciar, reconciliar y salvar.
Estas palabras que corresponden al triple ministerio de Jesús como Sacerdote,
Profeta y Rey.
3. Jesús y el Reino de Dios
4. El Reino de Dios predicado por
Jesús significa tres cosas:
a) La paternidad divina:
Dios es Padre de los hombres y ejerce su poder real entre ellos.
b)
La sujeción al dominio de Dios, pero
no de manera forzada sino de manera libre y amorosa: “Hágase tu voluntad”.
Aceptar libre y conscientemente la voluntad de Dios, tal como se reza en el
Padre Nuestro.
c) La fraternidad solidaria entre
los hombres. Como consecuencia, el Reino se describe
como un Reino de paz, armonía interior y exterior, con Dios y con la Comunidad,
que ha de ser fraterna y solidaria; el Reino es amor, paz y gozo; porque en él
nadie vive para sí mismo (cfr Rom 14, 8).
Para
Jesús el Reino de los Cielos no es propiamente un lugar, Él lo identifica con
su Persona, razón por la que podemos decir que las expresiones, palabras y
obras de Jesús, son manifestaciones del Reino que no es comida ni bebida, sino
justicia, amor y paz en el Espíritu Santo.
·
El Amor. Un amor que se
muestra en hechos, no sólo en palabras, pues hay que dar al que necesita y hay
que expresarlo en el servicio real a los demás. Es un amor sin límites que
abraza con preferencia a los pobres, pero que llega hasta a los propios
enemigos. Todo el que ama se convierte en un buscador de pobres, cojos, ciegos
y lisiados, los busca para ponerse al servicio de ellos. (Lc 14,12-14).
·
La Paz. De labios de
Jesús nada oímos de venganzas. El Reino de Dios excluye las divisiones, los
odios y las enemistades, razón por la que se manifiesta en un espíritu de
mansedumbre y misericordia que nos hacen llegar al perdón de los mismos
enemigos, al estilo de Jesús que selló el más grande acto de amor con una
exclamación: “Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”. La paz es el don
de Dios a los hombres que acogen en su corazón a Jesús y hacen de su Evangelio
la norma de su vida. La Paz es la armonía reconciliadora que Jesús trae a
nuestros corazones. Nos reconcilia con Dios, con nosotros mismos, con los demás
y con la naturaleza. La Paz es el “Shalom” de Dios a los hombres de buena
voluntad.
·
El Gozo. El Gozo del
Señor es consecuencia de la acción amorosa que Él realiza en el corazón que le
ha abierto las puertas. Jesús no entra en nosotros con las manos vacías, lleva
con Él el Gozo del Espíritu, verdadera expresión del Reino de su Padre. El Gozo
es fruto de la Pascua de Cristo, es su don y su sello de liberación. Manifiesta
que el reinado del vacío y de la frustración ha llegado a su término.
De
la misma manera que afirmamos que la Paz es el primer fruto del Amor, así
podemos decir que el Gozo es el fruto de la Paz. Es la alegría de Dios al
regreso de los hijos ausentes que traen el sincero deseo de convertirse a los
valores del Reino, buscando el rostro del Hijo y deseando reproducir su imagen
(Lc 15, 7.10, 24).
6. Jesús reconcilia a los hombres con
Dios y entre ellos.
Jesús
es el Reconciliador, reconcilia en Él a la humanidad: une lo que el egoísmo, el
odio y el poder de las tinieblas había separado. La Reconciliación es la obra
de Jesús, podemos asegurarle al mundo que sólo Cristo reconcilia.
Juan,
el Discípulo amado, al describir la llegada de Jesús al mundo de los hombres
pone en labios de su Maestro la razón de su Presencia: “He venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). La Vida que está en Cristo y
que es Cristo, es el Don de Dios a una humanidad enferma por el pecado. Es el
Don con el que Dios llena los vacíos de un corazón que genera violencia y
agresividad, que hace daño y destruye las relaciones entre los seres humanos.
La Vida con la que Cristo nos llena es imán que nos atrae hacia la Casa del
Padre y hacia el encuentro con los hermanos. Es el Poder que nos permite
extender la vida y que nos capacita para perdonar y para remover los obstáculos
que impedían abrazarnos como hermanos.
Jesús
nos reconcilia con nosotros mismos: nos une, nos llena de armonía, de paz
interior y luz para que nos veamos con la mirada de Dios Amor. Podemos ver el
caso de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11). Jesús nos reconcilia con los demás, aún
los propios enemigos como en el caso de Zaqueo (Lc 19, 1-10). Jesús nos
reconcilia con Dios (Rom 5,10) (Ef 2, 11ss). Al abrirnos el camino hacia la
Casa del Padre como al hijo pródigo, Él es nuestra Reconciliación.
7. Jesús es el Salvador de los
hombres.
Jesús
es el Salvador de sus hermanos. Su nombre significa su Misión (Mt 1,21; Hechos
4,12). La Salvación que Jesús nos ofrece y nos gana tiene una dimensión
negativa y otra positiva. Cristo nos quita y nos da. Nos quita el pecado y nos
llena con su Gracia; nos saca de las tinieblas para introducirnos en el Reino
de su Luz. Nos libera del odio y nos llena con su amor. La Salvación no da
comienzo el día que nos muramos, sino aquí ya, y ahorita “Hoy es el día de la salvación”. La salvación que Cristo nos trae de
parte del Padre es personal y comunitaria, corporal y espiritual, presente y
futura. Es un don de parte de Dios, el hombre la acoge o la rechaza: su
decisión es individual, no puede ser derogada a otras personas. “De que le sirve al hombre que Cristo nazca
mil veces en el pesebre de Belén, sino nace en su corazón”.
5.
Aplicación a nuestra vida.
a)
Renovar
el compromiso de nuestra fe cristiana: aceptar a Jesucristo como nuestro
Salvador personal para poder apropiarnos de los frutos de la redención: el
Perdón y la Paz.
b)
Renovar
nuestro compromiso bautismal: vivir como un verdadero hijo de Dios y hermano en
Cristo de los demás, mediante la renuncia al pecado, guardando los Mandamientos
y practicando las virtudes cristianas.
c)
Comprometernos
con el Señor Jesús desde su Iglesia a llevar la Buena Nueva a todos los hombres
como discípulos misioneros de Jesucristo.
d)
En
obediencia a la Palabra de Cristo, es la
“opción de ir en la búsqueda, entrega,
donación y servicio a los más pobres o menos favorecidos de la comunidad o del
barrio”.
e)
Hacer
un compromiso de cada día de: hacer momentos de silencio para interiorizar la
Palabra de Dios; tener momentos fuertes de oración íntima, cálida, extensa e
intercesora; dedicar tiempos fuertes al estudio de la Palabra y la enseñanza de
la Iglesia.
6.
Canto:
Noche de Paz.
7. Oración: “Ven,
Señor, y haz tu obra. Despiértanos, incítanos. Enciéndenos. Arrástranos hacia
adelante. Sé aromático como las flores y dulce como la miel” Enséñanos amar y
avanzar”. San Agustín.
Compartir un acto de amor: la “Cena
de Navidad”.
Feliz Navidad para todos los
hombres de buena voluntad
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