Para vivir el
Sacramento de la Reconciliación.
Iluminación: Y todo proviene de Dios, que nos
reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.
En efecto, Dios estaba reconciliando al mundo consigo por medio de Cristo, no
tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, al tiempo que nos confiaba
la palabra de la reconciliación (2 Cor 5, 18- 20).
1. Ministros de la Nueva Alianza.
“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y que sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella. A ti te daré las llaves del Reino
de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 18-19)
Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto,
sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn
20, 21- 23).
2. El Nuevo Nacimiento.
Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo,
magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que
has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú
realizas, si Dios no está con él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te
digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.(Jn 3,1s)
“Vino a los suyos, mas los suyos no la recibieron. Pero a
todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que
creen en su nombre; éstos no nacieron de
sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios.
Y la Palabra se hizo carne” (Jn 1, 11. 13).
3. ¿Qué hacer para nacer de Nuevo?
1.
“Escuchar
la Palabra de Cristo. “Pero, ¿cómo van a invocar a aquel en quien no han
creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo van a oír sin
que se les predique? ¿Y cómo van a predicar si no son enviados? Como dice la
Escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian el bien! Pero no todos obedecieron a la Buena Nueva.
Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a nuestra predicación? Por tanto,
la fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo” (Rom
10, 14- 17).
Oración: “Piedad de mí, oh Dios, por tu
bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa,
purifícame de mi pecado” (Salmo 51, 3) (50).
2.
El reconocimiento de nuestros
pecados.
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya,
porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo
enviaré; y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en
lo referente a la justicia y en lo referente al juicio.(Jn 16. 7-8)
Oración: “Pues yo reconozco mi delito, mi
pecado está siempre ante mí; 6 contra ti, contra ti solo pequé, lo malo a tus
ojos cometí. Por que seas justo cuando hablas e irreprochable cuando juzgas”
Salmo 51, 3- 6)
3.
El Arrepentimiento. “Ellos mismos comentan cómo llegamos
donde vosotros y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los
ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero” (1 Ts 1,9)
“Mira que nací culpable, pecador me concibió mi madre. Y tú
amas la verdad en lo íntimo del ser, en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con hisopo hasta quedar limpio, lávame hasta blanquear más que la
nieve. Devuélveme el son del gozo y la alegría, se alegren los huesos que tú machacaste”(Salmo
51, 7, 10).
4.
La confesión de nuestros pecados. “Si decimos: «No tenemos pecado»,
nos engañamos y no hay verdad en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados,
fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda
injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», hacemos de él un mentiroso y su
palabra no está en nosotros” (1 Jn 1,6-10).
Oración: “Aparta tu vista de mis yerros y
borra todas mis culpas. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi
interior un espíritu firme; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí
tu santo espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación, afiánzame con espíritu
generoso” (Salmo 51, 11- 14).
5.
Aceptar la penitencia. Escuchemos a san Pedro decirnos:
Ø “Rechazad, por tanto, malicias y
engaños, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias.
Ø Como niños recién nacidos, desead la
leche espiritual pura, a fin de que, gracias a ella, crezcáis con vistas a la
salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno” (1 Pe 2, 1-2).
Ø “Aceptar la penitencia es aceptar la
alegría del perdón, para aceptar luego participar de los padecimientos de
Cristo. Tal y como san Pablo lo propone: “Os exhorto, pues, hermanos, por la
misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio
vivo, santo y agradable a Dios. Tal debería ser vuestro culto espiritual” (Rom
12, 1)
Ø “Hijo mío, manténte fuerte en la
gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos
confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.
Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús” (2 Tim 2,
1-3).
Oración: “Enseñaré a los rebeldes tus caminos
y los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios salvador
mío, y aclamará mi lengua tu justicia”
4.
Actitudes para hacer una confesión.
La actitud es la disponibilidad interior que existe antes del
acto. Quién no lleva las siguientes tres actitudes, lo más seguro es que no
lleva un arrepentimiento sincero.
1. Actitud de fe en la Iglesia. Creer en la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, supone la Fe en
Cristo el Salvador, el Maestro y el Señor de la Iglesia. Creer en la Iglesia
como el Pueblo de la Nueva y eterna Alianza. Así lo confirma la Palabra de
Dios.
Ø “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio
real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a anunciar las alabanzas de
Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz; vosotros, que si
en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois Pueblo de Dios: ésos de los que
antes no se tuvo compasión, pero que ahora son compadecidos (1 Pe 2, 9- 10).
Ø San Paso lo confirma al decirnos:
“Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos,
habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo”. “Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que
estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Por él, unos y otros tenemos
libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni
forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios” (Ef 2, 17-
19).
Ø San Mateo fortalece lo anterior al
hablarnos del Gran envío: “Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido
dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a
todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad
seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.» (Mt
28, 18- 20).
Ø San Juan confirma lo anterior al
decirnos que Cristo el Señor confió a su Iglesia el Ministerio de la
Reconciliación: “Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto,
sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Jn
20, 21- 22)
¿Cómo podrá la Iglesia perdonar los pecados si no hay
confesiones? La Iglesia no los perdona por méritos personales de sus Ministros,
sino, por méritos de Jesucristo, el Redentor de la Humanidad que hace de su
Iglesia, su Cuerpo, Sacramento de Reconciliación.
2. Actitud de
esperanza. La Sagrada Escritura nos habla del encuentro con Cristo como un
“Juicio” en el que hay un fiscal que acusa y un abogado que defiende. Nuestra
esperanza es saber que si vamos al encuentro con Cristo llevando un corazón
contrito y arrepentido, no seremos rechazados, no pisaremos la cárcel, y
saldremos del “encuentro” justificados, salvados y santificados: “Así pues, una
vez que hemos recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con
Dios. Y todo gracias a nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido,
también mediante la fe, el acceso a esta gracia en la que nos hallamos, y nos
gloriamos en la esperanza de participar de la gloria de Dios” (Rom 12. 1-29. Mi
esperanza es ser en Cristo un hombre nuevo y renovado: “Lo digo porque el que
está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió
consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación” (2 Cor 5,
17-18). La esperanza del pecador es saber que tiene un Padre que lo ama, lo
perdona, lo salva y le da el don del Espíritu Santo.
Oración: “abre, Señor, mis labios, y publicará
mi boca tu alabanza. Pues no te complaces en sacrificios, si ofrezco un
holocausto, no lo aceptas. Dios quiere el sacrificio de un espíritu contrito,
un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias. ¡Sé benévolo y
favorece a Sión, reconstruye los muros de Jerusalén!
3.
Actitud de caridad. En el encuentro con Cristo el pecador
arrepentido se levanta con nueva una presencia en su corazón que lo capacita
para vivir como Discípulo Misionero de Cristo: “y la esperanza no falla, porque
el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo
que nos ha sido dado” (Rom 5, 5). Tres cosas nos Pide Jesús a todo el que ha
salido de sus manos como regalo para su Familia y para su Iglesia:
Ø Ámame: “El que
tiene mis mandamientos y los lleva a la práctica, ése es el que me ama; y el
que me ame será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» (Jn
14, 21).
Ø Sígueme: Jesús
le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará; y
vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras”
(Jn 14, 23).
Ø Sírveme: “Vosotros
me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo,
el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros
los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo
que
acabo de
hacer con vosotros” (Jn 13, 13-15).
5. En proceso de
conversión.
El proceso de
conversión sugerido por Pablo, garantiza al neo converso, permanecer el camino
de la salvación, llevando una vida orientada hacia Dios, siguiendo las huellas
de Jesús el Señor: “Os
exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a
vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Tal debería
ser vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis a la forma de pensar del mundo
presente; antes bien, transformaos mediante
la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la
voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12. 1-2).
“En virtud de la misión que me ha sido confiada, debo deciros
que no os valoréis más de lo que conviene;
tened más bien una sobria autoestima según la medida de la fe que Dios ha
otorgado a cada cual. Pues así como nuestro cuerpo, aunque es uno, posee muchos
miembros, pero no todos desempeñan la misma función, así también nosotros,
aunque somos muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo: los unos somos miembros para los otros”
(Rom 12, 3- 5).
Oración: “Conviérteme Señor y me convertiré.”Hazme
volver y volveré” “Dadme Señor un corazón nuevo para que yo te pueda amar”
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