1.
El Dios de las Alianzas
Objetivo. Enseñar a la luz de la Sagrada Escritura, el deseo salvífico de Dios que se hace cercano para liberar y comprometerse con su pueblo, que no era pueblo con el que hace Alianza para asociarlo a su designio salvífico y hacerlo luz de las naciones.
Iluminación. Yahvé bajó al monte Sinaí, a la cumbre del
monte, y mandó a Moisés que subiera a la cima. Moisés subió” (Ex 19,
20) “Dios pronunció estas palabras: «Yo soy Yahvé, tu Dios, que te he sacado del
país de Egipto, del lugar de esclavitud (Ex 20,1).
La Alianza: (Pacto/ Mandamientos/
Eucaristía) El
pueblo de Israel es en sus orígenes un “un grupo de tribus nómadas que van de
un lugar a otro buscando pastos para sus rebaños. Para ellos su Dios no era
como los dioses de los demás pueblos. Para los otros pueblos de la tierra su
dios era de acá abajo: es un animal, el fuego, la lluvia… Para Israel su Dios
es de allá arriba y le nombran el Dios de las Alturas: El Saday. Para los
pueblos paganos su dios es sanguinario y pide víctimas humanas, en cambio para
Israel su Dios, “Es Santo” y lo nombran el Qadosh, el Santo de Israel. Es un
Dios cercano, amigo que camina con ellos y se ha revelado como “Yahve”. Para
los otros pueblos su dios cambiaba, como cambian las estaciones; para los
padres de Israel su Dios no cambia y le llaman el Olam: el Eterno, el que no
cambia. La Roca de Israel que cumple lo que promete. Es el Dios de la Promesas,
el Dios de la Alianza.
En la Alianza, igual que la creación, es una
iniciativa divina, completamente libre y soberana. Es el Dios que nos ama por
primero” (1Jn 4, 10). Toma la iniciativa para acercarse a los hombres, ya que
ellos no pueden acercarse a Él. Dios es el totalmente libre para revelarse a sí
mismo y revelarnos el misterio de su Voluntad, su designio eterno de salvación.
El Dios de la Alianza es Amigo
que “se comunica, se dona y se entrega” para hacer a los hombres
partícipes de su Naturaleza divina (2 Pe 1, 4) y asociarlos en su Designio de
salvación. El Dios de la Alianza es el Dios de la Revelación y el Dios de la Gracia.
Dios, el misionero del Cielo, se hace cercano. Moisés vio que la zarza ardía,
pero no se consumía. Pensó, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver este
extraño caso: por qué no se consume la zarza.» Cuando Yahvé vio que Moisés se
acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés, Moisés!» Él respondió: «Aquí estoy.» Le dijo: «No te acerques aquí; quítate las sandalias
que llevas puestas, porque el lugar que pisas es suelo sagrado.» (Ex 3, 1- 5) «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto; he escuchado el clamor
ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la
mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y
espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de
los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los
jebuseos (Ex 3, 6- 8).
Moisés es el misionero del Padre. “El clamor de los israelitas
ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los afligen
. Así
que ponte en camino: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo,
los israelitas, de Egipto.» Moisés dijo a Dios: «¿Quién soy yo para ir al
faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» Dios le respondió: «Yo estaré
contigo, y ésta será la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo
de Egipto, daréis culto a Dios en este monte*. (Ex 3,
9- 12). Lo anterior me dice que mientras estemos en la esclavitud del pecado no
podemos dar culto a Dios, servirlo y amarlo.
Dios se da a conocer y nos revela el
Misterio de su Voluntad. El Dios de la Alianza de Moisés sigue vinculado, al Dios de los padres de
Israel, de manera que empieza diciendo; “Yo soy el Dios de sus padres, de Abraham, Isaac y Jacob. (Ex
3, 6) Pero después añade: “Soy el que soy” (soy Yahvé Ex 3, 14) , Contestó
Moisés a Dios: «Si, cuando vaya a los israelitas y les diga: ‘El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros’, ellos me preguntan: ‘¿Cuál es su
nombre?’, ¿qué les responderé?» Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y
añadió: «Esto dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a vosotros.»
Siguió Dios diciendo a Moisés: «Esto dirás a los israelitas: ‘Yahvé, el Dios de
vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha
enviado a vosotros’. Éste es mi nombre para siempre;
Al enviar a Moisés en virtud de este Nombre, Dios -Yahvéh- se revela sobre todo como el Dios de la Alianza: "Yo soy el que soy para vosotros; estoy aquí como Dios deseoso de hacer alianza y de dar salvación, como el Dios que os ama, os libera y os salva. Podemos afirmar que la iniciativa del Dios de la Alianza, sitúa, desde el principio, la historia del hombre en la perspectiva de la salvación. La salvación es comunión de vida sin fin con Dios;
La Alianza del Sinaí (Éxodo 19- 24) (Fecha 1250
a.C.) Después de cruzar el mar Rojo, Moisés recibió la
orden de Yahvé de llevarse el pueblo al desierto, rumbo a la “Montaña de Dios” para hacer a alianza con él. Dios primero
libera y luego hace alianza. Lo que nos hace pensar que nuestro Dios no
hace alianza con esclavos (cfr Éx. 19, 1). EL Dios de la Alianza es ante todo
un Dios vivo y personal que llama al
hombre a un encuentro personal con Él; un
amigo muy cercano que camina con su Pueblo, lo defiende, le da de beber, de
comer, lo corrige para manifestarle abiertamente su amor y le invita a
corresponder. Este Dios que se va revelando, es un Dios Único, que se
revela a su pueblo como fuente de amor y
de vida. El pueblo es su propiedad, y por eso le exige “No tendrás otro Dios
fuera de mí” (Éx. 20,3)
El Pueblo comprende que la liberación y la alianza exigen una conversión de corazón y una fidelidad en el cumplimiento de la Alianza que esclarece la relación con Dios y las relaciones fraternas y respetuosas con los demás (Éx. 20, 1-17) Fe y obediencia serán las exigencias de Dios para el pueblo de la Alianza. Dios se compromete con su Pueblo y éste se compromete con su Dios a ser fiel a la Alianza para gozar de los cuidados de su Dios. “Yo soy tu Dios y tu eres mi pueblo”. De la experiencia de la alianza nace la fe de Israel y es constituido como pueblo de Dios. La alianza es además el fundamento del culto israelita.
Puede hablarse de la alianza de Dios con Noé (Gn 9) y con Abraham (Gn 15), pero la fundamental, la que define a Israel, es la Alianza del Sinaí, que constituye el momento fundante del nacimiento de Israel como pueblo. La Alianza es posible porque Dios se manifiesta al pueblo por medio de truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte: “El tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos. Una densa nube cubría el monte, y podía oírse un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo, en el campamento, se echó a temblar. Moisés hizo salir al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Yahvé había descendido sobre él en el fuego. El humo ascendía, como si fuera el de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno*. Yahvé bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte, y mandó a Moisés que subiera a la cima. Moisés subió”. (Ex 19, 16- 20).
El Decálogo de la Alianza. De
los signos cósmicos, propios de las religiones de la naturaleza, el texto nos
lleva a la palabra, en la que Dios se
manifiesta como persona: “Dios
pronunció estas palabras: «Yo soy Yahvé,
tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, del lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí*. No
pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios en falso * Recuerda el día del sábado
para santificarlo*. Honra a tu padre y a tu madre*, para que se prolonguen tus
días sobre la tierra que Yahvé, tu Dios, te va a dar. No matarás.*
No cometerás adulterio.* No
robarás.* No darás testimonio falso
contra tu prójimo*. No codiciarás la
casa de tu prójimo*, ni codiciarás la mujer de tu prójimo* (Ex 20, 1-8).
EL Código de la Alianza. Las
palabras de los Mandamientos se hacen Código, libro de la Alianza. Sólo donde
hay palabras puede haber pacto, es decir, diálogo amoroso y firme, promesa
efectiva por parte de Dios que promete ser el Dios de unos hombres que le
prometen ser fieles a Dios. Los
Mandamientos de la Ley de Dios son el signo de la aAianza del Sinaí. El libro
de la Alianza no es un texto de cantos de guerra ni un poema que contiene
antiguas tradiciones. Aparece más bien como revelación de Dios y palabra
constitutiva de la identidad israelita, es documento de alianza: testimonio
donde se refleja la voluntad creadora de Dios para su pueblo y compromiso de
acción del mismo pueblo para con su Dios. El Grito de la Alianza: “Tenemos Dios y Somos su Pueblo”.
Experiencia que dirige la Historia de Israel y que es fundamento del Culto israelita
al único Dios.
“Entonces Moisés escribió todas las palabras de Yahvé. Se levantó temprano y construyó al pie del monte un altar con doce estelas por las doce tribus de Israel. Luego mandó a algunos jóvenes israelitas que ofreciesen holocaustos e inmolaran novillos como sacrificios de comunión para Yahvé. Moisés tomó la mitad de la sangre y la echó en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el altar. Tomó después el libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahvé.» Entonces Moisés tomó la sangre*, roció con ella al pueblo y dijo: «Ésta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con vosotros, de acuerdo con todas estas palabras.»Sacrificio y sangre de la Alianza” (Ex 24, 4-8).
Esta alianza sellada con la sangre de “toros y machos cabríos” es el fundamento del pueblo israelita que se sabe vinculado a Dios por una Ley que se expresa a través de unos mandamientos concretos que Dios mismo ha revelado al pueblo para que viva en libertad.
Pues bien, a pesar del compromiso de la sangre de ellos, el Pentateuco afirma que los israelitas han roto la alianza, de manera que cuando Moisés desciende del Monte y encuentra al pueblo bailando alrededor del becerro de oro, tiene que romper las tablas de la ley. Israel ha roto la Alianza, pero Dios la renueva, en gesto de misericordia.
Las Leyes de la Alianza. “Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahvé tu Dios; a ti te ha elegido para que seas el pueblo de su propiedad entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra. Si Yahvé os ha sacado con mano fuerte y os ha liberado de la casa de servidumbre, del poder del faraón, rey de Egipto, ha sido por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres. Has de saber, pues, que Yahvé tu Dios es el Dios, el Dios fiel que guarda su alianza y su favor por mil generaciones con los que le aman y guardan sus mandamientos” (Dt 7, 6.8-9). A la luz del Deuteronomio podemos deducir las Leyes de la Alianza:
a) La Ley de la pertenecía. Se trata de una pertenencia mutua. Dios es de aquellos que le pertenecen porque Él los ha adquirido.
b) La Ley del Amor. Se trata de amores recíprocos. Dios ama a su pueblo con amor incondicional y el pueblo debe amar a su Dios.
c) La ley del servicio. Dios se dona y se entrega a su pueblo para asociarlo a su obra y hacer de su pueblo luz de las naciones.
Una Nueva Alianza para tiempos futuros. Los profetas al ver la dureza de corazón de los israelitas al no responder
a Dios obedeciendo la Alianza, anuncian una nueva: “Van a llegar días —oráculo de Yahvé— en que yo pactaré con la Casa de
Israel (y con la Casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté
con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos
rompieron mi alianza y yo hice estrago en ellos — oráculo de Yahvé—. Sino que
ésta será la alianza que yo pacte con la Casa de Israel, después de aquellos
días —oráculo de Yahvé—: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la
escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Jer 31, 31- 33) “Concluiré con ellos una alianza de paz, que
será para ellos una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré
mi santuario en medio de ellos para siempre” (Ez 37, 26). “Me desposaré con ella para siempre” en
justicia y en derecho; en amor y en misericordia, en fidelidad y en
conocimiento (Os 2, 12).
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