La Persona de María en el Plan de Salvación.
OBJETIVO: Presentar a María como Virgen y Madre
de Dios, Modelo e Imagen de la Iglesia. María es ya lo que la Iglesia está
llamada a ser; es signo de esperanza cierta para la Iglesia que camina
hacia la casa del Padre.
1.
El Designio
de Dios.
Hablamos del Plan eterno de Dios.
Un Plan de vida y de salvación por el cual, Dios quiere hacer a los hombres
partícipes de su naturaleza divina (Jn 10,10; 2 Pe 1, 4b). Quiere levantarlos
de su postración para elevarlos a la condición de ser hijos de Dios (Ef 1,5).
Dios en su gran Bondad quiere hacer una Alianza con los hombres para asociarse
con ellos y sean protagonistas de su Plan de Salvación. Plan que fue realizado
en la Historia por Jesús, el Hijo de Dios y es, actualizado hoy, en nuestra
vida por el Espíritu Santo.
11. La Promesa del Padre.
“Os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré
que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis
la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios” (Ez 36, 26- 28).
“Por eso, profetiza y diles: Esto dice
el Señor Yahvé: Voy a abrir vuestras tumbas; os sacaré de ellas, pueblo mío, y
os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahvé cuando abra
vuestras tumbas y os haga salir de ellas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en
vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahvé,
lo digo y lo hago —oráculo de Yahvé—.» (Ez 37, 12- 14).
111. El cumplimiento de la Promesa.
¿Qué hace Dios para cumplir sus
promesas de salvación? San Juan nos dice que Dios movido por el amor nos
entregó a su Hijo (1 Jn 4, 10) Dios podía habernos salvado por cualquier otro
camino, pero su voluntad fue, salvarnos por medio de Cristo su Hijo, y quiso
darnos a Cristo por medio de María. Dos textos de la Escritura, uno de Pablo y
otro de Lucas:
“Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se
hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. Y,
dado que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
que clama: ¡Abbá, Padre!” (Gál 4, 4- 6)
“Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a un pueblo de
Galilea, llamado Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de
la casa de David. La virgen se llamaba María” (Lc 1,
26s). El Ángel viene a traer “buenas noticias”, Los tiempos Mesiánicos han
llegado, Dios va a realizar la salvación prometida en otros tiempos.
1V. Una joven llamada María.
La virgen se llamaba María. María,
mujer judía, aldeana y campesina, una de huarache; es hija del pueblo judío; mujer
pobre, pero muy religiosa, pertenece al “grupo de los anawyn, los pobres de
Yahvé: El resto pobre anunciado por Sofonías (So 3, 11ss), que esperaba una liberación espiritual que sólo
podía venir de Dios y nunca de los poderosos de la tierra.
V. La esperanza
Mesiánica.
María, con los pobres de Yahvé, a lo largo
de los siglos y en medio de la opresión y explotación por medio de las
potencias extranjeras, había encarnado la esperanza Mesiánica: “Qué un
día, en el día del Mesías, esas opresiones y explotaciones llegarían a su fin”.
Por eso ponen su confianza en Dios y se abandonan en sus
manos.
En el canto del
Magnificat, transmite Lucas una tradición que conserva el sentido y los
sentimientos de fondo de la oración de María, modelo de la del Pueblo de Dios. “porque ha hecho en mi favor cosas grandes
el Poderoso, Santo es su nombre” (Lc 1, 49). Según la forma clásica de un
salmo de acción de gracias, celebra María las maravillas que Dios hace en la
historia de la salvación en favor de los humildes. Les prometió salvación en
otro tiempo y hoy lo está cumpliendo: “como
había anunciado a nuestros padres— en favor de Abrahán y de su linaje por los
siglos” (Lc 1, 55)
María, es la
primera en conocer la “alegría mesiánica” al ver las maravillas que el Señor
está haciendo en ella y en Zacarías e Isabel. Para los pobres de Yahvé Dios es
Fiel y cumple lo que promete.
El diálogo más liberador de la historia.
1.
La
Anunciación.
Diálogo entre el Cielo y la tierra.
Entre Dios y los hombres. De parte de Dios el Ángel Gabriel y de parte de los
hombres, María de Nazaret. El Ángel
saluda: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Es un
saludo Mesiánico anunciado por los Profetas: “¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén! Que viene a ti
tu rey: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en una cría de asna”
(Zac 9, 9. So 3, 14). Si hoy estamos hablando de María, si hoy le pedimos y le
cantamos, y ella nos alcanza favores del Cielo, es porqué Dios está con ella: “El Señor está contigo”. Desde su
concepción inmaculada hasta la eternidad, el Señor está con su hija predilecta.
Ella se conturbó por estas palabras
y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios; vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús. Él será grande, le llamarán Hijo del Altísimo y el
Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob
por los siglos y su reino no tendrá fin (Lc 1, 30- 33). El ángel Gabriel da a
conocer a María lo que Dios quiere hacer en favor de su pueblo y de toda la
humanidad. Ella con una madurez humana impensable pregunta desde su realidad
virginal.
María respondió al ángel: «¿Cómo
será esto posible, si no conozco varón?» el ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será
santo y le llamarán Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha
concebido un hijo en su vejez y ya está en el sexto mes la que era considerada
estéril, porque no hay nada imposible para Dios.»
Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el
ángel la dejó y se fue (Lc 1, 35- 38). Al escuchar las palabras del Ángel, María
entiende que se trata del Mesías prometido. Ella anhela la liberación de su
Pueblo y se compromete con Dios en un acto de solidaridad dándole su “Fiat”.
11. María Virgen y Madre.
A la luz del diálogo más liberador de la historia entre María
y el Ángel del Señor, Pablo VI, nos dejó en la “Marialis Cultus”, cuatro perfiles
del rostro de la Madre por lo que es llamada “Madre y Modelo” para toda la
Iglesia.
A)
María es la Virgen oyente. Es oyente porque escucha en su
corazón la Palabra de Dios que la invita aceptar la Misión única e irrepetible
de ser la Madre de su Hijo unigénito. Para la Escritura la fe viene de la
escucha de la Palabra de Dios (Rom 10, 17). La Virgen oyente es la primera
Evangelizada, es la primera en creer y por eso es la primera discípula de su
Hijo. Ella la Virgen oyente encuentra en la voluntad de Dios la delicia de su
vida, con alegría exclama: “Habla Señor que tu sierva escucha”. María se define
a sí misma como la “humilde esclava del Señor”. La disponibilidad para hacer la
voluntad de su Señor invade totalmente el alma de la Mujer elegida desde la
eternidad de Dios para ser Madre de
Jesús.
B)
María es la Virgen Orante. Es orante porque
ora. La Oración de María es íntima y abierta a la voluntad de Dios. En su
diálogo con Dios pregunta: “«¿Cómo será esto posible, si no conozco
varón?»” Ella, Mujer de oración íntima, cálida y extensa, acostumbrada
por su intimidad con el Señor a tener experiencias sublimes. Pregunta al Dios
que respeta la libertad de los hombres.
¿Cómo es la Oración de María? "María dijo: Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha
mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es
santo. Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El
hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios, de corazón, derriba del
trono a los poderosos, y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma
de bienes y a los ricos Is despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres—, en
favor de Abrahán y su descendencia para siempre" (Lc 1, 46-55).
C.
María la Virgen Madre. El ángel del explica a
María la obra que el Espíritu Santo realizará en ella: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de
Dios. María es Mujer creyente y acepta después de escuchar la explicación
ángel ser la Virgen Madre del Hijo de Dios. Ella es Madre fecunda que se dona
en favor de toda la Humanidad.
D.
María es la Virgen Oferente. Dios respeta la
libertad de los hombres, propone, pero no obliga, el hombre responde desde su
libertad. María es Mujer Oferente por que se ofrece al igual que los grandes de
la Biblia. Cree que puede ser Madre, siendo Virgen, y responde al Cielo
diciendo: «He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra.» El Fiat de María hace que el Cielo baje a
la tierra, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo del Padre se
encarna en las entrañas de la Virgen Madre por obra del Espíritu Santo. La
Encarnación es la Obra perfectísima del Espíritu Santo en María. Dios se hace
humano para amarnos con un corazón de hombre.
El Catecismo de María.
María es ahora
portadora de una Presencia que invade todo su ser. Al escuchar de parte del
ángel que su pariente Isabel, la que llamaban estéril, está en su sexto mes de
embarazo, no duda en ir a servirle y a compartir con ella la alegría de su
maternidad. María, la primera evangelizada, es ahora la primera misionera de la
alegría y la primera evangelizadora. El Catecismo de María lo podemos exponer
en tres lecciones entresacadas del Encuentro con Isabel, representante del
Antiguo Testamento y María, la nueva Eva, representante del Nuevo Testamento.
Encuentro entre dos Alianzas.
“En aquellos días, se puso en camino María y se dirigió
con prontitud a la región montañosa, a una población de Judá. Entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de
gozo el niño en su seno; Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿cómo así viene a visitarme la madre de
mi Señor? Porque apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las
cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 40,
45).
Entra María
en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo
el niño en su seno; Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos.
La fuerza de la Palabra está en el contenido de la Verdad que nos descubre el
ser y el quehacer de María.
1. Primera lección. María es
Bendita. “Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” María es bendita en
Cristo, al igual que todos nosotros (cfr Ef 1, 3). Cristo es su Bendición, por
eso es la “Llena de Gracia”. Es la llena de Cristo, la llena del Espíritu
Santo, la lleva de Virtudes y Valores, la llena de Carismas.
2. Segunda lección. María es
Madre del Señor. ¿Cómo así viene a visitarme la madre de mi Señor? María es la Madre de Emmanuel que significa “Dios con nosotros” Por
eso la Iglesia la llama la Madre de Dios. Pues es la madre de Jesús, Jesús es
Cristo y Cristo es Dios.
3. Segunda lección: María es
mujer creyente. ¡Feliz
la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del
Señor!» ¿Qué es lo que María ha creído? Que sería
Madre, siendo Virgen. ¿Cómo es la fe de María? La fe de María es confianza y
abandono en las manos de Dios. Es donación, entrega y servicio, sin límites a
la Obra de su Hijo.
La fe de María
es un don de Dios que en ella se hace amor, donación, entrega y servicio a la
Obra de su Hijo. Por eso ella es la “Humilde Sierva”, no sólo en la
Anunciación, sino también, a lo largo de su vida, y ahora en la eternidad,
sigue siendo la Servidora, la Medianera, y la Abogada de la Iglesia. Ya que
Dios, pudiendo salvarnos por cualquier otro camino, quiso salvarnos por medio
de Cristo y quiso darnos a Cristo medio de María.
¿Cómo sería la
fe de María?
La fe de María
es la misma del Pueblo de Dios: una fe humilde que se ahonda sin cesar a
través de las oscuridades y de las pruebas. Ella vive cada momento en una
situación de no comprender todavía (Cfr. Lc 2, 19-51) con referencia a algo
venidero que ha de traer solución y cumplimiento. Lo hace con fe profunda y
confiada. En esa fe actúa la misma gracia que después, cuando llega la hora,
trae la luz y la paz. Pero, al surgir, la luz se convierte en punto de partida
para una nueva expectación creyente. Así María la Mujer creyente camina “de fe
en fe” (Rm 1, 17); camina y responde a la Voluntad de Dios sin pedir cartas de
recomendación, si pedir garantías ni privilegios, sencillamente obedece y
espera.
María la Primera Redimida.
Redimida de un modo eminente, en atención a
los futuros méritos de su Hijo y a El unida con estrecho e indisoluble vínculo,
está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios
Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu
santo” (LG#55)
María presente en los momentos esenciales de la vida de Jesús.
1.
A la luz del Designio de Dios.
La unión
de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el
momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte (LG# 57) María,
la llena de Gracia, la favorecida a quien el Señor ha acompañada a lo largo de
su existencia, será por su “Fiat” portadora de la “!Vida!” que toma rostro humano
en su seno virginal. Dios, se hizo hombre, toma rostro humano para unirse a los
hombres, sacarlos de su servidumbre y hacer Alianza con ellos.
11. En la anunciación.
Al sexto mes
envió Dios el ángel Gabriel a un pueblo de Galilea, llamado Nazaret, a una
virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. La virgen se
llamaba María. Cuando entró, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.» (Lc 1, 26s)
La finalidad
del relato de la anunciación es declarar que Jesús es el Mesías y el Hijo de
Dios. El niño se llamará Jesús, será hijo del Altísimo, hijo de
David, el rey de Israel, el Mesías anunciado (Lc 1, 31-33).
María juega un
papel importante y capital en el proyecto de Dios colaborando con toda su
voluntad, con toda su libertad, con toda su entrega, con toda su fe y con todo su
amor. Será una “maternidad mesiánica” y “una maternidad divina”. Madre del
Mesías prometido y Madre del Hijo de Dios.
111. En el Nacimiento.
Mientras
estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito. Lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el
albergue (Lc 2- 6- 7). El nombre del Niño es Jesús, Él salvará a su pueblo de
sus pecados (Mt 1, 21)
1V. En la Epifanía a los pastores.
Fueron a toda
prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre (Lc 2,
17). Los pastores pobres y humildes encontraron al Niño se llenaron de alegría
y daban testimonio de lo que habían visto y oído.
V. En la Epifanía a los Magos de Oriente.
Unos magos que
venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el rey
de los judíos que ha nacido? Es que vimos su estrella en el Oriente y hemos venido
a adorarlo” (Mt 2, 1-2). Los Magos venidos de las naciones de orienta son
figura de las naciones paganas que son llamadas a la Salvación
V1. En la presentación.
Cuando se
cumplieron los días en que debían purificarse, según la Ley de Moisés, llevaron
a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del
Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer en sacrificio un par de
tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. (lc 2,
22-24)
En la
presentación en el templo oye María aplicar a su Hijo la profecía del Siervo
de Yahvé, luz de las naciones y signo de contradicción (Cfr. Lc 2, 29-35).
V11. En la búsqueda del niño.
Al
Niño Jesús perdido y buscado con dolor, sus padres lo hallaron en el templo,
sentado en medio de los doctores, ocupado en las cosas que pertenecían a su
Padre, y no entendieron su respuesta. Mas su Madre conservaba en su corazón,
meditándolas, todas estas cosas (cf. lc., 2,41-51). María
reconocerá en ellas no sólo la misión y vocación de su hijo, sino también la
superioridad de la fe sobre la maternidad carnal.
V111. En el primer Milagro.
Tres días
después se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de
Jesús. Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos. Al quedarse
sin vino, por haberse acabado el de la boda, le dijo a Jesús su madre: «No
tienen vino.» (Lc 2, 5).
1X. En el zenit de la
predicación de Jesús.
Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta
él a causa de la gente. Le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y
quieren verte.» Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos
que oyen la palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8, 19- 21) El Señor aprovecha la
ocasión para decirnos que al Reino no se entra por los lazos de a carne, sino
por la fe y la conversión (Mc 1, 15)
X. En la crucifixión.
María está de pie, ofreciéndose con
su Unigénito con amor maternal al sacrificio de su Hijo. “Junto a la cruz de
Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y
María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien
amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”
(Jn19,26-27).
X1. En el Nacimiento de la Iglesia.
Como quiera que plugo a Dios no manifestar
solemnemente el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Espíritu
prometido por Cristo, vemos a los Apóstoles antes del día de Pentecostés
"perseverar unánimemente en la oración con las mujeres, y María la Madre
de Jesús y los hermanos de éste" y a María implorando con sus ruegos el
don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la
Anunciación (Hech 1, 14).
De la misma
manera como María estuvo presente en los principales momentos de Jesús, está
ahora presente cuando un cristiano nace y cuando un cristiano se consagra a su
hijo. Está presente cuando un cristiano sufre, es tentado o cuando un cristiano
sirve a sus hermanos. Ella la Mujer solidaria está junto a la cruz de Jesús”
(Jn 19, 25).
María, es una
persona humana; ella es grande por ser sencillamente humana. Es la primera
persona que ha dialogado de forma plena con Dios, en actitud de escucha y de
compromiso generoso en favor de su Pueblo. En Ella mostró Dios su fuerza
poderosa para hacer de María la madre de Jesús, llamado el Cristo, Hijo de
Dios.
Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de
culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue
asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo,
para que se asemejará más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan (Ap19,16)
y vencedor del pecado y de la muerte (LG 59)
¿Qué nos enseña la Asunción de María?.
María es Figura de la Iglesia. Es nuestro Modelo a seguir. Es nuestra
Madre y Maestra que desde el Cielo sirve a la Iglesia de su Hijo, es la Señora
que nos presenta el Apocalipsis: “Apareció en el cielo un
signo sorprendente: una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y
tocada con una corona de doce estrellas” (12, 1). Con un Mensaje para todos los
humanos redimidos por su Hijo: “Vale la pena escuchar y obedecer la Palabra de
Dios”. “Vale la pena servir al Designio de Dios”. “Vale la pena creer, amar,
seguir y servir a Dios que se ha manifestado en Jesucristo”. “Vale la pena
llevar una vida consagrada a Dios y a su Plan de Salvación. “Valen la pena
todas las renuncias y sacrificios que se hagan por amor a la Causa de su Hijo”.
“Vale la pena luchar contra el Maligno, sometiéndose bajo la poderosa mano de
Dios para vencer el Mal”.
La Virgen Madre desde el Cielo dice a sus hijos: “Mírenme, como me ven,
se verán, no teman creer en mi Hijo y hacer lo que Él les diga, para que tengan
Vida eterna”. ¿Qué es el Cielo para la Madre? Para ella el Cielo es su Hijo, el
Verbo del Padre que por la acción poderosísima del Espíritu Santo trajo el
Cielo a la Tierra. Para la Madre el Cielo es Comunión con su Hijo y con todos
los miembros de su Cuerpo. En el Cielo de María no hay divisiones, tampoco hay
hermanos separados como tampoco hay enemigos, todo es Familia del Padre, todo
es Comunión, y lo que nos une es el Amor, y como Dios es Amor es Dios el que
nos une. El Cielo de María comienza aquí en la Tierra para todos los que
abrazan la Voluntad de Dios: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he
amado, para que el mundo crea que el Padre me ha enviado” (Jn 13, 34- 35).
El culto a María.
1.
El culto a María.
El culto de veneración a María hunde sus
raíces en sus mismas palabras: “Bendita me llamarán todas las naciones” (Lc ,
48). Pero de manera especial tengamos en cuenta lo que sucede en la Anunciación:
María, por su “Fiat”, entra en Alianza con el Dios de su
pueblo en favor de toda la Humanidad. La Virgen Madre, por pura gracia y por
puro amor, queda totalmente Consagrada al Señor su Dios, con quien se compromete,
para servir con entrega absoluta y disponibilidad plena a la Obra salvífica de
su Hijo. Desde el momento de su Fiat, María es la “Virgen Madre”. La Mujer
asociada a la Obra redentora de su hijo Unigénito.
11. Lo
que nos dice el Concilio.
“Único
es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol: "Porque uno es Dios y
uno el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se
entregó a Sí mismo como precio de rescate por todos" (1 Tim 2,5-6).
Pero la misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece
ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.
Porque todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen en favor de los hombres
no es exigido por ninguna ley, sino que
nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo,
se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma, saca toda
su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes
con Cristo” (LG # 60)
111. Naturaleza y fundamento
del culto
María, que por la gracia de Dios,
después de su Hijo, fue ensalzada por encima todos los ángeles y los hombres,
en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de
Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia. Y, en efecto, desde los tiempos más
antiguos la Santísima Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo
amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas.
Especialmente desde el Sínodo de Efeso, el
culto del Pueblo de Dios hacia María creció admirablemente en la veneración y
en el amor, en la invocación e imitación, según palabras proféticas de ella
misma: "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque hizo en
mí cosas grandes el que es poderoso" (Lc 1,48). Este culto, tal
como existió siempre en la Iglesia, aunque es del todo singular, difiere
esencialmente del culto de adoración, que se rinde al Verbo Encarnado, igual
que al Padre y al Espíritu Santo, y contribuye poderosamente a este culto. Pues
las diversas formas de la piedad hacia la Madre de Dios, que la Iglesia ha
aprobado dentro de los límites de la doctrina santa y ortodoxa, según las
condiciones de los tiempos y lugares y según la índole y modo de ser de los
fieles, hacen que, mientras se honra a la Madre, el Hijo, por razón del cual
son todas las cosas (cf. Col 1,15-16) y en quien tuvo a bien el Padre
que morase toda la plenitud (Col 1,19), sea mejor conocido, sea amado,
sea glorificado y sean cumplidos sus mandamientos (L G # 66).
1V. ¿Qué
exige la verdadera devoción a la Virgen María?
Qué el culto a María tiene su fundamento, su
consistencia y tiene como centro al mismo Cristo, ya que el culto a la Madre
está al servicio del Hijo de Dios para conocerlo, amarlo, servirlo y guardar
sus Mandamientos. Hablar de culto a María es hablar de nuestra devoción y
amor a la Madre, imitándola en la lucha contra el Mal y en la práctica de las
virtudes que más brillan en ella.
El Concilio nos dice: “Recuerden, pues, los
fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un afecto estéril y
transitorio, ni en vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la
que somos conducidos a conocer la excelencia de la Madre de Dios y somos
excitados a un amor filial hacia
nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes (L G # 67)
V. Actitudes que exige la devoción a María.
El culto a
María ha de promover actitudes profundas de escucha y obediencia a la Palabra, para
no caer en una devoción falsa y estéril, y poder ser “discípulos de Cristo”, en
esto encuentra la Madre su alegría, en que su Hijo se amado, obedecido y
servido por aquellos a los que él llamó amigos y después hermanos (Jn 16, 14;
Jn 20, 29).
V La actitud de oyente. "Oyente"
de la Palabra de Dios que el cristiano escucha en su corazón y engendra en la
fe (Rom 10, 17). Con la luz de la Palabra, nosotros podemos escudriñar los
signos de los tiempos y vivir la historia como signo de la presencia divina (MC
17); El que no conoce la Palabra no conoce a Cristo (San Jerónimo). La escucha
y obediencia de la Palabra nos convierte de creyentes en discípulos de Jesús el
Señor.
V La actitud de orante. Aprendamos con María a ser orantes. Oremos en la línea del "Magnificar",
canto de los tiempos mesiánicos, y en común, como María en la Iglesia naciente
(MC 18); Oremos con María, en cualquier lugar, en todo momento y en cualquier
circunstancia. El que ora se convierte y se salva. Que nuestra oración sea
hecha con amor por toda la familia, la paz del mundo, por la conversión de los
pecadores. María oraban con los Apóstoles en la espera de Pentecostés (Hech 1,
14)
V La actitud de fecundidad. Es
la actitud de la Virgen Madre para incorporar nuevos
hijos a la familia eclesial (MC 19); Llevando una vida digna y agradándole en
todo al Señor (Col 1, 10), tendremos una vida plena, fértil, fecunda y
fructífera en la medida que permitamos que el Amor de Dios se encarne en
nuestros corazones. Sin amor la fe es estéril, al igual que una oración sin
amor está vacía.
V La actitud de "ofrenda" sacrificial por el pecado del mundo y por los pecados de la propia
Iglesia. Aprendamos a ser como ella: Sacrificio vivo, santo y agradable a Dios
(Rom 12, 1).como María, se consagró con su Hijo en el Templo (Lc 2, 22), o junto
a la Cruz (Jn 19, 25), sobre todo, en la celebración del Sacrificio Eucarístico
(MC 20).
El Concilio
Vaticano II amonesta a todos los hijos de la Iglesia a que fomenten con
generosidad el culto a María, particularmente el litúrgico (Cfr. LG 67). María
es justamente honrada con un culto especial (Cfr. LG 66). Pablo VI indica las
líneas fundamentales que ha de observar el culto a María (Marialis cultus
[MC]):
a)
Bíblica, incluso
en las fórmulas de oración y cantos (MC 30); Oremos con María la oración del Magnificat.
El Dios de María, es Señor, Santo, Todopoderoso, Misericordioso y Fiel.
b)
b) Litúrgica, de modo que las prácticas de devoción se armonicen con el espíritu
litúrgico del tiempo y de las celebraciones (MC 31). La Liturgia renovada presenta
las fiestas de María en su relación íntima con los misterios de la vida, muerte
y resurrección del Señor (MC 2-7); así, el Pueblo cristiano asimila, con el
ejemplo de María, el mensaje evangélico;
c) Eclesial, de manera que refleje las circunstancias y preocupaciones de toda la
Iglesia en Cada momento, sobre todo la preocupación ecuménica, y, así, la Madre
de la Iglesia sea celebrada como vínculo de unidad de todos los seguidores de
Jesús (MC 32-33; cfr. LG 69);
d) Antropológica, porque la devoción falsa corre el riesgo de representar una imagen de
María descrita como un ser extra-humano. Ella es la Mujer Nueva y Perfecta
Cristiana, en su calidad de Madre Virginal (MC 34-36). En este aspecto, ninguna
dimensión verdaderamente humana puede ser ajena a la imitación de María en sus
actitudes interiores (MC 37).
V1. María es Madre de la Iglesia.
Al
mismo tiempo ella está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que
han de ser salvados; más aún, es verdaderamente madre de los miembros de Cristo
por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que
son miembros de aquella cabeza, por lo que también es saludada como miembro
sobre eminente y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo
destacadísimo en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el
Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima (LG
53)
Dice San
Agustín: "María es madre de los miembros que creyeron en su Hijo, porque
cooperó con su amor a que los fieles naciesen en la Iglesia" (De Virg. 5,
5; 6, 6). En la misma medida en que los hombres son miembros de la Iglesia,
tienen a María por Madre. María es Madre de todo el Pueblo de Dios, proclama
Pablo VI: "Proclamarnos a María Santísima 'Madre de la
Iglesia', es decir, Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como
de los pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en
adelante sea invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título...
pues María, como Madre de Cristo, es Madre también de la Iglesia" (AAS 56,
1964; 1007-1008).
V11. María,
Medianera.
Dios pudo
habernos salvado por cualquier camino, pero, no le plugo hacerlo así, Él quiso
salvarnos por medio de Cristo, su Hijo amado, y quiso darnos a su Hijo por
medio de María. (Gál 4, 4-5) A esto el Concilio añade:
"La
función maternal de María no disminuye ni oscurece la mediación única de
Cristo, sino que más bien muestra su eficacia" (Cfr. LG 60). María ha
colaborado y sigue colaborando en la obra de la salvación. Así lo confiesa el
Concilio Vaticano II: "Colaboró de manera totalmente única con
la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad ardiente, a la obra del
Salvador para el restablecimiento de la vida sobrenatural de las almas"
(LG 61). "Con su intervención múltiple sigue consiguiéndonos los dones de
la salvación eterna... se preocupa de los hermanos de su Hijo que aún están
peregrinando... Por ello, la Virgen María es invocada en la Iglesia con los
títulos de Abogada, Auxiliadora, Ayuda, Mediadora" (LG 62).
El Señor Jesús sella con su Sangre la Nueva y eterna
Alianza, ahora somos la Familia del Padre, hermanos de Jesucristo e Hijos de
María. Cuando abrazamos por la fe la “obra redentora de Cristo” y entramos a
formar parte de la nueva Alianza Jesús nos hace dos regalos: Nos regala a su
Iglesia y nos regala a su Madre. Iglesia y María son inseparables. Fueron
unidos por Cristo desde la Cruz: “Junto a
la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo
a quien amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dijo al
discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió
en su casa” (Jn 19, 25- 27).
¿Cómo es nuestra relación con
la Señora de Nazaret?
Ella
en el lugar del calvario quedó a cargo nuestro. Y cuántos de nosotros, en vez
de cuidarla y llevarla a nuestro hogar como Madre la sacamos de nuestro
corazón. Deja que entre y verás a ella corriendo para que no te falte el vino
de tu alma. Jesús no estaba en un hotel cinco estrellas cuando nos la entregó,
estaba muriendo, en la cruz y no porque lo obligaron, sino cuando expresaba su
amor hacia nosotros. No me quitan la vida, decía Jesús, yo la entrego, y
podemos añadir, también nadie me quita a mi madre, yo se las entrego. Y en ese
momento nos entrega hasta lo más íntimo, todo lo que tenía que era María, su
madre para que sea la Madre nuestra. “Nos amó hasta el extremo” (Jn 13,1)
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