Perseveraban en la Enseñanza de los Apóstoles, en la Comunión y en la
Fracción del pan y en las Oraciones. (Hech 2, 42. )
Iluminación. Que
la participación en la mesa de tu Hijo nos santifique, Señor, para que, como
miembros de su Cuerpo, nos transformemos en el mismo Cristo, a quien hemos
recibido. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Ante la faz del mundo, el Señor ha puesto una Mesa con
manjares exquisitos y vinos suculentos. (Is 25, 6) Es la Mesa del Señor a la que
todos son llamados, pero poco los elegidos. También, ante la faz del mundo,
está otra mesa: la mesa de los demonios, también está servida con comida de
muertos y quien se alimente con ese alimento se convierte en otro demonio. Marcos
nos dice que Jesús se sentaba a la mesa con pecadores para enseñarnos que los
pecadores son invitados a sentarse a la Mesa con el Señor, el día de las “Bodas
del Cordero” Escuchemos la Escritura: “Y
sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores
estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le
seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y
publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y
pecadores?” (Mc 2, 15-16)
Jesús enseña a las
multitudes con parábolas, pero, hoy, nos dice que su vida es una parábola: se sienta a la mesa para enseñarnos
que los pecadores son invitadas a sentarse a la “Mesa con Dios en el Reino de
los Cielos.” Jesús, es su Nombre, el que salva a su pueblo de sus pecados. (Mt
1, 21) Así lo entiende san Pablo cuando nos dice en la primera carta a
Timoteo. Es cierta y digna de ser
aceptada por todos, ésta afirmación: “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los
pecadores; y el primero de ellos soy yo.” (1 Tim 1, 15)
La primitiva comunidad
nacida de la escucha del Kerigma, el primer mensaje apostólico, (Hch 2, 21- 36) Creyeron en
Jesucristo, recibieron el bautismo, para el perdón de los pecados y recibieron
el don del Espíritu Santo (Hech 2, 37s). Ahora sentados a la Mesa del Señor se
alimentan para crecer y profundizar en el Reino de Dios. La Palabra de los Apóstoles
y la “Fracción del Pan”, la caridad y las oraciones” son su medio de
crecimiento. ¿Qué enseñaban los Apóstoles? ¿En que estaba la fuerza de su
predicación? Los Apóstoles enseñaban lo que Jesús les había enseñado a ellos.
“Las palabras que me han escuchado son espíritu y vida” (Jn 6, 63) Pedro le
responde: Señor, ¿A quién podríamos ir? “Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn
6, 68) “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mt 16, 16) A la luz de la
experiencia del Apóstol, hoy nos diría: “Eres el Único que puede llenar los
vacíos de nuestro corazón y darle sentido a nuestra vida.” “Eres el don de
Dios” (Jn 3, 16) “Eres mi Maestro” (cfJn 1, 39) “Eres mi Salvador” (Gál 2, 19-
20) “Eres mi Cristo y mi Señor” (Hech 2, 36) “Eres mi Señor y mi Dios” (Jn 20,
28) Para nosotros, ¿Quién es Jesús?. Una imagen falseada de Jesús nos lleva a
tener una imagen falseada de la vida y de las cosas, para entrar en la
“ignorancia religiosa”.
Hombres y mujeres que nos profesamos como cristianos, pero,
que vivimos como si Dios no existiera, somos ateos prácticos. Necesitados de la
palabra de la verdad.
Los Apóstoles,
herederos inmediatos de la Verdad, fundamentos de la Iglesia (Ef 2, 20) Siervos de
Jesucristo por voluntad de Dios, (Ef 1, 1) asistidos por el Espíritu Santo
proclamaron, anunciaron y enseñaron que Cristo Jesús, es el “Proyecto de Dios”
“Cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo” “Es Emmanuel Dios con
nosotros, Dios entre nosotros y en favor de nosotros” (Mt 1, 23) La Misión de
los Apóstoles fue dar Testimonio de Cristo Jesús (Hech 1, 8) Jesús predicó el
reino de Dios y lo instauró en el corazón de los hombres y de las culturas.
Ahora los Apóstoles predican a Jesucristo, así entendemos que el “Reino” no es
una ideología, sino, una Persona llamada Jesús, el Cristo, el Único Salvador
bajo las estrellas del cielo (cf Hech 4, 12) Quienes crean en la palabra de los
Apóstoles, nacen en la fe y entran el Reino de Dios. Para luego ser alimentados
con la Palabra de Dios, la lechita espiritual que nos da crecimiento espiritual
y nos capacita para discernir entre lo bueno y lo malo (1 Pe 2, 2); nos
fortalece para rechazar lo malo y para hacer lo bueno. (Ef 6, 10)
Perseveraban en la Enseñanza de los Apóstales, en la Comunión y en la
Fracción del pan y en las Oraciones. (Hech 2, 42.) ¿Qué enseñaban los
Apóstoles? Enseñaban lo mismo que Jesús les había enseñado a ellos. Les
enseñaba el arte de vivir en comunión con Él, el arte de amar y el arte de
servir. “En la Comunión.” Se trata de la comunión fraterna. Vivir en comunión
compartiendo los bienes, tanto espirituales como materiales para que nadie se
vea privado de lo necesario para vivir con Dignidad. Dios creó todo pata todos,
y todos, tienen derecho a participar del patrimonio común. Es el mandato de Jesús: “Hagan tesoros en el
cielo” Practiquen la caridad con los pobres, no se hagan idólatras de sus
riquezas, háganse pobres para que sean dichosos como hijos de Dios y hermanos de
los pobres (cf Mt 5, 3) La pobreza espiritual es lo contrario a la idolatría, a
la mentira, a la envidia y a la soberbia. El que se hace pobre se hace un ser
humilde, desprendido y generoso: “El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles
realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y
tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio
entre todos, según la necesidad de cada uno.” (Hech 2, 43- 45) ¿Qué
tenemos que no requerimos y otros lo necesitan? Qué no se te apolille, ponlo al
servicio de la Comunidad fraterna, en la que el “yo” se convierte en “nosotros”
y, el “mío” se convierte en “nuestro.”
La recomendación del Señor sobre la caridad ha de hacer sin
protagonismos: “Por
tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos,
como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente
los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando
ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo
amigo. Hazlo
en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa”
(Mt 6, 1- 4) San Pablo recomienda a Timoteo y a todos nosotros: “Si alguien no tiene cuidado de los suyos,
principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel.
(1 Tim 5, 8) Los padres tiene el deber de
educar a sus hijos en la fe y en el amor (Ef 6,4) “Educar bien a los hijos,
practicado la hospitalidad, lavado los pies de los santos, socorriendo a los
atribulados, y haberse ejercitado en toda clase de buenas obras” (1 Tim 5,
10).
Hagamos el bien, pero, hagámoslo bien. No es fácil, pero urge
hacerlo para vencer con el bien al mal (Rm 12, 21) No basta con tener algunas
devociones, como hacer oraciones para
sentirnos bien, hemos de buscar el compromiso con Dios en favor de los pobres,
especialmente, para que les ayudemos a vivir con mas dignidad humana. El Señor
quiere darnos un corazón grande que sea generoso, misericordioso, humilde, es
decir pobre para que con nuestra pobreza podamos enriquecer a muchos (cf 2 Cor
8,9) Este es el camino para que Dios nuestro Padre, ponga su confianza en
nosotros y no despidamos a los que necesitan de nuestra ayuda con las manos
vacías. Invitamos a Jesús pobre a sentarse a nuestra mesa y compartamos con él
los dones que nos ha dado para nuestra realización y para la realización de los
demás. Entonces podemos llamarnos sus discípulos y “fraccionar nuestro pan”
hombres y mujeres capaces de lavar pies a los otros como Jesús nos los ha
lavado a nosotros (Jn 13, 4- 15)
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