La conversión
personal y comunitaria en San Pablo.
Iluminación: “Os
digo, pues, que procedáis según el Espíritu, sin dar vía libre a las meras
apetencias humanas, es decir, a la carne. Pues la carne tiene apetencias
contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne; y son tan opuestos
entre sí, que no hacéis lo que queréis. Pero, si sois guiados por el Espíritu,
ya no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son bien conocidas:
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia,
celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras,
comilonas y cosas semejantes. Sobre todo esto os prevengo; ya os advertí que
quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. En cambio, los frutos del Espíritu son
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio
de sí. No hay ley que condene tales cosas” (Gál 5, 16- 23)
Para el Apóstol
la conversión es llenarse y revestirse de Cristo. (Rm 13, 14) Para san Pablo la
fe verdadera es “Trinitaria, Cristo céntrica, Pneumatológica, Eclesial, Mariana,
(Gál 4- 4) Pascual (Rm 6, 4- 11) y Antropológica (2 Cor 5, 17; Ef 4, 19-20). Pide
vivir en Comunión con Cristo y con todos los miembros de su Cuerpo para hacer
todos la Comunidad. La Comunión nace en la escucha y obediencia de la Palabra, y
es, el Alma de la Comunidad, y ésta es la Manifestación de la Comunión. “Así
pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una
comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría,
teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo
mismo. No hagáis nada por ambición o vanagloria, sino con humildad,
considerando a los demás superiores a uno mismo, y sin buscar el propio
interés, sino el de los demás.” (Flp 2. 1- 4) La Comunidad de Cristo existe
para servir, para dar vida, para hacer a los hombres familiares de Dios (cf Ef
2, 19)
Pablo fue el
primero en hablar de la “Civilización el Amor.” Para el Apóstol el Espíritu
Santo es Unidad y guía a la unidad (cf Rm 8, 14) Es libertad y nos hace libres
(cf 2 Cor 3, 18) Es Amor y construye comunidades fraternas (Rm 12, 1- 21) Por
eso advierte a las comunidades: “el que no trabaje que no coma” (1 Ts 3, 10)
“Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que
siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.” (2 Cor 9, 6) (Pero, el
que siembra nada, cosechará nada) En la carta a los Efesios nos hace una
exhortación: “Os exhorto, pues, yo, prisionero por el Señor, a que viváis de
una manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad,
mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en
conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo
es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido
llamados. Hay un solo Señor, una sola
fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos,
actúa por todos y está en todos.” (Ef 4, 1- 6)
Para Pablo la
vida cristiana sólo se vive en Comunidad: “El cuerpo humano, aunque tiene muchos
miembros, es uno; es decir: todos los miembros del cuerpo, no obstante su
pluralidad, forman un solo cuerpo. Pues así también es Cristo. Porque hemos
sido todos bautizados en un solo Espíritu, para no formar más que un cuerpo
entre todos: judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un
solo Espíritu.” (1 Cor 12, 12- 13) Es la carta a los romanos donde el
Apóstol propone a las Comunidades como se debe de vivir la vida nueva, según el
Espíritu Santo: “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos
para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos
adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 14- 15). En el capítulo doce
de la misma carta nos presenta un itinerario para las Comunidades cristianas:
1) El
culto espiritual. Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de
Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios. Tal debería ser vuestro culto espiritual (v. 1).
2) La lucha contra el espíritu mundano y
pagano. Y no os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente; (v. 2)
3) La renovación interior. Antes bien,
transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.
4) No
valorarse por encima de los demás: En virtud de la misión que me ha sido
confiada, debo deciros que no os valoréis más de lo que conviene; tened más
bien una sobria autoestima según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada
cual (V.3 ).
5) Somos miembros unos de los otros. Pues
así como nuestro cuerpo, aunque es uno, posee muchos miembros, pero no todos
desempeñan la misma función, así también nosotros, aunque somos muchos, no
formamos más que un solo cuerpo en Cristo: los unos somos miembros para los
otros (vv 4.5).
6) La diversidad de los dones al servicio de
la unidad. Pero tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios nos ha
concedido: si es el don de profecía, ejerciéndolo en la medida de nuestra fe si
es el ministerio, sirviendo en el ministerio; si es la enseñanza, enseñando; si es la exhortación, exhortando. El que da,
que dé con sencillez; el que preside, que sea solícito; el que ejerce la
misericordia, que lo haga con jovialidad. (vv. 6.7.8.)
7) La caridad sincera, alegre y hospitalaria.
Que vuestra caridad no sea fingida; detestad el mal y adheríos al bien; amaos
cordialmente los unos a los otros, estimando en más cada uno a los otros. Sed
diligentes y evitad la negligencia. Servid al Señor con espíritu fervoroso.
Alegraos de la esperanza que compartís; no cejéis ante las tribulaciones y sed
perseverantes en la oración.(vv. 9.10.11. 12. 13).
8) Con espíritu de solidaridad: Compartid
las necesidades de los santos y practicad la hospitalidad. Caridad con todos
los hombres, aunque sean enemigos. Bendecid a los que os persiguen; no
maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los
otros (vv 14. 15. 16).
9) Con espíritu de humildad: No seáis
altaneros; inclinaos más bien por lo humilde. No os complazcáis en vuestra
propia sabiduría (v. 17)
10) No ser vengativos. No devolváis a nadie
mal por mal; procurad el bien a todos los hombres. No os toméis la justicia por
vuestra mano, queridos míos; dejad lugar a la ira, pues dice la Escritura: Mía
es la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor. (vv 10.19.)
11) Ser pacíficos. Siempre que sea posible,
y en cuanto de vosotros dependa, vivid en paz con todos. Antes al contrario, si
tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber;
haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza (v 20).
12) Vencer con el bien al mal: No te dejes
vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien. (v. 21)
A modo de conclusión.
Para Pablo
existían muchas creencias, “pero una sola fe” y para el Apóstol, no basta la
sola fe, como tampoco basta tener buenos propósitos, la fe sincera pide confianza,
obediencia, pertenencia, (Gál 5, 24) pide protegerla y cultivarla para poder
ver los frutos del Espíritu: el amor, la paz, el gozo… (Gál 5, 22). La fe
sincera pide descendencia: “los buenos hábitos, el conocimiento, la templanza,
la justicia, la tenacidad, la piedad, el amor fraterno y la caridad. “Quien tenga estas cosas abunda en el
conocimiento de Dios, quien no las tenga está ciego y corto de vista y ha
olvidado la antigua purificación de sus pecados” (2 Pe 1, 8- 9ss).
Para san Pablo
la FE madura es Amor (Gál 5, 6) Está de acuerdo con Santiago (Snt 2, 14) “La fe
sin obras está vacía y muerta” (Ef 2, 1- 3), y el creyente se encuentra sin
Dios, a merced de las fuerzas desintegradoras del mal. Recordemos las palabras
del Maestro: “Sólo unidos a mí podéis dar
fruto, sin mí, nada podéis hacer” (cfr Jn 15 4- 7) Para Pablo la
justificación llega a nosotros por la fe de Jesucristo y nos lleva a la
esperanza y a la caridad (cf Rm 5, 1- 5) Por la fe entramos en la “Luz” que nos
lleva a la justicia y a la santidad,(Ef 4, 24) A la verdad, la bondad y a la
justicia, (Ef 5, 8) A la humildad, la mansedumbre, la misericordia, al amor y
al perdón. (Col 3, 12s)
Oración: Que el Espíritu que realizó la “Obra
perfectísima de la Encarnación”, realice hoy en nosotros nuestra configuración
con Cristo. Y que María, Nuestra Madre y Señora, nos lleve a Cristo su Hijo,
para revestidos de su gloria podamos ser los hombres y las mujeres que la
Iglesia necesita.
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