Jóvenes: “Abrid las puertas de vuestros corazones al Redentor”
Iluminación del Tema: “Mira que estoy a la puerta y llamo, sí alguno oye
mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”
(Apoc. 3, 20).
1.
¿Qué pide
Jesús a los Jóvenes?
Digamos con toda claridad
que Jesús a nadie pide y a nadie
exige, lo que él, antes, no ha dado. Pudiéramos
decir que Jesús pide a los jóvenes tres cosas:
·
“Déjense amar”: Esto significa dejarse encontrar, perdonar y dejarse
conducir por él. Jesús es el Buscador de “perlas preciosas”. Para él cada joven
es un “fin en sí mismo”, no vale por lo tiene o por lo que produce, sino por lo
que es: persona, creada “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26).
·
Jesús pide amor: Ámenme”. Él
quiere ser el Amigo de los jóvenes. (Jn 15, 14) Quiere sentirse amado por
ellos. La realización del joven se encuentra en amor mutuo y recíproco entre
Jesús y el joven. La amistad con Jesús nos abre a todo lo que es bueno y nos da
la medida para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la
verdad. (Benedicto XVI)
·
Jesús dice al joven: “sígueme”. En seguimiento de Jesús el joven
despliega y desarrolla sus mejores capacidades. Jesús pide a los jóvenes que
protejan y cultiven toda la riqueza que Dios ha puesto en cada ser humano.
2.
¿Por qué amar a Jesús?
·
Por qué él nos amó primero (1 Jn 4, 10). Él tomo la iniciativa para
darse y entregarse por sus amigos: “no hay mayor amor que aquel que da la vida
por sus amigos” (Jn 15, 13) El apóstol, testigo del amor de Cristo nos dice:
“me amó y se entregó por mí” (Gál 2, 20). En la carta a los Efesios nos habla
en plural: “Nos amó y se entregó por
nosotros” (Ef 5, 1) “Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25)
·
Porque él lo pide: “ámenme”. Dos textos de Juan nos describen esta
amorosa invitación como fruto de la obediencia a su Palabra: “Ustedes son mis
amigos si hacen lo que yo les digo” “Ustedes me aman si hacen lo que yo les
digo” (Jn 15, 14,ss ).
·
Porque nos conviene: Sí guardan mis Mandamientos y cumplen mi Palabra
me manifestaré a ustedes y habitaré en ustedes” El Amor consiste en guardar sus
Mandamientos y sus Palabras (Jn 14, 21. 23), “Permanezcan en mi amor” (cf Jn
14, 21- 23) Las Palabras del Señor Jesús son cada una de las Bienaventuranzas. Sólo
cuando nos hemos dejado amar por Jesús podremos responderle con amor, al amor
primero.
·
Para no ser anatemas: “anatema sea el que no ame a Cristo” (1 Cor 16,
22)
Jesús quiere que en el corazón
del joven se vaya gestando una doble certeza: la certeza de que Jesús ama al
joven como es, incansablemente e incondicionalmente, sin méritos propios,
sencillamente él, lo ama. Y la certeza de que el joven ama a Jesús por lo que
es y no por lo que da, es entonces cuando el joven puede responder al llamado
que Jesús con un “Heme aquí, oh Dios para hacer tu voluntad” o con una oración
sencilla, pero, profunda: “En tus manos me abandono, haz conmigo lo que
quieras”.
O, nos enamoramos de Jesús , o nos enamoramos de cualquier tontería, como el dinero, un vehículo, el vestido, el sexo, la droga.....
3.
¿Cómo ve Jesús a los
jóvenes?
Para Jesús todo ser humano es importante, digno y valioso: “eres de
gran valor eres precioso a mis ojos y yo te amo” (Is 43, 5) qué hermoso sería
que los jóvenes se piensen como Jesús los piensa; se miren como él los mira; se
valoren como él los valora; se acepten como él los acepta y se amen como él los
ama. Para Jesús todo ser humano es:
1.
Un ser Original: único e
irrepetible, en otras palabras, es una maravilla, llamado a cuidar y cultivar
la belleza, la bondad y la verdad que Dios ha puesto en su interior.
2. Un ser responsable: Invitado
a ser protagonista de su propia historia y de su propio destino. Responsable de
sí mismo, de sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones.
3. Un ser libre capaz de decir
por sí mismo y elegir entre lo bueno y lo malo. Malo es lo que impide que el
joven se realice y alcance su madurez;
bueno es todo lo que permite que se realice como lo que es, persona hijo
de Dios. capaz de conocer la diferencia entre el bien que realiza y dignifica,
y el mal que deshumaniza y despersonaliza.
4. Un ser capaz de amar
incansablemente e incondicionalmente. A amar se aprende amando. Sólo el amor
realiza… libera… dignifica… nos hace hijos de Dios.
5. Un ser en proyección, no
está hecho, sino haciéndose cuando responde a la vida y a su realidad personal,
familiar, eclesial y social.
4.
¿Qué dice Jesús a los
jóvenes?
Para Jesús de Nazaret todo
ser humano es valioso, importante y digno. Y tiene una palabra para cada joven
en cada circunstancia de su vida. Al joven rico del Evangelio que le pregunta
sobre la vida eterna, Jesús le dice que oriente su vida hacia Dios, mediante la
práctica de los Mandamientos y la perfección Cristiana que se alcanza mediante
el seguimiento de Cristo, libres de maletas y de estorbos (cf Mc 10, 17- 22).
Jesús eternamente habla a
los jóvenes a lo más íntimo y profundo de su corazón. Éste es el lugar donde se
escucha la Palabra que libera, edifica, transforma y alegra el corazón de todo
ser humano cuando es escuchada con fe y puesta en práctica. Jesús dice:
1. “Mi Padre te ama como me ama
a mí” (cf Jn 17, 23) Todo ser humano puede escuchar esta hermosísima verdad que
Dios pronuncia en su corazón: “Tú eres mi hijo y yo te amo”. El hombre, todo
hombre es expresión amorosa de Dios.
2. “No te desvíes ni a
izquierda ni a derecha” (Jos. 1, 7) Desviarse es perder el rumbo, perder el
camino. Irse hacia la izquierda significa vivir haciendo lo que otros dicen,
mientras que desviarse hacia la derecha significa vivir haciendo lo que otros
hacen. Ninguna de estas dos formas humanizan y realizan. Todo lo contrario,
convierten al joven en copia de otros y
en títere del sistema.
3. “No te arrastres, levántate
y camina.” No fuiste creado para llevar una vida arrastrada, fuiste creado para
caminar con los pies sobre la tierra, con dominio propio, siendo tu propio
dueño.
4. “Orienta tu vida hacia el
bien, hacia Dios”. Es una invitación amorosa de Jesús a los jóvenes a “Guardar
los Mandamientos”, a “Conocer y poner en práctica la Palabra de Dios”,
condiciones éstas, para vivir en la intimidad con Dios y para que Él se
manifieste y habite en nuestros corazones.
5. “Busca el reino de Dios.”
Reino de justicia, de verdad y de bondad, para entrar en él hay que nacer de
nuevo. Es una invitación gozosa de parte de Jesús a vivir en “Comunión con él”
(Jn 15, 5-7) para poder dar frutos de vida eterna. Es como si Jesús dijera a
los jóvenes, usando palabras de Juan Pablo II: “No os dejéis manipular por una
sociedad masificada y masificadora, sed libres con la Libertad de Cristo”.
5.
¿Cómo es la vida sin Jesús?
La vida sin Cristo es un
caos, es vacío es tinieblas. Cuando el joven no se proyecta en la vida, cuando
no camina con los pies sobre la tierra, cuando pierde de vista su Meta,
experimenta el “vacío existencial”, madre y origen de la “frustración” que
llena de la vida de los jóvenes de aburrimiento, de agresividad y de
aislamiento. El aburrimiento es la enfermedad de muchos jóvenes que no saben qué
hacer con su vida; se sienten insatisfechos y vacíos, aún, a pesar de tenerlo
todo, o casi todo. Son agresivos y violentos, fácilmente la ira los gobierna y
los lleva a lastimarse a sí mismos y a hacer daño a otros. Se aíslan y se
encierran en sí mismos para caer en el pozo de la depresión, de la
desesperación, de la desilusión, de la aflicción y de la tristeza. “Despierten
jóvenes, Cristo no quiere eso para ustedes”.
6.
¿Qué ofrece el mundo a los
jóvenes?
Se entiende por “Mundo” al
sistema de doctrinas que rechazan a Jesús el Vencedor del mundo (Jn 16, 33).
Los caminos que el mundo ofrece a la juventud pueden ser muy atractivos, el “Ambiente”
se reviste de “luz y de esplendor” para llevar a muchos al pozo de la perdición.
Digamos que tanto el mundo como Jesús buscan y quieren el corazón del joven,
pero con fines muy opuestos. “El Mundo los odia porque ustedes me aman; si
ustedes me odiaran el mundo los amaría” (cf Jn 15, 19) El Mundo quiere a los
que le pertenece, pero, odia a los amigos de Jesús.
·
El Mundo ofrece poder, fama y prestigio. Estar por encima de los demás
para ocupar los primeros lugares. (cf 1 Jn 2, 15).
·
El Mundo ofrece placeres, diversiones y libertinaje. El Mundo te dice:
“Goza lo que se van a comer los gusanos”. “Haz con tu cuerpo lo que tú quieras
para eso eres libre”. Jóvenes, esto es para Ustedes: Una cosa es la libertad y otra es el libertinaje. Éste es la
libertad mal usada, el libertinaje deshumaniza y despersonaliza.
·
El Mundo te ofrece riquezas. Enseña y hace creer que el hombre vale por
lo que tiene, sí quieres valer, sé rico, y sí, para eso tienes que robar,
vender droga, prostituirte o matar, adelante, hazte famoso.
Los jóvenes buscan sentirse
bien; buscan ser felices para llenar el vacío que llevan dentro y recurren al
alcohol y la droga terminando como
alcohólicos o drogadictos. Otros recurren al sexo libre y termina en la
prostitución por paga o por gusto. Unos más en su búsqueda de riqueza terminan
en la cárcel o en el cementerio. El Señor nos alerta al decirnos: “No amen al
mundo ni lo que hay en él; quien ama al mundo no posee el amor del Padre. Porque todo
lo que hay en el mundo: los malos deseos de la naturaleza humana, la codicia de
los ojos y el orgullo de las riquezas no procede del Padre. Sino del Mundo” (1
Jn 2, 15- 16)
7.
¿Qué ofrece Jesús a los
jóvenes?
Nos ofrece la posibilidad de
realizarnos como seres humanos: “vengo para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10,10) ¿Qué hacer para tener vida eterna y en abundancia? El
mismo Jesús nos da la respuesta: “De tal manera amó Dios al mundo que entregó a
su Hijo Único, para quien crea en él no
muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3, 16; 6, 39) La respuesta es creer en
Jesús.
Nos ofrece su Palabra como
norma para nuestra vida: “Si se mantienen fieles a mi Palabra, serán realmente
discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31-
32). La palabra es la semilla de la verdad, santidad y del amor, (Jn 17, 17).
·
Nos ofrece regeneración de nuestras vidas deformadas por el mal uso de
nuestras capacidades: “Cristo nos ha librado para ser libres. Manténgase firmes
y no se dejen atrapar de nuevo con el yugo de la esclavitud” (Gál 5, 1)
·
Cristo ofrece a quienes creen en él “el don de su Espíritu”: “No los
dejaré huérfanos, les enviaré un Defensor, el Espíritu de la Verdad” (Jn 16,
4ss)
·
Nos ofrece una vida plena y feliz: “Permanezcan en mi amor” como yo
permanezco en el amor del Padre. (Jn 15, 9) ¿Cómo permanecer en el amor de
Cristo? Permanecer siendo amados y permanecer amando. Amor que se expresa en la
entrega, donación y servicio a los demás.
Creer en Jesús es aceptarlo como nuestro Salvador personal; es
adherirse a su Persona con todo nuestro ser; es aceptar su Palabra como norma
para nuestra vida; es hacer nuestro el destino de Jesús; es entregarse a la
Misión de Jesús con todas nuestras fuerzas para que el Mundo tenga vida en Él.
Creer en Jesús es confiar en Jesús; es obedecerlo, amarlo, pertenecerle,
seguirlo servirlo y consagrarle nuestra vida. Cuando así se vive, el Jesús,
lleva al joven de victoria en victoria, de triunfo en triunfo. Es el modo como
el joven puede llevar una vida digna del Señor para ser transformado por la
acción del Espíritu en Regalo de Cristo para los demás.
8.
Abrid las puertas al
Redentor.
Cuando los jóvenes viven sin ideales fácilmente pierden el
rumbo de la vida. Es necesario que sepamos quienes somos, de dónde venimos,
para que estamos aquí y para
donde vamos. Tres son las puertas que podemos abrir o cerrar, es
elección nuestra, a la vida, a la verdad, a Dios. Jesús al sanar a un sordo
mudo le dijo: “effata”, que quiere decir ábrete a la Palabra, al amor, al
servicio para que puedas conocer, amar y servir a Dios en esta vida…y ser
alabanza continua de su gloria. En aquel joven se abrieron sus oídos y se le
soltó la lengua; hubo apertura y soltura: despliegue y desarrollo de sus
facultades.
a)
Abrir la
puerta del corazón.
¿Qué significa abrirle a Dios la puerta del corazón? Abrir la
puerta del corazón a Dios es orientar nuestra vida y voluntad hacia el bien,
hacia el amor a Dios y al prójimo. Como nos decía el profeta Isaías: haz el
bien y rechaza el mal (Is 1, 16); guarda los mandamientos, especialmente el de
la caridad (1 Jn 2, 4). Para ser puertas
abiertas, nos ayuda: La lectura de la Palabra, los sacramentos, la oración
personal y grupal, la experiencia de comunidad, el compromiso solidario, nos
van renovando desde el interior y nos ayudan a mantener abierta la puerta de
nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo.
En ciertos momentos de nuestra vida, podemos cerrarle la
puerta de nuestro corazón a Dios y abrirla al Maligno para que tome posesión de
la recámara de nuestro corazón. Cada vez que hacemos el mal o nos negamos a
perdonar alguna ofensa. Cuando guardamos resentimientos, rencores, odios,
mentiras, pereza, es decir, cuando llevamos una vida mundana y pagana, se nos
embota la mente, se endurece el corazón, perdemos el sentido moral y caemos en
el desenfreno de las pasiones, (Ef 4, 18) le estamos abriendo la puerta al
demonio y al mal que nos hace esclavos.
Hoy queremos abrir la puerta de nuestro corazón para que Dios
entre y empape nuestra vida, con el rocío de su amor y ensanche con su acción
amorosa la casa de nuestro corazón. Todos tenemos rincones de nuestra
existencia que aún están en tinieblas, y por lo tanto, permanecen inaccesibles
a la presencia del Padre. El crecimiento de la vida de fe, orientada por el Evangelio,
puede ir «abriendo» esas puertas cerradas, para que la brisa del Espíritu
llegue a toda nuestra persona. Y este es un trabajo de toda la vida, ¡cuánto
más para los jóvenes que buscan conocer, amar y servir a Cristo.
“El que conoce mis mandamientos y los guarda…ese es el que me
abre la puerta. El que conoce mi palabra y la cumple…ese es el que me abre la
puerta” (cfr Jn 14, 21-24) Cada vez que hacemos la voluntad de Dios abrimos las
puertas del corazón y él se nos muestra y hace de nuestro corazón su morada.
Abrir la puerta del corazón a Jesús significa escuchar su palabra y obedecerla;
significa aceptar libremente pertenecer a Jesús y a su grupo; es decir,
significa, hacer discípulo misionero de Jesús para que su pueblo tenga vida
digna en Él.
b) La puerta de nuestro
entendimiento
Para abrir la puerta del entendimiento, los jóvenes se
preparan para ayudar a otros a descubrir a Jesús y a fortalecer su fe,
transmitiendo las enseñanzas del Señor, a la luz de la experiencia y guía
maternal de la Iglesia. Abrir la puerta del entendimiento implica: La lectura asidua de la Palabra de Dios, la formación
permanente, la lectura espiritual, el intercambio con otros, la asistencia a
cursos-talleres-encuentros, irá permitiendo el desarrollo y crecimiento de
nuestra fe, para poder dar razones de ella y enseñarla a los demás.
Como la planta, que para crecer y ser fuerte necesita el
riego cuidadoso, periódico y permanente, también los jóvenes precisan de una formación
que dé cimientos sólidos a su vida Cristiana.
Abrir la puerta de nuestra mente para que la sabiduría del
Señor vaya impregnando nuestro entendimiento. Es una gran responsabilidad de los
pastores, catequistas y de toda la comunidad: formarnos para crecer, para
saber, para vivir, para transmitir con más fidelidad. Podemos pedir al Señor
que ilumine nuestra mente, nos abra la inteligencia y nos asista en nuestros
trabajos con los dones del Espíritu Santo, y así, podamos comprender cuál es la
esperanza que nos da nuestra fe.
La puerta de nuestro entendimiento no es fácil mantenerla
abierta. Existen criterios torcidos,
mundanos y paganos: tenemos una imagen falseada de nosotros mismos de la vida y
de Dios. ¡Cuántas veces nos cerramos en posturas y formas de «entender» la vida
y la fe que no encuentran su raíz en el evangelio de Jesús! ¡Qué difícil es
abrir nuestra mente para que el Dios Sabio sacuda nuestras ideas y nos invite a
pensar las cosas desde su punto de vista! El mundo canta: ¡cuánto tienes!
¡Cuánto vales!. Necesitamos que Cristo resucitado nos abra la mente, nos
explique las Escrituras, nos ilumine la mirada e irradie nuestro rostro con su
luz y su verdad. Jesús resucitado busca hoy a sus catequistas
para encender en ellos el “fuego de su amor” (Lc 12, 49).
«María meditaba estas cosas y las guardaba en su corazón»
(Lc. 2, 19; 2, 51) La virgen nos enseña que para entender las cosas de Dios,
primero hay que abrir la puerta del corazón. Primero creemos, para luego
entender el mensaje de la fe. Jesús a sus amigos por el camino les explica las
Escrituras, Lo primero es creer.
c) La puerta de nuestras manos.
Como cristianos
estamos llamados a ser testigos de lo que creemos, vivimos y anunciamos. Es
decir, transmitimos con nuestras palabras y con nuestras vidas lo que hemos
visto, lo que hemos tocado y lo que hemos vivido. Nuestro ejemplo es la mejor
enseñanza y será ciertamente lo que ayude a enraizar el evangelio en los demás.
San Agustín decía: las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran. Sin el
cultivo de actitudes amables, generosas y serviciales nuestra enseñanza es
débil y pobre.
¿Qué
significa abrir la puerta de las manos? Abrir las manos significa practicar lo
que anunciamos, lo que se anida en nuestro corazón. Significa
abrir nuestras manos al pobre, al necesitado, y esto es lo mismo que lavar pies,
según el Evangelio de Juan: “Ustedes también deben lavarse los pies unos a
otros” (cfr Jn 13,14). Lavar pies pide al joven ayudar a otros a crecer en la
fe, en calidad humana y ayudar a tener una vida más digna.
Como la planta, que bañada por la luz y regada por el agua,
brota y da fruto, también los jóvenes, si abrimos la puerta del corazón y la
del entendimiento, podremos abrir la puerta de las manos para ofrecer las
semillas de nuestro trabajo.
Abrir las manos significa vivir, como Jesús, para mostrar con
la vida, y con gestos concretos, que es posible una existencia distinta,
ofrecida a los demás; generosa con
todos, abierta al Padre y a los hermanos. Abrir las manos significa también ser
solidario con todos al estilo del Buen Samaritano.
María nos enseña con su
testimonio que la verdadera transmisión de la Buena Noticia comienza con la
práctica. Luego de la anunciación sabemos que se dirigió en forma rápida y
resuelta a colaborar con su prima Isabel, que necesita una mano amiga, pues era
mayor había quedado también embarazada (Lc. 1, 39-56).
9.
Jesús guía a los jóvenes a
vivir los valores del Reino.
Caminar con Jesús. Nos lleva
como de la mano a encarnar los valores del Reino para identificar nuestra vida con
la vida del Maestro. Cuando el joven es testigo, amigo y discípulo de Jesús, es
llamado a estar con Él para un día ser enviado como apóstol a dar vida a los
hombres amados por Dios. Lo primero que se aprende es a escuchar la voz de
Jesús, a ponerla en práctica, aceptando libre y conscientemente pertenecerle
con todo el ser y aceptando pertenecer al Grupo de Jesús. Cuatro son los
valores que podemos resaltar:
·
La dignidad humana. Todo ser humano es un fin
en sí mismo, es una perla preciosa, es amado por Jesús por lo que es. Para
Jesús todos somos iguales, hijos de su Padre y no se avergüenza de llamar a los
hombres hermanos. Él no hace distinción de personas, Jesús tiene la mirada de
su Padre por eso ama a buenos y malos. Joven no vales por lo que tienes. La
ropa de marca no te da el valor, como tampoco, el cuerpo bonito. Tú valor es
intrínseco, lo llevas dentro.
El compartir. Dios creó todo para todos, por lo tanto, todo ser humano tiene derecho
al bien común, Jesús invita a los jóvenes a preocuparse por los menos
favorecidos y compartir con ellos: todos sus talentos, tanto materiales como
Espirituales. Compartir lo que saben, lo que tienen y lo que son. El joven que
aprende a compartir el pan con alegría, le espera u futuro lleno de alegría.
La solidaridad con todos. La solidaridad consiste en hacer nuestro el
problema, el sufrimiento, el dolor, la necesidad del otro. Es meternos en sus
zapatos y experimentar su realidad. No es solidaridad de grupo, más bien es solidaridad
humana, evangélica, con todos, especialmente con los más débiles. La
solidaridad del joven ha de ser solidaridad de comunión con los pobres,
ancianos, enfermos, porque Dios ama a todos y todos somos parte de la raza
humana.
El servicio. En el Reino de Dios nadie vive para sí mismo, vivimos para los demás y
por los demás o nos excluimos del Reino (Rm 14, 8). Jesús dice a los jóvenes:
“No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por muchos” (Mt 20,
28). En la Iglesia el que no sirve, no sirve para nada. El hombre se humaniza
amando y el amor se manifiesta en el servicio, en el cual se da el cumplimiento
del mandamiento de Jesús: “Lávense los pies unos a los otros” (Jn 13, 14) Lavar
pies significa: ayudar a los demás a vivir más dignamente y a crecer en la fe. “Ámense
los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34), es un Mandamiento que
afecta hasta lo económico y nos invita a poner nuestros bienes al servicio de
la causa del Reino.
Jóvenes vale la pena abrir las puertas al Redentor
del hombre, Jesucristo de Nazaret, el Hijo de Dios, nuestro Hermano Mayor. Hay
una Promesa para todos los que se animen: “Yo estoy a la puerta y llamo, si
alguno oye mi voz y me abre la puerta entraré a su casa, cenaré con él y él
conmigo” (Ap 3, 20). La promesa es doble: Él hace de nuestro corazón su casa y
cena con nosotros: la comida Él la pone: su Amor, su Paz y su Gozo. Jesús
cuando entra en tu corazón lleva en sus manos lo que tú necesitas para ser
feliz.
10.
María Modelo y Figura.
Hablemos de María como la Mujer hija de un Pueblo y una cultura, joven
judía con dos características fundamentales: pobre y religiosa; Ella, la joven
aldeana, la campesina, una de huarache, es hoy día para los jóvenes modelo y
figura. A sus 14 años pudo preguntar al Mensajero de Dios: ¿Cómo será eso,
puesto que yo no conozco marido? Y pudo responder con toda valentía a la
vocación de ser la Madre del Salvador del Mundo: “He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según su Palabra” (Lc 1, 38) Ella es, como lo dijo Pablo VI en la
Marialis Cultus:
·
la Virgen oyente, la escuchó con asombro y alegría la Palabra que se
hizo carne en su seno virginal.
·
Ella es la Virgen orante que adora, escucha, pregunta, responde,
intercede por los débiles y se ofrece a Dios por su Pueblo.
·
Ella es la Virgen que aceptó ser Madre siendo Virgen. Madre de
Emmanuel: Dios que habita, camina entre los hombres y se declara a favor de
ellos.
·
Ella es la Virgen oferente, la siempre fiel de ser Madre, que al final
de la vida de su Hijo estaba junto a él, ofreciéndose como hostia viva, santa e
inmaculada.
·
Ella es la Virgen creyente, es la mujer de la fe. Por eso es llamada
Madre de todos los creyentes. Para María la fe es confianza y abandono en las
manos de Dios; es donación y entrega a la “Causa” de su Hijo Amado: La
Redención de los hombres.
Jóvenes,
Cristo les ama… y nadie les ama como Él. Abran sus puertas al Redentor.
María, Señora del Sagrado
Corazón, ruega por nosotros.
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