Vivir
de encuentros con el Señor Jesús orienta nuestra vida hacia a la Plenitud.
Iluminación: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”
(Benedicto XV1)
1. Los
lugares del encuentro con Cristo Resucitado.
V Por
los caminos de la vida. El trabajo, la
enfermedad, los fracasos, sentimentales, económicos, familiares, soledad,
aflicciones. Jesús el buscador de perlas preciosas, busca a las ovejas perdidas:
“¿Quién
de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y
nueve en la estepa y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra? 5 Y
cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros. Luego, al
llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo,
porque he hallado la oveja que se me había perdido.”
(Lc 15, 4- 6)
El camino de Emaús. Aquel mismo día iban dos de
ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y
conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y
discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y se puso a caminar a su lado. Pero
sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él les preguntó: «¿De qué
vais discutiendo por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido (Lc 24,
13- 17).
V
En la Oración como diálogo con Cristo
Resucitado se hizo el encontradizo.
Ellos habían perdido la ilusión de la vida e iban dispuestos a regresar a los labores de antaño. El fracaso y la
frustración invadían su corazones:
“Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único
residente en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos
días?» Él les dijo: «¿Qué ha ocurrido?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el
Nazoreo, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo
el pueblo: cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte
y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que iba a ser él quien liberaría a
Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasó.
El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque
fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo
que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que estaba vivo.
Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las
mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.”(Lc 24, 18- 24)
V En el encuentro con la Palabra. En
la medida que escuchaban la Palabra del Resucitado iban recuperando su ánimo y
les volvía la sangre al rostro.
Él les dijo: “¡Qué poco
perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que dijeron
los profetas! ¿No era necesario que el
Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?” Y, empezando por Moisés y continuando por
todos los profetas, les fue explicando lo que decían de él todas las
Escrituras. Les dio una clase de
Cristología.
V En la hospitalidad nos encontramos
con Jesús.
Al acercarse al pueblo
a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron
insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Cuán importante es la hospitalidad
del corazón, es manifestación de una caridad que brota de una caridad alegre,
solidaria y hospitalaria. Nos capacita para toda obra de misericordia
V Al partir el pan, los discípulos
encuentran y reconocen al Señor
“Sentado a la mesa con
ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.
Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su
vista. Se dijeron uno a otro: “¿No ardía nuestro corazón en nuestro interior
cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las Escrituras?” (Lc 24,
30- 32). La Liturgia es el lugar por excelencia para encontrarnos con Cristo,
especialmente, los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía.
2. Del encuentro eucarístico nace la
Iglesia misionera
Levantándose al
momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que
estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha
aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino
y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (Lc 24, 33- 35).
De esa Misa, la
primera, nace la Iglesia misionera. Van corriendo con alegría a dar testimonio de la Resurrección
de Jesucristo y de la experiencia del encuentro con Él. Experiencia que les
regresa el gozo, la paz y el Espíritu del Resucitado. La Obra de Jesús ha
retomado su Camino y hace presente la Fracción del Pan.
La Fracción del Pan es
darse, es donarse y es entregarse, como Jesús lo hace, a los demás para dar “Vida
en abundancia a todos”.
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