Obras de Misericordia
I. El
amor de Cristo se expresa particularmente en el encuentro con el sufrimiento,
en todo aquello en que se manifiesta la fragilidad humana, tanto física como
moral. De esta manera revela la actitud continua de Dios Padre hacia nosotros,
que es amor (1 Juan 4, 16) y rico en misericordia (Efesios 2, 4) La
misericordia es el núcleo fundamental de su predicación y la razón principal de
sus milagros: “Todo lo hizo por compasión” (Mc 6, 34). También la Iglesia
“abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, en
los pobres y en los que sufren reconoce la imagen de su Fundador, pobre y
paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a
Cristo” (CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium) ¿Y qué otra cosa haremos nosotros
si queremos imitar al Maestro y ser buenos hijos de la Iglesia? Cada día se nos
presentan incontables ocasiones de poner en práctica la enseñanza de Jesús ante
el dolor y la necesidad, con un corazón lleno de misericordia.
II. Si
la mayor desgracia, el peor de los desastres, es alejarse de Dios, nuestra
mayor obra de misericordia será en muchas ocasiones acercar a los sacramentos,
fuentes de Vida, y especialmente a la Confesión, a nuestros familiares y
amigos. Toda miseria moral, cualquiera que sea, reclama nuestra compasión, y la
verdadera compasión comienza por la situación espiritual del alma de los que
nos rodean, que hemos de procurar remediar con la ayuda de la gracia. Ahora que
el número de analfabetas ha decrecido en tantos países, ha aumentado la
ignorancia religiosa con el total desconocimiento de las más elementales
nociones de la Fe y la Moral y de los rudimentos mínimos de la piedad. Por esta
razón, la catequesis ha pasado a ser una obra de misericordia de primera
importancia (J. ORLANDIS, Bienaventuranzas)
III. Imitar
a Jesús misericordioso nos llevará a dar consuelo y compañía a quienes se
encuentran solos, a los enfermos, a los ancianos, a quienes sufren una pobreza
vergonzante o descarada. Haremos nuestro su dolor y les ayudaremos a
santificarlo mientras que procuramos remediar ese estado en el modo que nos sea
posible. La misericordia nos lleva a perdonar con prontitud y de corazón,
aunque quien ofende no manifieste arrepentimiento por su falta o rechace la
reconciliación. El cristiano no guarda rencores en su alma, no se siente
enemigo de nadie, ni juzga severamente a nadie. Si somos misericordiosos,
obtendremos del Señor la misericordia que tanto necesitamos, particularmente
para esas flaquezas, errores y fragilidades que Él bien conoce. María, Madre de
la misericordia, nos dará un corazón capaz de compadecerse de quienes sufren a
nuestro lado. (SAN JUAN PABLO 11)
Oración: “Llena Señor
nuestros corazones de ternura, bondad y Misericordia para que seamos capaces de
amar con el corazón, la miseria en nuestros hermanos”.
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