DIOS ME AMÓ Y ME CREÓ PARA AMAR



Dios me amó y me creó para amar.
Objetivo: dar a conocer el verdadero rostro del hombre, para que éste pueda ser capaz de orientar su vida y realizarse como lo que es: un ser en proyección llamado a vivir en comunión con su Realidad
Iluminación: “Hagamos al hombre a Imagen y semejanza nuestra: hombre y mujer los creó” (Gn 1, 26).
A imagen y semejanza de Dios. El Modelo es Dios mismo, es Cristo, el Verbo del Padre que se hizo carne para amarnos con un corazón de hombre. Jesús es el Revelador del Padre y el revelador de todo hombre (cfr Jn 14, 7). El es lo que tú y yo estamos llamados a ser: “Hombre nuevo, igual que Cristo.” Hombre libre para amar, para servir, para caminar en la verdad. Qué hermoso es poder decir: Soy una expresión del amor de Dios, una manifestación de su amor. La única razón por la cual existo es porque Dios me ama. Dios me creó por amor y con amor; me creó para amar. El Himno Cristológico de la carta a los Efesios confirma esta hermosa verdad: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales: Dios, desde antes que el mundo existiera nos eligió en Cristo “para estar en su presencia”, santos e inmaculados en su presencia”. Dios nos ama con amor de promoción: “Destinados a ser hijos de Dios, mediante Jesucristo” (Ef 1, 3-5). Nos llama a estar con Él, para que su amor re-pose sobre nosotros. Sólo el amor de Cristo puede regresar al hombre su dignidad desfigurada y la esperanza de una vida mejor.

¿Qué significa ser imagen y semejanza de Dios? Dios me creó a Imagen y semejanza suya. Cristo es la Imagen visible de Dios, y yo soy la imagen de Cristo. Dios me ha hecho partícipes de lo que Él es y de lo que Él tiene: Me ha dado una inteligencia y una voluntad. Creados por amor para ser hijos de Dios, hermanos de los demás y para ser amos y señores de las cosas y de los animales creados por Dios por amor al hombre. Dios me creó como un ser Original, Responsable, Libre y capaz de Amar. No soy copia de nadie, soy original por eso soy único e irrepetible. Dios me dotó de capacidades para que le responda a la vida; porque soy responsable puedo vivir de frente a mí mismo y de frente a los demás. Dios nos crea por amor por eso somos “las maravilla del Señor”.
   
Dios me creó para ser un fin en sí  mismo. Dios me creó, e hizo de mí una “perla preciosa”; para Dios soy valioso, importante y digno. No soy un medio, no soy un algo, es decir, mi valor no me lo dan las cosas, ni los trapos, ni los carros, ni los demás: Soy un valor en sí mismo, mi valor es intrínseco, está cimentado en dos columnas: Mi inteligencia y mi voluntad, soy persona que piensa que siente, que se expresa, que ama y que se proyecta hacia la Meta: Dios, mi Padre del Cielo es mi Meta. Por esta hermosa razón Dios quiere que yo sea protagonista de mi propia historia: Qué tome las riendas de mi destino en mis manos, y nunca, ponga mi vida en otras manos que no sean las de Padre celestial.

Dios me creó e hizo de mí un ser en relación. Puedo relacionarme con Él, con los demás, con la naturaleza y con migo mismo. No soy un ser en solitario; No tengo vocación de ermitaño: Soy un ser para los demás. Soy un ser en relación, por eso soy un regalo de Dios para la familia y para la Iglesia, y los otros son un regalo de Dios para mí. No fui creado por Dios para estar por encima o por debajo de los demás, no, nada de eso, fui creado para estar junto a… al lado de… para prestar mis hombros al débil, al enfermo, al necesitado. El hombre sólo no se realiza. No fui creado para vivir en solitario, los demás me necesitan, y yo necesito de ellos.

Dios me creó para ser su “hijo” y “hermano” de todos los hombres para compartir con ellos lo que tengo, lo que sé y lo que soy. Dios al crearme me llenó de bendiciones, talentos, capacidades, cualidades y me dio el mismo mandato que hizo a nuestro padre Adán: “Protege y cultiva el jardín de tu corazón” (Gn 2, 17). Lo que significa que soy un ser en proyección, Dios me sigue creando, no estoy hecho, me estoy haciendo, en la medida que respondo al Amor de Dios que me llama a crecer y a madurar como persona. ¿Qué es lo que debo proteger? El Paraíso es hoy para mí la “dignidad de ser persona” y la “dignidad de ser hijo de Dios”. Qué hermoso es creer que Dios ha creado todo para todos. Qué toda persona tiene el derecho a poseer lo necesario para vivir con Dignidad. Qué hermoso es aprender a compartir lo que sé sabe, lo que sé tiene y lo que sé es…

Creado por Dios para la felicidad. No fui creado para ser copia de otros, como tampoco para ser esclavo ni de las personas ni de las cosas; salí de las manos de Dios bello, hermoso con la capacidad para elegir mi destino: “la vida o la muerte”, la felicidad o la desgracia, la bendición o la maldición… una cosa u otra yo la decido. Dios me da la libertad para que yo decida, y de lo que yo elija yo soy responsable (Dt 30, 15; Eclo 15, 11ss). Yo sé quién soy, de donde vengo, para donde voy, y para que estoy aquí: soy una manifestación del amor de Dios, llamado a reproducir la imagen del Hijo Unigénito: Cristo Jesús (Rom 8, 29).

Soy persona: soy un alguien. Soy un alguien, soy persona con una libertad que es don y conquista. Pienso y decido hacer el bien o hacer el mal…Dios me ama a tal grado que para que yo nunca olvide el llamado a la felicidad, él, movido por su amor puso en mi interior como en una cajita musical cuatro palabras que son expresión del amor eterno de Dios: “No hagas cosas malas”, “haz cosas buenas”, “arrepiéntete” y “Alégrate” por haber hecho las cosas anteriores (cfr Is 1, 16- 17). Lo reconozco y lo digo a todo pulmón: si no soy feliz, es porque no estoy haciéndola voluntad de Dios. En alguna parte o en alguna cosa le estoy fallando. Una cuarta voz es “proyéctate”, ponte en camino para que no te atrofies, y no te dsvies en el camino, haciéndolo que otros hacen y lo que otros dice, sé tú mismo.

La desgracia más grande del hombre es no conocerse, para luego pasar a pensarse mal y a valorarse como si fuera una cosa. Quien tiene una falseada visión de Dios, del hombre y del a vida, podemos decir de él, que es un ciego, sordo, corto de vista, cojo. No camina, se arrastra, por lo mismo se encuentra al margen de su realización. Pensar en Dios como un Ser todopoderoso, pero lejano  y castigador ha llevado a muchos a pensarse mal de sí mismos y abrazarse de la “mentira” de creer que valen por lo que tienen; pensar que su dinero les da su valor. Y como no tienen se creen menos que los demás, pero por encima de otros que tengan menos que ellos.

Un camino que no realiza. Me atrevo a afirmar que todo hombre es un buscador. ¿Qué busca? Busca razones para sentirse feliz; para estar contento. Veces busca en el deporte, otras veces en el alcohol, otras muchas en el sexo, en la droga, en el dinero, en el poder, en las supersticiones…le echa cosas  a su corazón, verdaderas piedras que lo hunden en el mar del pecado y termina deshumanizado y despersonalizado: “frustrado, amargado, resentido…alcohólico, drogadicto, prostituto…. Sin dominio propio, sin convicciones… un ser al borde del camino…al margen de todo realización.

El Amor: Camino de realización humana. El ser humano es feliz en la medida que se realiza como lo que es: persona, hijo de Dios y hermano de los demás. El amor es lo único que puede llenar los vacíos del corazón y convertir nuestra vida de “Caos” en un “Universo ordenado”. Sólo el amor de Cristo derramado en el corazón del hombre, hace de él un regalo para los demás. El Amor de Cristo es “fuerza” que trasforma y libera a los hombres del odio y de la mentira, en personas capaces de amar y perdonar a sus enemigos.  El amor es lo único que puede llevar al hombre a su plena realización en la donación, entrega y servicio a los demás.

Lo primero de lo primero es: Creer que Dios me ama. No basta con saber que Dios nos ama… sólo la experiencia tiene sello de autenticidad. Lo primero antes de guardar los mandamientos, antes de hacer obras de caridad, antes de ofrecer mi cuerpo en sacrificio, he de creerme “la más alegre de las noticias” que Dios me ama, así como soy, con un amor personal, incondicional, incansable y eterno. San Juan en su primera carta nos dice: “Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene” (1 Jn 4, 16). Si nosotros creyéramos esta hermosa verdad cambiaría nuestra manera de vivir y nos llenaríamos de paz, de gozo y de ese amor que Dios derrama en nuestros corazones.(Rm 5, 5) El mundo necesita creer en el amor de Dios. Lo necesita en concreto nuestro país, urge, por eso, proclamar el evangelio del amor de Dios. Ese es el corazón y el fundamento de la fe cristiana: Dios me ama, me perdona, me salva y me da el don de su Espíritu Santo, y todo esto lo hace de manera gratuita.

Manifestaciones del amor de Dios. Dios me ha manifestado su amor al llamarme a la existencia. (La creación) No estoy aquí por azares del destino, sino porque Dios me pensó desde la eternidad. “Nos amó con amor eterno y gratuito” (Jer 31, 3) Su pensamiento se hizo acontecimiento. Del encuentro entre mis padres salió esta maravilla de Dios. Escuchemos al Profeta: “Escucha Israel… yo soy tu Creador… tú Plasmador…no temas, yo te conozco y te llamo por tu nombre…eres mío me perteneces…eres de gran valor, eres precioso a mis ojos y yo te amo” (Isaías 43, 1- 5). El Señor es mi Creador y mi Redentor… soy de gran valor y me ama. El Señor, me conoce, me ama y me llama por mi nombre… extiende su mano para defenderme, perdonarme, salvarme…por eso soy una “bendición, un regalo de Dios para los demás”. El Señor me ama con amor de Madre y tiene mis murallas siempre presente: me tiene grabado en la palma de su mano. (Isaías 49, 15)  Nada ni nadie podrá apartarme del amor de Dios en Cristo. (Isaías 54, 10)  El Señor me ama con amor de esposo, y se goza con mi deficiente amor. (Isaías 62, 5)  Dios nos ama desde la eternidad, nada hemos hecho ni podemos hacer para que Él nos ame. (Jeremías 31, 3) Nos ama y eso nos basta. En Cristo Dios nos eligió desde antes de la Creación del mundo para estar en su presencia, santos e inmaculados en el amor. (Efesios 1, 4)  “Nos ama con un amor de promoción: “Yo no los llamo siervos, los llamo amigos” (Juan 15, 15)  

Dios me ha manifestado en la segunda Creación. De manera especial, Dios, nos ha manifestado su amor en la regeneración, es decir, al enviarnos a su Hijo Jesucristo (cf Jn 3, 16). San Pablo nos dice en este respecto: Dios nos manifestado su amor, cuando aún siendo nosotros pecadores Cristo murió por nosotros. (Rm 5,6)  Porque Dios nos ama, nos perdona y nos hace libres. Libres de todo lo que nos atrofia y libres para amar. “El verbo se hizo carne” (Jn 1, 14). Nos ha nacido un Salvador (cfr 2, 11), su Nombre es Jesús (Lc 1, 31). Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21). Nos ha enviado a su Hijo para que nos arrancara de la esclavitud da la Ley y para que nos trajera el don de su Espíritu (cfr Gál 4, 4-6)

Pablo como en un Himno nos describe la manifestación del amor de Dios en la segunda creación. “Ustedes estaban muertos en sus pecados… Pero Dios los ha resucitado juntamente con Cristo… por pura gracia de Dios habéis sido salvados… no hay mérito personal… nos ha sentado a su derecha…hechura suya somos…destinados a realizar unas obras” (Ef 2, 1-10).  En la carta a los romanos nos dice el Apóstol: “El amor de Dios se ha manifestado en Cristo Jesús que murió por los pecadores para reconciliarlos con Dios” (Rom 5, 8. 10). San Juan lo confirma diciendo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” (Jn 3, 16). Jesús es Dios que se hizo hombre para amarnos con corazón de hombre… San Juan nos dice que “nos amó hasta el extremo” (Jn 13, 1)

Nos amó hasta el sufrimiento, hasta la humillación, hasta la muerte, hasta dar su vida por sus amigos y también por sus enemigos (cfr Jn 15, 13). Jesús mismo nos ha dicho el sentido de su venida: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Jesús ha venido a traernos a Dios… Es Emmanuel Dios con nosotros, entre nosotros y a favor de nosotros. La salvación es el “don gratuito de Dios a los hombres”. Es una palabra de Pablo la que me ilumina para comprender la belleza del amor de Dios para cada uno de nosotros los humanos: “Dios me ama”, “Me ha llamado a ser de Jesucristo”, “Y a formar parte de su Pueblo Santo” (Rom 1, 7)

Dios nos ha manifestado su Amor al darnos Espíritu Santo” Dios nos ha mostrado su amor al darnos a su Hijo, que realizó el Plan de Dios en la Historia, y de manera especial, Dios nos ha mostrado su Amor al darnos Espíritu Santo para que actualice en nosotros hoy, el Plan de Salvación: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 5). Al darnos su Espíritu Dios se nos dona para que seamos templos vivos de su Espíritu (1Cor 3, 16) y Él desde dentro realice en nosotros la santificación de nuestras vidas. Gracias a la redención y a la acción del Espíritu Santo, nosotros, hoy podemos ser hombres nuevos, los días de la esclavitud han quedado en el pasado y lo que ahora tenemos es lo nuevo. ¿Qué es lo nuevo que descubre en mi vida?

Mirarme como Dios me mira. La primera mirada de Dios para mi pecador es una mirada de amor: me mira como a su hijo amado. Creo que desde que me inicie en la experiencia de Dios me amo a mi mismo. La experiencia me ha llevado a “Pensarme como Dios me piensa”. Dios me piensa con amor desde la eternidad, me tiene siempre presente. Una de las cosas más hermosas que estoy viviendo es la “Valorarme como Dios me valora”. Me valora por lo que soy y no por lo que tengo. Para Él soy de gran valor, no obstante sea pobre o no haga cosas buenas. Mi valor es el mismo Dios, fundamento de la dignidad humana. Aceptarme como Dios me acepta. Incondicionalmente con mis defectos y debilidades, con mis faltas y errores. Amarme como Dios me ama: Incansablemente. Hasta la donación, hasta el sacrificio, hasta la entrega de sí mismo. Gracias a la experiencia de Dios, hoy comienzo a realizar las cosas de Dios: amar, perdonar, ayudar, entregarme en donación y servicio para que otros se realicen en el amor.  

¿Cómo es al Amor de Dios? La experiencia de san Pablo y la nuestra propia, nos lleva a decir que ni todos los hombres de todos los tiempos nos vamos a acabar el amor de Dios; su amor es un mar inmenso de amor y misericordia que no tiene fondo como tampoco tiene límites. En la carta a los efesios Pablo lo describe como Alto, Ancho, Largo y Profundo (Ef 3, 17). El hombre que no ha conocido el amor de Dios le llega a perder el sentido a la vida y corre el peligro de convertirse en un ateo práctico. La Experiencia del Apóstol es indescriptible: “Un demonio de Satanás me abofetea, tres veces le he pedido al Señor: que me lo quite, y Él me dice: “Mi Gracia te basta, mi Amor es todo lo que necesitas”. En Dios, el amor es donación, entrega, promoción, servicio… para que el hombre, al tener de lo suyo se realice, dándose y entregándose a los demás, para ayudarlos a realizarse como personas importantes y valiosas. Para entender como es el amor de Dios tenemos que abandonar criterios rancios y torcidos sobre Dios, sobre el hombre y sobre la vida. La experiencia de Dios es la que mejor nos explica como es el amor que Él nos tiene. Para mí, la mejor descripción de ese amor es la “Paciencia de Dios”: Su amor es paciente. ¡¿Cómo llegué a esta conclusión?! Si a pesar de mis muchos pecados sigo viviendo, es que Dios es “rico en misericordia” y es “lento para enojarse”. Yo soy lento para entender y me paso la vida poniendo obstáculos a mi conversión. “Dios mío tenme paciencia”.

Características del amor de Dios. Personal y universal a la misma vez. Ama a cada uno de nosotros y ama a todos los hombres. Nadie es excluido del amor de Dios. Cristo vino y murió por todos, buenos y malos, pobres y ricos, negros y blancos, hombres y mujeres.  Es Incansable e incondicional: Dios no se cansa de amarnos como tampoco nos pone condiciones. Con amor paciente e incansable, busca sin cansarse a las ovejas perdidas, y las busca hasta encontrarlas. Los amores humanos son condicionados, utilitaristas y pragmáticos, en Dios en cambio, su amor es incondicional. Nos ama, a pesar de que hagamos cosas malas, y, aún sabiendo que lo vamos a rechazar.

Eterno e infinito: no tiene límites y no cambia, nos ama siempre y hasta siempre. El corazón de Dios es como un mar inmenso de amor. No podemos abarcarlo ni tocar fondo, pero su voluntad es que los hombres nos sumerjamos en el mar de su amor, nademos en él y nos empapemos con su gracia. Lo que mejor nos puede hablar del amor de Dios es lo que Jesús pide a sus discípulos y Él hizo a lo largo de toda su vida, hasta el final: “El amor a los enemigos”: “Pero yo les digo a los que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendecid a los que les maldigan y rueguen por quienes los persiguen” (Lc 6, 27-28). Dios no tiene enemigos, somos nosotros los humanos los que nos enemistamos con Él, y en vez de verlo como un Padre, lo vemos como adversario a vencer.

El deseo eterno de Dios. Dios quiere dar al hombre un corazón grande e inmenso, en el cual habite la bondad, la justicia, la paz, el gozo…Solo cuando Dios ensancha nuestro corazón podemos salir de nosotros mismos para ir al encuentro del amor…aceptando que somos dones de Dios para el Mundo, para la Iglesia, para la sociedad…El hombre se realiza en la medida que camine en la vida con un corazón lleno de amor, como fuerza que lo hace darse y entregarse como don de Dios para los demás. La petición de cada día debería ser: “Ensancha Señor mi corazón” para que yo pueda ser la casa del amor. Cuando los hombres llevan en sus corazones el deseo de Dios, lo que sigue es ser una “fuente de aguas vivas” (Jn 7, 38). ¿Será suficiente con saber que Dios es amor y nos ama? La respuesta es NO. Hay que abrirse al amor. Hay que dejarse amar por Él.

Mi Gracia te basta, mi amor es todo lo que necesitas.

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