CREAN CONVIÉRTANSE PARA QUE CONOZCAN LA VERDAD DE DIOS


Crean y conviértanse para que conozcan la verdad de Dios.

Un mensaje para conocerse, vivirse y darlo a conocer. Todo hombre es un buscador. ¿Qué es lo que busca? El hombre se pasa la vida buscando razones para sentirse bien, para ser feliz. Todo lo que se hace, desde esta perspectiva, desde trabajar, divertirse, comer, robar, quitarle a otros la mujer, etc. Lo que realmente busca, aún sin darse cuenta, es a Dios. El profeta Jeremías nos ha dicho que si lo buscamos de todo corazón, él se dejará encontrar por nosotros (Jer 29, 12-13).

Querer ver a Jesús es el anhelo de todo corazón. Es el deseo de Dios. El hombre no nació para ser esclavo, para ser un oprimido… la libertad es su vocación… nació para ser libre, para vivir en alianza con Dios y con los otros hombres. Mientras el hombre permanezca en esclavitud, bajo el yugo de la opresión, permanece en el exilio sin patria, sin templo y sin rey.

Dios primero irrumpe en la historia del hombre para liberarlo y después hacer alianza con él. (cf Lc 15, 1.4) Qué hermoso es saber que Dios se acerca al hombre extraviado para invitarlo a entrar en el camino que Dios le presenta y llevarlo a la casa del Padre… a la libertad, a la santidad, al amor. El camino está lleno de experiencias, veces dolorosas, veces liberadoras y otras veces gozosas… pero siempre llenas de luz, esperanza, gloria…(Jn 8, 12ss)

En esta aventura el hombre no está sólo, Dios lo acompaña a lo largo del camino, y camina con otros, el Pueblo Dios, la Iglesia (Mt 28, 19- 20). El Espíritu Santo actualiza en  nuestra vida, hoy,  el Proyecto de Dios, conocido como el Reino de Dios… Reino de amor, de paz y de justicia, en donde Cristo es el rey. Sin conversión nadie podrá entrar en el Reino, nadie verá al Señor. La conversión es el paso de la esclavitud a la libertad, del odio al amor, de las tinieblas a la luz. (Mc 1, 15)

La conversión cristiana pide salir de exilio, para entrar en camino de éxodo y entrar en comunión de alianza con Dios y con su Pueblo, hacerse Comunidad Cristiana, Pueblo de la nueva Alianza.(cf 1 de Pe 2, 9) El Camino del Éxodo que lleva al desierto y a la alianza, es el camino de la verdad, del amor que llevan a la vida, a la paz y por ende la felicidad, el precio que se ha de pagar, con la ayuda de Dios, es el esfuerzo para la renuncia, hasta el sacrificio que se hace por amor a Cristo, a la familia, a la Iglesia, a la sociedad.(cf Rm 12, 1)

La guía la encontramos en la Palabra de Dios y en la enseñanza de la Iglesia, el Magisterio. La fuerza la encontramos en la Eucaristía y en la práctica de la Palabra de Dios, en la práctica de las “Obras de misericordia” (cf 2 Tim 3, 14- 16)

¿Cuál es el Camino que nos lleva a la Paz? Jesús dice a los judíos: “Si conocieras el camino que lleva a la paz”. (Lc 19, 42)  ¿De qué camino se trata? Es el Camino que Dios nos propone: Jesucristo muerto y resucitado, constituido Señor y Mesías. Es el camino de la Cruz, Resurrección y  Glorificación.  Es además, el camino que Dios ha abierto para esta parroquia: El camino de la Evangelización, es la tarea fundamental a la que Jesús envía a sus discípulos. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, si identidad más profunda” (EN 14).

La Iglesia es fuerte cuando evangeliza, y es débil cuando no evangeliza. Cuando la Iglesia es fuerte las sectas y el “imperio del pecado se debilitan”; pero, cuando la Iglesia no cumple con la Misión, el imperio del mal, es fuerte y continúa oprimiendo a los hijos de Dios, llamados a la salvación en Cristo Jesús.

La Iglesia es Misionera por naturaleza: Vayan y anuncien; curen a los enfermos y limpien a los leprosos (Mt 10); bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 20). El Mandato es para todos los bautizados: “Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la Iniciación Cristiana y por  los dones del espíritu Santo (I de A 66). Los laicos, debidamente preparados son anunciadores, predicadores y proclamadores del reino de Dios.

Aceptar la misión que Jesucristo le confirió a su Iglesia nos hace recordar el núcleo vital de la Nueva Evangelización: el anuncio claro e inequívoco de la persona Jesucristo, es decir, el anuncio de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino que Él nos ha conquistado a través de su misterio pascual (EN 22).

El Encuentro con Cristo, el Señor produce una profunda transformación en quienes no se cierran a Él. Se trata de un paso pascual, el paso de las tinieblas a la Luz. (Ef 5, 7-9) El Encuentro es liberador y gozoso porque Él nos quita las cargas y hace partícipes del triunfo de su Resurrección.

El primer impulso es comunicar a otros la riqueza de la experiencia de este encuentro: dar testimonio de la maravillas del Señor. “Soy testigo del amor de Dios” Es la experiencia de saberse perdonado, reconciliado, salvado y santificado (cf Rm 5, 1- 5) Experiencia que llena los vacíos del corazón y da sentido a nuestra vida.

La finalidad del testimonio, es llevar a los hombres a Cristo para que crean en Él y creyendo se salven. (Hech 4, 12) Un ejemplo de esto lo encontramos en la mujer samaritana (Jn 4, 10- 29). En Pablo de Tarso (Hech 9) En Juan y Andrés (Jn 1, 35ss)

La Iglesia, (nosotros) que vive de la presencia de su Señor resucitado, tiene como misión llevar a los hombres al encuentro con Jesucristo por la acción invisible del Espíritu vivificante, él es el principal Agente de  la Evangelización  (EN 75).

Encuentro que se da en la fe de la Iglesia, por eso decimos que es “eclesial” e implica  “un compromiso”. La fe de la Iglesia es Jesucristo, manifestación de Dios y revelador del hombre (Jn 14, 7) El testimonio de las mujeres (Jn 20, 18) y el testimonio de los discípulos de Emaús (Lc 24, 33- 34)

Aceptar a Cristo vivo es aceptar su amor primero (cf 1 Jn 4, 10); es optar por Él; es adherirse libremente a su persona y a su proyecto, que es el anuncio y realización del Reino de Dios (I de A 68,2). Jesús se hizo hombre para morir por nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna (cf Rm 4, 25) Encarnación, Redención, Santificación y Glorificación están dentro del Amor primero (1 Jn 4,10.19) El acontecimiento para realizar la “Obra del Padre,” del cual habla san Pablo: “Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.” (2 Cor 8, 9) Acontecimiento que se realiza hoy en nuestra vida por la acción del Espíritu Santo.

La irrupción de Cristo en nuestra vida, por el “Nuevo Nacimiento” y el “Encuentro en la fe con el Señor” Se suscita en nuestro corazón el deseo de conocerlo, amarlo y servirlo: “¿Maestro dónde vives?”, a lo que Jesús responde: “Vengan y lo verán”. Fueron pues y se quedaron con Él aquel día (Jn 1, 38- 39). La invitación a estar con Él y seguirlo se extiende a toda la vida.

Seguir a Jesucristo es vivir como Él vivió (cfr Hech 10, 38); es aceptar su mensaje y asumir sus criterios; es abrazar su suerte y participar en su misión; es invitar a todos los hombres a la comunión trinitaria y la comunión con los hermanos en una sociedad justa y solidaria para construir juntos el “Imperio de Dios” que conocemos como “Reino de Dios y de Cristo” El deseo de que otros conozcan a Aquél, está a la raíz de la misión evangelizadora que incumbe a toda la Iglesia. (I de A 68, 3) El don de Cristo resucitado a su Iglesia para que realice su Misión es el Poder del Espíritu Santo: “Todo poder se me dado, tanto, en el cielo como en la tierra (Mt 28, 20) “Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 21- 23)

Indicaciones para permanecer en la experiencia de Dios. “Permanezcan en mi Palabra” (Jn 8, 31- 32) “El que coma mi carne y beba mi sangre, permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56) “Permanezcan en mi amor” (Jn 15, 9) La clave de la pertenencia a Cristo es la Obediencia de la fe: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (Jn 15, 10) “El que quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Lc 9, 23) “Permanecer en su Pascua,” es decir, “Muerte y Resurrección de Cristo,” Dos momentos de un mismo acontecimiento pascual, con Palabras de san Pablo: “No te bajes de la cruz para que permanezcas en el amor de Dios” (cf Rm 6, 11; Gál 5, 24) En san Juan encontramos el ejemplo del trigo que para poder dar fruto debe de morir (cf Jn 12, 24) para nacer y crecer hasta dar frutos de vida eterna. Es en la primera carta de Juan donde encontramos un camino de espiritualidad para que los discípulos de Cristo permanezcan en Cristo, Luz del Mundo y Vida de los hombres:

La primera condición: “Romper con el pecado.”  Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros. (1 Jn 1, 7-10)

La segunda condición: “Guarden los Mandamientos.” En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en é. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. (1 Jn 2, 3- 6)

La tercera condición: “Guárdense del mundo”. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Jn 2, 15-17)

La cuarta condición: “Guárdense de los falsos profetas”.  Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo sabéis. Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad. (1 Jn 2, 18- 20)

De la mano de María nuestra Madre, y bajo su especial protección, nos dedicamos con la fuerza del Espíritu a buscar a Cristo, nuestra Paz y nuestra Salvación.

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