Llamados por Amor, con Amor, para Amar y Servir
(Lucas 5, 1- 11)
Del encuentro con Cristo, a la conversión
y de la conversión, a la Misión unida al Destino de Jesús para ir sembrando las
“semillas del reino de Dios” Semillas que mueren, nacen y crecen en el silencio
de Dios, al estilo del grano de trigo (Jn 12, 24) el discípulo misionero de
Cristo está llamado a sembrar y a regar lo sembrado con la confianza que lo que
se hace por amor, Dios lo hace crecer Dios hace crecer lo que los discípulos
cultivan en el corazón de los hombres: semillas de amor, de verdad, de
santidad, de libertad y de justicia…. Los medios del crecimiento han sido
entregados a la Iglesia, Viña del Señor y por lo mismo Campo de cultivo.
Escuchar, Orar, Cultivar, Celebrar y hacer un silencio orante para que se
realice el “Proyecto de Dios” realizado en Cristo y actualizado hoy en el
corazón de los hombres por la acción del Espíritu Santo.
1. Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre
él para oír la Palabra de Dios (Lc 5,1) ¿Porqué le gustaba a la gente
escuchar a Jesús? Incrédulos, quienes conocían sus orígenes humanos, se
preguntaban: “¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?” (Mt 13,
54). Sin embargo, a los que le escuchaban y creían en Él, nacía en ellos la fe
y con la fe un cambio en la manera de pensar de Dios y en la manera de vivir.
Por eso san Juan dice a los que había creído en Jesús: “Permanezcan en mi
palabra y serán mis discípulos; conocerán la verdad y serán libres” (Jn 8, 31)
2. Cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. La Palabra
de Cristo lava, limpia, libera, consagra (Jn 17, 17) y conduce a la salvación
por la fe y a la perfección cristiana. (2 Tim 3, 14s) Con la autoridad de la
Palabra de Jesús, nace en el hombre el deseo verdadero de cambiar de rumbo; la
Palabra engendra confianza, esperanza y se despliega hacia el amor. Bajarse de
las barcas y lavar las redes es fruto de la escucha de la Palabra como primer
paso para después llegar a ser discípulos de Cristo. Desprenderse “de los tesoros
del corazón del hombre viejo, para lavar todas nuestras dimensiones humanas. La
escucha de la más hermosa verdad que podamos escuchar de los labios de Jesús,
enciende en nuestro corazón el fuego del evangelio (cf Lc 12, 49) “Mi Padre les
ama” “Dios los ama a todos incondicionalmente” (cf Jn 3, 16; 17, 23) Jesús, el
Hijo de Dios no ha venido a juzgar ni a condenar, sino a traer el Amor de Dios
para que todo los que crean en Él se llenen con su amor (cf Rm 5, 5) para que
también puedan amar a Dios, a los demás y así mismo. El amor dice san Juan no
consiste en que nosotros amemos a Dios, sino en que Él nos amó primero (1 Jn 4,
10) De la misma manera nos dice: Todo el que ama conoce a Dios, ha nacido de
Dios y permanece en Él” (1Jn 4, 7)
3. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se
alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la
muchedumbre. Creer en Jesús es confiar en Él y en su Palabra. Jesús entró
en la barca de Pedro, es decir, entró en la vida de Pedro; entró en el corazón
de Pedro para formarlo como discípulo, en el amor de entrega y donación. Discípulo
es aquel que escucha la Palabra y la obedece, ese es el que escucha a Jesús, y
al obedecerlo, le abre las puertas de su corazón (cf Apoc 3, 20) Dos barcas, la
Pedro y la de la sinagoga. Eligió la Pedro, que años más tarde, romperá con la
sinagoga figura de la ley para elegir la salvación por la fe y presentarnos el
itinerario de la fe que lleva a la salvación (2 Pe 1, 3- 10)
4. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar.» Jesús a nadie exige lo que antes no le ha dado.
Primero nos invita a creer en Él, después nos pide amarlo y luego a servirlo. Después
de un tiempo de formación en la fe y en el amor, como a niños, dice a sus
discípulos la importancia de la obediencia y del trabajo apostólico para crecer
en confianza, esperanza y amor a su Maestro
y a la Misión confiada: “Boga mar adentro” como si les dijera: “Dejad la
orilla”, es decir la superficialidad y la mediocridad, Dejad los infantilismos,
sus guaridas y sus nidos (cf Lc 9, 58) Para que no sean como niños sacudidos
por cualquier viento de doctrinas, expuestos a la malicia humana (cf Ef 4, 14)
El discípulo de Jesús tiene que aprender a discernir lo que es bueno de lo que
es malo. De lo que viene de Dios o de otra fuente. Esto lo aprende de su
Maestro que es reconocido como alguien que habla y enseña con autoridad. En
este sentido, alguien que reconoció su autoridad le dijo a Jesús:”Maestro,
sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y que
no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas” (Mt 22,
16).
5. Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.» Que
descubrimiento el de Pedro y los otros discípulos, de noche, en las tinieblas
del pecado se pesca nada, sólo en la obediencia a la Palabra; sólo bajo las
moción del Espíritu Santo y en la obediencia a la voluntad de Dios manifestada
en Cristo, los discípulos podrán dar fruto. Como lo dirá Jesús en el camino de
la formación: “Sin mí nada podéis hacer (Jn 15, 4) En toda obra de evangelización,
Dios toma la iniciativa, al hombre le corresponde dejarse conducir por la
acción del Espíritu de Cristo. Trabajar de noche es hacerlo con protagonismos,
en competencias, envidias, buscando los primeros lugares, buscando el interés
personal o de grupo. Trabajar de noche es confundir, dividir, sofocar, meter
miedos, manipular, causar lástimas… Jesús, con toda su autoridad, habló con
contundencia, sin ningún miramiento, y es por esto que se hizo merecedor de
burlas, enemistades, persecución y, finalmente, la muerte. Jesús hablaba así,
con autoridad, porque no pretendía quedar bien con nadie ni buscaba el aplauso
de nadie. Él lo dijo: “Yo no busco mi gloria” (Jn 8, 50).
6. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las
redes amenazaban romperse. En la obediencia a la Palabra podemos decir que “todo
lo que se siembra con amor crece muy alto. La obediencia a la Palabra nos va
dejando un corazón lleno de confianza, esperanza y amor. “Lo que se siembra, es
lo que se cosecha.” Miremos el ejemplo de Jesús que enseña y predica con
autoridad, es el vivo ejemplo de la coherencia; es más, Jesús predica con su
vida. Él no sólo dice la verdad, -Él es la VERDAD- (Jn14, 6), sino que además
es creíble. Su vida es su mejor predicación y sus obras son las que dan
testimonio de Él (Jn 5, 36). En Jesús la palabra es confirmada con los hechos
(Mc 16, 20). Jesús no busca éxitos, sino frutos espirituales para la gloria de
su Padre y el bien de los demás. El que busca su propia gloria, vive en la
malicia, se engaña así mismo, genera envidias y se convierte en un charlatán
(cf 1 Pe 2, 1)
7. Hicieron señas a los compañeros de la otra
barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos
barcas que casi se hundían. En la enseñanza de Jesús se aprende a vivir en
comunión, en reciprocidad y en igualdad fundamental entre los obreros de la viña
del Señor. Es un gesto de humildad cuando se reconoce la ayuda mutua, compartir
con los demás. Todos somos valiosos e importantes. La obra del Señor requiere
reconocer que la fuerza está en la Unidad de todos. Nunca aceptemos que ya
estamos completos y que no necesitamos de los demás. No tenemos el monopolio
del Espíritu. Aceptemos que los pobres nos evangelizan.
8. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate
de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» 9. Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a
causa de los peces que habían pescado. Después de ver las maravillas que el
Señor hace en nuestra vida y en la de otros, el discípulo ha entrado en la “experiencia
de Dios” Experiencia cimentada en la Verdad, en la Caridad y en la Libertad de
Dios (cf 2 Cor 3, 18) Pedro cae de rodillas, este es el embrión de la humildad apostólica
que debe de acompañar al apóstol a lo largo de toda la vida para con un corazón
agradecido confesar que fue elegido por amor y no por méritos personales. Esta
humildad la podemos encontrar en Moisés, Isaías, Jeremías, Pablo y sobre todo
en la humilde esclava del Señor ( Ex 3, 4, 10; Is 6, 6; Jer 1,6; 1 Cor 15, 9;
Lc 1, 38)
10. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran
compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador
de hombres.» Después de la “experiencia de Dios” viene el llamado y la
respuesta. “Ámame y Sígueme” Acepten mi Misión y me Destino. La respuesta al
llamado es posible cuando el discípulo ha encarnado la doble certeza: Dios me
ama y yo también lo amo y con un corazón agradecido responde al llamado con su
vida, con prontitud y disponibilidad, con un “Heme aquí, Señor para hacer tu
voluntad.” La Voluntad de Dios manifestada en Cristo es la Salvación de los
hombres.
11. Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron. A sus
Apóstoles el Señor les pidió dejarlo todo: “Una vida mundana, pagana, de pecado”
Después por el camino les pidió dejar trabajo, familia y bienes materiales.
Después les pide huir de los ruidos internos y externos, de criterios e
intereses humanos para irse configurándose con su Maestro, en sentimientos,
pensamientos, intereses, preocupaciones y luchas (Flp 2, 5) A los suyos Jesús,
Maestro y Señor les pide “vivir en Comunión” “Amarse recíprocamente” y “Lavarse
mutuamente los pies” De acuerdo al ejemplo que Él dado a toda la Humanidad.
“«Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi
yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y hallaréis
descanso para vuestras almas. (Mt 11, 28-29)
“Vosotros me llamáis “el Maestro” y
“el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os
he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque
os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con
vosotros. (Jn 13, 13- 15)
“Os doy un mandamiento nuevo: que
os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también
vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos
míos: si os tenéis amor los unos a los otros.” (Jn 13, 34- 35)
El llamado es por Amor, con Amor, para
Amar y para Servir. Para salir de situaciones menos humanas a situaciones más
humanas, de estás, a situaciones como creyentes, discípulos misioneros, a la
configuración con Cristo (Mt 5, 3- 11)
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