LLAMADOS A SER HOMBRE NUEVO



LLAMADOS A SER HOMBRE NUEVO

OBJETIVO. Presentar el Evangelio de Jesucristo a los hombres de hoy para ayudarles a vivir plenamente y a descubrir el sentido de la vida aceptando ser los discípulos misioneros del Señor Jesús.

Iluminación: Despojaos del hombre viejo y revestíos del Hombre Nuevo: Jesucristo (Ef 4, 24; Rm 13, 14)

Hombre, ¿Quién eres Tú? Eres un ser en proyección. Un proyecto incompleto que es preciso seguir realizando. No estamos hechos nos estamos haciendo. Mi vida ha de estar orientada hacia la Dios, siguiendo las huellas de Jesús (cf 1 Ts 1, 9) Eres un ser social. No te realizas solo; el hombre necesita de los demás y los demás necesitan de él. Hombre, eres un ser social por excelencia. No fuiste creado para vivir en solitario, sino vivir con otros y para otros. Gn. 2, 18. Hombre eres un ser en comunión; en comunión contigo mismo, con Dios, con los demás y con a naturaleza. La comunión es nuestra vocación, para ser unidad, Cristo dio su vida por todos los hombres. Hombre eres ante todo un buscador de valores: Busca sentirse bien, ser feliz: Todo lo que hace lleva ese tinte. Se pasa la vida buscando razones para ser feliz o sentirse bien. Juega football, se va de parranda, comete fraudes, miente etc. Todo para sentirse bien y muchas veces importante. Hombre eres un ser original, responsable libre y capaz de amar.

Luces y sombras. Hablemos primero de las sombras ¿Sabía usted que los peores enemigos del hombre son el individualismo, el relativismo, la manipulación, el conformismo, el totalitarismo?

¿Cuál es la doctrina del individualismo? La doctrina la sintetizamos  en siete palabras:”estando yo bien los demás allá ellos”. No existe preocupación por los otros, solo se buscan los intereses personales. El hombre se encierra en sí mismo, vive para sí mismo, no mira, no escucha, no se comunica con otros que están a su alcance. Solo sus criterios son importantes.  El mundo está lleno de seres individualistas.

¿Cuál es la doctrina del relativismo? Está teoría se basa en la mentira: y en la más grande de todas: valorar al ser humano por lo que tiene.”Cuanto tienes cuanto vales”. Valorar al hombre por los trapos que trae encima o por el carro que tiene o por la cuanta bancaria. Eso es falsedad, mentira engaño. El relativismo, enemigo de los seres humanos es ciego, no reconoce la valiosa dignidad de los hombres; los valora al revés, los instrumentaliza y los oprime, en otras palabras los convierte en seres oprimidos, en entes sin libertad. En el Relativismo reina el interés personal: valioso es todo aquello que nos sirve, que nos da placer, que está de  nuestro lado. Como diría el refrán popular se ama solo a las bonitas o se quiere a los que nos quieren

¿Cuál es la doctrina de la manipulación? “Cosificar a los demás” “reducirlos a instrumento de trabajo o de placer para luego descartarlos”. Todo lo anterior implica: “Ser o estar por encima de los demás”. El hombre manipulador se convierte también en un ser manipulable, es un oprimido y a la vez, opresor. Un ser que se hace daño a sí mismo y a los que lo rodean.  “Un lobo para sus hermanos”. La manipulación, es por todo esto,  la peor ofensa contra la dignidad humana.

Luces y sombras. Al hablar de luces descubrimos el principal problema del hombre. ¿Cuál será? La respuesta la podemos ubicar en dos maneras: El hombre es un desconocido en su propia casa. No sabe de donde viene, no sabe para que está aquí ni para donde va. No sabe distinguir entre lo bueno y lo malo. A lo malo lo llama bueno y a lo bueno lo llama malo. Es un ser ajeno a su dignidad personal para ser manipulado por una sociedad conformista y totalitarista.

Bueno lo útil, lo que hace ricos o poderosos, o lo que produce placer o comodidad .El otro vale si me sirve y sino…estorba.  Mientras que lo malo causa fatiga, incomodidad, aburre, etc. Escuchemos al profeta Isaías: “Hay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que toman las tinieblas por luz y la luz por tinieblas” (Is 5, 20) Para todo el que está en Cristo, es un portador de luz, de vida, de amor, sabe discernir y distinguir entre la izquierda y la derecha (cf 2 Cor 5, 17) Puede hacer el bien y evitar el mal.  Lo malo es todo lo que impide la realización personal y lo bueno es todo lo que ayuda a crecer como ser humano o todo aquello que permite la realización personal. (cf Ef 5, 8) El hombre, todo hombre necesita la luz del Evangelio de la verdad que nos hace libres. (Gál 5, 1. 13)

¿Qué es Evangelizar? Evangelizar es enseñar el arte de vivir en comunión.  El Evangelio nos enseña cómo se lleva a cabo la realización del hombre; nos muestra el camino que lleva a la felicidad. Sabemos que el mayor bien que le podemos hacer a una persona no es el de darle cosas, y menos el de reducirlo a la nada o manipularlo, sino el de ayudarle a ponerse de pie para luego iniciarse en su proceso de realización, y esto Jesucristo lo hizo por medio de la Evangelización: Dándonos su palabra y su vida para enseñarnos el arte de amar y el arte de servir, Camino para vivir la Comunión con Dios como hijos y con los demás como hermanos con la disponibilidad de compartir de manera solidaria para que todos vivamos con manera justa y digna.  

Evangelizar quiere decir mostrar el camino que enseña el arte de vivir en comunión. El Señor Jesús dijo al inicio de su vida pública: “! He venido a Evangelizar a los pobres” (cf Lc 4, 18). Más tarde nos dice: “vengo para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).  También nos dice: “he venido a encender un fuego y cuanto ardo en deseos de verlo arder”. (cf Lc 12, 49) Con otras palabras Jesús nos dice: Yo tengo la respuesta a la pregunta  fundamental sobre el hombre. Yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad: más aún, “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6). El capítulo 4 del Evangelio de san Lucas nos describe la acción misionera del Señor: “El Espíritu del Señor está sobre mí me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres....dar vista a los ciegos.....liberar a los cautivos y a los oprimidos....”eso es Evangelizar.  ¿Quienes son los pobres? ¿Dónde se encuentran? (Lc 4, 16ss)

La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio por la vida, la pérdida del sentido de la vida, el no saber para que se vive. Pobreza que se encuentra hoy muy extendida, no respeta fronteras, ni estratos sociales, ni sexos, ni  religiones. Pobreza que se manifiesta con formas muy diversas. Hoy día son muchísimas las personas que viven arrastrándose buscando razones para sentirse bien. Recurren a la química para ser felices, y al final terminan en situaciones de esclavitud, de desgracia de no salvación. (adicciones) Con el rostro y el corazón endurecidos, pierden la capacidad de sonreír, de dar amor.

La incapacidad de auténtica alegría produce y supone la incapacidad de amar; produce la envidia, el rencor, la venganza, los vicios que arruinan a las personas y llevan el sufrimiento a las familias. Muchos son los hombres que buscando el camino de la felicidad atrofiaron los dones que Dios les dio para su propia realización y para la realización de los demás: su capacidad de relacionarse con los demás; la capacidad de decidir por sí mismos, de ser libres y de ser responsables (cf Lc 15, 11- 13) Los ciegos y los sordos, los mudos y los cojos del Evangelio somos nosotros cuando nos dejamos atrofiar por el pecado, que no es otra cosa que negarse aceptar el Plan de Vida que Dios en su Gran misericordia propone a todo ser humano. Cuando el hombre abandona los terrenos de Dios: La Verdad, el Amor, la Libertad, la Justicia, entra entonces en los terrenos de la “impiedad” en los que no se reconoce a Dios, ni se le da gloria ni se le da gracias.

¿Cuál es el Camino a seguir? El Encuentro personal con Jesús el Señor.  Jesús Buen Pastor busca a la oveja perdida, la busca hasta encontrarla. ¿Qué significa dejarse encontrar? No es cosa de encontrar a Dios, sino mas bien de dejarse encontrar por él (cf Lc. 15, 1-4) Lo primero es lo primero Dejarse encontrar para dejar la más hermosa experiencia de saberse amado por Dios. “Dios me ama” aún a pesar de mi pecaminosidad (cf Jn 16, 8) Dejarse encontrar significa cuatro verdades:
V    Reconocer que no somos felices porque estamos vacíos de Dios, de amor, de valores
V    Reconocer que nos hemos equivocado. Soy pecador y he errado en el blanco. Busqué la felicidad en la droga, dinero, placeres, e hice de mi vida un caos, un vacío.
V    Reconocer que estamos necesitados de ayuda. Yo sólo no me puedo salvar ni salvar a otros, El hombre no es la medida para el hombre. Sólo Cristo puede llenar los vacíos del corazón y darle sentido a mi vida.
V    Reconocer que esa ayuda solo puede venir de Dios, es Jesús. “Sólo él tienes palabras de vida eterna”, y con palabras de un testigo: y nosotros hemos creído que tú eres el Hijo de Dios, el Mesías (cf Jn 6, 67- 68)

Dejarse encontrar es dejar a Jesús lavar nuestros pies y nuestras redes (cf Lc 5, 2; Jn 13, 13). El dejarse encontrar por el Buen Pastor nos inicia en un proceso de conversión del corazón que implica: SER JUSTIFICADOS, RECONCILIADOS, SALVADOS Y SANTIFICADOS. HOMBRES EN CAMINO DE REPRODUCIR LA IMAGEN DE JESUS, EL CRISTO DE DIOS. Lo anterior es gracias a la acción del Espíritu Santo que actualiza hoy en nuestra vida la “Obra redentora de Cristo” para que después realizamos  las “buenas obras” que Dios nos ha destinado a realizar (cf Ef 2, 10).

Del Encuentro con Cristo al Discipulado. Discípulo es aquel que ha sido llamado y elegido por amor para estar con su Maestro y después de ser formado ser enviado con Poder a servir a sus hermanos para comparar la alegría del Evangelio (cf Mc 3, 13- 14). Escuchar la Palabra de Cristo y ponerla en práctica son las dos condiciones básicas del Discipulado. Para luego por el camino aceptar “Pertenecer a su Maestro y al Grupo de los Doce”. El Evangelio de Lucas nos propone el itinerario a seguir: Escuchar la palabra de Dios; lavar las redes; entrar en la barca de Pedro, o dejar a Jesús entrar en nuestra vida (cf Apoc 3, 20); profundizar en la Palabra (etapa de formación); la obediencia de la fe (remar mar adentro y echar las redes a la derecha, la experiencia de comunidad para trabajar en equipo, el momento del Kairos y la aceptación de la Misión: ser pescadores de hombres. La experiencia de los Apóstoles los hace reconocer que trabajar de noche (en las tinieblas) todo es estéril y la disponibilidad para dejarlo todo y llevar siempre con ellos “el embrión de la humildad apostólica: “apártate Señor de mi que soy un pecador” (cf Lc 5, 1- 11). Lo anterior me hace decir tres cosas que he aprendido por el camino:            

a)              La Purificación del corazón.  Mediante el reconocimiento de los pecados personales y la firme decisión de huir de la corrupción para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4)
b)              Permanecer en su Amor.    “Permanezcan en mi amor” (Jn. 15,9). Permanecer siendo amados y permanecer amando. Permanecer adorando y sirviendo al Señor. Es el modo para que seamos capaces de dar Gloria a Dios.
c)               Seguir a Jesús.  Cómo discípulos misioneros cultivadores del Reino de Dios. Dejándose conducir por el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (Rm 8, 14-15) por el camino de la luz y de la verdad, de la justicia y de la santidad. Seguir a Jesús es aceptar el estilo de vida que él nos propone, que él mismo vivió: “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los hombres de la opresión del Maligno” (Hch 10, 38)

Seguir a Jesús nos lleva al cultivo de todo lo verdadero, lo bueno y lo bello que Dios ha puesto en los seres humanos, para su propia realización y para la realización de los demás, entonces seremos realmente hombres, en el pleno sentido de la palabra. Hombres nuevos para amar, para conocer la verdad y para servir a nuestros hermanos.

Hombre nuevo es aquel, hombre o mujer que después de dejarse lavar los pies por el Señor. Se adhieren a Él, hacen suya su misión y su destino para irse configurando con el Señor Jesús en el amor y en servicio a la causa del Reino. Sin discipulado no hay vida nueva. Sin seguir a Cristo no hay crecimiento espiritual, lo más seguro es que pronto se abandone la Comunidad para después ser enemigos de Dios, al servicio del  “Imperio de la impiedad” (cf 2 Ts 2, 7)

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