MARÍA, MADRE E IMAGEN DE LA IGLESIA

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MARÍA, MADRE E IMAGEN DE LA IGLESIA

OBJETIVO: Presentar a María como Madre e Imagen de la Iglesia. María es ya lo que la Iglesia está llamada a ser; es signo de esperanza cierta para la Iglesia que camina hacia la casa del Padre.

Iluminación. "La función maternal de María no disminuye ni oscurece la mediación única de Cristo, sino que más bien muestra su eficacia" (Cfr. LG 60).

Fe de la Iglesia proclamada en innumerables ocasiones. En innumerables ocasiones ha sido proclamada la fe de la Iglesia en la Maternidad Divina. En el Concilio de Calcedonia (a. 51) (DS 301); en el de Constantinopla, del año 553: "En el Verbo de Dios existe un doble nacimiento: el primero, antes del tiempo, del Padre...; el segundo, de la santa y gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María, en los últimos días" (DS 422). Lo mismo repite el Constantinopolitano III, del año 680 (DS 555); el Constantinopolitano IV, en el 869 (DS 654) y otros. El Concilio Vaticano II dice así: "La Virgen María, que al anuncio del Ángel recibió al Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo y dio la vida al mundo, es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor... está enriquecida con la dignidad de ser la Madre de Dios Hijo" (LG 53).

"Era preciso que la Madre de Dios poseyese lo que corresponde al Hijo". María disfruta con todo su ser personal de la gloria eterna. Ha llegado a la plenitud escatológica de modo completo, siguiendo los pasos de su Hijo. Era necesario que así sucediera, dice San Juan Damasceno: "Era necesario que conservase la Virgen sin ninguna corrupción su cuerpo después de la muerte... Era necesario que aquella que había visto a su Hijo en la Cruz, lo contemplase ahora a la diestra del Padre. Pues era preciso que la Madre de Dios poseyese lo que corresponde al Hijo" (E. in Dormitionem Dei Genitricis. Hom 2, 14). San Antonio de Padua expresa así el misterio de la Asunción de María: "La Virgen María fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Así como Jesucristo resurgió victoriosamente de la muerte y subió a la diestra de su Padre, así resurgió el arca de su santificación, porque en este día la Virgen fue asunta al tálamo celeste" (Sermo in Ass. S. M. V.).

María elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Con la adhesión del Episcopado universal, Pío XII definió como dogma de fe el misterio de la Asunción en la Constitución Apostólica "Munificentissimus Deus" (el 1 de noviembre de 1950): "... Para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular benevolencia a la Virgen María, para el honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para una mayor gloria de su augusta Madre, y para gozo y regocijo de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, y por Nuestra propia autoridad, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que: La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, acabado el curso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial" (DS 3903). Por el misterio de la Asunción, María es ya lo que el mundo está llamado a ser. Como dice el Concilio Vaticano II, ha sido "elevada por el Señor a Reina del Universo para ser más conforme con su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59).

María, nueva Eva. Los Santos Padres llaman a María Nueva Eva. San Ireneo, testigo de la tradición oriental y occidental, sostiene que la acción redentora de Cristo es una "recapitulación", mediante la cual el universo tendrá a Jesús como Cabeza. Es también una inversión del proceso pecaminoso seguido por el hombre. Así, pues, "el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María. Porque lo que la virgen Eva había fuertemente ligado con su incredulidad, la Virgen María lo desligó con su fe" (Adv. Haer. 3, 32, 1). Lo mismo dice este canto pascual: "Como crece la rosa entre agudas espinas, sin saber cómo herir y más bella que el tallo, así del tallo de Eva floreció Santa María, una nueva virgen sin mancha que enmendó la falta de la virgen antigua" (Sedulio, Paschale carmen, 1-2, 28-31).El Concilio Vaticano II recoge diferentes expresiones de la antítesis Eva-María (LG 55, 63).

María, imagen de la Iglesia Virgen. María es imagen de la Iglesia Virgen. En el punto de encrucijada de las dos Alianzas, en María, hija de Sión (So 3, 14; Za 9, 9), comienza a realizarse la virginidad de la Iglesia. En la persona de quien viene a ser la Madre de Dios se realiza así la virginidad lentamente preparada en el Antiguo Testamento, y también la oración de las mujeres estériles hechas fecundas por intervención de Dios. En María aparece ya el sentido escatológico de la virginidad eclesial: ésta manifiesta la irrupción de un mundo nuevo en la historia. La Iglesia, como María, engendra a Jesús en el corazón de los hombres no por el poder de la carne y de la sangre, sino en virtud de la acción del Espíritu Santo (Cfr. In 1, 13). La Iglesia es, así, una esposa virgen (Cfr. Ap 21, 2), fecundada por el Espíritu.

María, imagen de la Iglesia Madre. María es imagen de la Iglesia Madre. María es el punto de la humanidad en que se realiza el parto del Hijo de Dios. Así es imagen de la Nueva Jerusalén, en su función materna. Si la nueva humanidad es comparable a la mujer (Ap 12, 5), cuyo primogénito es Jesucristo, el Señor, no se puede olvidar que tal misterio se cumplió concretamente en María. La "mujer del Apocalipsis" no es un puro símbolo, sino que en María ha tenido existencia real y personal.

María, imagen de la Iglesia creyente. María es imagen de la Iglesia creyente. En ella vemos el misterio de la Iglesia vivido en su plenitud por una persona humana que acoge la Palabra de Dios con toda su fe. La fidelidad de la Iglesia a la llamada de Dios se transparenta primeramente en María, y esto del modo más perfecto. En ella se revela así, de manera personal e histórica, la vida de la Iglesia que asume la actitud opuesta a la de Eva.

María, Madre de la Iglesia. María es Madre de la Iglesia. Dice San Agustín: "María es madre de los miembros que creyeron en su Hijo, porque cooperó con su amor a que los fieles naciesen en la Iglesia" (De Virg. 5, 5; 6, 6). En la misma medida en que los hombres son miembros de la Iglesia, tienen a María por Madre. María es Madre de todo el Pueblo de Dios, proclama Pablo VI: "Proclamarnos a María Santísima 'Madre de la Iglesia', es decir, Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título... pues María, como Madre de Cristo, es Madre también de la Iglesia" (AAS 56, 1964; 1007-1008).

Cooperación de María a la mediación única de Cristo. "La función maternal de María no disminuye ni oscurece la mediación única de Cristo, sino que más bien muestra su eficacia" (Cfr. LG 60). María ha colaborado y sigue colaborando en la obra de la salvación. Así lo confiesa el Concilio Vaticano II: "Colaboró de manera totalmente única con la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad ardiente, a la obra del Salvador para el restablecimiento de la vida sobrenatural de las almas" (LG 61). "Con su intervención múltiple sigue consiguiéndonos los dones de la salvación eterna... se preocupa de los hermanos de su Hijo que aún están peregrinando... Por ello, la Virgen María es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Ayuda, Mediadora" (LG 62).

El culto a María. Líneas fundamentales. El Concilio Vaticano II amonesta a todos los hijos de la Iglesia a que fomenten con generosidad el culto a María, particularmente el litúrgico (Cfr. LG 67). María es justamente honrada con un culto especial (Cfr. LG 66). Pablo VI indica las líneas fundamentales que ha de observar el culto a María (Marialis cultus [MC]): a) Bíblica, incluso en las fórmulas de oración y cantos (MC 30); b) Litúrgica, de modo que las prácticas de devoción se armonicen con el espíritu litúrgico del tiempo y de las celebraciones (MC 31). La Liturgia renovada presenta las fiestas de María en su relación íntima con los misterios de la vida, muerte y resurrección del Señor (MC 2-7); así, el Pueblo cristiano asimila, con el ejemplo cíe María, el mensaje evangélico; c) Eclesial, de manera que refleje las circunstancias y preocupaciones de toda la Iglesia en Cada momento, sobre todo la preocupación ecuménica, y, así, la Madre de la Iglesia sea celebrada como vínculo de unidad de todos los seguidores de Jesús (MC 32-33; cfr. LG 69); d) Antropológica, porque la devoción falsa corre el riesgo de representar una imagen de María descrita como un ser extra-humano. Ella es la Mujer Nueva y Perfecta Cristiana en su calidad de Madre Virginal (MC 34-36). En este aspecto, ninguna dimensión verdaderamente humana puede ser ajena a la imitación de María en sus actitudes interiores (MC 37).

Culto a María y actitudes profundas. El culto a María ha de promover actitudes profundas: el carácter de "oyente" de la Palabra de Dios por la fe, que hace escudriñar los signos de los tiempos y vivir la historia como signo de la presencia divina (MC 17); la oración, en la línea del "Magnificar", canto de los tiempos mesiánicos, y en común, como María en la Iglesia naciente (MC 18); la "maternal y virginal solicitud" para incorporar nuevos hijos a la familia eclesial (MC 19); la actitud de "ofrenda" sacrificial por el pecado del mundo y por los pecados de la propia Iglesia, como María, en la presentación en el Templo (Lc 2, 22), o junto a la Cruz (Jn 19, 25), sobre todo, en la celebración del Sacrificio Eucarístico (MC 20).

María, icono escatológico de la Iglesia peregrina. María es ya lo que la Iglesia está llamada a ser. Ella es signo de esperanza cierta para la Iglesia que camina hacia la casa del Padre. "Mientras tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (Cfr. 2 P 3, 10)" (LG 68). Muy justamente se llama a María icono escatológico de la Iglesia peregrina.

(Extraído del Catecismo de la Conferencia Episcopal Española)

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