Si alguno no cae al hablar puede
ser considerado un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo
Iluminación:
Jesucristo es el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la
semejanza divina, deformada por le primer pecado (GS 41) “Despojaos del Traje
de tinieblas y revestÃos de luz, con la armadura de Dios. RevestÃos de
Jesucristo.” (Rm 13, 13- 14) “Despojaos del Hombre viejo y revestÃos del Hombre
Nuevo”
Introducción:
Para conquistar la madurez humana Dios nos ofrece: “Por tal motivo, te
recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de
mis manos. “Piensa que el Señor no nos dio un espÃritu de timidez, sino de
fortaleza, de caridad y de templanza.” (2 Tim 1, 6- 7)
Desarrollo
del Tema:
1)
El
camino de la madurez humana.
Nos dice la Sagrada Escritura que el hombre desde su
infancia se inclina hacia el mal (cf Gn 8, 21) y adquiere un corazón caótico (cf
Gn 1, 1) del que dice el profeta: Doble mal ha hecho mi pueblo: a mà me
dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas
agrietadas, que el agua no La experiencia de Pablo antes de conocer a Cristo
nos habla de sà mismo: "Sabemos, en efecto, que
la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, no comprendo mi proceder, pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, debo reconocer que la ley es buena; pero en realidad no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mÃ. Pues bien sé yo que nada bueno hay en mÃ, es decir, en mi carne; en efecto,
querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no
hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo
que no quiero, no soy yo quien actúa, sino el pecado que habita en mÃ."
La madurez se alcanza
por la armonÃa de nuestras dimensiones, por la integración de nuestras
tendencias y nuestros valores. Las dimensiones fundamentales del hombres son la
corporal, la mental la espiritual, la social y la histórica. El hombre maduro
cultiva su inteligencia y su voluntad para desarrollar sus mejores
potencialidades o capacidades para vivir en armonÃa con su interior y con su
exterior, consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Ha
aprendido el arte de vivir en comunión con su realidad. Se sabe que no está hecho, sino haciéndose,
necesitado de una adecuada formación humana para llegar a ser un “ser humano”
capaz de alcanzar su originalidad, (ser único e irrepetible), responsable de sÃ
mismo y de los otros, libre de todo lo que le impida llegar a ser persona
plena, fértil y fecunda: una persona capaz de amar y practicar la justicia. El
camino de la madurez humana pide esfuerzos, renuncias y sacrificios, sin los
cuales la persona se queda un simple bosquejo de persona.
Pablo nos presenta tres
momentos para cultivar tres valores fundamentales: “Y todo orientado a la
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la
plena madurez de Cristo.” (ef 4, 13) Unidad en la fe, crecer en el conocimiento
de Dios y configurarse con Cristo. Valores que nos liberan de las cargas
inútiles: Unidad con Cristo por la escucha y la obediencia a su Palabra; por
guardar sus Mandamientos y practicar sus virtudes y participar de la muerte y
resurrección de Cristo. Para vencer con la ayuda de la gracia de Dios el mal: “vencer
con el bien al mal” (Rm 12, 21)
2) El
apóstol san Pablo sigue el camino de los profetas.
Los corazones caóticos,
son los corazones vacÃos de los habla JeremÃas (cf Jer 2, 13) “Como cooperadores
suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Dice
él en la Escritura: En el tiempo favorable te escuché, y en el dÃa de la
salvación te ayudé. ¡Pues éste es el tiempo favorable; éste es el dÃa de la
salvación!. (2 Cor 6, 1- 2) Apoyándonos en una fe verdadera, en una esperanza cierta
y en una caridad sincera., tal como lo dice el Apóstol: “El fin de este mandato
es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de
una fe sincera. Algunos, desviados de esta lÃnea de conducta, han venido a caer
en una vana palabrerÃa; pretenden ser maestros de la Ley sin entender lo que
dicen ni lo que tan rotundamente afirman.” (1 Tim 1, 5- 7)
3)
Los
pecados de la lengua al servicio de la manipulación.
La manipulación es la
pero ofensa que se le puede hacer a una persona. Es tratarla como cosa, para
hacerla instrumento de trabajo o de placer, para después manipularla y luego
desecharla. La Escritura nos dice: “Por tanto, desechad la mentira y decÃos la
verdad unos a otros, pues somos miembros unos de otros. Si os irritáis, no
pequéis; que no se ponga el sol mientras estéis irritados, para no dar asÃ
ocasión al diablo. El que robaba, que ya no robe; que trabaje con sus manos
haciendo algo útil, para que pueda socorrer asà al que lo necesite. No digáis
palabras que puedan herir, sino las que sean oportunas para edificar según la
necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al EspÃritu
Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el dÃa de la redención. Que
desaparezca de entre vosotros cualquier clase de amargura, ira, cólera, gritos,
maledicencia y maldad. Sed amables y compasivos entre vosotros, perdonándoos
mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.” (ef 4, 25- 32) Mentiras,
agresividad, fraude, palabras hirientes,
palabras obscenas… lenguas quejumbrosas, pesimistas, negativas… fruto de los
pecados del corazón vacÃo y caótico, revestido de tinieblas e inflado por Ego.
a)
Manipulamos con palabras bonitas llenas
de promesas. Bajamos el cielo a la tierra para lograr lo que se busca: utilizar
a los demás. Promesas que no se cumplen. Son manifestaciones del engaño.
b)
Manipulamos con palabras para meter
miedo a los demás. Le dice el novio a la novia le dice: si no me das lo que te
pido te dejo y me busco a otra. Las personas inseguras de sà mismo que no
valorar su dignidad o con una inmadurez caen en la trampa de la confusión.
c)
Manipulamos por medio de la mentira o el
engaño. La mentira no comunica, confunde y paraliza el proceso de humanización,
tanto en el mentiroso, como en el que se deja engañar. La mentira tiene como
finalidad utilizar a los demás o autojustificarse para esconder la verdad.
d)
Manipulamos con palabras para sofocar y
aplastar la verdad de los demás: desconocer su dignidad como personas y
atrofiarlas con palabras ofensivas, groseras para descalificar a quienes
queremos maltratar: “eres un tonto” “no tienes remedio” “no me sirves como
mujer” Con palabras vacÃas de amor y de verdad ridiculizamos a los demás,
matamos con la lengua a los que nos quieren.
e)
La peor de la manipulación es la lástima.
Con palabras “humildes” pesimistas, engañosas, cubrimos las apariencias con
lenguas quejumbrosas inspirando lástima: “Si no perdonas me mato”, Si me
abandonas me suicidio” “si no me compras lo que quiero….” Suplicamos de
rodillas, se finge la voz…. para salirse con lo que se quiere, para luego reÃrse
o volver hacer lo de antes.
Las lenguas de la envidia están cargadas de odio y de hipocresÃa..
Con palabras groseras y ofensivas como dardos venenosos damos muerte espiritual a
los hermanos; con la palabra injuriosa agrietamos su corazón para que por las
heridas se escape el buen olor de Cristo. Con la crÃtica, el chisme, la
calumnia, la murmuración y la maledicencia hablamos las lenguas de la envidia:
En cada crÃtica ponemos tres porciones: uno de egoÃsmo, otro de odio y otro de
envidia. La fuerza de la crÃtica está en la mentira: querer destruir al otro
para levantar la propia imagen. Razón por la que san Marcos nos dice los frutos
que deben acompañar la fe: “El que crea y
sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstos son los signos que acompañarán a los que
crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán
serpientes en sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las
manos sobre los enfermos y se pondrán bien.” (Mc 16. 16- 17). Las lenguas
nuevas son amables, limpias y veraces. Son lenguas que animan, motivan,
consuelan, unen, enseñan los caminos que llevan a la realización y corrigen con
humildad, mansedumbre y caridad (cf Gál 6, 1- 2)
Jesús dijo a sus discÃpulos
de todos los tiempos: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos
y saduceos.” (Mt 16, 6) “Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos
y de la levadura de Herodes.” (Mc 8, 14) La levadura de los fariseos, saduceos
y Herodes es la “envidia que pone cara bonita: la hipocresÃa” “Enviaron
entonces donde él a algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna
palabra. Al llegar, le dijeron: «Maestro,
sabemos que eres veraz y que no te importa de nadie, porque no miras la
condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios:
¿Es lÃcito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» Mas
él, dándose cuenta de su hipocresÃa, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un
denario, que lo vea.» Cuando se lo trajeron, les preguntó: «¿De quién son esta
imagen y la inscripción?» Ellos respondieron: «Del César.» Jesús les dijo
entonces: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se
maravillaban de él.” (Mc 12, 14- 17) Lo de Dios el hombre creado a su “imagen y
semejanza, capaz de comunicarse hablando las lenguas de Dios” Para defender al
hombre, su dignidad y sus derechos. Para enseñar los caminos del Señor. Escuchemos
a IsaÃas:
Oráculo del Señor Dios, que congrega a los
dispersos de Israel. «Aún congregaré a otros, con los ya
congregados». Fieras todas del campo, venid a comer, fieras todas del
bosque. Sus guardianes son ciegos todos ellos, no se dan cuenta de nada; todos son
perros mudos, incapaces de ladrar, soñolientos, tumbados, amigos de dormitar. Y los
perros voraces fueron insaciables. Son pastores que no saben discernir. Todos
ellos se volvieron a sus caminos, cada cual a su interés, sin
excepción. «¡Venid! ¡Voy a tomar vino! ¡Emborrachémonos de licor! Y
mañana será como hoy, y aún mucho más». (IsaÃas 56,8-12)
Aprendamos hablar las palabras de Dios para que con ellas podamos edificar a quienes nos escuchen. La palabras de Dios nos unen, liberan, consuelan, nos salvan, nos enseñan y corrigen. Mientras que las palabras del Diablo nos confunden, dividen, manipulan, matan, engañan....
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