Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
1.
A la
luz del Plan de Dios.
El himno de Cristo a los efesios
nos revela el Plan de salvación a los hombres que podemos expresarlo con pocas
palabras: Dios ama a todos los hombres, sin acepción de personas, a buenos y
malos, a judíos y gentiles. El Proyecto de Dios es Jesús, en él y por él Dios
realiza su Plan de Salvación en la historia y el Espíritu Santo lo realiza hoy,
en nuestra vida y en nuestra historia. Cristo Jesús es la “Bendición de Dios
para todos los hombres”. “Cristo es mi Luz y mi Salvación.”
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, por
estar unidos a Cristo, nos ha colmado de toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos (Ef 1, 3).
Bendecir significa que Dios nos hace partícipes de lo que Él es y de los que Él
tiene. Quien tenga esta Bendición puede alabar a Dios, darle gracias y ser una
alabanza de su gloria. Se trata de bendiciones espirituales, vienen del Cielo y
no de la tierra. ¿Cuáles son estas bendiciones?
V La elección. Dios nos ha elegido en
él antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante él santamente y sin
defecto alguno, en el amor (Ef 1, 4). Esta elección es “gratuita, eterna e
inmerecida”. No es un premio, es el don que Dios ofrece a todos, es además una “elección
irrevocable”, Dios no se arrepiente de habernos elegido por amor y para amar.
Es una “elección funcional”, Dios nos ha elegido para algo, hay una misión y
una tarea para esta vida: estar en su presencia y desde él dar amor y vida a
los demás.
V La filiación. Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, porque así lo quiso voluntariamente, para que alabemos su gloriosa
benevolencia, con la que nos agració en el Amado (Ef 1, 5-6). “Destinados
por el amor eterno del Padre a participar del Espíritu de Filiación” a ser sus
hijos en Cristo para ser parte de la Familia de Dios y ser así parte de una
fraternidad destinada a dar fruto. “llamados a ser hijos de Dios, hermanos y
servidores en Cristo Jesús de Dios en favor de la humanidad (cf Gál 3, 26- 27).
V La Redención. Por medio de su sangre conseguimos la redención, el perdón de los
delitos. La redención hace referencia al sacrificio de Cristo que ofreció
su vida para sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos a un lugar seguro: La
casa del Amor. En virtud del Sacrifico de Cristo hemos sido justificados,
salvados y santificados (cf Rm 5, 1-5) Por amor de Cristo podemos dar gritos de
júbilo: “Todos vosotros sois hijos de Dios” “Todos vosotros sois hermanos” “Todos
vosotros sois comunión” (Gál 3, 26; Mt 23, 9; 1 Cor 12, 12)
V La Santificación. “Gracias a la inmensa benevolencia que ha prodigado sobre nosotros,
concediéndonos todo tipo de sabiduría y conocimiento. En efecto, nos ha dado a
conocer el misterio de su voluntad, conforme al benévolo proyecto que se había
propuesto de antemano” (Ef 1, 8). Sabiduría y entendimiento son dos dones
del Espíritu Santo, de quien Jesús dijo que nos llevaría a la verdad plena (cf
Jn 16, 13) El Espíritu de la verdad es el que nos enseña “el Proyecto de Dios”
revelado en Cristo Jesús, nacido por amor (Jm 3, 16) para darnos vida eterna
(cf Jn 10, 10) según el proyecto de Dios (cf 1 Jn 5, 11) La única razón por la
que Jesús vino al mundo es porque Dios nos ama a todos y desea la salvación gratuita
para todos (cf 1 Tim 2, 4).
2.
¿Qué hacer
para hacer nuestras las bendiciones de Dios?
Algunos textos de san Pablo nos confirman que a la luz del Proyecto de
Dios nos apropiamos de los frutos de la Redención por la fe en Cristo Jesús:
“conscientes de que el hombre no se
justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, también
nosotros hemos creído en Cristo Jesús. Tratamos así de conseguir la
justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las
obras de la ley nadie será justificado (Gál 2, 16) “Así pues, una vez que
hemos recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con Dios” (Rm 5,
1). “De este modo, Dios ha realizado su
designio eterno en Cristo Jesús, Señor nuestro, quien, mediante la fe en él,
nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios (Ef 3, 11- 12) “Así que doblo mis rodillas ante el Padre, de
quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud
de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su
Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de
este modo, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los
santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda la
plenitud de Dios (ef Ef 3, 14- 19).
3. Permanezcan en mi Amor.
Es la invitación de Jesús a los
suyos, a sus creyentes, llamados a ser discípulos misioneros por voluntad de
Dios (cf Jn 8, 31- 32) “Yo soy la vid;
vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto;
porque separados de mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en mí, es
cortado y se seca, lo mismo que los sarmientos; luego los recogen y los echan
al fuego para que ardan. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en
que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también
os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor” (Jn 15, 5- 10). ¿Cómo podemos permanecer en el amor de Cristo? Creo
que permanecemos en el amor de Cristo, permaneciendo amados, liberados,
reconciliados y santificados por él. Permanecemos en su amor también amando a
Dios y a los hermanos, guardando sus Mandamientos. Permanecemos en su amor
adorando, alabando, bendiciendo, dando gracias y sirviendo a Dios en nuestros
hermanos, para de esta manera, ser “alabanza de su gloria”.
4.
Por
la Fe y el Bautismo entramos a la Comunión.
San Pablo, a la luz de su
experiencia espiritual que brota del encuentro con Cristo en el camino de
Damasco, afirma que Cristo es el Mesías prometido y con su muerte a redimido al
mundo, y en virtud de su sangre ha perdonado los pecados (cf Ef 1, 7) Afirma
además que Cristo habita en aquellos a los que perseguía para castigarlos y
darles muerte. Descubre además su vocación de apóstol de los gentiles para llevarlos
el anuncio del Evangelio para creyendo se salven y sean miembros del Cuerpo de
Cristo (Hech 9, 1- 19; Rm 12, 5; 1 Cor 3, 15) Pablo creyó por las palabras de Ananías
y recibió en bautismo para perdón de los pecados y recibió el Espíritu Santo, y
esta manera entra en la “Comunión con Dios y con todos los miembros del Cuerpo
de Cristo”. Como apóstol de Cristo puede decirnos en la carta a los Gálatas: “Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos a
merced el pedagogo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que
os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo” (3, 25-
27). Es la misma instrucción que Jesús dijo a sus Apóstoles: “Luego les dijo: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16, 15- 16) «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con
vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20) Por el Bautismo entramos en la Nueva Alianza
sellada con la Sangre de Cristo, el Cordero de Dios que se entregó por amor en
favor de todos los hombres.
5.
No te
bajes de la cruz.
Cuando el cristiano se baja de la
cruz, rompe la amistad con Cristo, abandona y sale de los terrenos de Dios. El
amor, la verdad y la vida, la justicia, la libertad y la santidad, para caer en
el pozo de la muerte (cf Rm 6, 23) e irse habitar el país lejano y derrochar
los bienes de fortuna como un libertino (cf Lc 15, 13). Con su vida Pablo daría
a los creyentes un grito de alarma para que perdieran la fe: “No se bajen de la cruz”. “Ahora estoy
crucificado con Cristo; yo ya no vivo,
pero Cristo vive en mí. Todavía vivo en la carne, pero mi vida está afianzada
en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál
2, 19- 20). “Además, los que son de
Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias”
(Gál 5, 24) Es lo que Pablo llama: morir al pecado para vivir para Dios en
Cristo Jesús (Cf Rm 6, 11).
6.
Vivir
para Dios en Cristo Jesús.
“Si
vivimos por el Espíritu, sigamos también al Espíritu” (Gál 5, 25) “Morir con
Cristo y resucitar con él” son dos momentos de un mismo acontecimiento: “Muerte
y resurrección” “Por medio del bautismo fuimos, pues, sepultados con él en la muerte, a
fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos mediante la
portentosa actuación del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva”.
(cf Rm 6, 4) La vida nueva es Cristo es vida redimida, liberada, salvada y
santificada que nos hace decir: “Para mí la vida es Cristo y la muerte es
ganancia” (cf Flp 1, 21) No podemos decir que soy de Cristo y bajarnos de la
cruz, sería una mentira, Pertenecer a Cristo es una garantía cuando estamos
crucificados con él, entramos en su Pascua, para ser una creación nueva, y
poder desde la “cruz” dar vida a los miembros del Cuerpo de Cristo y dar luz y
vida a los muertos.
No te bajes de la cruz nos dice
aquel que nos amó y se entregó su vida por mí: Ámame y sígueme, conforma tu vida con la mía. Guarda mis
mandamientos para que permanezcas en mi amor y sea un testigo de mi liberación
y de mi amor. Nos bajamos de la cruz cuando no amamos a Jesús ni a los que él
ama. Salimos del amar cuando en vez de amar a Jesús amamos al dinero, a los
carros de lujo, al poder o nos dejamos llevar por las pasiones desordenadas. Amar
a Jesús pide esfuerzos, renuncias y sacrificios por amor para que podamos
ofrecer a Dios un culto espiritual que hace bien a todos los miembros del
Cuerpo de Cristo (cf Rm 12, 1). Y así entender que en Plan de Dios somos amigos
de Dios y de su Cristo en la medida que por amor “hacemos su voluntad” y damos
la vida por el “Reino de Dios y de Cristo.”
“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida
por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os
llamo ya siervos, porque el siervo nunca sabe lo que suele hacer su amo; a
vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he
dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí; más bien os he elegido yo a
vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto
sea duradero; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo
conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 13- 17)
Elegidos por Amor y para amar a Dios, a todos y amar con amor recíproco.
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