El hombre espiritual
es aquel que ha pasado de la muerte a la vida, es una nueva creación; es aquel
que brota de la Fe, como su fruto, vive de encuentros con el Hombre Nuevo,
Cristo resucitado y se deja conducir por el Espíritu Santo, para llegar a
ser por la acción del divino Espíritu un discípulo misionero de Jesucristo, un
servidor de Dios por voluntad del Padre para vivir en comunión como miembro
vivo del Cuerpo de Cristo en una Comunidad fraterna, solidaria, servicial y
misionera.
La encarnación
del Hijo de Dios. ¿Por qué el Hijo de
Dios se hizo hombre?
La única razón por la que el Hijo de Dios se
hizo hombre es el Amor. Por amor de Dios a los hombres nos ha dicho san Juan: “Porque tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Jn 3, 16) Con palabras del
Concilio Vaticano 11, decimos:
V El Verbo se hizo
carne para ofrecernos en un estado visible la actuación generadora que su Padre
va entretejiendo dentro de la vida trinitaria (DH 11).
V Para hacer posible en
nosotros una vida espiritual capaz de despertar alabanza auténtica de la
criatura a Dios omnipotente. (SC 5)
V Para permitirnos
percibir cómo va actuando la acción divina en la intimidad de cada criatura
respetando su dignidad personal autónoma. (AG 3).
V Para poder hace
efectiva entre los hombres la salvación definitiva. (SC 10)
El, Cristo
Nuestro Señor siendo originalmente espíritu se ha hecho carne”. Para hacer de
la carne, espíritu, es decir, capaz de iniciarse en la vida trinitaria, Cristo
pneumatizó la carne, para poder así, hacer que la carne lograra la finalidad
querida por Dios: dar a todo hombre vida en abundancia; entrar en comunión con
todos los hombres. “La carne no sirve, el espíritu es el que vivifica” (2
Cor, 3, 16)
La meta de los
hombres espirituales es la carne pneumatizada del Verbo, para hacernos miembros
del Cristo integral. Una meta que podemos realizarla, por nuestra participación
en su pascua, muriendo y resucitando con Cristo (cf Rm 6, 11) Para ser
partícipes de su Gracia “De su plenitud todos hemos recibido” (Jn.
1, 12).
¿Qué significa
participar de la Pascua de Cristo.
La invitación que hace a sus es a participar de su Pascua: de su muerte y
resurrección para luego sentarse a la derecha del Padre en comunión con él. Participar
de a Pascua de Cristo es hacer Alianza con él y participar de su herencia (cf Rm
8, 17)
V En primer lugar
significa apropiarnos de los frutos de la Redención del Señor: el perdón y
la paz. El Sacramento del bautismo nos hace partícipes De su muerte, sepultura
y resurrección (cf Rm, 6, 4) y del “Espíritu de adopción que nos hace
hijos de Dios (Ef 1, 5); y nos guía hacía la verdad plena” (Jn.
16, 9-13)
V En segundo
lugar significa darle muerte al hombre viejo con sus pasiones
y malos deseos. “Morir al pecado y vivir para Dios” (Rom
6, 12; Gál 5, 24)
V En tercer lugar
significa crecer en el conocimiento de Dios, mediante el seguimiento de Cristo
y la práctica de las virtudes humanas y cristianas. (Ef 4, 13; Col 1, 10)
La vida espiritual de Jesucristo.
Dos cosas sobre este
tema podemos decir para comprender más profundamente la vida espiritual en
Jesús:
V La concepción de
Jesús fue por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María. (Lc. 1, 35)
V En Jesús el Espíritu
Santo actuaba como en su propia casa. (cf Mt. 3, 17)
Jesús en la medida
que se iba iniciando en el estado espiritual, iba siendo asumido por la persona
del Verbo. En Jesús se encontraban El Verbo de Dios y el Espíritu Santo, de
donde podemos decir que la vida espiritual de Jesús es muy singular, en la
que se comunicaban las divinas personas.
La historia de Jesús
es la historia de su filiación divina expresándose progresivamente en su propia
carne. Toda la vida de Jesús fue un donarse y entregarse a la voluntad del
Padre (Lc 2, 49; Jn 4, 34). Vivió todos los instantes de su vida en
comunión con Dios, a quién llamó “Abbá”, “mi Padre y yo
somos unos”, (Jn 10, 30ss) “Yo siempre hago lo que veo hacer al
Padre”, (Jn 5, 19) “Mi Padre
siempre me escucha”, (Jn 11, 42)
“mi enseñanza no es mía sino del Padre que me ha enviado”, (Jn 7, 16)
“nadie conoce al Padre sino el Hijo, y nadie conoce al Hijo sino el Padre”,
(Mt 11, 27) “Te alabo Padre y te bendigo”,(cf Mt 211, 25) “Padre
aparta de mí este cáliz”, (Lc 22, 42); “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”,(Lc
23, 46) estos y otros textos bíblicos nos dicen de la
profunda relación que existía entre Jesús y su Padre.
La conciencia de ser
hijo de Dios unificó y animó la vida terrena de Jesús, le confirió la identidad
profunda de su personalidad; dio un sentido trascendente a toda su existencia.
No fue una conciencia estática, El fue profundizando en su cualidad de Hijo de
Dios; fue llevando a cabo una unificación cada vez más unificante
con su vida personal.
Jesús no sólo gozó de
una presencia del Espíritu operando directamente en su intimidad, sino que al
ser una humanidad pneumatizada vivió también y atestiguó una especial
experiencia ético espiritual según las virtudes teologales. Toda la vida de
Jesús el Señor, fue una vida resucitada, de entrega, de donación de servicio a
los enfermos, discípulos, y a todos.
Lo ético y lo
espiritual estaban en Jesús de una manera interrelacionada que reflejaban el
devenir de su ser humano. Gracias a la unión hipostática de las dos naturalezas
de Jesús, lo ético y lo espiritual, cohabitaban en Él, en una no confusión y no
separación. En otras palabras, Jesús, por ser realmente hombre, actuó lo divino
de un modo no conforme a Dios; por ser realmente Dios, actuó lo humano de un
modo no conforme al hombre.
El Espíritu Santo se
da en plenitud siempre que se comunica a alguien; pero es acogido según la
amplitud de acogida del espíritu resucitado de que dispone el receptor. También
Jesús durante su vida terrena estuvo lleno del Espíritu Santo, pero con las
limitaciones propias del hombre en camino, destinado a profundizar en su vida
espiritual mediante infusiones ulteriores del Espíritu.
Al mismo tiempo su
personalidad divina lo urgía continuamente a trascender lo ético humano de
manera que se estableciera totalmente sólo la experiencia espiritual. El era
consciente de que, para quedar inmerso en la vida de Dios Padre a que aspiraba
con todo su ser tenía que superar su fragilidad ética y vivir como el hombre
espiritual en la koinonia caritativa con el Padre en el Espíritu. Jesús quiere
ser cada vez el hijo que se configura con los sentimientos del Padre, acogiendo
con misericordia a los pecadores.
Su muerte en la cruz
es la proclamación solemne definitiva de que ya comienza a establecerse en su
total experiencia espiritual, más allá de todo lo ético humano. En la cruz
sacrifica todo lo humano- persona, a pesar de lo que lo amaba, para
ser totalmente espíritu resucitado.
Con su muerte en la
cruz Cristo llega al término de su andadura divino humana, que es la unión
final con el Padre en el Espíritu Santo: Experimentó la obediencia filial con
lo que padeció la muerte de cruz (Flp 2, 8). Lo aceptó todo para
convertirse en espíritu resucitado para reunir a los hombres con Dios y
entre ellos.
Nuestra vida espiritual depende la comunión con Jesús.
Nuestra vida
espiritual se caracteriza como comunión íntima con el Espíritu de Dios. Sin
embargo, Dios, a pesar de ser potencia infinita de comunicación, nos resulta
“imparticipable” Todo ello se debe a nuestro ser humano, que es opaco y
refractario a lo divino. Razón por la que nuestra vida espiritual se reduce
prácticamente a nuestra unión con Jesucristo que nos concede la gracia del Espíritu.(cf
Jn 15, 1-5)
¿Cómo unirnos a
Jesucristo?
V Al escuchar su
Palabra con fe, es decir, con disponibilidad de abrirnos a lo que Él nos
propone y encarnarla en nosotros. (cf Rm 10, 17)
V En el cultivo de los
valores humanos auténticos: la verdad, la justicia, la libertad, el amor. (cf
Ef 5, 8; Col 3, 12; 2 Pe 1, 5- 9)
V Nos unimos a
Jesucristo por medio de la oración íntima y cálida que Espíritu Santo hace en
nuestro corazón. (cf Rm 8, 26)
V Un medio eficaz para
entrar en comunión con Jesús es la Liturgia, especialmente los Sacramentos por
medio de los cuales recibimos su Palabra, su Perdón y lo recibimos como
alimento en la Eucaristía. (DV 21). Confortados con la gracia sacramental
podemos actuar como cristianos y como Apóstoles. (cf Jn 6, 51)
V Nos podemos encontrar
con Jesucristo por medio del encuentro con los pobres; practicando por amor las
“Obras de Misericordia”. (Mt 25, 31ss)
V San Pablo nos
recuerda que hemos de adentrarnos desde Jesús hombre hasta el Señor Espíritu;
desde nuestro obrar según la virtud evangélica hasta dejarnos llevar por el
Espíritu como hijos de Dios, siendo dóciles al Espíritu Santo, para llegar a
ser con Jesús: espíritus resucitados. (cf Rm 8, 14- 18)
V Nos unimos a Jesús
cuando abrazamos su voluntad hasta el fondo, hacemos nuestros su misión y su
destino; cuando nos acercamos a los pobres para llevarles la Alegre Noticia de
la Salvación (cf Lc 4, 18s). En el Apostolado en el cual Jesús nos garantiza su
presencia: “Estaré con ustedes”. (Mt. 28, 20)
Se trata de
injertarnos espiritualmente en la espiritualidad de Cristo Señor, hasta que nos
hagamos espíritus resucitados uniformados en todo a su
Espíritu, estableciendo así una relación filial en el Espíritu de Cristo con
Dios Padre. Esta perspectiva espiritual no se da de un día para otro, como
tampoco es algo terminado en nosotros; como creyentes tenemos la tarea de estar
descubriendo continuamente a Jesucristo: La tarea es abrirnos a la acción de
Dios para padecer en nosotros la acción del Espíritu para que el Hijo nos vaya
dando progresivamente el amor de Dios, de acuerdo a nuestra disponibilidad. (cf
Rm 8, 14-18)
La experiencia de
Cristo consiste en un abandonarse en Jesús el Señor para vernos introducidos
por su Espíritu a adorar al Padre en espíritu y en verdad. (Jn.
4, 23). Nos dirigimos a Cristo para obtener de él, algo que no ha sucedido
todavía: Para que El nos sumerja en su Espíritu, perdiendo de alguna manera
nuestra vida espiritual moral para ser sólo hombres espirituales. (San
Atanasio)
Sin Jesús nuestra vida
está falta de sentido, no importa que estemos rodeados de personas, cosas,
libros, etc. sólo Jesús llena los vacíos del corazón humano, y sólo él puede
dar sentido a nuestra vida.
El Espíritu Santo en la vida de Jesús.
El Espíritu Santo es
el don por el que se ofrece Dios a sí mismo. Es el don del Padre ha dado a su
Hijo, y es el don de Jesucristo resucitado a los hombres. Es la suavidad de la
existencia divina estructurada por completo en una íntima oblatividad total
(AG. 2).
V El Espíritu Santo
sometió la carne de Jesús al amor generativo del Padre, hasta hacerla partícipe
del amor filial del Verbo encarnando a Dios Padre.
V Cuando el Espíritu
derramó todo su Amor sobre Cristo resucitado, entonces se verificó de manera
perfecta y consumada la encarnación del Verbo en su carne-espíritu. Toda la
vida de Jesús, fue un irse impregnando, de manera creciente y progresiva del
Amor del Padre por la acción del Espíritu en El, realidad que le permitió
asumir al Hijo de Dios, el Verbo del Padre, asumir hasta el fondo la voluntad
del Padre y desarrollar toda su actividad en presencia del Espíritu. El
Espíritu Santo no sólo hizo que la carne de Jesús se insertase
substancialmente en la persona del hijo de Dios, sino que la convirtió en la
única fuente y en el único sacramento de comunicación y entrega a todas las
demás criaturas humanas. (DV 2
V Podemos afirmar que
en su vida, Jesús fue el que recibió el Espíritu en plenitud. Después de su Pascua,
Cristo es el que bautiza con Espíritu santo y fuego a los creyentes discípulos
misioneros.
V También nos es lícito
decir que la vida espiritual y redentora de Jesús depende fundamentalmente del
Espíritu Santo. Hay espiritualidad cristiana, donde hay vida espiritual, y hay
vida espiritual, ahí donde se mueve el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo en los Creyentes.
El Espíritu Santo
actualiza la obra redentora que Cristo realizó en la historia. “El Espíritu
Santo es el Nuevo Abogado de los creyentes.” (Juan 14, 16; 16,7) “Ha sido derramado en el corazón del creyente.” (Romanos 5, 5.) “Da Gloria Jesús en
los creyentes (Jn. 16,13ss) “Da inteligencia a los discípulos.” (Jn.
14, 26) “Guía los hijos de Dios.” (Romanos 8, 14). “Por la acción del Espíritu Santo en nosotros somos
hombres nuevos” (2 Cor. 5, 17) El Espíritu Santo es el Huésped y el Maestro interior” de
los cristianos.
Oración:
Señor Jesús, bautízame con tu Espíritu y enciende tu fuego en mi corazón para
que el divino Espíritu actualice en mi vida tu Obra redentora, me conduzca a la
Verdad Plena y me confirme en comunión contigo, hijo de Dios, hermanos y servidor
de los hombres.
Publicar un comentario