15. LA ESPIRITUALIDAD DEL REINO







La Espiritualidad del Reino.


1.     ¿Qué es la vida en el Espíritu?

La vida espiritual no es un compartimiento más de la vida que podamos separar de otros compartimientos, como pueden ser: la salud física, el estudio, el deporte, la economía, la familia, la oración, las amistades, el trabajo, etc. Por algún camino se nos enseñó que la vida espiritual consiste en ir a retiros, congresos, ejercicios espirituales, lectura espiritual. Todo lo demás es material, y muchas veces sin ninguna influencia de lo espiritual. Juan Pablo II nos dijo: “Cuando la fe no se hace cultura; no se hace acontecimiento, se queda vacía”. Con palabras de Santiago, está muerta[1].
La separación entre lo que se cree y lo que se vive genera un divorcio entre la fe y la vida; genera una brecha entre la razón y la voluntad; brecha que conduce a la pérdida de identidad, del sentido de la vida y por ende, a la frustración de la vida, del ministerio o del apostolado.
La vida espiritual es la totalidad de una vida, en la medida en que es motivada y determinada por el Espíritu Santo, el espíritu de Jesús. Es la totalidad de las disposiciones en la medida que estén orientadas hacia los valores morales, hacia en el encuentro interpersonal con Dios, los otros, la misma creación, como respuesta a la “opción fundamental” por Cristo, por el Reino de Dios. La palabra espíritu cuando se habla de vida espiritual hace referencia al Espíritu de Dios, el Espíritu Santo y no a cualquier otro espíritu.

2.     Lo que no es espiritualidad.

Lo primero para saber es que la Biblia no divide al hombre en una parte espiritual y en otra material; para la Biblia el hombre es un ser integral, es unidad; es un espíritu encarnado o un cuerpo espiritualizado. San Pablo habla  de los que “viven según”[2], la carne, o de aquellos que “desean las cosas de la carne”[3]. Pablo no está dividiendo a la persona huma en dos: espíritu y carne; ni está diciendo que debemos pensar sólo en salvar almas o pensar sólo en nuestras almas y rechazar nuestros cuerpos.
Lo anterior exige tener una clara cosmovisión del hombre creado a imagen y semejanza de Dios con mente, voluntad y afectos. Para entender mejor la espiritualidad decimos que todo hombre es un ser original, responsable, libre, capaz de amar y comprometerse, que no está hecho, sino haciéndose, y se hace o realiza en medida que sea conducido en los caminos de la vida por la “Palabra de Dios[4]”. Cuando Pablo habla de la “carne” está no está haciendo referencia al deseo sexual o la naturaleza humana, él habla del pecado y de la vida mundana en general. De un modo de vida que no está motivado por Dios[5].

3.      Las obras de la carne V/s los frutos del Espíritu

El Señor Jesús nos dice: “El árbol se conoce por sus frutos” (7, 20; Mt 12, 33) Existen frutos buenos y frutos malos. Lo anterior nos queda claro cuando leemos la carta a los Gálatas que nos presenta el antagonismo entre la carne y el espíritu: dos realidades que se excluyen la una a la otra: “La obras de la carne y los frutos del Espíritu” (Gá 5, 19- 21 y 5, 22-23).
En las obras de la carne están incluidos: los pecados del sexo (pornografía, adulterio, fornicación, miradas obscenas), pero no son los únicos, sino también los de idolatría (poder, placer, tener), celos, envidias, mal humor, supersticiones, divisiones, grupos de poder, pleitos, críticas, chismes, partidismos… la carne es asociada con los legalismos, rigorismos, fanatismos, racismos, discriminación[6]. De acuerdo a lo que dice Santiago: “No hagáis acepción de personas, no valoren a las personas por lo que tienen y no hagan juicios con criterios torcidos” (cfrSant 2, 1- 4)
Pablo la describe la carne como espíritu de esclavitud o espíritu del mundo[7]. El Evangelio nos habla de espíritus inmundos, “malos espíritus o “espíritus de debilidad”[8]; también nos habla de espíritu sordo mudo”[9]. En la vida espiritual se habla de estar en la carne cuando hacemos las cosas para quedar bien o para que nos vaya bien. Se habla entonces de espíritus de vanidad, presunción, amor al dinero, al que dirán, miedo y cobardía.
Para Pablo la “vida según la carne”, es entonces, una vida movida por malos espíritus, por espíritus mundanos o por los valores del mundo: es sin mas, vida mundana y pagana, es sin mas, una vida de pecado que genera ciegos, cojos, mudos, sordos y muertos[10].
Mientras que la “vida según el espíritu” es una vida motivada por el espíritu del bien, el Espíritu Santo. Por ende, tiene vida espiritual el que es movido por el Espíritu Santo y no por cualquier otro espíritu. Lo opuesto a la carne, no es el espíritu en general,  es el Espíritu Santo que introduce a los hombres el paraíso y los lleva al reino de Dios; los hace hijos de Dios y los hace participar de la gloria de Cristo, los reviste  y configura con él para que sean sus discípulos- misioneros para hagan presente en medio del mundo la “Obra redentora de Cristo”, y muestrena los hombres el Rostro de misericordia, de perdón, de justicia, libertad, compasión, santidad… del Padre .
Cuando se pretende vivir los dos estilos de vida a la misma vez, resulta la tibieza espiritual, de la que nos habla el Apóstol Juan en el Apocalipsis: “ojala, fueras frío  o caliente, pero cono no eres ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”[11]. Pablo de acuerdo con san Juan nos dice: “Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”. “El que no tiene el espíritu de Cristo no le pertenece”[12]. Vivir según la carne es pertenecerle al mundo, según las palabras de Santiago: “Hipócritas, ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?(Snt 4, 4).

4.     ¿Qué es la espiritualidad cristiana?

La espiritualidad cristiana no es la vida espiritual. Si no, el modo como se vive “la Gracia de Dios”, es decir, la vida espiritual, recibida en los Sacramentos. El Bautismo, primer Sacramento de la fe, es la fuente de la que brota “la vida espiritual”. Fuente de toda acción profética, sacerdotal y real de la cual emerge la vocación de todo bautizado a la santidad y al servicio para la Iglesia, y desde la Iglesia para toda la humanidad.
Hablando de Catequistas, Aparecida nos dice: La persona del catequista se comprende como aquel creyente, que conoce y ha vivido un encuentro con Jesucristo, quien invita a encontrarnos con Él (cfr. DA 131), Jesucristo, no esuna doctrina, teoría o abstracción, por lo que la vida espiritual cristiana es ante todo seguir a una Persona, a quien debe de conocer bien, pues no se confía ni se cree en quien no se conoce.  Con tristeza afirmamos que muchos nos llamamos servidores, pero, sin vivir de “encuentros con Jesucristo”, sin comunión con él, sin tener experiencia de discípulos.

5.     ¿Cuál es la fuente de la espiritualidad?

La Fuente de la espiritualidad cristiana ha sido, es y será siempre: La fe hecha experiencia de vida, es decir, Cristo se hace  “acontecimiento” en nuestra vida.  El punto de inicio de toda espiritualidad cristiana es la experiencia bautismal (cfr D A 240). Experiencia de muerte y resurrección[13]  Experiencia de la presencia del Padre, del hijo y del Espíritu Santo en nuestro corazón: Sabernos amados por el Padre, redimidos, justificados, perdonados y reconciliados por la acción de la “Obra redentora del Hijo y guiados, movidos por el Espíritu Santo.
La Gracia de Dios recibida en los Sacramentos se renueva, actualiza y se fortalece en el Encuentro con Cristo, fruto de la escucha de la Palabra, de la Evangelización, de una oración auténtica, de la recepción de los Sacramentos y de una vida que se manifiesta en la práctica de la caridad, centro y corona de los “Valores morales”.
La espiritualidad cristiana, es siempre dinámica y abierta al crecimiento, exige esfuerzos, renuncias, sacrificios, donación y servicio al Reino de Amor, Paz, Justicia para que pueda haber comunidades vivas, fraternas y misioneras. Sin renuncias no hay vida, no hay virtud, no hay discípulos. El servicio al Reino es un servicio al hombre, sin exclusiones ni favoritismos, al estilo del Maestro que “se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el Diablo”[14].

6.     Procesos y no acontecimientos.

El punto de inicio es el “Encuentro con Cristo”. Experiencia que nos proyecta y los introduce en la dinámica del Reino: conversión del corazón, comunión eclesial, misión- apostolado, frutos del Espíritu en el lugar y en el momento que nos ha toca vivir. La experiencia que no se continúa, como al agua encharcada, se descompone y se apesta.
Es decir, no se puede hablar de la espiritualidad del “Agente de Pastoral”, como algo acabado y puntual. La espiritualidad en sí misma no es una meta. Nuestra Meta es Jesús, el Señor: “bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo ser como su señor[15]”. Estamos en camino, nos estamos haciendo, somos seres en proyección: nuestra vida está orientada hacia el Padre siguiendo los pasos de Jesús, el Señor. Jesús es la puerta, es el camino, la verdad y es la vida[16]. Todo lo que hagamos sea para configurarnos con Cristo y no para que se hable bien de nosotros o para que nos vaya bien.
De la misma manera, la espiritualidad no se puede proponer como una tarea en la que al llevarse a cabo por parte de cada uno de los “Agentes” se realice de la misma forma y dé para todos los casos un auténtico resultado, como si se tratara de un itinerario por efectuar y por medio del cual se llega a obtener una homogeneidad a través de un camino realizado. 

7.     ¿Cómo lograr ser espiritual?

El modo ordinario para vivir la espiritualidad cristiana es el camino del discipulado. Discípulo es aquel que ha escuchado en su corazón la Palabra de Jesús, Palabra que se convierte en “norma” para su vida; en lámpara para sus pies; en antorcha que arde en su corazón. Sin obediencia a esta palabra no hay renovación; no hay conversión; no hay vida espiritual y por lo tanto no hay espiritualidad cristiana. Lo anterior nos ayuda a entender, según dice Albert Nolán: hay espiritualidad donde hay vida espiritual y hay vida espiritual ahí, donde se mueve el Espíritu Santo.[17]
Podemos decir a la luz de la espiritualidad cristiana que “discípulo” es aquel que nace del “Encuentro con Cristo”. Después del Encuentro personal con Cristo en la fe, la Palabra misma, la oración, la Liturgia, las obras de misericordia y el mismo apostolado se convierten en fuente de espiritualidad. El discípulo- misionero es un enamorado de la Persona de Jesús, de su Palabra, de su Iglesia, de los pobres o menos favorecidos. Un hombre nuevo que lleva en su corazón el fuego del Espíritu que lo quema, lo purifica, le da una fe sincera y una recta intención para que oriente su inteligencia y su voluntad hacia el bien moral[18].

8.     La Doble certeza.

 Discípulo es quien ha ido encarnado la doble certeza de que, por un lado, es amado por Dios, y por otro, él también Él  lo ama, por eso puede responder con los Profetas: “Heme aquí”[19]; “Envíame a mí, Señor”[20]; o decir con Pablo: “Hay de mí si no evangelizara”[21]. Para que un apóstol de la comunidad sea animador y educador de la fe de sus hermanos requiere de  un proceso permanente de discipulado, pues “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, Jesús, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello una orientación decisiva.”  (DA 243)
En espiritualidad no es suficiente con saber mucho, tener muchos conocimientos, saber muchas dinámicas;  saber por saber de muy poco sirve; Se encuentra sentido a los conocimientos cuando, movidos por el “celo apostólico” se busca compartir con otros, por amor o compasión” lo que se sabe, lo que se tiene, y lo que sé es, para que otros sean lo que deben ser: personas, importantes y dignas; hijos de Dios y cristianos comprometidos por la causa de Jesús. Tan importante es el saber como el saber comunicar lo que se sabe, pero igualmente importante es ser fiel a la persona humana a quien dirigimos el mensaje de Salvación. Con respeto y dignidad a su libertad como persona.

9.     Criterios de una espiritualidad bíblica.

Hablar de una espiritualidad bíblica es hablar entre otras cosas de la espiritualidad de comunión, de compromiso, de los valores del Reino de Dios. Espiritualidad que abarca el pensar, el desear y el actuar del Agente de Pastoral. Juan Pablo II hace referencia a  algunos de ellos:

a)     Todos vosotros sois hijos de Dios. Somos la Familia de Dios. Familia de iguales; familia de servidores que tiene en común un mismo origen: las manos de Dios: “Hechura suya somos” (Ef 2, 10).El deseo de Dios es tener una Familia en la que todos se sientan sus hijos, amados por él.

b)     Todos vosotros sois hermanos. El otro no me es extraño, es de mi familia, me pertenece. El otro no me es extraño, me pertenece, es de mi familia; es un don de Dios y yo soy un regalo para él.

c)     Todo fue creado por Dios para todos. Nadie debe apropiarse de lo que en justicia pertenece a otros, sería un fraude o una violación a los derechos humanos. Es una realidad que el hombre ha perdido la capacidad para vivir en comunión con los demás, especialmente con aquellos a los que el mundo excluye del patrimonio común. La brecha entre pobres y ricos es cada día más ancha y profunda.

d)     Que los más fuertes carguen con los más débiles. ¿Quiénes son los fuertes? ¿Quiénes son los débiles? Fuertes son los que saben, los que tienen y los que pueden. En espiritualidad, fuerte es el que ama y por amor se preocupa de los otros, se reconcilia y comparte con ellos permanentemente, es decir, siempre.

e)     Todos vosotros sois comunión. En Cristo, por la Palabra que nos limpia[22], el Bautismo que nos incorpora a Cristo[23], la Reconciliación[24] que restablece la Alianza, la Eucaristía[25] que la fortaleza y la caridad que nos hace ser hermanos, somos una Comunión con la Trinidad y con todos los miembros de Cuerpo Místico de Cristo que se manifiesta como Comunidad fraterna, solidaria y misionera.


10    .  Llamados a Configurarse con el Maestro.

·       Aceptar y guardar el Mandamiento Regio de Jesús como norma de toda espiritualidad cristiana. (Jn 13, 34-35; 15, ) (DA 138).

·       La vivencia de las bienaventuranzas del Reino al estilo de Jesús: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía con los pobres y pequeños y su fidelidad a la misión (DA 139).

·       Cargar la cruz cada día (Lc 9, 52-60). La cruz es humildad, amor fraterno, castidad, es renunciar es negarse a sí mismo (DA 140).

·       Llevar a María en el corazón y aprender de ella como la “humilde esclava del Señor” (Jn 19, 25) (DA 141).

·       Llevar una vida de piedad centrada en la escucha de la Palabra, la oración, los sacramentos y en la entrega solidaria a los hermanos (DA 142)

11.     Conclusión.

La vida espiritual es don y lucha; don y tarea. A ejemplo del grano de mostaza que cae en tierra, nace, crece, da frutos que permanecen. Lo anterior es posible cuando se siguen las leyes del reino de Dios: la ley de la gratuidad, de la acogida, de la gradualidad y la ley de contradicción. Exige la armonía entre la gracia de Dios y los esfuerzos humanos; armonía entre inteligencia, voluntad y corazón.
La espiritualidad cristiana nos lleva a ser hombres y mujeres con rostro de “profetas”, “hostias vivas y consagradas a Dios”. Una ofrenda del hombre a Dios y un don de Dios a los hombres. Ese es nuestro sacrificio: ser una ofrenda viva. Es posible en la medida que permanezcamos en el amor de Cristo: sometiendo nuestra voluntad humana a la voluntad de Dios para llegar a ser un reflejo de la gloria del Padre, Cristo Jesús. La vida espiritual es la fuerza de Dios que nos impulsa a salir fuera para ir al encuentro de la realidad para darnos la experiencia cristiana en la cotidianidad de una vida que se gasta en servicio al hombre en cualquier situación en la que se encuentre.




[1]Sant. 2, 14
[2] Rom 8, 4
[3] Rom 8, 5
[4]Cfr 2 Tim 2, 14ss
[5] Albert Nolán, La espiritualidad bíblica, pág 10
[6] Gálatas 5, 18; 3, 2- 3
[7]Rom 8, 14; 1 de Cor 2, 12
[8] Lucas 13, 11
[9] Marcos 9, 25.
[10] Romanos 6, 20- 23
[11] Apocalipsis 3, 15
[12] Romanos 8, 8-9
[13] Romanos 6, 8-11
[14] Hechos 10, 38
[15] Mt 10, 24; Lc 6,40
[16] Juan 10, 7; 14, 6
[17] Albert Nolán, Espiritualidad Bíblica, pág. 9
[18]Cfr 1 Timoteo 1, 5
[19] Ex. 3, 4
[20]Is. 6, 8
[21] 1Cor 9, 16
[22] Juan 15, 1-5
[23] Gálatas 3, 26
[24] 1 Corientios 5, 17-18

[25] Juan 6, 51

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