El
Discernimiento Espiritual
Objetivo: Dar a conocer los criterios de
discernimiento espiritual, para poder
conocer la voluntad de Dios en cierto momento de nuestra vida y no ser
arrastrados por cualquier viento de doctrina o charlatanería mundana.
“Porque el pensamiento de la carne es
muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8,
6; cfr 14, 17-18). ¿Qué criterios guían nuestra vida o nuestras acciones? ¿Será
que el fin justifica los medios?
“Queridos, no os fiéis de cualquier
espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios…Todo espíritu que
confiesa a Jesucristo venido en la carne es de Dios, y todo espíritu que no
confiesa a Jesús no es de Dios; es del Anticristo” (1 Jn 4, 1-3). A
la luz de esta palabra podemos afirmar que Cristo es el supremo criterio de la
Ética y de la Moral.
1. Necesidad no postergable: el
discernimiento de espíritus.
A la luz
de la educación en la fe y la evangelización “el discernimiento de espíritus”
es una exigencia primordial para poder obtener un crecimiento verdadero en las
virtudes humanas, cristianas, teologales. Nuestra realidad cristiana la
experimentamos en medio de nuestra vitalidad existencial, constituida por
pensamientos, sentimientos, deseos, actitudes, actividades, tendencias y
relaciones con los demás, con las cosas, con el mundo y con la sociedad, es
necesario discernir que espíritu nos mueve en lo que pensamos, sentimos,
deseamos y actuamos.
2. Discernimiento personal y comunitario
Distinguimos
entre discernimiento personal y comunitario. Por el primero, se entiende la
búsqueda de la voluntad de Dios por una persona
particular, por el segundo, la búsqueda realizada por la comunidad o por
un grupo de personas que tienen algo en común, o en últimas por la Iglesia. Los
dos aspectos, son distintos, pero no están separados. El segundo aspecto supone
al primero, por un grupo o comunidad puede ponerse en camino de discernimiento,
en la medida que en que los individuos hayan hecho una profunda experiencia de
Dios y se dejen guiar por el Espíritu en sus opciones. También el primero
supone al segundo, en cuanto la escucha de Dios pasa necesariamente a través de
la mediación de la Iglesia, que lee los signos de los tiempos en la sociedad en
que se vive.
El
propósito debe ser el buscar la voluntad de Dios. Buscar el plan de salvación
de Dios para todo el hombre y para todos los hombres, dentro y fuera de la
Iglesia. Cuando nos sentimos inspirados a tomar una opción determinada o una
determinada orientación espiritual, es preciso medir esos impulsos con tres
criterios fundamentales:
· La
conformidad con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Dejarse juzgar
por la fe de la Iglesia (Rom 12, 6; 1Cor 14, 29-32; 1Jn 4, 2).
· El
servicio para la edificación de la Iglesia, como el fin para el cual el
Espíritu Santo otorga los dones (1 Cor 12, 7; 14, 12- 26); lo contrario de la
edificación es la división, que no puede venir del Espíritu Santo (1Cor 1,
10-13). El Espíritu Santo es uno y no puede contradecirse.
· Que esté
en afinidad con el estado de vida. Tanto en el matrimonio, como en la vida
consagrada o sacerdotal. Lo que contradiga la opción fundamental, adquirida en
un sacramento no viene de Dios.
3. La advertencia de Pablo
“No os dejéis trasformar por los
criterios mundanos, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra
mente, de forma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2). Pablo realmente nos está
dando el objeto y el fin del
discernimiento espiritual: descubrir cuál es la voluntad de Dios, para cada uno
de nosotros y para la Iglesia universal. El apóstol no enseña verdades a
medias, él es un verdadero evangelizador por que enseña a luchar y muestra
cuales son los enemigos: el mundo, el maligno y la carne (Ef 2, 1, 1- 3). Pablo
anima a su discípulo Timoteo a Luchar: “huye
de las pasiones juveniles” (1 Tim 2, 22) “Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna” (1 Tim
6, 12)
La vida
cristiana es don y lucha, don y tarea. Existen tentaciones, pruebas, crisis,
fatigas, persecuciones, noches frías y áridas. Sobre todo esto recordemos que
Jesús nos ha elegido para estar con Él y para ser enviados a servir a la
Humanidad, pero encontramos distracciones, obstáculos, barreas, ataduras,
luchas entre la razón y la voluntad. El hombre viejo está vivo y hace la
guerra; Vuestro adversario, el
Diablo, ruge y ronda como león rugiente
buscando a quien devorar (1 de Pe 5, 8). Jesús mismo le advirtió a Pedro: Satanás ha pedido permiso para
sacudirte como si fueras hoja de trigo, pero yo he rogado por ti para que tu fe
no desfallezca” (Lucas 22, 31-32).
Diablo
significa el que divide y Satanás el que pone obstáculos para que perdamos la
salvación que nos llega por la fe en Cristo Jesús. Pablo en la carta a los
efesios nos advierte y exhorta a luchar: “Fortaleceos
en el Señor con la energía de su poder. Revestíos con las armas de Dios para
poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra
la carne y la sangre… (Ef 6 10ss)
“Llevamos el tesoro en vasijas de barro
para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de
nosotros”
(1 Cor 4, 7); Creo que urge educar para
el discernimiento de espíritus, esto ayudará al laicado a madurar, a crecer en
la fe, a dar frutos permanentes de Iglesia, y a la misma vez, a tener un
espíritu crítico, que no trague entero, que más bien ayude a humanizar al clero
y a la religión; que discernimiento esté al servicio del don profético que el
Espíritu distribuye entre los fieles.
4.
¿Qué es
el discernimiento espiritual?
Discernir
es “cernir dos veces”, y es fruto del silencio, la contemplación, el estudio y
el trabajo como expresión del servicio a los demás. Es decir, una persona que
no se comprometa con la “realidad social” y que no se abra a una vida
evangélica, es inútil hablarle de “discernimiento espiritual”. Jesús nos dice a
los fariseos de hoy: “Teniendo ojos no ven[1];
teniendo oídos no escuchan, teniendo boca no hablan, teniendo el Espíritu Santo
no se dejan conducir por él. Tenemos a Cristo, pero Él no nos tiene a nosotros.
Por eso no se nos dará ninguna señal. ¿Para qué, si no anhelamos poner la
voluntad de Dios en práctica?.
El
discernimiento espiritual, en primer
lugar, para san Pablo es un carisma espiritual con un doble significado[2],
un don del Espíritu Santo: Para bien personal y para bien comunitario. Un
carisma es una manifestación de la Gracia de Dios para bien común o para el
bien personal en un momento particular y preciso. El significado fundamental es el probar, catar, examinar que espíritu
nos está moviendo a pensar, desear y actuar en determinado momento, según el
Espíritu de Dios, y no según otro espíritu , cualquiera que éste sea. Para
el Apóstol, el discernimiento es un don del Espíritu Santo que está al servicio
de la santidad de la Iglesia, concedido a los que creen, esperan y aman a
Jesucristo, y son dóciles al Santo Espíritu que nos enseña a verlo todo a la
luz de Cristo, de sus misterios, de sus palabras y de su presencia en medio de
su Pueblo y, de manera especial, en los menos favorecidos. Una clave para discernir algunos carismas
puede ser: “las visiones, las lenguas, los exorcismos, los mensajes que decimos
recibir, ¿Nos ayudan a ser más santos?
¿Realmente edifican la Iglesia? ¿Están al servicio de la edificación de
una comunidad fraterna y solidaria?
En
segundo lugar el discernimiento es visto como una virtud; es una de las
virtudes escatológicas que jamás aparece separada de otras virtudes como el
agradecimiento por todo lo que Dios ha hecho en el pasado y en el presente; de
la esperanza que alaba las promesas del Señor mediante una vida de entrega y
confianza; la vigilancia para captar las posibilidades que nos presenta cada
momento; de la caridad como disposición para salir al encuentro del Señor o disponibilidad
para ir a su encuentro de una persona concreta para irradiarla con la luz del
Evangelio.
5. Los Pilares del Discernimiento Cristiano. (HECHOS 2, 42)
· Acudían
asiduamente a la enseñanza de los apóstoles. Pregunto: ¿Qué enseñaban los
Apóstoles? Lo que Jesús les había enseñado a ellos: a vivir en comunión con
Dios como sus hijos; con los demás como hermanos y servidores; con las cosas como amos y señores. Jesús
enseño con su vida y con sus palabras el camino del amor y del servicio a Dios
y al prójimo.
· Acudían
asiduamente a la “Comunión”. Ponían sus bienes, los a los pies de los Apóstoles para que fueran distribuidos
entre los pobres. “Partían el pan con alegría.
· Acudían
asiduamente a la “Fracción del Pan”. Es el primer nombre usado para desinar a
la Eucaristía. Esto nos dice que llevan una vida “centrada en los Sacramentos”
· Acudían
asiduamente a las “oraciones”. La oración tiene un lugar muy especial en el
discernimiento espiritual. Oración, tanto personal como comunitaria. Oración
humilde, llena de confianza filial con Dios, sintiéndose sus hijos y a la misma
vez hermanos de los demás.
De estos
cuatro pilares podemos sacar dos criterios fundamentales del discernimiento
cristiano: La Obediencia a la Palabra de
Cristo y el Servicio a una Comunidad fraterna, solidaria y misionera.
6. La clave del discernimiento espiritual.
La clave
nace de la Fe en Jesucristo y el amor para el pueblo de Dios[3].
San Pablo en la carta a los romanos nos habla del llamado a pertenecer a
Jesucristo y a su pueblo santo[4].
Razón por la que me atrevo a afirmar que no hay otra clave que “Ser de Cristo y
ser de la Iglesia”. A los de Corinto les dice: “Ustedes son de Cristo, y Cristo
es de Dios” (1 Cor 3, 21- 23) En carta a los colosenses nos confirma que el
señorío de Cristo es el fundamento de la verdadera espiritualidad y por lo
tanto, de todo discernimiento cristiano: “El Amo a quien servís es Cristo[5]”.
El cristiano es pertenencia de Cristo por tres razones: Él nos llamó a la
existencia, hemos sido redimidos por la sangre de Cristo y sellados con su
Espíritu Santo (cfrEf 1, 4-8) y por último, pertenece a Cristo quien lo ama, y
en él ama a su Iglesia.
7. La Ley del discernimiento
La Ley
es la docilidad al Espíritu Santo. El divino Espíritu guía a los hijos de Dios[6].
Pablo nos dice en la carta a los Efesios: “ustedes antes eran tinieblas, más
ahora sois luz en el Señor, vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz
consiste en toda verdad, amor y justicia” (Ef 5, 8-9). ¿Cómo vivir como hijos
de la Luz? La primera de Juan nos recomienda cuatro cosas: romper con el
pecado; guardar los Mandamientos; guardarse del mundo y guardarse de los
anticristos[7].
La acción del Espíritu es hacer que los hombres crean en Jesús, para que
creyendo se salven. Su acción es por lo mismo, establecernos e introducirnos en
el Reino de Dios. El Espíritu Santo es la Ley Nueva; la Ley de Cristo, la Ley
del Amor. Amor derramado en nuestro corazones con el Espíritu Santo que Dios
nos ha dado” (Rom 5, 5).
El
discernimiento espiritual cristiano tiene dos exigencias fundamentales que nos
recuerdan las promesas bautismales: “Aborrezcan
el mal y amen apasionadamente el bien” (cfrIs. 1,16- 17; Rom 12, 9). La
“Opción Fundamental por Jesucristo”,es también una “opción moral”; es una
decisión ética y básica que orienta nuestros criterios, actitudes y otras
opciones particulares. “Tomar la decisión de seguir a Cristo es optar por los
valores del Reino, por el bien moral y al mismo tiempo rechazar otras
posibilidades, otros criterios, como son los mundanos o paganos.
El
discernimiento de espíritus pide, exige, enamorarnos apasionadamente de
Jesucristo, de los suyos, de sus pobres, de todo lo que Él ama. Digamos con
toda verdad: O, nos enamoramos de Jesucristo y de su Iglesia, o nos vamos a
enamorar de cualquier tontería: Una cuenta bancaria, un carro de lujo, una vida
desordenada, dunas faldas… o lo que hay debajo de las faldas. La persona humana
pertenece a lo que ama con todo su mente, voluntad y corazón. Realidad que nos
lleva a la inversión de valores y por lo mismo a la idolatría. Urge educar para
aprender a discernir lo que viene de Dios de lo que viene del espíritu mundano
e impuro, como por ejemplo el apego a las riquezas.
8. El fundamento del discernimiento
espiritual.
Pablo
con amor entrañable dice a su hijo en la fe, Timoteo: “El fin de este mandato es la caridad, que procede de un corazón limpio,
de una fe sincera y de una recta intención[8]”.
Lo que contradiga estos tres fundamentos de la vida cristiana, no viene de
Dios, sino del espíritu del mal, del mundo o de una conciencia corrompida por
el pecado. Razón por la que nos advierte en la carta a los romanos: “No os dejéis trasformar por los criterios
mundanos, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de
forma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2).
Para
algunos estudiosos de Pablo, afirman que dejarse trasformar por la acción del
Espíritu, significa: “Tomar la firme determinación de seguir a Cristo”, dejando
atrás todo lo que sea incompatible con su Reino de amor, de paz y de justicia.
Sólo en el seguimiento de Cristo podremos configurarnos con Él, como sus
discípulos que lo hacen presente en medio de la realidad en la que vivimos.
9. El camino del discernimiento.
La
Biblia no nos presenta una teoría sobre el discernimiento, si no, más bien un camino; Podemos aplicarnos el adagio:
“Caminante no hay camino, el camino se hace al andar”;para el cristiano si hay
un camino: Jesucristo; el discernimiento
no está hecho sino haciéndose, no obstante, podemos hablar de un punto de
partida: el Encuentro con Jesucristo en la fe. Encuentro liberador y gozoso que
deja en nosotros una esperanza que nos lleva a la madurez en el amor[9].
La fe la esperanza y la caridad vienen a ser para el discernimiento como las
raíces para los árboles. La “opción fundamental” sería el tronco; los criterios
cristianos y las actitudes las ramas del árbol; mientras que las acciones
serían el fruto; acciones convertidas en valores. La Escritura nos presenta el
camino a seguir para que dejemos de ser niños sacudidos por cualquier viento de
doctrina[10]:
1)
Llegar al pleno conocimiento de la
voluntad de Dios con toda sabiduría y entendimiento espiritual (Dones del
Espíritu Santo): Lo justo, no bueno, lo noble (Rom 12, 2)
2)
Para vivir de una manera digna del
Señor, agradándole en todo.
3)
Fructificando en toda obra buena y
creciendo en el conocimiento de Dios. (mediante la práctica de las virtudes y
de los valores del Reino).
4)
Confortados con toda fortaleza con el
poder de su gloria; para toda constancia en el sufrimiento y paciencia. (Para
ser testigos de Cristo)
5)
Dando con alegría gracias al Padre que
nos ha hecho aptos para participar de la herencia de los santos en la luz.
Lo
anterior cimentado en la “obra Redentora de Cristo: “Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del
Hijo de su Amor, el quien tenemos la redención, el perdón de los pecados”[11].
10. Criterios de discernimiento
según San Pablo[12]
San Juan
en su primera carta nos sobre aviso que no aceptemos cualquier inspiración,
sino, que más bien, como personas adultas en la fe sepamos discernir los
espíritus: “Queridos míos, nos os fiéis
de cualquier espíritu, sino examinad los espíritus, a ver si son de Dios”
(1Jn 4, 1ss). ¿Cómo saber realmente si una inspiración viene de Dios? ¿Cuáles
son los criterios de discernimiento? De la doctrina Paulina se obtienen algunos
criterios de discernimiento.
1.
Los
frutos.
El espíritu bueno y el espíritu malo se reconocen por sus frutos. Para nada
contradice la doctrina del Apóstol “La regla de oro evangélica”, que siempre
será: “El árbol se conoce por sus frutos” (cfr Mt 7, 20). “La obras de la carne
son manifiestas: fornicación, impureza, lujuria… Por el contrario, los frutos
del Espíritu son: caridad, alegría, paz, bondad, fe, mansedumbre, dominio
propio” (Gál 5, 19-22; Ef 5, 8-10; Rom 7, 4-5. 19-20).
2.
La
comunión eclesial. Los dones auténticos del Espíritu son los que
edifican la Iglesia (1Cor 14, 4. 12. 26). Los carismas son dones fecundos para
la Iglesia, sobre todo la profecía, la cual es una palabra eficaz que da paz,
ánimo y confianza.
3.
La
fuerza en la debilidad. El Espíritu se manifiesta con signos
de poder: milagros, seguridad para proclamar la Palabra y afrontar las
persecuciones (1Tes 1, 4-5; 2Cor 12, 12). Son signos que resultan, tanto, más
auténticos cuanto más contrastan con la debilidad del Apóstol (2Cor 2, 4, 12,
9).
4.
La
inmediatez de Dios. Seguridad de una vocación divina en la docilidad
eclesial. Por una parte, Dios da la certeza de la vocación (Rom 1, 1, Gál 1,
15; Fil 3, 12) y, por otra, una llamada debe ser autenticada por la comunidad
eclesial (Gál 1, 18) y por sus responsables.
5.
La luz y
la paz.
Los dones del Espíritu no son impulsos ciegos que suscitan dificultades y
desorden (1Cor 14, 33). Esto vale de las manifestaciones extraordinarias, sino
también de las mociones interiores: “La tristeza que es según Dios causa
penitencia saludable e irrevocable, mientras que la tristeza del mundo engendra
la muerte (2Cor 7, 10). “Porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el
pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8, 6; cfr 14, 17-18)
6.
La
comunión fraterna. Es el criterio más seguro e importante que revela
los signos de la presencia del Espíritu (1Cor 12), y garantiza una recta
interpretación de los signos de los tiempos. El fundamento de todo comunidad
cristiana es la verdad que expulsa la mentira; el amor que expulsa el odio y la vida que expulsa la muerte. En la
primera comunidad cristiana los de afuera comentaban: “Miren como se aman”
(hech ). El amor es fuerza que impulsa y fuerza que atrae.
7.
Jesús es
el Señor.
El criterio supremo de discernimiento, es el alcance y las consecuencias que
ciertas emociones o actitudes tienen respecto a Jesús: “Nadie, hablando en el
Espíritu de Dios, dice: “Maldito es Jesús, ni nadie puede decir: “Jesús es el
Señor, sino el Espíritu” (1Cor 12, 3). Confesar
que Jesús es el Señor no es sólo pronunciar una fórmula, sino descubrir
el secreto de su persona, proclamar su divinidad, adherirse a él por la fe y el
amor, lo cual no es posible más que con la gracia del Espíritu Santo.
11. Discernir los signos de los tiempos.
Como
servidores somos colaboradores del Señor de la historia (cfr 1 Cor 3, 9), razón
por la que hemos de estar atentos para descubrir la voz de Dios en medio de los
acontecimientos. Para esto se ha de aprender a leer los “Signos de los
tiempos”. Estos son los acontecimientos históricos, económicos, políticos,
religiosos, sociales, psicológicos, etc.
Si
hablamos de la educación en la fe y de evangelización, uno de los signos de
nuestro tiempo que nos desafía es el hecho de que una gran parte de los
bautizados no han sido evangelizados en absoluto, y cada día se alejan más de
la Iglesia con una actitud de crítica negativa hacia ella. Miremos al mismo
tiempo otro signo de los tiempos: las fiestas de Diciembre: La devoción
guadalupana, Adviento y Navidad: mucha fiesta, mucho ruido, mucho folklor, pero
muy poca, y en algunos casos nada de vida espiritual.
Pero al
mismo tiempo, no caigamos en la estupidez de pensar que toda persona y
cualquier comunidad es capaz de
descifrar “por su cuenta” la importancia de los signos de los tiempos. Con
todo, insertados en la Iglesia universal, profética, toda persona puede llegar
a obtener la visión necesaria de los signos más importantes; puede aprender a
discernir las oportunidades particulares y los peligros que acechan a la vida
personal y en la comunidad.
a)
Vivir en comunión con el Señor de la
historia y en solidaridad con su pueblo. Dos realidades inseparables que Pablo
expresa como Fe en Jesucristo y amor a los consagrados.
b)
Ser dóciles al Espíritu Santo que nos
establece en el Paraíso y nos introduce en el Reino de Dios. Espíritu que clama
en nuestros corazones: Abba, Padre[14].
c)
Estar profundamente enraizados en la
comunidad de los creyentes y en una vida de oración personal y comunitaria[15].
La vida de oración íntima, cálida y permanente,
es el mejor caldo de cultivo de la libertad interior, de la creatividad,
de la franqueza, del desprendimiento y de la valentía. Sólo una comunidad
orante será capaz de escuchar la voz de los signos de los tiempos y podrá
discernir los verdaderos profetas.
d)
La confianza en el Espíritu Santo no
deja lugar para la desidia intelectual ni para nuestra pereza espiritual. Como
tampoco para el despilfarro, el derroche y la búsqueda de intereses
particulares.
e)
El Espíritu Santo inspira confianza y
valentía, pero jamás da pie, a la superficialidad y al pesimismo. Más aún nunca
nos llevará a un lugar donde pongamos en peligro la gracia de Dios.
13. La cruz y el discernimiento de
espíritus.
“Pues todos los que son de Cristo Jesús
han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gál 5,
24) La cruz es fuente de discernimiento espiritual, es lugar para darle muerte
al hombre viejo, negándole el alimento que le entra por los sentidos. La cruz
es renuncia, es sacrificio, es ofrenda y donación, es fuente de vida para el
hombre nuevo que vive según el Espíritu. Todo discernimiento espiritual, tanto,
personal como comunitario, debe de tener las siguientes condiciones:
a)
Es preciso purificarse de las pasiones,
que pueden bloquear una auténtica relación interpersonal. Tales pasiones pueden
ser la incomunicabilidad entre los hermanos, la envidia, los celos, la no
participación en la alegría y el dolor ajenos.
b)
Aceptar que los demás nos cuestionen,
así como Dios a través de ellos. Esta disponibilidad nos desenmascara y
descubre nuestros prejuicios y predeterminaciones. Nos ayudan a entender si
buscamos el interés de Dios o nos buscamos a nosotros mismos.
c)
Renunciar a toda autosuficiencia, a la
pretensión de conocer en solitario la voluntad de Dios. Ésta se encuentra
mediatizada por el testimonio y la experiencia espiritual de los demás, de la
Iglesia y de la sociedad. Podemos encontrar la voluntad de Dios por medio de la
experiencia, competencia y sensibilidad de los otros.
d)
Dar cabida a los demás en uno mismo, en
los propios puntos de vista y convicciones. Es una actitud de respeto a la
persona de los demás, de sincera caridad evangélica, por encima de ciertas
ideologías que dividen.
e)
Es de vital importancia que el grupo o
la comunidad se sienta parte de comunidades más bastas y de la Iglesia entera,
viviendo sus orientaciones universales para no cerrarse en sí mismo.
La cruz
es someterse con alegría a la voluntad
de Dios, a ejemplo de la Madre y Maestra, Nuestra Señora de Nazareth.
Recordando la condición fundamental evangélica que Cristo nos ha dictado y
legado: “Jesús decía, si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc
9, 23)
CONCLUSIÓN
Cuanta
razón tenía Erick Fromal escribir su libro “Arte de amar”. El hombre sólo se
realiza amando, y el amor es donación, entrega y servicio a los demás, como
camino para encontrar el sentido de la vida y realizarlo en comunión con la
Realidad: Dios, los demás, la naturaleza y uno mismo. Todo hombre es llamado a
vivir en relación, es decir en comunión con sentido de Alteridad como respuesta
a un compromiso personificanteque se vive con otros y a favor de los otros, de
una multitud que se encuentra al borde del camino, es decir, al margen de su
realización como personas.
ZigmutBauman,
sociólogo poláco, nos dice en su libro “el arte de la vida” que la sociedad
post-moderna, está empeñada en la búsqueda de identidad, en darle valor a la
vida, olvidándose que la vida misma es un valor, tiene sentido o significado,
según Frankl. Busca su identidad en las cosas, en la riqueza, en el
conocimiento, en el poder, en la marca de ropa, del auto, etc. terminando según
el filosofo como “una sociedad líquida”. A esta misma sociedad el Catedrático
de Madrid, Jorge Torres, la llama “Sociedad ligth”, es decir, vacía de valores,
de criterios, de principios. Sociedad caracterizada, según Frankl, por dos estilos
de vida, el Conformismo y el Totalitarismo. Por el primero el hombre busca
realizarse haciendo lo que otros hacen y por el segundo haciendo lo que otros
dicen. Unos se desvían hacia la derecha y otros a la izquierda, unos más se
estancan en el hedonismo que reduce al hombre a simple instrumento de placer.
En esta
sociedad, convertida en Torre de Babel, al hombre no piensa bien, se le ha
endurecido el rostro y el corazón, ha perdido la moral y ha caído en el
desenfreno de las pasiones. Ha perdido la capacidad se sonreír frente a los
chistes de sus hijos pequeños; ha perdido la capacidad de amar con
espontaneidad y le está perdiendo el sentido a la vida, por consiguiente,
experimenta la frustración, la neurosis, la agresividad y el vacío existencial.
Se va reduciendo hasta llegar a ser una simple caricatura humana, un simple
bosquejo de persona, con palabras de Frankl: un hilacho humano.
La
Alteridad como camino de realización humana, propone como camino de realización
humana el conocimiento personal, el cultivo de la persona mediante la práctica
de las virtudes y de los valores humanos, donde el hombre no se realiza sólo,
sino con otros y apostando a favor de los demás. En una vida de intercambio
recíproco: dando amor y recibiendo amor, en el encuentro interpersonal intercambia con otros sus valores lo que
sabe, lo que tiene y lo que es como persona, llamada a ser una plenitud que se
alcanza siendo fértil, fecundo y fructífero
La
Alteridad, como escuela al servicio de la vida enseña que todo hombre es sujeto,
es un alguien, es una persona valiosa, importante y digna, que vale por lo que
es y no por lo que tiene. Brinda a quien la abraza el “ojo biónico” que
capacita para distinguir entre lo bueno y lo malo; además fortalece para hacer
mediante el cultivo de la voluntad para rechazar lo malo y para hacer lo bueno.
Bueno es lo que ayuda a realizarse como persona, mientras que lo malo impide la
realización
Para
el hombre que quiera tomar su realización como persona en serio, ha de saber
que nada es automático, ni por arte de magia, todo exige esfuerzo, renuncias y
sacrificio es decir, dedicación y lucha. El compromiso por conocer y conquistar
el sentido de Alteridad exige cuarto acciones: educativa, económica, política y
religiosas. Educación y trabajo para poder construir la Civilización de amor.
Comunidades vivas, fraternas, solidarias en las que se practica la justicia.
Comunidades cimentadas en la verdad, el amor y la vida en las que se aprende a
convivir con los demás como seres iguales en dignidad, pero con carismas
diferentes que crecen con el uso de su ejercicio en el encuentro interpersonal donde la preocupación mutua, la
reconciliación continua y el compartir permanente encuentran buena acogida y
son fuerza motivadora para poner al servicio de todos los valores
intelectuales, materiales y espirituales.
El
hombre se realiza sirviendo a los otros; servicio que ha de ser libre,
consciente y voluntario (No obstante puede ser remunerado) para no caer el
servilismo enfermizo de muchos hombres y mujeres fruto de una cultura de muerte.
La Alteridad enseña a descubrir el sentido de la vida y a realizarlo. Los seres
humanos tienen la doble capacidad: pueden amar y pueden odiar. Cuando aman
construyen y cuando odian destruyen. Queremos reafirmar que el hombre se
realiza en la medida que ame, y el amor es donación, entrega y servicio a un
alguien o a un algo. A un alguien para ayudarlo a ser lo que debe ser: una
plenitud de persona.
Recordemos
las palabras del poeta Antonio Machado: “Caminante no hay camino, éste se hace
al caminar”. Todo lo que se siembra con amor crece muy alto. Dios, la vida, los
demás piden una respuesta e invitan a “levantarse para ponerse en camino”. El
hombre decide de manera libre y consciente” ponerse en pie y comenzar su
proceso de realización, desplegando así sus mejores potencialidades. Ánimo, no
exijas que garantías, no pidas cartas de recomendación, como tampoco quedar
bien o que te vaya bien. Más bien levántate sal fuera y ponte en camino. Por el
camino irás viendo las maravillas de una vida plena, fruto de la Alteridad: una
vida con otros y a favor de la Humanidad.
Pbro.
Uriel Medina Romero
[1]
Marcos 8, 18
[2] 1
Cor 12, 10
[3]
Efesios 1, 15; Colosenses 1, 9
[4]
Romanos 1, 7
[5]
Colosenses 3, 24.
[6]
Romanos 8, 14
[7] 1
de Juan 1, 8; 2, 3; 2, 15; 2, 18.
[8] 1
Timoteo 1, 5.
[9]
Colosenses 1, 3-5
[10]
Efesios 4, 14
[11]
Colosenses 1, 9, 14
[12]
Nuevo Diccionario de Esapiritualidad, Ed Paulinas, Pág. 371
[13]BernhardHaring,
Libertad y Fidelidad en Cristo, pág. 269-
[14]
Gálatas 4, 6; Rom 8, 14
[15]
Hechos 2, 42
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