El Combate de la fe
Objetivo: Dar a conocer que la vida cristiana es “don y
lucha”; don y conquista. Existen tentaciones, pruebas, contradicciones,
exigencias que hacen de nuestro interior un verdadero campo de lucha
espiritual, para que avisados nos preparemos con toda dedicación.
“Vuestro
adversario el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar”;
resistirle firmes en la fe (1 de Pe 5, 8).
Moisés el siervo
de Dios que sacó a Israel de Egipto y lo llevó a través del desierto, al final
de sus días, sabiendo que había llegado su hora quiere dar ánimo y aliento a su
pueblo y a su nuevo guía: “Se fuertes y
valientes, no teman ni se asusten, porque Dios te acompañará, no te dejará ni
te abandonará” (Dt 31, 6), a Josué le dice: “Sé fuerte y valiente, el Señor marchará delante de ti, Él estará
contigo, no te dejará ni te abandonará. No temas y no te asustes” (Dt 31, 8).
En el libro de
Josué, el Señor anima al nuevo guía de su pueblo diciéndole: “Sé valiente y firme, porque tú vas a dar a
este pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres. Sé pues valiente y
muy firme, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés.
No te apartes de ella ni a la izquierda ni a la derecha, para que tengas éxito
donde quiera que vayas…” (Josué 1, 6-9).
1. Algo para saber
·
En la lucha no estamos solos, el Señor
es el guardián de nuestra alma, Él está con nosotros. “No los dejaré huérfanos”
dijo Jesús a las Doce, y hoy, a todos nosotros (cf Jn 14, 18) “Yo estaré con
ustedes” (cfr Is 43, 1-5)
·
Los enemigos ya no son Egipto o
Babilonia, Filistea o Edom, Moab o Asiria. Los enemigos actuales son los siete
pecados capitales, y otros más:
ü El individualismo, el
peor de todos.
ü El relativismo, que niega los
valores absolutos.
ü La incredulidad, que niega la
existencia de Dios y de la Iglesia.
ü El secularismo, que lucha
negando lo sagrado
ü El ateísmo teórico y
práctico.
ü Las supersticiones tan
difundidas en nuestros países.
ü El iluminismo, los
sentimentalismos, los emocialismos.
ü El conformismo consumista.
ü El totalitarismo opresor.
ü El hedonismo, fuente de
prostitución, alcoholismo y drogadicción.
Un enemigo
poderoso que no está lejos de nosotros, lo llevamos dentro, somos nosotros
mismos, es nuestro pasado: “Yo soy mi pasado”. El pasado tan lleno de
experiencias, unas positivas y bonitas, otras negativas y dolorosas. Ese soy
yo. Vencer el pasado significa redimirlo, vencer el mal, para trasformar lo
negativo en positivo; sacarle una enseñanza para la vida, hacerla presente y
proyectarse hacia el futuro con nuevos ánimos, con mirada alegre y mente
positiva. No podemos vivir en el pasado, nuestros comportamientos serían
neuróticos. Jesús nos dijo: “El que pone su mano en el arado y mira hacia
atrás, no me sirve para la lucha del Reino” (cfr Lc 9, 62).
Nuestro interior
está lleno de experiencias, tanto positivas, como negativas. Podemos llevar en
nuestro interior obstáculos que impiden el desarrollo del Reino de Dios en
nosotros. Nuestro corazón es la nueva
tierra prometida, tierra que mana leche y miel, es “don y conquista”. De
la misma manera que hoy, la salvación es don de Dios y conquista por parte del
cristiano; es don y lucha; vencer es una posibilidad que está a nuestro
alcance. Escuchemos a San Pablo decirnos: No te dejes vencer por el mal, lucha
y vence (cfr Rom 12, 21). “Todo lo puedo en Aquel que me fortalece” (Fil 4,
13). El hombre que ha entrado en la Tierra prometida por la fe y la conversión,
escucha hoy en su corazón las mismas palabras que Dios dijo a Adán en el
Paraíso: “Protégelo y cultívalo” (Gn 2, 17). Es un llamado a cultivar el
barbecho del corazón para redimir el orgullo, la autosuficiencia y la
indiferencia.
2. La batalla espiritual
Al final de sus
días Pablo, el Apóstol dice a su discípulo Timoteo: “He peleado la buena
batalla, he llegado al término de mi carrera, me he mantenido fiel”. (2Tim 2,
2). Ser fieles una semana es fácil, lo difícil es permanecer fieles toda la
vida. Nos alegra el pensar que en la vida cristiana no todo es lucha, también
existen experiencias llenas de paz, de gozo, de amor: “El Señor nos hace
descansar en las verdes praderas y nos conduce a los arroyos de tranquilas
aguas” (Sal 22). Pero nunca hemos de olvidar que por la cruz llegamos a la
resurrección: El Mesías hubo de sufrir antes de entrar en su Gloria (cf Lc 23,
26).
Dos
recomendaciones, la primera es de Jesús la otra es de Pablo:
·
“Sí tu mano te es ocasión de pecado… Si
tu ojo te es ocasión de pecado… Si tu pie te es ocasión de pecado…
Córtatelo”. Es decir, niégate el placer
de complacerte (Mt 5, 29).
·
“Huye de las pasiones de la juventud, y
busca la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con todos los que con un
corazón limpio invocan al Señor” (2Tim 2, 22).
Es una
invitación a ser prudentes. Solo los que son prudentes reconocen sus
debilidades y evitan acercarse al peligro. Si fuéramos orantes y prudentes
evitaríamos caer en el alcohol, en la droga, en la prostitución. Evitaríamos
enfermedades espirituales como la tibieza, la mediocridad, la superficialidad;
evitaríamos ser cristianos carnales, niños eternamente crónicos. Sin lucha no
hay crecimiento, no hay cristianos maduros.
3. Las armas del cristiano
En la lucha se
requieren armas para la pelea, y éstas, no son otras que los dones del Espíritu
y las virtudes cristianas, fruto de la acción del Espíritu Santo en nosotros.
“La armadura de la fe” (Ef 6, 10ss), equivale a revestirse con las armas de
Dios, para poder vencer el Mal que busca pelea para hacernos perder la Gracia
de Dios, para sacarnos de la Iglesia, para frustrar los planes de Dios.
Dos cosas
recomienda Pablo a su discípulo, por un lado huye y escapa de las pasiones, es
decir, sé prudente, y por otro busca la justicia, la verdad, el amor y la paz;
despojaos y revestíos. La justicia para Pablo es la virtud que engendra la
obediencia de la fe, la que nos hace gratos a Dios amando a nuestros hermanos.
El hombre le hace justicia a Dios cuando acepta el “Camino” que Dios le
propone: Jesucristo, el Salvador de los hombres y cuando guarda sus
Mandamientos, especialmente, el del amor. Creer en Jesucristo implica la
obediencia al Evangelio y la práctica de las virtudes, que son la armadura de
Dios, armas de luz (Rm 13, 13).
·
En la carta a los efesios nos propone
las tres mejores y más poderosas armas para usar en la vida espiritual: La
verdad, la justicia y la bondad (Ef 5, 9).
·
A las anteriores agrega un poco más
adelante: La verdad y la justicia. El celo por el Evangelio de la Paz, la fe,
la Palabra de Dios y la Oración (Ef 6, 12).
·
En la carta a los Colosenses encontramos
otra lista de armas: revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, de
humildad, de mansedumbre, paciencia, sopórtense y perdónense mutuamente (Col 3,
12).
4. ¿Contra quién se lucha?
¿Contra quién es
la lucha? De acuerdo a la “tradición” tres son los enemigos del alma: Mundo,
Maligno y Carne. De estos tres el más peligroso lo llevamos dentro, en nuestro
interior. También tiene sus armas, entre otras: La confusión, la mentira, el
activismo, el odio, la intriga, el fariseísmo, etc.
5. Los amigos nos advierten
·
Jesús es el Vencedor del Maligno, del
Mundo, del Pecado y de la Muerte. Con toda razón nos dice: “Yo he vencido al
mundo”. Con un gran amor advierte a su discípulo: “Simón, Simón, Satanás ha
pedido permiso para sacudiros como si fueras hoja de trigo” (Lc 2, 31).
·
San Pedro nos advierte: “Vuestro
adversario el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar”;
resistirle firmes en la fe.
·
y San Pablo nos advierte del más
peligroso de todos: “despojaos del “el hombre viejo”, herido por el desorden de
las concupiscencias, sigue vivo y busca recuperar todo el territorio perdido.
6. La lucha tiene sabor de inmolación
·
Jesús nos dice: “El que quiera ser mi
discípulo que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga” (Lc 9,
23).
·
Pablo nos exhorta a “ofrecer nuestras
vidas como hostias vivas santas y agradables a Dios” que sea nuestro culto
espiritual (cf Rom 12, 1).
En cada renuncia
hay una ofrenda, y en cada ofrenda, en cada ofrenda hay una muerte y en cada
muerte, hay una resurrección y en cada resurrección hay una efusión de Espíritu
Santo. Donde hay una renuncia por amor a Cristo, allí brota la vida, brota la
virtud. Para San Pablo la lucha espiritual adquiere dimensiones de “inmolación”
de “sacrificio”: “Yo ya estoy listo para ser ofrecido; ya se acerca la hora de
mi muerte. He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me
he mantenido fiel” (2Tim 4, 7). Para el Apóstol su vida fue un “vivir en
Cristo, la muerte será ganancia”. En cada tentación, en cada prueba, en cada
tribulación el Apóstol va dejando pedazos de cuero, va sembrando el buen olor
de Cristo. Es a lo que él llama “el padecer” con Cristo”, para luego tomar
parte en la herencia de Dios (Rm 8, 17).
A su hijo en la
fe, Timoteo le dice: “Pero tú has seguido mis enseñanzas, mi manera de vivir,
mi propósito, mi fe, mi paciencia, mi amor y mi fortaleza para soportar, y has
compartido mis persecuciones y sufrimientos” (2Tim 3, 10). La bandera de Pablo
es la Palabra de Dios, espada de dos filos, es para él “la espada del
Espíritu”. Su estilo de vida, su vivir es Cristo; su propósito es dar a conocer
a Cristo; su fe, su paciencia, su amor y su fortaleza es la persona de Cristo
Jesús.
7. ¿Dónde es la lucha?
La lucha es sin
dudas en el corazón del hombre. Imaginemos que el Mal nos invita a pelear. El
quiere que la lucha sea en sus terrenos, y no, en los terrenos de Dios: el
corazón en estado de gracia. Quiere sacarnos fuera y quiere que en la pelea
usemos sus armas. Nos invita a entrar en sus terrenos: la soberbia, la ira, la
avaricia, la gula, la envidia, la pereza. Sus armas son la intriga, la mentira,
la confusión, la difamación, etc.
Tengamos la
seguridad que solamente podremos vencer al Maligno si permanecemos en los
terrenos de Dios y usando sus armas. “No se dejen vencer por el mal, al
contrario venzan con el bien al mal” (Rom 12, 21).
1. La Fortaleza Cristiana
En su libro del
Pastor de Hermas nos dice que recibe en “Visión” la construcción de la Iglesia.
Las piedras son sacadas del agua, sólo se usan las que han sido pulidas y
labradas; las piedras que no han sido pulidas no pueden ser usadas, son puestas
de lado. El edificio está sostenido y rodeado por 7 mujeres: 7 virtudes que son
una verdadera fortaleza, no se puede invertir el orden. La primera da a luz a
la segunda y así sucesivamente.
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La primera es la fe: madre y raíz de las otras. Una fe sin obras está muerta.
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La segunda, hija de la fe, es la continencia. Donde hay continencia
hay templanza, castidad y dominio propio.
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La tercera, hija de la continencia, es la sencillez. Donde hay sencillez hay
mansedumbre, humildad, paciencia. Armas para vencer los espíritus agresivos.
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La cuarta, hija de la sencillez, es la pureza. La pureza es una virtud
poderosa para luchar contra la envidia, la lujuria, la avaricia.
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La quinta, hija de la pureza, es la santidad. Sin la cual nadie verá al
Señor. Es la vestidura blanca que Dios da a los vencedores.
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La sexta, hija de la santidad, es la ciencia. El conocimiento de Dios que
nos hace saborear la oración, las buenas obras, los Sacramentos.
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La séptima, hija de la ciencia es el amor. Corona y madurez de la fe (cfr
Gál 5, 6). Sin amor no hay santidad, no hay conocimiento de Dios, no hay vida,
nos encontramos vacios de vida, de verdad, de bondad, de libertad y de belleza.
Leer
2 de Pedro 1, 5- 11. Reflexionar la lectura en grupos
pequeños y enumerar las armas cristianas que la Escritura nos ofrece.
¿Podrá haber
virtudes sin renuncias? Toda renuncia por amor al Reino es fuente de vida y de
virtud. La renuncia se convierte entonces en “ofrenda” que nos ayuda a
comprender que muerte y resurrección son momentos de un mismo acontecimiento.
En cada renuncia hay una ofrenda, y en cada ofrenda hay una efusión de Gracia
de Dios. Así entendemos que hay que dejarlo todo por el Reino, para que éste
pueda ser nuestro.
“Además, los que son de Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.
Oración: Pedir la gracia de Dios por medio de María,
la Hija predilecta del Padre.
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