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 Nosotros hemos conocido hace unos años un hogar donde la oración en familia
    era algo normal, con sus ritmos y sus momentos: antes y después de las comidas; el "ángelus",
    el rosario al
    anochecer, las oraciones de la mañana y de la noche. Por lo
    general, era la madre la que se ocupaba de asegurar y guiar esta vivencia
    religiosa.
 
 El hogar ha cambiado profundamente; todo se ha hecho más difícil; y, poco a
    poco, hemos ido abandonando la oración familiar y la individual.
    Sencillamente, en muchas de nuestras familias ya no se reza. Hemos
    abandonado todo lo anterior y no lo hemos sustituido con nada. Y empiezan
    nuestras justificaciones: nos da pena proponerlo en la familia; la oración
    parece algo forzado, artificial, no nos sale de dentro; los hijos son
    demasiado pequeños o demasiado crecidos; no nos ponemos todos de acuerdo;
    es difícil encontrar el momento en que estemos todos.
 
 Sin embargo, la oración en familia es hoy posible. Hemos de encontrar
    nuevos modos y nuevo estilo para compartir la fe y hacer oración.
 
 
 LA ORACIÓN DE LA PAREJA
 
 El primer paso lo tiene que dar la pareja aprendiendo a orar ellos juntos.
    Una oración en pareja, sencilla, normal, sin demasiadas complicaciones, hace
    bien a la pareja creyente y es la base para asegurar la oración en los
    hijos.
 
 Esta oración consiste a veces en pedir perdón a Dios, y pedirse y darse
    mutuamente perdón por los errores y fallos de cada día. Otras veces, será
    acción de gracias por todo lo que reciben de Dios, por todo lo bueno que
    hay en la pareja y en los hijos. La oración será, con frecuencia, súplica y
    petición a Dios en medio de las dificultades y problemas de la vida. Es
    bueno que los padres sepan orar por los hijos y también en nombre de los
    “hijos", por los pequeños que todavía no saben orar y por los mayores
    que, tal vez, están en crisis y tampoco saben hacerlo.
 
 ¿Cómo hacerlo en concreto?
 
 Con alguna oración vocal de petición o de acción de gracias, o de manera
    espontánea; recitando algún salmo escogido; leyendo despacio un pasaje del
    evangelio y haciendo una breve oración después de un silencio; rezando
    pausadamente el rosario o un misterio pidiendo por los hijos o por otras
    intenciones. Hay muchos materiales de apoyo para orar.
 
 
 Crear un ambiente apropiado
 
 La oración en familia pide un cierto clima. No se trata de recuperar el
    aspecto sacro que ofrecían los hogares hace unos años (imagen del Sagrado
    Corazón, Última Cena, Oración del huerto, Ángel de la Guarda, crucifijos en
    cada habitación, aguabenditeras...), pero si de reaccionar ante el vacío
    provocado por la actual secularización.
 
 En primer lugar; se puede cuidar más lo que entra en el hogar (cierto tipo
    de revistas, vídeos, libros, cassettes, programas de TV). No es difícil hoy
    suscribirse a alguna revista cristiana, comprar libros sanos y educativos
    para los hijos, evangelios y Biblia para niños, música para relax e
    interiorización, cassettes con grabaciones para orar, grabación del
    rosario.
 
 Se puede también introducir algún símbolo, imagen o signo religioso de buen
    gusto. Los lugares más apropiados son, sin duda, la sala de estar donde la
    familia se reúne para descansar, hablar o ver la tele, y las habitaciones
    de los hijos donde, entre otros póster y objetos variados, puede haber
    alguno de signo religioso, algún recuerdo de la primera comunión o de la
    confirmación, los evangelios, alguna imagen de Jesús. Se puede también
    cuidar mejor la ornamentación en tiempo de Navidad (el Belén, el árbol) y
    darle un tono festivo al domingo (música, comida, mantel, flores...).
 
 Algunas familias llegan a reservar en la casa un lugar o "rincón de
    oración" especialmente destinado para orar, como expresión de que se
    le deja a Dios un sitio en la casa. Es un rincón preparado con alguna
    Biblia, un cirio, alguna planta, que se puede adornar de manera apropiada
    en algunos tiempos litúrgicos.
 
 
 ENSEÑAR A ORAR
 
 Para enseñar a orar, no basta decirle al hijo cada noche: "reza",
    o preguntarle por la mañana, "¿ya te has persinado?". Esto puede
    crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de
    una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender en sus padres.
 
 Antes que nada, es necesario que el niño vea rezar a sus padres. Si ve a
    sus padres rezar sin prisas, quedarse en silencio, cerrar los ojos, ponerse
    de rodillas, desgranar las cuentas del rosario, poner el evangelio en el
    centro de la mesa después de haberlo leído despacio, el niño capta
    intuitivamente la importancia de esos momentos, percibe la presencia de Dios
    en el hogar como algo bueno, aprende un lenguaje religioso, palabras y
    signos que quedan grabados en su experiencia, aprende unas actitudes y se
    va despertando en él la sensibilidad religiosa. Nada puede sustituir a esta
    experiencia.
 
 Pero, además, es necesario orar con los hijos. Los niños aprenden a orar
    rezando con sus padres. Hay que hacerles participar en la oración, que
    aprendan a hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún
    canto, a estar en silencio hablando a Dios. El niño ora como ve orar. La
    actitud, el tono, el modo pausado, el silencio, la confianza, la alegría,
    la importancia del evangelio, todo lo va aprendiendo orando junto a sus
    padres. Llegará un momento en que él mismo podrá bendecir la mesa, iniciar
    una oración o leer el evangelio con la mayor naturalidad. La oración queda
    grabada en su experiencia como algo bueno, que pertenece a la vida de la
    familia como el reunirse, el hablar, el reír, el discutir o el divertirse.
 
 
 ¿CÓMO ORAR EN FAMILIA?
 
 Sin duda, cada familia tiene SU estilo propio y ha de encontrar el modo
    concreto de integrar la oración en la vida del hogar. Pero se pueden
    ofrecer algunas pistas concretas:
 
 Cuando los hijos son pequeños (0-6 años), rezar con ellos
    teniéndolos sobre las rodillas o abrazados; enseñarles a recitar algunas
    fórmulas breves y sencillas; ayudarles a que hable con Dios o con Jesús de
    manera personal ("Señor, soy Ana"); enseñarle algunos gestos (la
    señal de la cruz); acompañarle al acostarse, ayudándole a hacer un breve
    recorrido del día dando gracias y pidiendo perdón; leerle pasajes sencillos
    del evangelio; llevarlo alguna vez a la iglesia y orar ante él y con él;
    aprovechar los momentos importantes para el niño: cuando ha habido una
    fiesta o una salida de casa y ha disfrutado; cuando ha recibido algún
    regalo; cuando han reñido entre hermanos; cuando se ha curado de alguna
    enfermedad...
 
 Cuando los hijos son ya mayores (adolescentes o jóvenes) se
    puede tener en cuenta otras pistas y sugerencias: orar en las comidas de
    forma variada; antes de retirarse a descansar rezar o cantar juntos el
    Padre nuestro, tener un recuerdo para María; hacer alguna breve oración de
    acción de gracias; si hay clima y todos están de acuerdo, se puede pensar
    en algún momento fijo cada semana para leer el evangelio (el del siguiente
    domingo), hacer silencio, comentarlo brevemente y terminar con algunas
    peticiones.
 
 Pero con adolescentes y jóvenes puede ser, sobre todo, importante saber
    preparar una oración sencilla en momentos señalados: cumpleaños de algún
    miembro de la familia, aniversario de bodas de los padres, la
    confirmación de un hermano, antes de salir de vacaciones o al
    extranjero, al comenzar el curso, al terminar una carrera,
    cuando se espera un nuevo hermano, cuando la hija comienza a salir con un
    chico, cuando alguien está hospitalizado, el día de Navidad, cuando termina el año,
    etc.
 
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