LA ORACIÓN EN FAMILIA





Oración por la familia, frases con imágenes de oraciones por mi familia querida, plegarias cristianas por mi hogar, mi casa, mis familiares. Oración por Mery Bracho.





Autor: José Antonio Pagola
La oración en familia

El hogar ha cambiado profundamente; todo se ha hecho más difícil; y, poco a poco, hemos ido abandonando la oración familiar y la individual








Nosotros hemos conocido hace unos años un hogar donde la oración en familia era algo normal, con sus ritmos y sus momentos: antes y después de las comidas; el "ángelus", el rosario al anochecer, las oraciones de la mañana y de la noche. Por lo general, era la madre la que se ocupaba de asegurar y guiar esta vivencia religiosa.

El hogar ha cambiado profundamente; todo se ha hecho más difícil; y, poco a poco, hemos ido abandonando la oración familiar y la individual. Sencillamente, en muchas de nuestras familias ya no se reza. Hemos abandonado todo lo anterior y no lo hemos sustituido con nada. Y empiezan nuestras justificaciones: nos da pena proponerlo en la familia; la oración parece algo forzado, artificial, no nos sale de dentro; los hijos son demasiado pequeños o demasiado crecidos; no nos ponemos todos de acuerdo; es difícil encontrar el momento en que estemos todos.

Sin embargo, la oración en familia es hoy posible. Hemos de encontrar nuevos modos y nuevo estilo para compartir la fe y hacer oración.


LA ORACIÓN DE LA PAREJA

El primer paso lo tiene que dar la pareja aprendiendo a orar ellos juntos. Una oración en pareja, sencilla, normal, sin demasiadas complicaciones, hace bien a la pareja creyente y es la base para asegurar la oración en los hijos.

Esta oración consiste a veces en pedir perdón a Dios, y pedirse y darse mutuamente perdón por los errores y fallos de cada día. Otras veces, será acción de gracias por todo lo que reciben de Dios, por todo lo bueno que hay en la pareja y en los hijos. La oración será, con frecuencia, súplica y petición a Dios en medio de las dificultades y problemas de la vida. Es bueno que los padres sepan orar por los hijos y también en nombre de los “hijos", por los pequeños que todavía no saben orar y por los mayores que, tal vez, están en crisis y tampoco saben hacerlo.

¿Cómo hacerlo en concreto?

Con alguna oración vocal de petición o de acción de gracias, o de manera espontánea; recitando algún salmo escogido; leyendo despacio un pasaje del evangelio y haciendo una breve oración después de un silencio; rezando pausadamente el rosario o un misterio pidiendo por los hijos o por otras intenciones. Hay muchos materiales de apoyo para orar.


Crear un ambiente apropiado

La oración en familia pide un cierto clima. No se trata de recuperar el aspecto sacro que ofrecían los hogares hace unos años (imagen del Sagrado Corazón, Última Cena, Oración del huerto, Ángel de la Guarda, crucifijos en cada habitación, aguabenditeras...), pero si de reaccionar ante el vacío provocado por la actual secularización.

En primer lugar; se puede cuidar más lo que entra en el hogar (cierto tipo de revistas, vídeos, libros, cassettes, programas de TV). No es difícil hoy suscribirse a alguna revista cristiana, comprar libros sanos y educativos para los hijos, evangelios y Biblia para niños, música para relax e interiorización, cassettes con grabaciones para orar, grabación del rosario.

Se puede también introducir algún símbolo, imagen o signo religioso de buen gusto. Los lugares más apropiados son, sin duda, la sala de estar donde la familia se reúne para descansar, hablar o ver la tele, y las habitaciones de los hijos donde, entre otros póster y objetos variados, puede haber alguno de signo religioso, algún recuerdo de la primera comunión o de la confirmación, los evangelios, alguna imagen de Jesús. Se puede también cuidar mejor la ornamentación en tiempo de Navidad (el Belén, el árbol) y darle un tono festivo al domingo (música, comida, mantel, flores...).

Algunas familias llegan a reservar en la casa un lugar o "rincón de oración" especialmente destinado para orar, como expresión de que se le deja a Dios un sitio en la casa. Es un rincón preparado con alguna Biblia, un cirio, alguna planta, que se puede adornar de manera apropiada en algunos tiempos litúrgicos.


ENSEÑAR A ORAR

Para enseñar a orar, no basta decirle al hijo cada noche: "reza", o preguntarle por la mañana, "¿ya te has persinado?". Esto puede crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender en sus padres.

Antes que nada, es necesario que el niño vea rezar a sus padres. Si ve a sus padres rezar sin prisas, quedarse en silencio, cerrar los ojos, ponerse de rodillas, desgranar las cuentas del rosario, poner el evangelio en el centro de la mesa después de haberlo leído despacio, el niño capta intuitivamente la importancia de esos momentos, percibe la presencia de Dios en el hogar como algo bueno, aprende un lenguaje religioso, palabras y signos que quedan grabados en su experiencia, aprende unas actitudes y se va despertando en él la sensibilidad religiosa. Nada puede sustituir a esta experiencia.

Pero, además, es necesario orar con los hijos. Los niños aprenden a orar rezando con sus padres. Hay que hacerles participar en la oración, que aprendan a hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún canto, a estar en silencio hablando a Dios. El niño ora como ve orar. La actitud, el tono, el modo pausado, el silencio, la confianza, la alegría, la importancia del evangelio, todo lo va aprendiendo orando junto a sus padres. Llegará un momento en que él mismo podrá bendecir la mesa, iniciar una oración o leer el evangelio con la mayor naturalidad. La oración queda grabada en su experiencia como algo bueno, que pertenece a la vida de la familia como el reunirse, el hablar, el reír, el discutir o el divertirse.


¿CÓMO ORAR EN FAMILIA?

Sin duda, cada familia tiene SU estilo propio y ha de encontrar el modo concreto de integrar la oración en la vida del hogar. Pero se pueden ofrecer algunas pistas concretas:

Cuando los hijos son pequeños (0-6 años), rezar con ellos teniéndolos sobre las rodillas o abrazados; enseñarles a recitar algunas fórmulas breves y sencillas; ayudarles a que hable con Dios o con Jesús de manera personal ("Señor, soy Ana"); enseñarle algunos gestos (la señal de la cruz); acompañarle al acostarse, ayudándole a hacer un breve recorrido del día dando gracias y pidiendo perdón; leerle pasajes sencillos del evangelio; llevarlo alguna vez a la iglesia y orar ante él y con él; aprovechar los momentos importantes para el niño: cuando ha habido una fiesta o una salida de casa y ha disfrutado; cuando ha recibido algún regalo; cuando han reñido entre hermanos; cuando se ha curado de alguna enfermedad...

Cuando los hijos son ya mayores (adolescentes o jóvenes) se puede tener en cuenta otras pistas y sugerencias: orar en las comidas de forma variada; antes de retirarse a descansar rezar o cantar juntos el Padre nuestro, tener un recuerdo para María; hacer alguna breve oración de acción de gracias; si hay clima y todos están de acuerdo, se puede pensar en algún momento fijo cada semana para leer el evangelio (el del siguiente domingo), hacer silencio, comentarlo brevemente y terminar con algunas peticiones.

Pero con adolescentes y jóvenes puede ser, sobre todo, importante saber preparar una oración sencilla en momentos señalados: cumpleaños de algún miembro de la familia, aniversario de bodas de los padres, la confirmación de un hermano, antes de salir de vacaciones o al extranjero, al comenzar el curso, al terminar una carrera, cuando se espera un nuevo hermano, cuando la hija comienza a salir con un chico, cuando alguien está hospitalizado, el día de Navidad, cuando termina el año, etc.



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