SOMOS HEREDEROS CON CRISTO DE LA HERENCIA DE DIOS.

 


SOMOS HEREDEROS CON CRISTO DE LA HERENCIA DE DIOS.

"En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria. (Ef 1,  13- 14)

El Espíritu Santo es prenda de nuestra herencia, su obra es llevarnos a Cristo para que creyendo en él nos hagamos hijos de Dios. (Rm 8, 14) Y sí somos hijos, somos también herederos con Cristo de Dios, Dios es nuestra herencia (Rm 8, 17) Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos," (Ef 1, 15) Por la fe y la caridad ya entramos en el Reino de Dios, pues hijos de la fe son: la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) Fe y caridad son inseparables (Gál 5, 6) Las dos unidas a la esperanza se convierten en los medios para conocer y llegara Dios y para que las bendiciones de Dios lleguen a nosotros. Son además, armas poderosas para vencer el mal. “Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación.” (1 de Ts 5, 8)

Para poder conocer cual es nuestra esperanza en la vida eterna, escuchemos a Pablo decirnos de la necesidad de los dones del Espíritu Santo: "para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa," (Ef 1, 17- 19) Y con  los dones del Espíritu nos cubrimos con las virtudes teologales:

Revestirse de la fe, la esperanza y caridad, equivale a revestirse de Jesucristo (cf s/1Rm 13, 14) Pablo nos dice: Si realmente habéis sido justificados por Jesucristo (Rm 5, 1) Y si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. (Col 3,1- 3) Somos entonces propiedad exclusiva de Cristo, le pertenecemos, lo amamos y le servimos. Y el que le pertenece a Cristo hace de la voluntad de Dios, la delicia de su vida, guardar los mandamientos es una fiesta que se lleva en el corazón. Según las palabras de Jesús: “Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.” (Jn 15,11)

Escuchemos las palabras de Pablo a Tito: Dios nos trajo la salud mediante el baño bautismal de regeneración y renovación que obra el Espíritu Santo. Él derramó con toda profusión sobre nosotros este Espíritu por Cristo Jesús, nuestro salvador. Así, justificados por la gracia de Cristo, hemos obtenido la esperanza de poseer en herencia la vida eterna. (Tt 3, 5b-7) La salud espiritual es la Salvación que llega a nosotros por la fe y el bautismo (Mc 16, 16) Salvación que tiene dos dimensiones: el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo. A esto le llamamos Vida eterna, el Cielo, Dios. Nuestra herencia. “Ya le tenemos, pero, todavía no plenamente, somos salvados en esperanza.

Escuchemos la Palabra de Jesús: Decía también:«¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.» (Mc 4, 30- 32)

Ahora hay que cultivar la fe, la esperanza y la caridad, es decir, hay que crecer en Gracia como lo dice el apóstol Pedro: Creced, pues, en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén (2 de Pe 3, 18) La advertencia de Cristo es actual: No te duermas. Jesús les contó otra parábola: «El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.(Mt 13, 24- 25) Dios nos ha dado un mandato: “Trabaja y protege”  (Gn 2, 15) Y el profeta Jeremías nos dejo dicho: Porque así dice Yahveh al hombre de Judá y a Jerusalén: - Cultivad el barbecho de vuestro corazón y no sembréis sobre cardos. (Jer 4, 3)

El cultivo del corazón  tiene dos dimensiones, una es negativa y  la otra es positiva. Arranquen el mal y cultiven el bien. Desmonten el terreno, desempiedren y preparen la tierra. Luego siembren la semilla, la Palabra de Dios que es poderosa. Cuando nazca la semilla, échenle agua, aflojen la tierra, échenle abono, pónganle más agua, pódenla y esperen los frutos de la cosecha. Los medios para el crecimiento está a nuestro alcance, son dones de Dios: La Palabra es la semilla y es el agua para regarla. La Oración para aflojar la tierra, el abano es la Eucaristía, la poda es la Confesión, las Obras de misericordia son también abono, la Comunidad es un medio para crecer en la fe, esperanza y caridad (cf Mt18, 20). La Comunidad nos ayuda a crecer en la Unidad, en el conocimiento de Dios y en la Plenitud de Cristo (Ef 4, 13)

Dos textos de la Biblia, la Obra que Dios ha hecho por nosotros, uno es de Pablo y el otro es de Pedro: “Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.” (cf. Col 1, 12-14)

 Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios. (1Pe 3, 18. 21b-22)

Dios es Amor,  amor que nace y crece en la fe sincera, en un corazón limpio y en una conciencia recta (1 de Tim 1, 5)






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