OS
HE HABLADO DE ESTO PARA QUE MI ALEGRÍA ESTÉ EN USTEDES.
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en
su amor. Os he hablado de esto
para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».(Jn
15, 9- 11) La alegría del Señor es inseparable del amor y de la paz.
Los
mandamientos son palabras que salen de la boca de Dios. Tienen como finalidad
el amor y el servicio a Dios y al hombre. El que los guarda ama al Señor y cree
en él. Los mandamientos, las diez palabras, son parte elemento del Mensaje de
Jesús: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que
me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré
a él” (Jn 14, 21) Y el que no los guarda, no tiene fe y no ama a Dios. Por esta
razón Jesús nos dice: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he
venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la
tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.”
(Mt 5, 17- 18) El que cree en Jesús, también cree en su Mensaje.
“Porque os
digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el Reino de los Cielos.” (Mt 5, 20) Ellos decían, pero no
hacían, hablaban del amor, pero, no amaban, ponían cargas sobre los demás que
ellos no con el dedo tocaban (Mt 23, 1-5) Oraban y enseñaban, pero, no eran
humildes: El
fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy
gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni
tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas
mis ganancias." (Lc 18, 11- 12) En cambio
la oración del humilde de Nazaret era: «Padre, si quieres, aparta de mí esta
copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» (Lc 22, 42) Porque
había hecho de la voluntad de Dios la delicia de su vida (Jn4, 34) Por eso
guardar los mandamientos de su Padre era su alegría y su gozo.
Que hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: abstenerse
de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y
de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.» (Hch 15, 28-
29) Al hablar de la impureza es guardar el mandamiento: “No cometerás adulterio
o fornificación o incesto, pornografía, etc.” Pero el Mensaje de la Iglesia
para los cristianos de Antioquía era “guardar los mandamientos” para no caer en
la idolatría. Contra este mandato se levantó una secta llamada de los nicolaitas
de la que se habla en el Apocalipsis: “Tienes en
cambio a tu favor que detestas el proceder de los nicolaítas, que yo también
detesto.” (Apoc 2, 6) Pero tengo alguna cosa contra ti: mantienes
ahí algunos que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balaq a poner
tropiezos a los hijos de Israel para que comieran carnes inmoladas a los ídolos
y fornicaran. Así tú también mantienes algunos que sostienen la doctrina de los
nicolaítas. (Apoc 2, 14- 15) Para esta secta había sexo libre, entre hombre con
hombre, entre mujer con mujer, entre hombres y mujeres de cualquier edad. Doctrina
que fue vencida por la Iglesia, pero que hoy está extendida por todos partes.
Doctrina que Dios detesta, hoy podemos hablar de la “Ideología de género.”
Algunos católicos pueden
decir que estás palabras son muy duras, que hay que cambiarlas, sino las
Iglesias va a quedarse vacías, como sucedió en los días de Jesús: “Desde
entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.” Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También
vosotros queréis marcharos?» (Jn 6, 66. 67) Ni cambia Jesús, ni cambia su
Mensaje: “Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68) Sus andamientos
son actuales hoy como hace dos mil o tres mil años.
Escuchemos a san Juan
hablarnos las palabras de Dios: “Hijos míos, os escribo esto para que no
pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a
Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no
sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos
que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.” (1 de Jn 2, 1- 5)
Lo primero es recordar que
somos pecadores y podemos pecar, pero, tenemos a un abogado ante el Padre, Jesucristo
que intercede a nuestro favor dándonos Espíritu Santo para que reconozcamos
nuestros pecados, nos arrepintamos y volvemos a la Casa del Padre y recibamos
el perdón de todos nuestros pecados, juntamente con la gracia de Dios. Por amor
nos perdona, nos reconcilia, nos salva y nos santifica (cf Rm 8, 29- 30) Todo
es gracia, pero no presumamos que amemos a Dios o que lo conozcamos, sino guardamos
sus mandamientos. Porque estaríamos fuera de la verdad. Sólo ama a Dios y a su
prójimo, el que guarda su Palabra y sus mandamientos. Ese es que cree en Jesús.
Podemos recordar la
enseñanza esencial de Jesús: “El arte de amar.” (Según Kiara Lubic, fundadora
del movimiento de los Focolares) . Amar por primero (1 Jn 4, 1) Amar a todos (Jn
3,16) Amar a los enemigos (Lc 6, 27) Veo a Jesús en el otro (Mt 25, 40) Hacerse
uno con el otro (Jn 17, 21) Amarse recíprocamente unos a los otros (Jn 13, 34)
Y amar con otros que equivale a caminar con otros y trabajar con ellos para
hacer equipo. La Fuerza de Cristo está en la Unidad de todos en él. (Ef 4, 13)
Los mandamientos de Jesús
son tres que sostiene la estructura espiritual de edificio. El mandamiento profético:
"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar
todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo.»"( Mt 28, 19- 20) El mandamiento social:
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que,
como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.
(Jn13, 34) El mandamiento litúrgico: Así mismo
también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi
sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» (1 de Cor
11, 25) El que conoce mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama, y el
me ama mi Padre lo ama y yo también lo ama y venimos y nos manifestamos en él.
(cf Jn 14, 21)
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