HAGAN DISCÍPULOS A TODAS LAS GENTES BAUTIZÁNDOLAS EN NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO.

 


 HAGAN DISCÍPULOS A TODAS LAS GENTES BAUTIZÁNDOLAS EN NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO.

Jesucristo, llamó a los Doce, para estar con él y para enviarlos a predicar la Buena Nueva con el poder de expulsar los demonios. (Mc 3, 13- 14) En el Gran envío, Jesucristo envía a su Iglesia a prolongar la Obra que el Padre le había encomendado a él: "Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»" (Mt 28, |8- 20)

Para pertenecer a la Iglesia pide dos cosas: Escuchar la Palabra de Dios y recibir el bautismo, esta es la voluntad de Jesucristo: Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.  El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. (Mc 16, 15- 16) Pablo confirma lo anterior al decirnos: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.  En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gál 3, 26- 28) En el libro de los Hechos los Apóstoles confirman la unidad de la Palabra y los Sacramentos:

Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.»(Hch 2, 37- 39)

Por el bautismo recibimos el Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios (Ef 1, 5) Hermanos de Jesucristo y Templos vivos del Espíritu Santo, y por ende, hijos de la Iglesia: ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? (1 de Cor 6, 19) Todo aquel o aquella que posee el Espíritu Santo es propiedad de Dios. "Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros."(Rm 8, 9- 11)

Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.  (Rm 14, 7-9) Le pertenecemos a Cristo por su Pascua: Muerte y resurrección, hemos sido comprados a precio de sangre: "Y si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus obras, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro, sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo,"(1 de Pe 1, 17- 19)

Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo eso. Hasta ponemos nuestra gloria y confianza en Dios gracias a nuestro Señor Jesucristo, por cuyo medio hemos obtenido ahora la reconciliación. (Rm 5, 10-11)

El día de nuestro bautismo nos apropiamos de los frutos de la redención realizada por Jesucristo por la acción del Espíritu Santo: “El perdón de los pecados, las Paz, la Resurrección y el don del Espíritu Santo” Y somos incorporados al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. La Comunidad de Jesús de la que él dijo: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.” La Asamblea de los convocados. (Mt 16, 18- 19) Jesús es el fundador de su Iglesia. Antes de su Pascua Jesús es el que promete, después de Resurrección Jesús cumple lo prometido:

"Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»"(Jn 20, 19- 23)

El destino y la misión de Jesús es también el destino y la misión de la Iglesia: Morir, Resucitar para dar vida eterna: “Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Lo mismo que por un hombre hubo muerte, por otro hombre hay resurrección de los muertos. Y lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.” (1Co 15, 20-22)

 Pablo, el hombre del Espíritu nos dice: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, consiguientemente todos murieron en él; y murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2Co 5, 14-15)

Si somos hijos de la Nueva Alianza que fue sellada por la sangre de Cristo, entonces le pertenecemos, lo amamos y le servimos. Por eso Pedro, otro hombre del Espíritu, al igual que Pablo nos dice con toda claridad: “Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios.” (1Pe 2, 9-10)

Aunque muchos son los que dicen que Jesucristo no fundó ninguna Iglesia, y como tampoco fundó ninguna religión, pienso y creo que sí lo hizo: fundó la Iglesia Católica y fundó la religión del servicio y del amor: Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. (Jn 13, 13- 15) “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.” (Jn 13, 34- 35)

Jesucristo murió y resucitó para hacer de los hombres una Nueva Creación, su Familia. Una Comunidad fraterna, solidaria y servicial que conocemos como Iglesia, la Asamblea de los convocados. A LA QUE LE DEJÓ COMO HERENCIA PARA QUE LLEVARA A LOS HOMBRES AL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD, LA PALABRA DE DIOS, Y LOS SACRAMENTOS PARA DAR A LOS HOMBRES LA SALVACIÓN. (cf 1 DE Tim 2, 4) “Yo estaré con Ustedes todos los días, hasta la consumación de los tiempos (Mt 28, 20).

 

 

 

 

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