JESÚS Y SUS DISCÍPULOS LLEGARON A LA OTRA ORILLA.

 


JESÚS Y SUS DISCÍPULOS LLEGARON A LA OTRA ORILLA.


Iluminación: Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
Lc 7, 16

En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.

 

Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”. Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

 

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban. Mc 5, 1-20

 

¿Qué hubiera pasado si Jesús y sus discípulos no llegan hasta la otra orilla del lago? Si se hubieran quedado donde estaban, en la orilla. Pasaría lo que le pasa a muchos sacerdotes y pastores que están en la orilla del agua, en la superficialidad y en la mediocridad. Privándose de experiencias liberadores y gozosas, reconciliadoras y salvíficas. “Rema mar adentro” (Lc 5, 4) es comprometerse en serio con la obra de Dios y hacer la Opción por Jesucristo dejando la superficialidad. Remar mar adentro es un mandato, no nos justifiquemos como Pedro (Lc 5, 5) Vayamos a la aventura de la fe, no vamos solos, Jesús viaja con nosotros para defendernos y para salvarnos (Mt 28, 20) Es nuestra Guía y es nuestra Paz.

 

Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Jesús ha venido a liberar a los oprimidos por el Diablo porque Dios estaba con él. (Hch 10, 38) Hay pelea, hay lucha, entre el Bien y el Mal. El arma favorita del Malo es la hipocresía que hace su confesión: Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”. Siente los pasos del más Fuerte que lo puede vencer. Todo mundo le tenía miedo, nadie lo podía controlar, rompía las cadenas y los cepos, vivía en los sepulcros, el lugar de los muertos. Jesús se hace hombre para abrir los sepulcros y sacarnos de ellos y llevarnos a nuestro suelo y darnos Espíritu Santo (Ez 37, 12) Viene a reconciliarnos con Dios y con los hombres (Ef 2, 14)

Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Decir eL nombre es darle autoridad al exorcista. Le rogaba, se siente vencido, pero se aferra a su casa, no quiere salirse para dejar libre al poseído. Pide la “Legión” salirse para irse a meterse en la piara de cerdos. El hombre de ser un arrastrado, se pone de pie, con dignidad, por primera vez se sonríe, está liberado. Los testigos se le acercan, ya no es peligroso y lo encuentran: sentado, vestido y en sano juicio. Es un hombre nuevo, salido de las manos de Jesús. Sentado, espera ser llamado. Vestido con dignidad, es importante es digno y es valioso. Con dominio propio, piensa y decide por sí mismo. Es poseedor de la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1) Se encontró con la Verdad y ésta lo liberó de las cadenas del pecado (Jn 8, 32)

 

Vienen los dueños de los cerdos, con miedo le dicen a Jesús, vete de aquí. La presencia de Jesús es incómoda, han perdido su piara de cerdos. Para muchos Jesús es un freno para divertirse hasta el desenfreno. Es un estorbo para enriquecerse mediante el fraude y los crímenes. Es una barrera para dominar y aplastar a los demás, por eso lo rechazan y no quieres saber de su Palabra. Jesús a nadie, obliga a nadie manipula, a todos les dice: ¿Si tú quieres? La Liberación que Jesús realiza es gratuita, pero no es barata. El precio por los dos mil cerdos es el “hombre nuevo” que quiere irse con Jesús y quiere ser de su Grupo, se siente discípulo de su Liberador. “Déjame ir contigo.” “Iré a dónde Tú me lleves” y “diré lo que tú me digas.” Jesús le responde con amor y con respeto: “Vete a tu casa, con tu Familia” Desde ahora serás mi primer misionero en tierra de paganos. “Vete y da testimonio de la misericordia que Dios te ha manifestado, de lo que ha hecho contigo.”

 

Jesús le dice a su nuevo discípulo, lo mismo que dice a todos los que se hacen sus discípulos: “no tengas miedo, yo estaré contigo.” Hay una separación física, pero el hombre nuevo lleva a Jesús en su mente, en su voluntad y en su corazón, y pasa por la Decápolis, las diez ciudades, danto testimonio de lo que Jesús hizo por él, todos  conocían al que había sido endemoniado y ahora es el predicador de Cristo. Todos se admiraban y decían: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”

 Frente a los milagros de Cristo unos se admiran y dan gloria a Dios, mientras otros se fastidian y se enojan. Aquellos que no creen en Jesús porque es un freno, un obstáculo para sus intereses. Unos se tropiezan para caer y otros para levantarse, se levantan los que creen en Jesús y se caen los que no creen en él. (Lc 2, 34) Lo más triste es quedarse caídos, porque Jesús les extiende su mano, para invitaros a ir a él.(Mt 11, 28)

El milagro nos dice de la lucha entre el bien y el mal. Entre el hombre viejo y el hombre nuevo. El hombre viejo es el yo, herido por el pecado, es el padre de todos los vicios,  mientras que del hombre nuevo, es Jesús resucitado. En comunión con él nace el amor, del que nacen las virtudes que luchan contra los vicios. ¿Quién ¿ganará? ¿A quién le vas? Ganará al que le entregues tu corazón. Todos quieren tu corazón: el Mundo, el Diablo y Cristo, tú decides a quien entregárselo. Para eso eres libre, tienes libre albedrío

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