DICHOSO EL HOMBRE A QUIEN DIOS CORRIGE.

 


DICHOSO EL HOMBRE A QUIEN DIOS CORRIGE.


Dichoso el hombre a quien corrige Dios: no rechaces el escarmiento del Todopoderoso, porque él hiere y venda la herida, golpea y cura con su mano. (Jb 5, 17-18)

"Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete."(Apoc 3, 18- 19) El precio que hay que pagar es dejarse corregir por Dios. Ser sometidos a la prueba. Pruebas que Dios permite para purificarnos y llevarnos al crecimiento en su Gracia. Con el fuego de su Palabra nos quema, pero, no nos destruye, sino que nos pule, nos purifica y nos santifica.

"«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»"(Lc 22, 31- 32) En la prueba aférrate al Señor. La prueba viene cuando te estas sintiéndote fuerte y bueno. Es una corrección del Señor.

En Pablo: "Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte."(2 de Cor 12- 9- 10)

"Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. "(Eclo 2, 1- 5) En la prueba, si eres fiel, saldrá con victoria, con la victoria de Dios. La prueba es una manifestación del amor y de la acción de Dios en nuestra vida. Mediante su Palabra el Señor genera violencia en nuestro corazón. Violencia interior, esa es la señal. Lo hace para tumbarnos del caballo como a Pablo (Hch 9, 1ss) Del árbol de riqueza como a Zaqueo.(Lc 19, 1-10) A otros nos baja de nuestros monopolios para que entendamos que andamos equivocados, nos levantemos y nos pongamos en la dirección correcta hacia la Casa del Padre.

Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el evangelio de Marcos. "Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.»" (Mc 1, 21- 27)

El espíritu inmundo hace referencia a los complejos de culpa. Complejos de inferioridad, complejos de lástima; hace también referencia a los vicios, del alma y del cuerpo, es decir hace referencia al pecado. Veces que estamos en la Iglesia, y  hasta servimos, pero llenos de complejos. El espíritu de culpa está vivo y coleando; Dios nos ha perdonado, pero nosotros no nos hemos perdonado. Otras veces vivimos en la mentira, pensando que valemos por lo que tenemos. Y nos sentimos menos que los que tiene más que nosotros. Conviene que Cristo llegue a nuestros corazones, genere violencia hasta caernos a los pies de Jesús para entregarle nuestros complejos, nos libere de nuestros vicios, para que no le atemos sus manos con nuestras flaquezas o con nuestras ataduras. Y dejemos que Jesús destruya en nosotros las obras del Diablo (Hch 10, 38) Y abra paso al espíritu de Santidad. Y entonces sane nuestro yo enfermo, dividido, atrofiado y ponga en nuestro interior un yo holístico, unido, responsable, libre y capaz de amar (cf Jn 8, 31- 32)

Pero es necesario aceptar su Palabra como Palabra de Dios y no como palabra humana. (1 de Ts 2, 13) Su Palabra es Luz y es Fuego que nos inquieta y genera violencia interior, eso significa que el Señor está haciendo su Obra en nosotros. Nos desinstala, nos incomoda y echa fuera toda comodidad, que es uno de nuestras ataduras o de nuestros vicios. Una fe cómoda es estéril, está muerta o a punto de morir (Snt 2, 14) Dejemos al Espíritu Santo conducirnos al desierto, el lugar donde habitan los demonios, nos enfrente con ellos y con la Gracia de Dios los venzamos y echemos fuera, y al fuego. Y entonces con ojos abiertos y con un corazón palpitante caminemos en la verdad que nos lleva al amor y a la vida (cf Jn 14, 6).

La Palabra de Cristo es viva y eficaz, es activa y actual: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias." (Apoc 3, 20- 22)

"Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón. Allí le daré sus viñas, el valle de Akor lo haré puerta de esperanza; y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Y sucederá aquel día - oráculo de Yahveh - que ella me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío.» Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y no se mentarán más por su nombre. (Os 2, 16- 19)

Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh." (Os 2, 21- 22)

El Yo sanado por Dios es un yo holístico, original, único e irrepetible, responsable, libre capaz de amar y capaz de servir a Dios y a los demás, sin quejas y sin lamentos, y sin echarle  a otros las cargas de los juicios y de las condenaciones, más bien carga con las debilidades de los más débiles (Rm 15, 1) Y sobre todo, es capaz de amarse a sí mismo, es capaz de perdonarse a sí mismo. El espíritu inmundo se fue, por el crecimiento de la Gracia de Dios en nuestra vida.

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