MINISTROS DE LA NUEVA Y ETERNA ALIANZA

 


MINISTROS DE LA NUEVA Y ETERNA ALIANZA

Esto dice el Señor, tu redentor, el Dios de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes seguir.
¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos! Sería tu paz como un río
y tu justicia, como las olas del mar. Tu descendencia sería como la arena
y como granos de arena, los frutos de tus entrañas. Nunca tu
nombre hubiera sido borrado
ni arrancado de mi presencia”.
Is 48, 17-19

 

"Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia. " (Jer 3. 15) La enseñanza de Dios a su Pueblo hace referencia a la nueva Alianza: "Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo."(Jer 31, 33) "Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh. Y sucederá aquel día que yo responderé - oráculo de Yahveh - responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra; la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite virgen, y ellos responderán a Yizreel."(Os 2. 21- 24)

"Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios."(Ez 35, 24- 28)

La Nueva Alianza fue sellada con la sangre de Cristo, el Codero de Dios. Alianza que brota y nace de la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Cristo es el Cordero inmolado. El signo de la Nueva Alianza es el Espíritu Santo. Es la Ley del Amor, llamada también la Ley de Cristo. Los frutos de la Nueva Alianza son también los frutos de la Redención: “El Perdón, la Paz, el Gozo, la Resurrección, la Misión, el don del Espíritu Santo (Jn 20, 19- 23) Los Sacramentos de la Iglesia. La misma Iglesia es fruto de la Pascua de Cristo, por eso todos los servidores son llamados “Ministros de la Nueva Alianza.”

"Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones. Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo. No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una Nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida."(2 de Cor 3,2-5)

"Esta es la Alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no habrá de instruir cada cual a su conciudadano ni cada uno a su hermano diciendo: «¡Conoce al Señor!», pues todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque me apiadaré de sus iniquidades y de sus pecados no me acordaré ya. Al decir nueva, declaró anticuada la primera; y lo anticuado y viejo está a punto de cesar." (Heb , 10- 13)

"Pero presentóse Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo! Por eso es mediador de una nueva Alianza; para que, interviniendo su muerte para remisión de las transgresiones de la primera Alianza, los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida. "(Heb 9, 11- 15)

Jesús celebra la Nueva y Eterna Alianza en una cena- "Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga."(1 de Cor 11, 23- 26)

"Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»"(Mt 26, 26- 29)

La Eucaristía contiene todo el bien espiritual y toda riqueza de la Iglesia, es su Tesoro. Y la riqueza de la Iglesia es Cristo. De manera que Jesús nos muestra un amor que llega hasta el extremo, un amor que no conoce medida y que no tiene límites: No solamente nos dice: Tomen y coman…tomen y beban, para luego decirnos: “Este es mi Cuerpo y esta es mi Sangre” sino que añadió que será entregada por nosotros… derramada por nosotros (Lc 19, 20). De esta manera la Iglesia siempre ha visto y creído que la Eucaristía es “Presencia, Banquete y Sacrificio”. Cristo presente en la Misa nos habla y se nos da en alimento y se ofrece por nosotros en sacrificio.

 

Cuerpo y Sangre de Cristo. Al ofrecer Cristo su cuerpo y su sangre, es toda la persona la que se está ofreciendo, no hay división entre cuerpo y sangre. Cuerpo y Sangre, es decir,  la persona de Jesús de Nazaret. Cristo al ofrecer su cuerpo está ofreciendo todo lo que hizo, todo lo que sucedió desde su nacimiento hasta la Cruz, sus trabajos, sus milagros, su predicación, no se reserva nada para sí, ni siquiera a su Madre, lo entrega todo. Y al ofrecer su Sangre significa que nos amó hasta la muerte: al ofrecer las humillaciones, los desprecios, los rechazos, el desamor que recibe,  significa que nos amó hasta la muerte, y hasta la muerte de Cruz.

 

Cristo es sacerdote, víctima y altar. Sacerdote, porque ofreció un sacrificio para sellar la Nueva Alianza de Dios con los hombres; víctima porque se ofreció por amor a los hombres, con palabras de Pablo: “Se humilló a sí mismo para destruir el cuerpo del pecado que nos separaba de su Padre y nos privaba de su presencia salvadora” (Fil 2, 7-8); y Cristo es altar, porque hizo de su corazón un altar donde se ofreció como Hostia Santa, viva y agradable a Dios. Con su muerte y resurrección Cristo instaura en la tierra el nuevo culto a Dios. Con el único sacrifico agradable a Dios sella la Nueva Alianza.

El culto nuevo cimentado en la Muerte y Resurrección de Cristo. En la Misa, la Iglesia celebra y hace memoria de la Pascua de Cristo: su muerte y su resurrección, y por lo tanto, hace presente el Sacrificio que Cristo ofrece de una vez para siempre en la Cruz, permanece siempre actual (Hb 7, 25-27). De manera, que cada vez que se renueva en el altar el sacrificio de la Cruz, en el que Cristo nuestra Pascua fue inmolado, se realiza la obra de nuestra Redención (1 Cor 5, 7; CATIC 1364; LG 3). La Eucaristía hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no se le multiplica, lo que se repite es su celebración memorial (I. de E. 12). La Eucaristía es entonces sacrificio en sentido propio, porque Cristo se ofrece, no sólo como alimento a los fieles, sino que  es un “don a su Padre” para sellar la “Nueva y eterna Alianza”; es el don de su amor y obediencia hasta el extremo de dar la vida a favor nuestro. Más aún, don a favor de toda la Humanidad (Iglesia de Eucaristía 13).

El sacrificio de Jesús y nuestro sacrificio. Cristo quiso integrar a su Iglesia a su sacrificio redentor para hacer suyo el sacrifico espiritual de la Iglesia (I. de E. 13b). En la Misa, la Iglesia, no solamente ofrece al Padre el sacrificio de Cristo: Sacrificio Sacramental, sino que ofrece a la misma vez, su mismo sacrificio espiritual. De manera que la Iglesia, Cuerpo de Cristo, participa en la Ofrenda de su Cabeza, con Cristo se ofrece totalmente. En la Misa el sacrificio de Cristo y el Sacrificio de la Eucaristía, son un único sacrificio de manera que el Sacrificio de Cristo es también el Sacrificio de los miembros de su Cuerpo. Nosotros en la Misa, nos unimos con Cristo para ofrecernos al Padre, con un Sacrificio Espiritual, de manera que podemos afirmar que sobre el altar están dos ofrendas, la de Cristo y la de la Iglesia.

 

¿Qué podemos ofrecer con Cristo al Padre en la Misa? ¿Cuál es nuestro Sacrificio? Recordemos que por las Palabras de la Consagración y por la acción del Espíritu Santo, el Pan y el Vino son transformados en un Cristo vivo que ofrecemos como Hostia Viva al Padre por la salvación de los hombres: “Esto es mi cuerpo que será entregado por Vosotros, esta es mi Sangre que será derramada por Vosotros”. “Haced esto en Memoria mía”. Este es el “Mandamiento de Jesús”, pide que hagamos lo que Él hizo: partió el Pan, es decir, se fraccionó, se inmoló, se entregó como ofrenda viva al Padre por los hombres. Él quiere que nosotros repitamos su gesto: “Que nos inmolemos y ofrezcamos en la presencia de Dios como “Hostias vivas, que ese sea nuestro culto espiritual” (Rom 12, 1). Esto es fraccionar el pan, y es el mandato del Señor.

Ofrecemos nuestra vida, nuestra alabanza, sufrimientos, oraciones, trabajos, humillaciones, que todo lo que hagamos se une a Cristo, para que Él se lo ofrezca al Padre. Nosotros ya no ofrecemos la sangre de toros ni de machos cabríos. Podemos decir con Jesús: “Sacrificios y holocaustos no te han agradado, pero, heme aquí Oh Dios, para hacer tu voluntad (Hb 10, 9). Nosotros hoy, podemos ofrecer con Jesús en la Misa: nuestro cuerpo y nuestra sangre, es decir, nuestra vida para que seamos una “alabanza de la gloria de Dios”; ofrecemos el pan y el vino que somos nosotros; ofrecemos nuestro sufrimiento, oración, trabajo, sus fracasos y humillaciones… (Catecismo de la Iglesia Católica 1368).

¿En qué consiste nuestro sacrificio espiritual?“Consiste en someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios”. Para eso somos, por amor de Cristo, sacerdotes, profetas y reyes. Al someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios, estamos sellando nuestra alianza y nuestra Comunión con Dios y con la Iglesia, estamos renovando nuestro Bautismo y estamos dando nuestro “sí” a Dios y a la Comunidad fraterna; estamos diciendo que sí queremos ser Comunión, Alianza, Comunidad solidaria y fraterna. El sacerdote se ofrece con Cristo al Padre e invita a los fieles a hacer lo mismo, cada uno según su naturaleza: “Oren hermanos para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios Todopoderoso”.

 

Por el Bautismo, todos los bautizados, participan del sacerdocio común y real de los fieles, por lo mismo, pueden ofrecer su sacrificio espiritual, cada uno de los participantes de la Misa, puede ser sacerdote, víctima y altar para ofrecer un sacrificio, ser víctimas y a la misma vez altar: ofrecerse en el altar de su corazón, el sacrificio de someterse a la voluntad de Dios. Llevar una vida como la de Cristo que se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el diablo (Hch 10, 38).

La adoración a Dios se extiende fuera de la Misa, en un culto existencial, viviendo como hijos de Dios y como hermanos de los demás con quienes se ha de vivir en Comunión fraterna, solidaria y servicial. En esta comunión fraterna nos hemos de preocuparnos de los demás; hemos de vivir reconciliándonos unos con los otros y hemos de compartir el pan con todos. Lo anterior es vivir según la Voluntad de Dios, lavándose los pies unos a los otros (cf Jn 13, 13) Y amándose como Jesús nos amó y se entregó a la muerte por nosotros (Jn 13, 34; Ef 5, 2)

La Nueva Alianza se realiza en el acontecimiento histórico de Cristo: Vida, muerte y resurrección. Se actualiza en un acontecimiento sacramental, el día de nuestro Bautismo. Nos apropiamos de los frutos de la redención de Cristo.  Hay un momento existencial. En cada sacramento bien recibido, en cada oración bien hecha, cada vez que luchamos y vencemos al mal, y cada vez que hacemos el bien.

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