EN EL PRINCIPIO YA EXISTÍA AQUEL QUE ES LA PALABRA.

 


EN EL PRINCIPIO YA EXISTÍA AQUEL QUE ES LA PALABRA.

 

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

 

Es el prólogo de san Juan que está a lo largo de todo su Evangelio. Lo primero que dice es que Dios no está mudo, no está ciego y está vivo, no está muerto. Pronuncia y comunica una Palabra, creadora y liberadora, salvadora y santificadora. Palabra que se hace Luz y Vida. Por otro lado Juan nos habla de la lucha entre la Luz y las tinieblas, la Gracia y el pecado.  Vino la luz y  las tinieblas no la recibieron.

 

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

 

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. ¿Por qué no lo recibieron? ¿Quiénes son los suyos? Su pueblo, el pueblo judío, el heredero de las promesas. No creyeron en él, apenas un reducido resto creyó en él y les concedió llegar a ser hijos de Dios. Por creer en Jesús y aceptarlo como el Hijo de Dios, su Salvador, su Maestro y como su Señor, nacieron de lo Alto, nacieron de Dios. Nosotros somos también nosotros, los bautizados, miembros de su Cuerpo por el Bautismo, pero, nos vale, le damos la espalda a Jesús y lo rechazamos. Preferimos lo que el mundo nos ofrece: el poder, el tener y el placer (1 de Jn 2, 15) Elegimos la vida mundana y pagana y despreciamos a Jesús.

 

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.

 

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Dios se hizo hombre, tomó nuestra condición humana para amarnos con un corazón de hombre. Jesús es Emmanuel que significa Dios con nosotros, entre nosotros y a favor de nosotros. Ha venido a traernos la Luz y la Vida, ha venido a traernos a Dios (cf Jn 3, 16)

 

Lleno de gracia y de verdad, es el don de Dios a los hombres para redimirnos y para salvarnos. Es nuestra Gracia, es nuestra Paz y Salvación. De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.(Jn 1, 1- 18)

 

De su Plenitud hemos recibido gracia sobre gracia. Para entrar en la Plenitud de Cristo hemos de creer y convertirnos, que son gracias de Dios. El que no crea y no se convierta se queda fuera. Si la Ley vino por medio de Moisés, de Jesucristo vino la gracia y la verdad. La salvación es un don gratuito e inmerecido de Dios, Jesús pagó el precio, su Sangre (Ef 1, 7) Nos amó hasta el extremo (Jn 13, 1) La Gracia de Dios es Jesucristo, es carísima, no la abaratemos.

 

En el prólogo de Juan, encontramos dos veces el testimonio de Juan el Bautista, el testigo de la luz y de la verdad. ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo.’ La verdad sobre Jesús, según las palabras de Juan es que Jesús, la Palabra hecha hombre, existía desde la eternidad estaba con Dios y era Dios. Juan el Bautista nos dirá: “Yo no soy la Luz, yo no soy la Verdad.” “Yo no soy digno de desatar las correas de sus sandalias.” Por eso es necesario que yo disminuya para que él crezca” (Jn 3, 30)

 

Dos textos de Juan: "Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»"(Jn 8, 12) "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas."(Jn 10, 10- 11) El que tiene la Luz tiene también la Vida, tiene a Cristo y tiene la Salvación que ha venido a traernos.

Creamos en él, confiemos, obedezcamos a él y amemos a Jesús para que seamos de él y le sirvamos. Así lo dice el Señor a Marta la hermana de María y Lázaro: "Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo"(Jn 11, 25- 27)

Aceptemos a Jesús, luz y Vida. Somos de los suyos, le pertenecemos, lo amamos y le servimos, por eso nos llamamos discípulos de Jesús e hijo de Dios.





 

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