FUIMOS CREADOS PARA BENDECIR Y NUNCA PARA MALDECIR.

 


FUIMOS CREADOS PARA BENDECIR Y NUNCA PARA MALDECIR.

En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo: “Di a Aarón y a sus hijos: ‘De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz’. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré”. (Nm 6, 22-27)

Fuimos creados para bendecir, no para maldecir. Bendecir significa que Dios nos hace participar de lo que él tiene y de lo que él es: Padre, Amor, Vida, Luz, Perdón y Libertad. “Dí a Aarón y a sus hijos, a los sacerdotes que bendigan a mi pueblo, y yo los bendeciré. Bendecir es invocar a Dios sobre el pueblo, sobre la familia, los vecinos, los cercanos, los lejanos y aún sobre los enemigos. Bendecir es compartir lo que sabemos, lo que tenemos y lo que somos. Estamos llamados a ser una Bendición para todos.

Bendecimos para consolar, enseñar, conducir, proteger, liberar, salvar y para corregir. Todas son manifestaciones de la multiforme Gracia de Dios. Bendecimos porque somos dones de Dios para los demás. La clave para bendecir es el Nuevo Nacimiento para estar en gracia de Dios. Somos hijos de la Luz y los hijos de la Luz son la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) Qué hermoso es recordar nuestras bendiciones: La elección, la filiación, la redención y la santificación (Ef 1, 3- 8) Somos benditos en Cristo Jesús.

La primera bendición es nuestra existencia, elegidos por amor, con amor y para amar. La segunda bendición es Jesús que viene a traernos las Bendiciones de Dios. La tercera bendición es el Espíritu Santo, el otro Paráclito. Y la cuarta bendición es la Iglesia, con la Palabra y sus Sacramentos. En Cristo somos regalo de Dios para todos. Llamados a compartir los dones de Dios. Extiende tu mano significa compartir (Mc 3, 1- 5) La experiencia de la presencia de Cristo en nuestros corazones nos libera para ser bendición para los demás.

Anhelemos y buscamos las Bendiciones de Dios:

R. (2a) Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos. Ten piedad de nosotros, y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.   Que conozca la tierra tu bondad  y los pueblos tu obra salvadora. R. Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia;  con equidad tú juzgas a los pueblos  y riges en la tierra a las naciones.. R. . Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Que te alaben, Señor, todos los pueblos,  que los pueblos te aclamen todos juntos.  Que nos bendiga Dios  y que le rinda honor el mundo entero.  R. Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos. Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8

Cristo es nuestra Bendición: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." (Jn 3, 16) "«Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»" (Jn 8, 12) "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia." (Jn 10, 10) Jesús viene a redimir, a salvar, a liberar y a traernos a Dios. Tal como lo dice la segunda lectura:

Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos. Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios (Gal 4, 4-7)

Dios no está mudo, nos ha dirigido su Palabra para revelarnos cuánto nos ama: En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo. (Heb 1, 1-2) La Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros (Jn 1, 14) Nació de una Mujer llamada María de Nazaret, que estaba desposada con José (Lc 1, 26) Dios pudo habernos salvados por cualquier otro camino como enviar millones de ángeles para liberarnos de las garras de Satanás, pero, no le dio su gana. Élquiso salvarnos por la fe de Jesucristo, y quiso darnos a su Hijo por medio de María. María es la Madre de Jesus, el Cristo y Señor. Es la Madre de Emmanuel, Dios con nosotros. Entonces ella es a Madre de Dios que se hizo hombre para salvarnos.

El relato del Evangelio.

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado. Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido. (Lc 2, 16-21)

Encontraron la Bendición, a Jesús,  con  María y  José, bendecidos por Dios para servir al Niño, cuidarlo, protegerlo y enseñarlo a caminar en la Presencia de Dios. Los Pastores encuentran la Bendición recostado en el pesebre y envuelto en pañales. Es el Regalo más grande, es para todos los hombres, que nadie se sienta excluido. Después del encuentro con el Niño, los pastores quedan bendecidos, son benditos, son servidores del recién nacido. Ahora existen para dar testimonio de lo que habían visto y oído. Nadie podía callarlos, sus palabras son benditas y bendicen a quienes los escuchen.

María, la Madre, escuchaba todo y lo guardaba en su corazón. Ella es la humilde esclava del Señor, su Dios, su Creador y ahora también su Hijo, para eso ha sido bendecida. Su Hijo es su Bendición.

Que se haga un buen hábito el bendecir como un saludo ordinario: “Qué Dios y la Virgen te bendiga.” Este es un saludo típico de Venezuela. Juntamente con pedir bendiciones: “Bendición, abuelo, abuela, papá, mamá, hermano, tío, padrino, etc. ”

Bendigamos a nuestros enemigos y a los que nos persiguen. (Lc 6, 27)

 

 

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