NADA MÁS FALSO Y ENFERMO QUE EL CORAZÓN DEL HOMBRE

 



NADA MÁS FALSO Y ENFERMO QUE EL CORAZÓN DEL HOMBRE


Nada más falso y enfermo que el corazón, ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas; para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones. (Jr 17, 9-10)

Hoy pensamos y decimos una cosa y al rato cambiamos nuestro parecer. Cambiamos de opinión. Le decimos a Dios que creemos en él, que lo amamos y que ponemos nuestra vida en sus manos para luego olvidarnos de los que prometimos para hacer lo contrario. La razón es que nuestro corazón aún no le pertenece, tenemos otros amores. Pablo dice:

"Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo,"(Rm 7, 14- 18)

¿Qué significa la carne para Pablo? Para el apóstol la carne es un estilo de vida que contradice la vida de Dios. Es una vida mundana, pagana y hasta diabólica que lucha en nuestro interior contra el Espíritu (cf Gál 5, 16) Frente a la carne encontramos la espiritualidad cristiana que consiste en una vida conducida por el Espíritu Santo. Todo espíritu que no viene de la fe nos lleva al pecado (Rm 14, 24) La pregunta para hacernos es: ¿Qué espíritu nos guía? Cualquier espíritu que no sea el Espíritu Santo es la carne que no es grata a Dios (Rm 8, 9) Desde ahí la importancia de examinar los espíritus, si son y vienen de Dios o de otro lado: "No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal." (1 Ts 5, 20- 22)

¿Qué criterios seguir para el discernimiento de espíritus? Según san Ignacio de Loyola los criterios a seguir son: El “criterio de oro” “Por sus frutos los reconoceréis” “El árbol bueno da fruto bueno y el árbol malo da fruto malo” (Mt 7, 16- 20) Otro criterio es la comunión. Caminar en comunión, lo que divide es del Diablo. Comunión con Dios, consigo mismo y con los demás. Caminar con otros, discernir con ellos, trabajar y orar con los demás. Jesus lo dijo: Sólo unidos a mí podéis dar fruto, sin mí nada podéis hacer” (cf Jn 15, 4) Es la unidad en la fe para crecer en el conocimiento de Dios. (Ef 4, 13) EL pecado divide y nos aleja de Dios (Is 59, 1)

Otro criterio es “Fortaleza en la debilidad.” Tenemos certezas convicciones y motivos humanos que deben ser discernidos por la comunidad. Quien se niegue la ayuda de la comunidad, que se olvide de sus carismas o de sus dones. Este criterio pide una buena porción de humildad para aceptar la ayuda fraterna.

El siguiente criterio nos deja luz y paz. Paz interior y paz exterior. Armonía consigo mismo, con Dios y con los demás. La luz ilumina nuestro interior para poder vernos y reconocer la voluntad de Dios. Lo que es bueno, agradable a Dios que nos lleva hacer el bien (Rm 12, 2) No hay miedo, ni confusión, ni zozobra. Otro criterio es el “Amor fraterno” Amor a los hermanos. Sin amor la fe y la esperanza están muertas. El amor fraterno es la casa del Espíritu Santo, donde él se mueve a sus anchas. Este criterio responde al Mandamiento regio: Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34)

El otro criterio, es el “Supremo, por encima de todo” “Jesucristo es el Señor.” Todo queda subordinado a él. Criterio que exige pertenecerle e Cristo para poder amarlo y servirlo con todo el corazón, la mente y la fuerzas. Criterio que pide abrazar la cruz de Jesús con amor para morir en ella y vivir para Dios (Gál 5, 24)

Poniendo en práctica estos criterios vamos adquiriendo una mente iluminada por la Verdad y una voluntad firme y fuerte para hacer el bien y rechazar el mal. Adquirimos un rostro templado para seguir a Cristo. Estos criterios deben de ser acompañados por un espíritu de oración, íntima, cálida y extensa. Sabiendo que sólo Dios da el crecimiento (1 de Cor 3, 6) y que nuestra lucha es contra fuerzas espirituales que tiene dominio sobre este mundo tenebroso, es decir sobre el hombre en pecado. (Ef 6, 10-13) Lo que exige llevar una vida en amistad con Dios, caminar en la Gracia para ser conducidos por el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (Rm 8, 14)

¿A dónde nos lleva el Espíritu de Dios? Nos lleva por los caminos de la fe a la “Fortaleza, a la continencia a la sencillez de corazón, a la pureza de corazón, a la santidad, a la ciencia y a la caridad. Cada una son hijas d  la fe y a la vez tiene sus propias comunidad, sus propias hijas que son las virtudes para caminar con las “Lámparas encendidas” (Lc 12, 35)  Nos aporta el “Traje de bodas” para revestirnos de Cristo (Rm 113, 14; 8, 29)

Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: "Deja que te saque la brizna del ojo", teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano." (Mt 7, 1- 5).

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