LAS ALMAS DE LOS JUSTOS ESTÁN EN LAS MANOS DE DIOS Y NO LOS ALCANZARÁ NINGÚN TORMENTO.

 


LAS ALMAS DE LOS JUSTOS ESTÁN EN LAS MANOS DE DIOS Y NO LOS ALCANZARÁ NINGÚN TORMENTO.

Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento. Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia y su salida de entre nosotros, una completa destrucción. Pero los justos están en paz. (Sb 3, 1- 3)

¿Quiénes son los justos? Son hombres y mujeres de cualquier nación que han creído en Jesucristo, sus pecados han sido perdonados y han recibido Vida eterna, (Gál 2, 16) Por eso pueden decir: “La esperanza no defrauda porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado”(Rm 5, 5) Están en las manos de Dios en Paz, han sido reconciliados con Dios y entre los hombres. Las almas de los fieles difuntos han pasado de este mundo a Dios, de las tinieblas de la muerte a la luz de Cristo, del pecado a la gracia, de la aridez a las aguas vivas.

Las almas de los fieles difuntos, (justos) han pasado al mundo de Dios, el Amor. "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él."(1 de Jn 3, 14- 15) Ha pasado de la muerte a la Vida, a la Verdad y al Amor, es decir está en Cristo (Jn 14, 6) Tiene Vida eterna (Jn 10, 10) ¿Cómo se dio el paso? Por la fe en Jesucristo (Gál 2, 16) Por la fe es creer que Dios nos ama, nos perdona y nos salva, en Cristo y por Cristo Jesús que nos amó hasta el extremo (Jn 13, 1) Hasta el dolor, hasta el sufrimiento, hasta la muerte, hasta dar su vida para salvarnos y perdonar nuestros  pecados y darnos Espíritu Santo. Los justos entraron en esta vida en la Pascua de Jesús y murieron en la Gracia de Dios. 

La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto agradable.(Sab. 3, 4- ss) ¿Cuál es la recompensa? ¿Qué es lo que les espera?  "El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros"(Rm 8, 16- 18) El destino de los fieles difuntos es ser hijos de Dios desde el día de su Bautismo que fueron sellados con el Espíritu Santo para el día de la salvación (Ef 4, 30)

 En el día del juicio brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos. Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos. (Sab 3, 1-9)

Los justos confían en la Resurrección. La muerte para ellos no tenían la última palabra, ésta le pertenece a Cristo Jesús que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25) Tal vez en algún tiempo fueron tinieblas, antes de conocer a Cristo, pero después del Encuentro con Cristo, son luz con bondad, verdad y justicia (Ef 5, 7- 9) Son luz del mundo porque están unidos a Cristo: Luz del Mundo (Mt 5, 13; Jn 8, 12) Por eso pueden brillar como luz en medio de un cañaveral y pueden juzgar a las naciones porque están sentados a la derecha del Padre en unión con Cristo Jesús (Ef 2, 6) Juzgar equivale a dar vida, a dar amor, están, como ángeles al servicio de Dios. (Mc 12, 15) Porque en esta vida pasaron por la prueba: La Cruz de Jesús.

La promesa de Jesús para todos sus fieles: "Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.»"(Jn 11, 25- 27) Todos morimos, todos resucitaremos, unos para la vida y otros para la muerte. PERO EL QUE MUERE EN GRACIA DE DIOS, NO TIENE MIEDO A LA MUERTE ETERNA (cf Apoc  20, 6) Morir en Gracia de Dios es tener una muerte en paz, es morir en el Señor, tal como lo dice el Apocalipsis: "Luego oí una voz que decía desde el cielo: «Escribe: Dichosos los muertos que mueren en el Señor. Desde ahora, sí - dice el Espíritu -, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan.»"(Apoc 14, 13)

Jesús nos advierte a todos para que estemos preparados para vivir eternamente con él: "«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran."(Lc 12, 35- 36) “Estén ceñidos vuestros lomos” equivale a luchar contra el mal; es huir de las pasiones de la juventud (2 Tim 2, 22) Es romper con el pecado (1 de Jn 1, 8) Es huir de la corrupción para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4b) Las “lámparas encendidas” equivale a revestirse de Cristo; es hacer el bien, guardando la Palabra y cultivando las virtudes cristianas. Equivale a revestirse de Cristo, (Rm 13, 12- 14) teniendo una fe vida y ardiente para que podamos escuchar las palabras de Jesús: “Vengan benditos de mi Padre a pasar la eternidad conmigo.” “Vengan a participar del Reino que mi Padre les tiene reservado desde antes de la creación del mundo” Porque me amaste, me seguiste y entraste conmigo en mi Pascua (Mt 25, 31. 46) Para otros los que no se prepararon será otros su destino: “Apártense de mi los que obra el mal, al fuego eterno”

La fe viva nos pide vivir en la Gracia de Dios. Vivir en comunión con Cristo, siguiendo sus huellas, guardando sus mandamientos (1 de Jn 2, 3) y guardando su Palabra (Jn 14, 23) y siguiendo sus huellas (Lc 9, 23).

La muerte no tiene la última palabra, no es el final de nuestra existencia, es la puerta para entrar a la eternidad, es un encuentro con el Señor que nos ha dicho: “Yo soy la resurrección y la vida” “Vigilen y oren para no caer en la tentación” (Mt 26, 41) “Estén preparados porque no saben el día ni la hora” con los “lomos ceñidos y las lámparas encendidas” (Lc 12, 35)



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